La dramaturga y directora Eva Halac utiliza historias reales para hablar de la actualidad y compartir sus interrogantes. Desde la figura del periodista Jacobo Timerman, director del diario La Opinión, busca develar comportamientos y encontrar la respuesta al porqué de las contradicciones. “Las personas se muestran como son en situaciones límites”, confesó en diálogo con Radio Gráfica.
Por Erika Eliana Cabezas*
La trama se desarrolla entre el 8 y 9 de octubre de 1971. La situación es culmine. La preparación del casamiento de la hija del presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse con el cantante Roberto Rimoldi Fraga coincide con el cumpleaños de Juan Domingo Perón y el aniversario de la muerte del Che Guevara. A su vez, se producen levantamientos militares en Azul y Olavarría. La urgencia: negociar con el dueño del diario opositor que echa luz sobre la lucha armada.
– Desde chica tuviste relación con el periodismo. De hecho Ricardo Halac, tu papá, trabajó en el diario La Opinión. Pero ¿Cómo fue que se te ocurrió indagar sobre esa temática?
Supongo que en un punto es una ocupación frustrada. Hay algo de la curiosidad y de la licencia para preguntar que me gusta. O, como diría Eloy Martínez, de la licencia para mentir.
Creo, además, que en algún punto me gusta hacer teatro con lenguajes que me pertenezcan, honesto a la hora de escribir. Son muy cercanos los personajes en ese punto. Es un lenguaje que escuché en toda mi infancia y adolescencia. Cuando inventás personajes tenés que construir un modo de pensar. En estos casos a mi me sirve trabajar con material de archivo, pero sobre eso invento. Me sirve para tener una lógica de pensamiento, para poder enfrentarlos, para poder llegar a la sensibilidad, a esa emoción, pero con un lenguaje que me sienta propio, personal y que a su vez no tenga que mentir para hacerlo.
– Café irlandés, obra que realizaste en el 2014 y abordaba el encuentro entre los periodistas Rodolfo Walsh y Tomás Eloy Martínez, fue el puntapié inicial, lo que te condujo a J. Timerman. ¿Cómo fue que se dio ese proceso?
Cuando investigaba para Café Irlandés, veía que había un personaje, que era Timerman, que era amado y odiado por la izquierda, la derecha, la juventud y mismo la gente de su generación. Me intrigó mucho ese personaje que llegaba a causar esos efectos en los demás. Un efecto que, por otro lado, causaba estupor, miedo, sorpresa, admiración, y que a su vez lo consideraban un maestro. Ahí empecé a investigar. Creo que es el retrato de una generación y un representante de la humanidad. Una persona que se arriesga, que enfrenta, que es vulnerable y a su vez inconsciente. Es uno de los verdaderos habitantes de este mundo, y sobre eso quería escribir, sobre que significa habitar el mundo, enfrentarlo, ser parte y sufrir las consecuencias.
– Pero, además, lo sitúas en un momento muy particular. Por un lado está el casamiento de la hija de Lanusse y, por el otro, el aniversario de la muerte del Che Guevara, el cumpleaños de Perón y los levantamientos militares en Azul y Olavarría.
Ese momento está elegido porque hay un conflicto, y el conflicto te permite revelar comportamientos. Son situaciones límites. Las personas se muestran como son en situaciones límites. Eso me gustó. Era algo muy particular que, además, era muy divertido y absurdo. La boda sumado a todo lo que se juntó ese dia. Todo eso fue verdad. Cuando lo leí, la realidad ya había hecho ese trabajo. Tiene tantas lecturas eso. Ya de por sí contado era muy atractivo de hacer, sobre todo porque utilizó esas historias para poder hablar de la actualidad.
– Y, como dijiste en otra oportunidad, más que un rigor histórico buscás un rigor teatral…
Claro. No me interesa armar un documental. El rigor es artístico. Ahí sí, no me perdono cuando siento que debí compensar más una escena o que hay una situación que podría haber sido más poética.
– ¿En qué parte de la obra se puede ver ese rigor poético al que hacés referencia?
Ojalá lo tuviera en toda la obra, no lo puedo saber. Las obras las veo a la distancia. Creo que esta versión de Timbre está mucho mejor que cuando empezó. Hay algo del teatro que es muy dinámico, que va creciendo y yo voy trabajando todo el tiempo sobre eso. No estrenó y dejó. Trabajo desde las herramientas de las artes visuales del teatro. Lo siento como si fuera justamente un mecanismo que me permite poder tener una imagen en movimiento con sonido, en la cual puedo intervenir todas las veces que quiero. Es fabuloso. A su vez siempre tiene un público diferente y te permite ir trabajando esa comunicación entre las personas. Esa comunicación mia, individual y desde un lado muy solitario. Pero, por otro lado, con el equipo. Todo ese entramado es para poder compartir los interrogantes que yo tengo y los sobresaltos con el mundo.
– ¿Y cuáles son tus interrogantes?
Tiene que ver con el comportamiento, el porqué de las contradicciones. Hay algo de mi generación, en todo caso, que yo lo siento muy actual, donde las palabras y los gestos tienen una distancia y un abismo muy grande con los hechos. Y no puedo dejar de advertirlo, de verlo, de preguntarme por qué y si soy parte también de eso.
– En J. Timerman cobra una fuerte impronta la escenografía. Las vallas marcan la transición…
Siempre estamos en un espacio del que venimos y al que vamos, pero vale la pena el presente. Y hay algo de la puesta en escena que trabajo mucho antes de empezar. Tengo distintas etapas. Escribo, y cuando escribo lo hago como si fuera cine. Pongo distintos lugares, oficina, bar, quinta de Olivos. Los lugares son imposibles, irrepresentables. Pero tampoco tengo interés en hacerlo de esa forma fotográfica. Por eso para mí el desafío es estético, y dentro de esa estética trabajo con la intuición. Esa es la línea que supongo no es premeditada. Además, hay algo del movimiento que tiene, que no tiene que instalarse. Querìa que tuviera ese dinamismo y simultaneidad. Para mi en el teatro no tiene un tiempo de sucesión, igual siento que en la vida tampoco, que convivimos con pasado y futuro.
El periodismo, un mundo conocido
Eva Halac conoce de cerca el oficio del periodista. Maneja el lenguaje, es curiosa y también disfruta preguntar. Los personajes son cercanos. Su padre fue parte del suplemento cultural de La Opinión, cuya sección estaba a cargo de Juan Gelman. “Quizás el suplemento era el anzuelo y, de alguna manera, el indulto. Expurgando su pertenencia a una clase social y compartiendo el camino más popular, una especie de membresía como en otro momento fue la masonería”, manifestó la directora y dramaturga.
– En la obra se hace referencia todo el tiempo a esa necesidad de pertenencia, pero también a la dificultad de llegar a los sectores populares.
Si. Timerman terminó entendiendo ese gran marketing y también fue devorado por el.
– Es un personaje muy teatral…
Es un héroe teatral. Los héroes teatrales son las personas que enfrentan la realidad y se hacen cargo de sus consecuencias. Eso es lo que él hizo y me pareció que era un personaje interesante para hablar de eso.
El teatro y el ser mujer
Así como ocurre en otros ámbitos de la vida, ocupar espacios de poder dentro de las artes escénicas no es una tarea sencilla. La cartelera es la prueba principal. La dramaturgia y la dirección, en su mayoría, la llevan adelante hombres. “No me costó llegar, pero sí sentí diferencia en el trato. Siento que a las mujeres se nos ha exigido muchísimo más para alcanzar el mismo lugar que un hombre”, opinó Eva.
– Sin duda, no es lo mismo ser hombre que ser mujer.
Ser mujer te invisibiliza. De hecho en la obra aparece eso. La única mujer que aparece es invisible y utiliza ese espacio, como diría Deleuze, la fisura. Es como que no te ven, estás por debajo de la estructura de poder. Entonces, hay algo que te permite poder hacerlo. Quizá ser invisible tiene sus beneficios y maleficios, eso sí lo viví y lo vivo.
– ¿En qué lo vivís?
Es en todo. Creo que tiene muchos más maleficios que beneficios en la acción, en la pelea de minuto a minuto. Pero, me parece que me dediqué a escribir sobre eso. Tengo una obra que se llama La voluntad. Allí utilizó todas las experiencias que tuve en la vida. En J. Timerman también está eso. Están mis experiencias de gestión, como directora y como autoridad.
No me pareció ser literal y escribir todo de manera literal. Pero si me pareció que tenía una mirada sobre la autoridad y una mirada sobre el poder diferente, y creo que eso que sé y eso que viví me dejó muchas marcas y las estoy empezando a escribir en estas obras, que viene desde Español para extranjeros.
– ¿Cuáles son tus proyectos para el 2020 y el año que viene?
.Tengo muchas obras escritas, y siempre estoy escribiendo una nueva. No sé si es la que voy a montar el año que viene. Este año voy a hacer Las manos sucias de Sartre, una obra que me impactó muchísimo en la adolescencia. Es una obra donde hay un debate ideológico, donde hay una mirada y una alteración de la percepción de la realidad. En su momento fue un éxito, pero también funcionó como una especie de boomerang porque, como la escribió y la estrenó en plena Guerra Fría, se utilizó como argumento contra el estalinismo. Sartre pasó mucho tiempo de su vida explicando que quiso decir, como no fue comprendida y como debería haberse entendido. Creo que las obras hablan más de nosotros, porque hay algo del inconsciente en lo que se escribe, y eso es lo hermoso del teatro.
(*) Periodista de Cultura en Radio Gráfica.
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