Por Lautaro Fernández Elem
Y ganó nomás.
Si hay algo irreprochable al cuerpo técnico encabezado por Scaloni es su capacidad de análisis y reconstrucción post partido. Por lo menos en los últimas semanas en las cuales pudimos ver varios partidos corridos de esta selección, el siguiente encuentro fue mejor que el anterior: con la misma estructura, la misma garra y la misma idea, se corrigieron errores puntuales. Se cometieron algunos nuevos, que volverían a ser corregidos.
Cambió
A Lionel Scaloni no le tembló el pulso y –como Joe Biden en campaña– apagó twitter. No se dejó llevar por críticas malintenciondas poco conocedoras del fútbol que intenta explayar. La vuelta de Cuti Romero, su tiempo y su fortaleza defensiva y el osado reemplazo de los marcadores de punta fueron claves en el desarrollo. Entraron dos “fuertes”. Y no porque Tagliafico o Montiel no lo fueran, pero cuando observamos los cruces uruguayos y fundamentalmente el segundo tiempo y la necesidad de cerrar el juego, se lució la coherencia del once inicial. Bien Medina Lucero y bien Acuña, ambos avanzando y retrocediendo a tiempo, bien ordenados por sus zagueros y certeros en los duelos.
La gran incógnita llamada Nicolás Otamendi, hoy cumplió. Romero lo mejora y Emiliano Martínez transmite una seguridad evidentemente.
No se podría haber jugado como se jugó con Leandro Paredes. No es algo bueno ni malo, simplemente es. Guido Rodríguez como “el hombre entre los centrales” libera a los marcadores de punta. Usted dirá “eso lo puede hacer el ex 5 de Boca”. Sí, pero al momento de la pérdida de balón, no era el mejor tapón para enfrentar al cuarteto Valverde-Betancur-Torreira-De La Cruz.
Esos cuatro fueron los únicos que articularon el poco juego uruguayo. Que tuvo la vehemencia física habitual aunque la poco certera habilitación ofensiva de la que Suárez y Cavani mamaron durante el prolífero ciclo del Maestro Oscar Washington Tabárez.
La idea
Scaloni sabe a lo que juega. Juega como Argentina. No busca la posesión del balón ni la mentada “generación permanente de espacios”. Tiene la pelota en mitad de cancha y abre las bandas. Tiene –a Dios gracias– a Lionel Messi y a Giovanni Lo Celso, que son quienes puede atravesar los espacios cerrados centrales, lo suficiente para juntar marcadores y habilitar a la escalada de hoy Acuña y Medina, como de De Paul y Nico González (el hombre que utilizaron los orientales como diana).
¿9 o no 9?
Lautaro tiene cerrado el arco. No está jugando mal, es evidente el ímpetu con que busca los rebotes. No hay otro análisis que el viejo y querido “ya va a entrar”. Uno diría que este equipo “es tan argentino que le hace falta un nueve de área”. Un hombre que simplemente “esté ahí” y la meta, algo que hizo hoy Guido Rodríguez sumando a la pelota parada como una nueva herramienta de conversión ante la –todavía preocupante– falencia en la definición.
Segundo tiempo
Sí. Es otro equipo. Pero consciente de lo mismo. El desgaste físico fue ostensible y ante lo cual, se resignó la tenencia y se convirtió a la ofensiva en un compendio de impulsos esporádicos. Cerrando el partido ya, Argentina pudo hacerse nuevamente del balón y aguantar como corresponde: lejos del arco.
“Otra vez no me van a agarrar mal parado” pensó Scaloni y lo ejecutó. La línea de 4, eventualmente de 5 no se desordenó en ningún momento. Los desbordes fueron neutralizados y los pelotazos frontales, ganados en primera y segunda jugada.
“Con los blandos yo soy blando. Y soy duro con los duros” se le ganó de guapo a los volantes celestes y no se amilanó ante la pierna fuerte del medio campo que durante el primer tiempo se la hizo difícil a la transición argentina.
Sabella
Alejandro Sabella en el Mundial de Brasil 2014 tuvo numerosas virtudes. Tenía un gran equipo, grandes individualidades, construyó una línea de juego propia y Argentina, sobre todo, fue partido a partido. Es decir. No resignó lo propio, pero modificó lo necesario según el rival y corrigió errores del partido inmediatamente anterior. Mirar y aprender.
La delegación argentina deberá estar todo el fin de semana guardado en su hotel Candango si no quiere contagiarse. El cuerpo técnico tendrá tiempo para seguir analizando al Paraguay que se viene. Si Scaloni debe modificar nuevamente el equipo en función del juego que intuye que propondrá el Toto Berizzo, lo hará. Lo cual, lejos de ser “temor al rival” es una estrategia que habla del pragmatismo de la estructura montada.
El camino es el correcto y los resultados lo expresan ahora sí. Ya se abrirá el arco para que el tanteador exprese las diferencias. Vamos bien, Fidel.
(*) Periodista. Conductor de Desde el Barrio. Sindical Federal.
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