Por Nicolás Podroznik (*)
Los adjetivos para describir el rendimiento de la Selección Argentina comienzan a quedar cortos. Fueron tres, pero pudieron ser más, de no ser por la actuación de Gianluigi Donnarumma. Nuevamente con rendimientos superlativos, los dirigidos por Lionel Scaloni impusieron condiciones y borraron de la cancha a la Italia campeona de Europa.
Mucho se decía sobre la necesidad de un rival de real envergadura para poder determinar el nivel de la Selección. Por algún motivo en particular debía ser europeo. Si bien es cierto que los mejores jugadores del mundo se encuentran en las ligas del viejo continente, eso no significa que todas las selecciones de esos países sean mejores que el resto. Argentina ya tuvo un rival de fuste “europeo”: Brasil. Todos sus jugadores juegan allí. Y en los últimos encuentros, el conjunto de Scaloni mostró sus credenciales, plantándose en el 0 a 0 por Eliminatorias en San Juan -en un partido de altísima intensidad- y llevándose la Copa América en aquel mítico 1 a 0 en la final del Maracaná.
¿Italia fue medida suficiente? Sí, pero solo los primeros 25 minutos, donde ejerció una buena presión en la salida y dominando la pelota. No obstante, Argentina no perdió la paciencia e hizo uso de una de sus armas predilectas: la presión en la salida. Scaloni y sus dirigidos comprenden a la perfección las herramientas de las que disponen: cuando no se puede llegar al área rival jugando, se debe hacer presionando alto. Así llegó el primer gol con la recuperación de Lo Celso, el desborde de Messi y la aparición goleadora de Lautaro Martínez. Después del 1 a 0, Italia empezó a perder las divididas y el partido se emparejó. Argentina se solidificó en defensa y no le permitió crear chances a los de Mancini. A falta de poco para terminar el primer tiempo, llegó el 2 a 0 con la galopada de Lautaro y la excelsa definición de Di María.
En el segundo tiempo no hubo cuento. El DT de Italia erró con los cambios y Scaloni acomodó piezas rápidamente. La Azzurra se desplegó, dejó de jugar con tantos delanteros y Argentina lo aprovechó jugando algunos metros más adelante. Las ocasiones comenzaron a suscitarse prácticamente una tras otra y Donnarumma se erigió como figura. El 3 a 0 de Dybala dio algo más de justicia a una victoria apabullante.
Ahora bien: volvamos a Italia. El vox populi -impulsado por algunas voces obnubiladas por las luces europeas- pedía a gritos un rival de dicho continente. Esto se potenció con las recientes declaraciones de Kylian Mbappé, quien sostuvo que “el fútbol sudamericano no está tan avanzado y no enfrentan rivales de nivel como en Europa”. Amén del desconocimiento de las dificultades que supone la eliminatoria sudamericana, el delantero francés no pone en perspectiva que las selecciones no son el reflejo de las propias ligas. Italia es un buen ejemplo de ello. Rescatamos un comentario hecho en redes sociales de un hincha italiano: “nuestra delantera estaba compuesta por un suplente en Juventus y dos delanteros de equipos de mitad de tabla (Belotti y Raspadori, de Torino y Sassuolo respectivamente). ¿Como pretendemos ganarle a Argentina?“.
Si hablamos de la Selección, no podemos dejar de lado el cambio radical en el rendimiento de algunos jugadores que en otro momento fueron criticados, como Otamendi o Di María. La razón fundamental se encuentra en la conformación de un equipo que en cada palmo de la cancha sale triunfante. No sólo influye en lo anímico, sino también en lo físico. El despliegue durante los 90 minutos se torna insoportable para el rival. En este convencimiento generado por Scaloni el gran beneficiado es Lionel Messi. Al rosarino, a punto de cumplir 35 años, los años no le han sido esquivos: ya no tiene ese pique corto explosivo de otros tiempos y gestiona con inteligencia el despliegue de velocidad. Esta nueva versión del 10 argentino esta cimentada en un equipo que corre para él, no sólo en términos defensivos para recuperar la pelota sino también en la ofensiva. Hoy encuentra el respaldo de compañeros en los cuales puede descansar su fútbol y darles protagonismo. Así lo prueba el gol frente a Italia que gestó Lautaro y que definió Di María magistralmente. Messi es otro porque la Selección es otra.
Si bien es obvio que en Europa se encuentran las grandes figuras, Argentina no precisaba vencer a Italia para justificar su candidatura al Mundial. En cuanto a resultados y consolidación de estilo de juego, no hay dudas que está en el grupo de las mejores selecciones del mundo junto a Brasil y Francia. Esto no va en detrimento de otros equipos como Alemania, España, Inglaterra o Bélgica -todas ellas con grandes figuras-, pero todos ellos atraviesan un período de recambio o consolidación que nuestra selección ya superó. Ya no se duda sobre nombres propios o estilo de juego. La Argentina de Scaloni sale prácticamente de memoria, algo muy semejante a lo que en su momento atravesó España entre 2008 y 2012, donde fue bicampeón de Europa y campeón del mundo.
¿Nos podemos ilusionar con ganar el Mundial? Por supuesto que sí. El rendimiento del equipo y los rivales de grupo invitan a soñar con una clasificación a Octavos de Final. A partir de allí, los pronósticos y probabilidades indican que los rivales serán europeos, a excepción de una potencial semifinal con Brasil. Lo que sí está a la vista es que nuestra Selección entusiasma por su entrega, intensidad y capacidad para imponer condiciones dentro de la cancha, sin importar cuál sea el rival.
(*) Periodista / Abri la Cancha
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