Por Agustín “Piraña” Colovos *
Artículo dedicado a la memoria del compañero Claudio Diaz.
“Solo os pido una cosa: si sobrevivis a esta época, no olvidéis. No olvidéis a los buenos ni a los malvados. Reunid con paciencia los testimonios de quienes cayeron por ellos y por vosotros. Un buen día, el hoy será pasado, y se hablará de una gran época y de los héroes anónimos que han hecho historia”
Julius Fucik “Reportaje al pie del Patíbulo”.
Cualquier mañana puede ser igual. No importa si es verano, otoño, invierno o primavera. El orden del clima no altera el producto. Los pibes de la calle Haydn de William Morris, o la mayoría de ellos, tendrán un día más de supervivencia. Digo calle Haydn, porque conozco a esos pibes, casi desde que nacieron, pero podría ser cualquier calle de un barrio cualquiera de trabajadores del conurbano, o de la Capital Federal.
Los pibes tienen entre 18 y veintipico de años, es decir nacieron post crisis 2001 y algunos durante los primeros años del kirchnerismo.
Los veo ir y venir, de una esquina a otra, o dar vueltas manzanas, como si hubieran sacado boletos en un viaje redundante y repetitivo, siempre por las mismas calles que los vieron nacer.
A veces juntan algo para vender, es decir cirujean, a veces alguien consigue alguna maquina naftera para salir a cortar el pasto, y salen; a veces usan los carros a caballo de una familia históricamente cartonera del barrio para salir a dar vueltas y ver si el destino le juega una buena pasada de bronce, cobre y en el peor de los casos de aluminio.
Se la rebuscan, se compran cigarros, alguno capaz que conserva alguna tuka de otro día y se quedan un largo rato en la esquina; no viven el día a día, sino el minuto a minuto.
Estos pibes, son parte de la clase trabajadora argentina, aunque ellos no lo sepan. Y son millones…
Y también son hijos o nietos de lo que comenzó en Marzo del 76, y que luego continuó con los distintos gobiernos democráticos del año 1983 a nuestros días.
Hablando con ellos y con otros compañeros y compañeras en situaciones similares, el panorama de ¿futuro? que ven es muy parecido y duro a la vez.
Saben que pueden pasar toda su vida y nunca tener un trabajo en blanco (es decir, registrado, con un salario bajo convenio, con derecho a vacaciones pagas, licencias pagas también por enfermedad, obra social, sindicato, etc).
Charlando llegamos a la conclusión de que hoy, tener trabajo es un “privilegio”. Sí, así como están leyendo.
Tratan de buscar la felicidad entre tarjetas Alimentar y changas esporádicas.
Lo bueno de esta situación: adaptarse a lo malo y buscar resquicios de felicidad y alegría entre tanta malaria. Lo peligroso, cierto conformismo y resignación. Poca rebeldía social. A veces el inconformismo pasa por reventarse en algunos casos o apostar un futuro mejor para los hijos, más como una esperanza etérea que como una certeza real.
Las clases dominantes argentinas lo lograron. Vienen ganando en este partido eterno que se llama lucha de clases.
Y no fue de un día para el otro, sino que fue un plan sistemático de reconfiguración quirúrgica de la sociedad argentina, y especialmente de la clase obrera.
La atomización y heterogeneidad que tiene hoy la clase trabajadora argentina (y la mundial también) es producto de casi 46 años de aplicación de políticas neoliberales para cercenar el poder obrero que llegó a cuestionar las bases mismas del sistema capitalista.
Para llevar a cabo este plan, se utilizaron diversos métodos, pero uno de los principales fue el “terror”.
Primero el terror físico, la tortura, la desaparición forzada, la muerte de miles de compañeros y compañeras. Luego el terror a la hiperinflación y luego el terror a quedarse sin trabajo. Generar miedo es una de las políticas más efectivas que tienen las clases dominantes para disciplinar a los trabajadores.
Pero ellos sabían dónde golpear para reconfigurar todo lo que tenía que ser reconfigurado.
En el libro “Nunca Más” se detalla que más del 60% de los detenidos desaparecidos eran trabajadores/as, especialmente delegados de base o activistas y la mayoría de gremios industriales.
El mismo día del golpe, en distintos operativos militares en fábricas y establecimientos de trabajo se llevaban miles de compañeros, gracias a los listados que las oficinas de personal de las empresas confeccionaban con el nombre de los “revoltosos”.
Muchas empresas cedieron lugares dentro de sus plantas para instalar centros clandestinos de detención. El caso de Ford es emblemático.
Estos datos muchas veces no son tan conocidos, sobre todo por los trabajadores, principales víctimas colectivas del proceso.
El querido compañero que ya no está entre nosotros Claudio Díaz, en su monumental libro “El movimiento Obrero Argentino” nos relata lo siguiente:
“Los mecánicos de SMATA sufrieron una dura represión, 25 delegados sindicales de la empresa Ford fueron secuestrados, torturados y desaparecidos; la mitad de ellos habían sido sacados a la fuerza, por patotas de militares y policías, de la propia planta automotriz en General Pacheco, cuya gerencia colaboraba con las fuerzas militares clandestinas dando las listas de los delegados y facilitando vehículos para trasladar a los secuestrados. También, fueron secuestrados 17 trabajadores de Mercedes Benz de los cuales solo tres aparecieron con vida luego de haber sido torturados y permanecer en cautiverio clandestino durante cuatro años.
Los trabajadores metalúrgicos no le fueron a la zaga a sus compañeros de SMATA. En esos años, la UOM sufrió el secuestro de 220 de sus afiliados, 75 de los cuales trabajaban en empresas del grupo Techint. No había espacio laboral sin que la dictadura cubriera con sus grupos de tareas. Por ejemplo, en seis meses fueron secuestrados y desaparecidos varios trabajadores y profesionales del Hospital Posadas. Otro caso memorable sería el de Lozadur, una combativa fábrica ceramista cercana a la estación Boulogne, donde trabajaban 1000 obreros. desafiando a la dictadura militar, la fábrica había parado por aumento de salario. Terminarían desapareciendo 19 obreros, en su mayoría mujeres.
La represión y eliminación sistemática de todo un sector del movimiento obrero tuvo el principal apoyo del sector patronal. Un intento de síntesis de la relación entre patronal y política represiva del “proceso” fue llevada a cabo por la investigadora Victoria Basualdo, que analizó los casos de las empresas Dálmine-Siderca, Ford, Mercedes Benz, Ledesma, Astarsa y Acindar”.
Conocer esta información contribuye a la memoria histórica de nuestra clase
Los datos duros de 1975, hablan por sí solos. La tasa de desempleo era del 2,3%, el poder adquisitivo de la masa obrera fue el más alto de nuestra historia y el poder de los sindicatos era temible para las patronales. No solo el de las estructuras de conducción, sino el de las comisiones internas y delegados de base. Data de ese año la constitución de las coordinadoras fabriles, que impulsaron las luchas contra López Rega y contra el plan económico de Celestino Rodrigo, que llevó a que la CGT llamara al paro general.
No solo el poder de los trabajadores se vislumbraba en la actividad sindical, sino que los lazos de solidaridad, y la participación de los mismos en las sociedades de fomento, clubes de barrio, unidades básicas, que forjaban una participación política que el sistema no estaba dispuesto a seguir tolerando.
Desde el año 1945 que la clase obrera venía realizando una experiencia de participación política principalmente desde el peronismo, que incomodaba a los sectores de poder empresario, no solo porque veían menguar su tasa de ganancia debido al gran poder sindical, sino porque esa misma participación política popular chocaba contra los marcos institucionales del statu quo.
Es por estas razones que el bloque de clases dominantes tomó la decisión política de cambiar radicalmente las reglas de juego de la sociedad argentina. Pero no solo las reglas de juego sino también el tablero donde esas fichas tenían su movimiento.
Y ese tablero se llama modelo económico.
La parte “cívica” (empresarios) de la dictadura utilizó la parte “militar” para, a través del “terror” sobre la población y sobre los trabajadores, poder implantar un modelo económico que de otra forma les hubiera sido imposible.
Había que terminar con tanta fábrica, que generaban esos obreros contestatarios y molestos, por eso el plan económico de Martínez de Hoz fue profundamente aperturista y anti industria nacional.
Solo durante los años del “proceso” se perdieron 300.000 puestos de trabajo industriales.
Argentina volvió a insertarse en el mercado mundial solo como proveedor de materia prima, lugar que para la oligarquía dominante nunca debería haber salido.
La deuda externa y la financiarización de la economía comenzaban a hacer estragos en el pueblo trabajador y nos volvían a poner en el rol de país dependiente de las potencias de turno.
También el capitalismo a nivel mundial estaba pegando el giro neoliberal, con Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Cada uno derrotando a la clase obrera de sus respectivos países.
Podríamos afirmar que el triunfo del neoliberalismo a escala planetaria fue proporcional a la derrota de la clase obrera a nivel mundial.
A partir de la mitad de los años 70 se pusieron en juego más de 150 años de conquistas de los trabajadores. El mundo se volvió más desigual a niveles cuasi pornográficos y el ejército industrial de reserva que explica Marx en El Capital, se transformó en población directamente sobrante, desechos humanos que no tienen cabida en el “sistema productivo”, debido a la cada vez más impresionante concentración y centralización de los capitales.
Las clases dominantes argentinas fueron pioneras mundiales en instaurar este modelo económico de exclusión.
El objetivo espurio de nuestra burguesía: aumentar la tasa de explotación del que tiene trabajo, debido a los altos índices de desocupación y así incrementar la cuota de ganancia, a costa de dejar un país injusto e inequitativo.
La dictadura del 76 no fracasó a pesar de la resistencia obrera, guerrillera, y de la derrota de Malvinas, pese al patriotismo de nuestros soldados.
Su triunfo más grande fue que condicionó a los gobiernos democráticos, dejando una estructura económica neoliberal que luego estos mismos gobiernos profundizaron, sobre todo, Alfonsín, Menem y Macri, y que el Kirchnerismo no pudo o no quiso romper en sus cimientos.
El “Proceso” también sentó las bases de una atomización y una heterogeneidad en la clase obrera, que sigue hasta hoy. La pobreza y la miseria estructural, la desocupación altísima constante, el trabajo en negro, las tercerizadas y las agencias, el mayor peso de los gremios de servicios que los industriales, hablan a las claras de una derrota, que como todo en la vida no es definitiva, pero que en 45 años hizo que empeoren las condiciones de vida de las mayorías populares.
Ahora se entiende la relación entre los pibes de William Morris de hoy y la dictadura de ayer. Entre un repartidor de Rappi y el plan económico que arrancó Celestino Rodrigo, continuó Martínez de Hoz y luego con los gobiernos “democráticos.” No hubiera existido la caja PAN, el Plan Trabajar, el plan Jefas y Jefes, la AUH, y la tarjeta Alimentar, sin el plan sistemático que se dieron nuestras clases dominantes a partir del 75.
Queda por decir, que el pueblo argentino y su clase trabajadora, nunca dejaron de resistir, de mil maneras distintas. Pero resistir es estar a la defensiva a pesar de la dignidad de saber que se está luchando.
Otro logro de la dictadura y de la “democracia de la derrota” posterior, es haber aplacado esa participación política de los trabajadores, llamémosle “por la camiseta”. Y dejar a una clase política y sindical “profesionalizada”, que acepta el sistema tal cual está, le huye a los debates y no tiene programa de país.
Este es el drama de nuestra época.
Necesitamos volver a tener una política revolucionaria en serio, recuperar el peronismo vivo, con participación popular real, no con gobierno sin pueblo.
Este es nuestro desafío como militantes obreros de esta época tan difícil que nos toca vivir, de pandemias físicas y mentales, volver a encender el fuego de la rebeldía, de la no resignación a lo establecido. Algo que solo los trabajadores argentinos podremos volver a lograr.
* Delegado Envases del Plata (Ex-Camea), Agrupación Metalúrgica “José Ignacio Rucci” UOM Seccional Morón.
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