Los diseños que involucran pensamientos, causas, valores, brindarán densidad a los éxitos económicos de la multipolaridad. Sin filosofía, los intereses materiales se deshilachan.
Por Gabriel Fernández *
A MEDIANO PLAZO. Los enormes avances científicos recientes impulsan a este periodista para dar una vuelta de tuerca sobre la hipótesis de Terraformar la Tierra. Se trata, entre otros factores, del despliegue -bastante acelerado por cierto- de la Inteligencia Artificial y de los chips de vanguardia. Es que se hace preciso formular interrogantes filosóficos para afrontar lo que viene en el mediano plazo. Algo así: ¿qué pasa si la humanidad desplaza al capitalismo financiero? ¿Cuáles son los valores que comandarán el nuevo sendero en construcción?
Es raro hablar de estos asuntos en el marco de dos guerras intensas y desde una Argentina en retroceso. Pero hay que hacerlo. El gran dilema se despliega en el presente. Un riesgo nuclear ostensible asentado en la necesidad occidental de sostener especulación, transferencia y conflictos de modo persistente. Pasa que el tramo posterior a la litigiosidad actual, con multipolares apostando al control estatal, a la inversión productiva y al desarrollo científico técnico, provee la perspectiva concreta -más que una esperanza- de un horizonte con cierta luminosidad.
Veamos. El proceso posterior a la Segunda Guerra Mundial derivó, no sin corcoveos, en el establecimiento de variantes del Estado de Bienestar sobre Europa. El sentido de la carretera estuvo condicionado por la existencia de un bloque que se presentó antagónico al capitalismo. Ese modelo, al tiempo que mejoró las condiciones de vida de algunos pueblos, extrajo recursos de otros, que resultaron duramente sojuzgados. Asimismo, sentó las bases para el ascenso del capital financiero, que reptó con ansia.
También dejó un rastro de escepticismo e individualismo que hoy se extiende en el Norte americano y el Viejo Continente, y brinda cauce a su caída económica. Durante ese derrotero se fueron diluyendo los valores en sociedades que crecieron relacionando el beneficio colectivo y el particular, y ofreciendo singular realce para los esfuerzos destinados a favorecer cada nación. Desde ya que quienes se adueñaron del andar planetario fueron forzando la ampliación de la codicia, pero hasta poco tiempo atrás necesitaron fingir adecuación a los preceptos compartidos. Al desaparecer hasta la exigencia de un disfraz con rasgos bondadosos, se fue gestando un vacío creciente que se percibe en la actualidad y fomenta sociedades que oscilan entre la insatisfacción, la insensibilidad y el egoísmo.
Como contraste relativo, las potencias multipolares han ratificado sus identidades. Cristianismo, islamismo, comunismo, algunas variantes populistas combinatorias de esos y otros elementos, todas bien situadas en sus patrias y portadoras de sentidos sociales. Está claro que, debido a la incidencia de la cultura europea sobre el mestizaje latinoamericano, nuestro sub continente afronta desafíos harto profundos. Por estos pagos, el borroneo del cristianismo y la priorización de sectores por encima del conjunto, viene dejando un rastro que, felizmente, está siendo zanjado por la política nacional popular pura y dura. No así en la Argentina, que pasó de vanguardia genuina a proto sociedad fallida en una década.
Pensemos. En una eventual recomposición planetaria en base a la asociación de estados industriales con equilibrio relativo y al aporte de las nuevas tecnologías, resultará preciso indagar y plantear qué precepto, qué sentido va a orientar el proceso de avance. De allí estas líneas: el Estado de Bienestar con rasgos keynesianos recaló en mejoras sociales pero en individualismos varios, muchos de ellos extremos. No solo entre las clases dominantes sino también en buena parte de los espacios populares. Originó un desplazamiento del interés colectivo en favor del segmentado. Diluyó la lucha por los derechos y la libertad en el diseño de prerrogativas para grupos que combaten o desdeñan las identidades sociales y nacionales.
En esta zona austral, la posibilidad de un cauce que desemboque en la disolución es muy palpable. Además del relego del cristianismo / catolicismo que demarcaba las responsabilidades particulares según las necesidades sociales, la profunda crisis del peronismo en tanto movimiento nacional contenedor, implica dejar de lado salidas apreciables que varias naciones en crecimiento vienen aplicando. Este narrador considera pertinente subrayar la Comunidad Organizada y la Tercera Posición. Allí, cabe indicar que el Papa Francisco y el movimiento obrero organizado son dos elementos esenciales para tender un puente hacia un futuro que, si de fuerzas específicamente políticas se trata, aparece difuso.
La cuestión es que América latina debe posicionarse como potencia multipolar en el mediano plazo y que sin la Argentina, México y Brasil tienen serias dificultades para articular una política hacia una confederación de estados continentales industriales. El know how argentino, sus recursos, el Atlántico Sur, el vínculo entre Atlántico y Pacífico, la Cuenca del Plata, el vector andino, son solo algunos de los puntos que tornan necesaria la participación nacional en este proceso en franco desarrollo. Eso si: el barajar y dar de nuevo planetario está en marcha y se realizará con nuestro país o sin él.
PERÓN. CONFEDERACIONES CONTINENTALES. Gracias al reciente libro del historiador César Tato Díaz, titulado Perón Periodista, es posible adentrarse con un marco adecuado a los textos geopolíticos elaborados por el líder entre 1951 y 1953 en el diario Democracia, bajo el seudónimo de Descartes. Es válido, en el decurso del presente planteo, tomar en cuenta el artículo “Confederaciones Continentales” y prestar atención a ciertas claves que facilitan la comprensión.
Confederaciones Continentales
Por Juan Domingo Perón, bajo el seudónimo Descartes
Publicado en el Diario Democracia el 20-12-1951
Varios estudiosos del siglo XIX ya habían predicho que, al siglo de la formación de las nacionalidades, como se llamó a éste, debía seguir el de las confederaciones continentales.
Europa y Asia, frente al peligro mutuo, han sido impelidas por las necesidades de su defensa a agruparse bajo el signo del dólar o el de la hoz y el martillo, respectivamente, formando verdaderas confederaciones imperialistas.
Estados Unidos unifica sobre sí, frente a los mismos peligros a todos los pueblos americanos de su continente del Norte, ligándolos en el destino común de su hemisferio con miras a una nación que abarque también a Europa.
Hace ya muchos años un brasileño ilustre que veía lejos, Río Branco, lanzó la idea del ABC, pacto político regional destinado a tener proyecciones históricas.
América del Sur, moderno continente latino, está y estará cada día más en peligro. Sin embargo, no ha pronunciado aún su palabra de orden para unirse. El ABC sucumbió abatido por los trabajos subterráneos del imperialismo empeñado en dividir e impedir toda unión propiciada o realizada por los “nativos” de estos países “poco desarrollados” que anhela gobernar y anexar, pero como factorías de “negros y mestizos”.
El mundo se encuentra abocado a su problema de superpoblación. Su necesidad primaria es producir comida ya insuficiente. La lucha del futuro será económica y, en primer término, por esa producción. Ello indica que una parte sustancial del futuro económico del mundo se desplazará hacia las zonas de las grandes reservas territoriales aún libres de explotación.
A la tercera Guerra Mundial de predominio ha de suceder una carrera anhelante de posesión territorial y reordenamiento productivo. De ello se infiere que un grave peligro se desplazará sobre los países de mayores reservas territoriales aptas. La amenaza procederá de un imperialismo triunfante, cualquiera sea éste.
La nueva forma colonial de ocupación y dominio puede ser de asalto comunista o de penetración económica, que ya ha comenzado de diversas maneras sobre los países que componen el “mundo libre”. La batalla por esa nueva forma colonial se decidirá sin duda en el último cuarto del siglo XX. El año 2000 llegará con ese signo o con el triunfo de las confederaciones continentales.
También las luchas económicas impulsan a los pueblos a su agrupamiento en busca de la unidad económica. Al siglo XIX –de la formación de nacionalidades- sucedió la lucha entre naciones en procura de predominios regionales. Al cansancio de esa lucha ha de suceder la desaparición de las rivalidades, odios y divisiones continentales. El mundo actual es indicio de ello. Se suceden las últimas acciones internas en Europa y Asia precursoras de su unidad. Asistiremos luego al enfrentamiento más colosal de nuestros tiempos entre Asia unida contra Europa. Estados Unidos, como un anticipo del futuro, en nombre de los Estados Unidos de la América del Norte, se unirá a Europa en la empresa común.
Entretanto, ¿Qué hacemos los sudamericanos? Vivimos en pleno siglo XIX en el siglo XX, cuando el porvenir puede ser nuestro según las reglas del fatalismo histórico y geográfico, a condición de despertarnos a tiempo. El centro de gravedad del mundo en la civilización grecorromana se ha desplazado sin cesar hacia el Sur. Del Adriático al Mediterráneo, de éste al Atlántico Norte, de Europa a América del Norte. El futuro ha de tocarnos a nosotros. Por lo menos estamos sindicados en el devenir histórico por situación de tiempo y espacio.
No sea que la hora llegue y nos pase lo que a otros, que tuvieron el mundo en sus manos sin saber qué hacer con él. Si nos preparamos para enfrentar las tareas del destino, es menester preparar a estos pueblos en la mística emergente de ese destino.
La unidad comienza por la unión y ésta por la unificación de un núcleo básico de aglutinación.
El futuro mediato e inmediato, en un mundo altamente influido por el factor económico, impone la contemplación preferencial de este factor. Ninguna nación o grupo de naciones puede enfrentar la tarea que un tal destino impone sin UNIDAD ECONOMICA.
El signo de la Cruz del Sur puede ser la insignia de triunfo de los penates de la América del hemisferio austral. Ni Argentina, ni Brasil, ni chile aisladas pueden soñar con la unidad económica indispensable para enfrentar un destino de grandeza. Unidas forman, sin embargo, la más formidable unidad a caballo sobre los dos océanos de la civilización moderna. Así podrían intentar desde aquí la unidad latinoamericana con una base operativa polifásica con inicial impulso indetenible.
Desde esa base podría construirse hacia el Norte la Confederación Sudamericana, unificando en esa unión a todos los pueblos de raíz latina. ¿Cómo? Sería lo de menos, si realmente estamos decididos a hacerlo.
Si esa confederación se espera para el año 2000, que mejor que adelantarnos, pensando que es preferible esperar en ella a que el tiempo nos esté esperando a nosotros.
Sabemos que estas ideas no harán felices a los imperialistas que “dividen para reinar”. Pero para nosotros los peligros serán tan graves desde el instante en que la tercera Guerra Mundial termine, que no hacerlo será un verdadero suicidio.
Unidos seremos inconquistable; separados, indefendibles. Si no estamos a la altura de nuestra misión, hombres, y pueblos sufriremos el destino de los mediocres. La fortuna nos ha de tender la mano. Quiera Dios que atinemos a asirnos de ella. Cada hombre y cada pueblo tienen la hora de su destino. Esta es la de los pueblos de estirpe latina.
Nosotros los argentinos, preparados, estamos listos y esperamos. Si arrojamos la primera piedra es porque estamos exentos de culpa.
20 de diciembre de 1951
Xi. CINCO PRINCIPIOS. Desde otra región, en otro tiempo, el presidente chino Xi Jingpin se zambulló en cuestiones semejantes. Oculto tras frondosos titulares maniqueos y una secuencia dramática de explosiones, su planteo quedó fuera del volumen informativo en Occidente, involucrando en ese control a Nuestra América. Es valioso tomarse el tiempo adecuado para aprehender el sentido profundo del proyecto ofrecido hace apenas dos meses -pero enraizado en ideas surgidas durante el mismo período en que el estratega argentino planteaba su mirada- por el líder asiático, trazar equivalencias sin desconocer las distancias, y reflexionar.
Hace 70 años, se expusieron oficialmente los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica, acontecimiento que se perfila como una gran hazaña en los anales de las relaciones internacionales y reviste un significado trascendental que marca hito en los tiempos. Hoy, nos reunimos solemnemente aquí en conmemoración del 70º aniversario de los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica, cuyo objetivo es justamente llevarlos adelante bajo las nuevas circunstancias y construir de la mano la comunidad un futuro compartido, aportando así una fuerte fuerza motriz para el progreso de las civilizaciones humanas.
En la historia moderna del desarrollo de la sociedad humana, abordar bien las relaciones entre Estados, salvaguardar juntos la paz y la tranquilidad mundiales, y promover el desarrollo y el progreso de la humanidad han sido siempre temas trascendentales en la mente de todas las naciones.
Los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica respondieron al llamado de la época, y su iniciación fue un desarrollo histórico inevitable. Tras la Segunda Guerra Mundial, los movimientos por la independencia y la emancipación nacionales estuvieron en auge por el mundo, y el sistema colonial mundial se colapsó. Al mismo tiempo, en el mundo ensombrecido por la Guerra Fría, “la ley del más fuerte” se convirtió en un clamor rampante. Los países recién nacidos al conseguir su independencia aspiraban a defender su soberanía estatal y desarrollar su economía nacional. Y la Nueva China, siguiendo el principio de la independencia, buscaba activamente la coexistencia pacífica con todos los países del mundo y se esforzaba para mejorar el entorno externo, y sobre todo, el entorno circundante.
En este contexto, los líderes chinos especificaron los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica en su totalidad por primera vez, consistentes en el respeto mutuo por la soberanía y la integridad territorial, la no agresión mutua, la no interferencia en los asuntos internos de otros países, la igualdad y el beneficio mutuo, y la coexistencia pacífica. Estos Cinco Principios fueron incluidos en la Declaración Conjunta entre China y la India y la Declaración Conjunta entre China y Myanmar, y los tres países apostaron juntos por convertirlos en normas básicas para las relaciones entre Estados.
Los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica nacieron en Asia, pero pronto ascendieron al escenario mundial. En 1955, más de 20 países de Asia y África, al asistir a la Conferencia de Bandung, plantearon a base de estos Cinco Principios, diez principios para abordar las relaciones entre Estados, apostando por el Espíritu de Bandung marcado por la solidaridad, la amistad y la cooperación. El Movimiento de los Países No Alineados, surgido en los años 60 del siglo XX, tomó estos Cinco Principios como sus principios rectores. Tanto en la Declaración sobre los Principios de Derecho Internacional, aprobada en el 25º periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1970, como en la Declaración sobre el Establecimiento de un Nuevo Orden Económico Internacional, aprobada en el 6º periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General de la ONU en 1974, los Cinco Principios fueron explícitamente adoptados.
Primero, los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica han sentado un referente histórico para las relaciones y el estado de derecho internacionales. Estos Cinco Principios reflejan plenamente los propósitos y principios de la Carta de la ONU, corresponden a la corriente de desarrollo de las relaciones internacionales y concuerdan con los intereses fundamentales de todos los pueblos del mundo. Al mismo tiempo, también destacan la importancia de “la reciprocidad” y “la igualdad” en el manejo de las relaciones entre Estados y ponen de relieve el espíritu del estado de derecho internacional marcado por la interrelación de derechos, obligaciones y responsabilidades de todos los países. Abarcan las normas básicas de la coexistencia pacífica entre los diversos países en materia de política, seguridad, economía y diplomacia, y sirven para los países de diferentes latitudes como código de conducta inequívoco y efectivo para practicar el espíritu del estado de derecho internacional y establecer las correctas formas de relacionamiento.
Segundo, los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica han ofrecido una guía acertada para el establecimiento y el desarrollo de vinculaciones entre países con diferentes sistemas sociales. Siempre que acaten estos Cinco Principios, los países, a pesar de sus diferencias en sistema social e ideología, historia y cultura, religión y creencia, así como nivel de desarrollo y tamaño, estarán en plenas condiciones de instaurar y desarrollar relaciones de confianza mutua y cooperación amistosa. Estos Cinco Principios han abierto un flamante camino para la solución pacífica de las cuestiones históricas y las disputas internacionales entre los diversos países, superando los conceptos obsoletos y estrechos y la mentalidad antagónica y confrontativa como “la política de bloques” y “la esfera de influencia”.
Tercero, los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica han aglutinado una poderosa fuerza cohesiva para la solidaridad, la cooperación y el autofortalecimiento mediante la unidad de los países en vías de desarrollo. Estos Cinco Principios constituyen la cristalización de las profundas reflexiones de los países en vías de desarrollo sobre el cambio de su destino propio y la búsqueda de la transformación y el progreso. Han estimulado y alentado a un creciente número de países de Asia, África y América Latina y el Caribe a solidarizarse y apoyarse mutuamente, defenderse de las interferencias externas y encontrar con éxito un camino de desarrollo independiente. Además, también han fomentado la Cooperación Sur-Sur, así como la mejora y el desarrollo de las relaciones Norte-Sur.
Cuarto, los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica han aportado sabiduría histórica a la reforma y la mejora del orden internacional. Estos Cinco Principios parten precisamente de la defensa de los intereses y los reclamos de los países pequeños y débiles frente a la política de la fuerza, se oponen categóricamente al imperialismo, el colonialismo y el hegemonismo, y rechazan la ley de la selva marcada por el belicismo y el atropello de los fuertes a los débiles, lo que ha sentado un importante fundamento intelectual para impulsar el orden internacional hacia un rumbo más justo y razonable.
El testigo de la historia se pasa de generación en generación, y la causa del progreso de la humanidad avanza de una era a otra a medida que los seres humanos buscan respuestas a los interrogantes de los tiempos. Hace 70 años, frente a las calamidades trágicas de las guerras calientes y la división y la confrontación de la Guerra Fría, la gente de aquella generación, tomó los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica como la respuesta histórica para salvaguardar la paz y defender la soberanía. Esta respuesta, a prueba de los constantes vaivenes de la situación internacional, no solo no se decoloró ni pasó de moda, sino que brilla con más fuerza. Hoy, 70 años después, de cara al trascendental tema de qué tipo de mundo queremos construir y cómo construirlo, China formuló la construcción de la comunidad de futuro compartido de la humanidad como respuesta de nuestro tiempo. En la actualidad, la construcción de la comunidad de futuro compartido de la humanidad ha pasado de una iniciativa china a un consenso internacional, y de una visión prometedora a prácticas enriquecedoras, contribuyendo así enérgicamente a un futuro brillante de paz, seguridad, prosperidad y progreso para nuestro mundo.
El concepto de la construcción de la comunidad de futuro compartido de la humanidad lleva el mismo espíritu de los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica. Ambos se basan por igual en los valores tradicionales chinos como “Ser amable con su vecino”, “Buscar la amistad a través de la integridad” y “Promover la armonía entre todas las naciones”, ponen de manifiesto el temple de la diplomacia de China marcado por la autoconfianza, el autosostenimiento, la justicia, la protección de los desaventajados y la benevolencia, dejan constancia del profundo compromiso de los comunistas chinos con el mundo de hacer nuevos y mayores aportes para la humanidad, y ponen en evidencia la firme determinación de China de seguir el camino del desarrollo pacífico.
Este concepto se basa en la realidad objetiva de que los países están estrechamente entrelazados y comparten tanto las alegrías como las penalidades. China aboga por que los países, sean grandes o pequeños, fuertes o débiles, pobres o ricos, sean miembros igualitarios de la comunidad internacional y compartan los intereses, los derechos y las responsabilidades en los asuntos internacionales. Todos los países han de enfrentar juntos los desafíos, alcanzar la prosperidad común, construir un mundo abierto, inclusivo, limpio y hermoso de paz duradera, seguridad universal y prosperidad común, así como promover una convivencia pacífica más segura y más próspera de la humanidad.
Este concepto tiene la mirada puesta en la tendencia histórica predominante marcada por la multipolarización mundial y la globalización económica, y ha enriquecido las nuevas prácticas de desarrollo y seguridad. China viene trabajando con todas las partes para tomar medidas profundas y reales en aras de construir la comunidad de futuro compartido de la humanidad. Juntos, hemos hecho posible que el concepto alcance logros históricos, expandiendo desde lo bilateral a lo multilateral, desde lo regional a lo global, desde el desarrollo hasta la seguridad y desde la cooperación hasta la gobernanza. Esto ha liderado y fomentado enormemente los esfuerzos por un mundo multipolar igualitario y ordenado y una globalización económica universalmente beneficiosa e inclusiva. Ha dado a la comunidad internacional perspectivas amplias de paz y estabilidad y brindado al mundo más prosperidad y desarrollo.
En esta encrucijada clave de la historia, echando una mirada retrospectiva y de cara al futuro, nuestra exploración sobre las civilizaciones humanas será infinita y nuestros esfuerzos por construir un mundo mejor serán incesantes. Cambie como cambie el mundo, se mantendrá inalterable el hecho básico de que en el universo solo hay una Tierra y que los seres humanos compartimos un solo hogar. Nuestro futuro compartido depende de la Tierra, por eso necesitamos cuidarla bien y dejar a las futuras generaciones un hogar idóneo.
El futuro es prometedor, y los retos deben ser afrontados. Frente a la decisión histórica entre paz y guerra, prosperidad y recesión, solidaridad y confrontación, necesitamos más que nunca hacer valer la connotación de los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica y emprender incansables esfuerzos hacia el noble objetivo de la construcción de la comunidad de futuro compartido de la humanidad.
Un antiguo filósofo chino observó: “Los benévolos tratan a los demás con amor, y los sabios comparten beneficios con los demás”. Dice un proverbio de América Latina: “La única manera de ser provechosamente nacional consiste en ser generosamente universal”. Y reza un proverbio árabe: “Con unidad, el fuego se aviva; sin unidad, el fuego se extingue”. En la era de la globalización económica, lo que se necesita no son brechas de división, sino puentes de comunicación; no la cortina de hierro de confrontación, sino el camino llano de cooperación.
“El camino de la historia no es del todo llano. A veces está plagado de dificultades y obstáculos, y solo con un espíritu heroico, podrá uno superarlos”, así dijo un precursor de la revolución de China hace cien años. Hoy, el testigo para promover la causa de la paz y el desarrollo de la humanidad ha sido pasado históricamente a las manos de nuestra generación. Que tomemos la conmemoración por el 70º aniversario de los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica como punto de partida para asumir la misión histórica y avanzar de la mano con determinación, en un esfuerzo aunado por promover la construcción de la comunidad de futuro compartido de la humanidad y crear un futuro más hermoso de la sociedad humana.
LOS DESAFÍOS DE LA VICTORIA. A ver, lector. Lo que aquí se está planteando es qué pasa si ganamos. Es que la organización que surgirá durante el sendero de la multipolaridad empleará los grandes avances para mejorar progresivamente el nivel de vida y las condiciones generales de existencia. Tras los años previos -enlazados en este presente- y la experiencia que están dejando, resulta imprescindible precaverse del confort, y el individualismo en que suele derivar. El vacío occidental que se percibe en la actualidad se agudizó durante la hegemonía del Consenso de Washington, pero surgió antes, con la victoria del Estado de Bienestar.
La combinación de ambos procesos gestó una población europea descreída, con poco ánimo de lucha y despojada de espíritu colectivo. Aunque los euroasiáticos emergentes parecen estar atentos a la profundización de sus proyectos, tanto en el ámbito cultural como en el económico, el asunto necesita ser pensado en sus tierras, pero sobre todo aquí, en este subcontinente americano, donde la matriz propagandística ha calado hondo.
El ciudadano promedio, con dificultades para afrontar sus gastos cotidianos, no logra imaginar siquiera la secuencia de beneficios que se instalará en las sociedades una vez que cese la absorción de recursos por el agujero negro del capital rentístico. Por eso, años atrás, este narrador apuntó -junto a otros- que los factores para una transformación integral ya estaban disponibles. Con más razón cabe afirmarlo en este tramo, en el cual la Organización de Cooperación de Shanghái abraza y contiene estratégicamente a los BRICS + y a otras asociaciones estaduales, mientras las tecnologías vuelven a cobrar impulso para ofrecer atractivas soluciones.
El multipolarismo es un proyecto internacional con variantes regionales que se afianza a partir de la coincidencia de intereses. La base material de su crecimiento se concreta en el vínculo del interés geoeconómico profundo de cada nación, su Estado y su relación con los demás. Debido a la maduración de tránsitos anteriores, se intercalan en su despliegue el nacionalismo y el vínculo exterior. Su expansión mundial es cuestión de tiempo, y no de tanto como parece si solo se atisban los campos de batalla. Sin embargo, esa transformación no resuelve todo, ni mucho menos.
Los diseños que involucran pensamientos, causas, valores, brindarán densidad a los éxitos económicos.
Sin ellos, cada cual atiende su juego y el juego de todos queda desplazado.
Antes de tomar posición, dese tiempo para reflexionar. Y releer a Perón, que siempre tiene algo nuevo para decir.
- Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
**En este texto se podrían haber incluido numerosas citas. Sin embargo, al tratarse de una visión tan contradictoria con la sensación de derrota que atraviesa la sociedad argentina, hubiera sido una apelación a la autoridad. Aunque el autor no espera que el lector crea que el proceso internacional se encuentra tan avanzado, aspira a que al menos baraje la posibilidad. Con datos veraces.
Pinturas Claude Lorrain
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