Por Carlos Aira
La imagen final final fue propia de aquellas noches intensas. El equipo terminó clasificando a los cuartos de final del Apertura. Por penales y sin ofrecer un atisbo de brillo. Desde hace tiempo, el camino del fútbol profesional de Boca Juniors parece no sólo haber perdido preciosismo, sino también cierta coherencia. Alguno dirá que Boca está a solo tres partidos de consagrarse campeón y es cierto. Otro dirá que hace un tiempo largo el rumbo está extraviado. Ante Lanús, el equipo jugó mejor que en los últimos partidos, pero la deuda parece incobrable. En esa situación de inconformismo perpetuo sucedió lo que parecía imposible en Brandsen 805. Antes de comenzar la definición por penales en varios sectores del estadio, sobre todo en las plateas, comenzó el agravio a la Comisión Directiva y los jugadores. Completamente a contra mano de lo que exigía el partido. En una semana donde el presidente Juan Román Riquelme quedó en el centro de la escena con agravios racistas, el clima en la Bombonera se enrareció como pocas veces. Boca pareciera transitar una crisis permanente con un presidente inmerso – a la fuerza – en la polémica política nacional.
El momento de Boca tiene varias aristas. Llama la atención el fenómeno de los nuevos hinchas. Lo tienen todos los clubes, sobre todo los grandes. La cabeza formateada en lógicas foráneas – de hegemonías pronunciadas – no permiten comprender qué ni el campeonato local, ni las copas continentales son caminos que se transitan con cierta tranquilidad. Ayer se descubrió un elemento inédito en La Bombonera: el paladar negro. En términos históricos, la trilogía club-barrio-equipo se cimentó a partir del mítico Jugador Nº12 que supo encarnar Toto Caffarena en la gira xeneize por Europa de 1925. La vida por los colores. Festejar los triunfos sin importar el juego. Reclamar e insultar antes de una definición por penales es impropio de la tradición boquense. Por más enojados que puedan estar con una situación. De una profunda incomprensión. Boca es inmenso, pero en el fútbol argentino se compite. ¿Quiénes son los campeones de las últimas temporadas? ¿Quiénes llegaron a las finales de las copas?
Boca no se consagra campeón local desde diciembre de 2022. Un equipo que tuvo un sprint final plagado de triunfos y una manito riverplatense en Avellaneda. Haciendo un ejercicio de memoria, seguramente pocos hinchas boquenses recordarán al equipo de memoria. Hace tiempo que Boca no tiene un equipo que llene los ojos. Estamos de acuerdo. La labor del Consejo de Fútbol tal vez sea un talón de Aquiles para la actual conducción. Los errores se concatenan. Hay una realidad. Los ídolos tienen un aura especial. Ese aura es el que les permite transformarse en deidades de culto. Juan Román Riquelme es un ídolo. Un ídolo que llegó a la conducción del club en 2019 junto a un Consejo de Fútbol compuesto por muchachos que si bien no tienen la estatura de JR, todos ellos han sido muy queridos por el pueblo xeneize. La experiencia de los ídolos conduciendo clubes no ha sido grata en nuestro país. Los ejemplos más a mano son Daniel Passarella o Carlos Babington. EL propio Juan Sebastián Verón – que tenía su aura inmaculada – está atravesando una fuerte crisis a través de su alianza con Forster Gillet. Riquelme y su grupo de trabajo no han podido conseguir lo prometido. El problema con los entrenadores es un reflejo de las dificultad de trabajar con el ídolo. En marzo de 2023 se fue Hugo Ibarra, entrenador del último equipo campeón. Hasta la final de la Libertadores de aquel año, el equipo fue dirigido por Miguel Almirón. Luego de perder una final de Copa Libertadores – a la cual accedió sin ganar ningún partido desde octavos de final – el veterano entrenador dejó la conducción del equipo. Diego Martínez atravesó gran parte de 2024. Fernando Gago lo condujo hasta hace unas semanas. ¿Qué entrenador tiene tanta espalda para contradecir o co-conducir junto al ídolo en sana convivencia?
Este momento de Boca es aprovechado por los enemigos de Riquelme. Atacado sin piedad por el macrismo y el gobierno de Javier Milei. Operado por un sector cómplice de la prensa. Esta última semana, un señor llamado Gabriel Anello, desde el micrófono de Radio Mitre – Grupo Clarín – descerrajó una serie de barbaridades: “ya terminamos con el curro del INADI, a los negros se los llama negros, a los marrones se los llama marrones y a los ignorantes se los llama ignorantes, todo es un cúmulo de Riquelme. Los que no van al colegio, como Riquelme, son unos negros ignorantes“. Más allá del posterior pedido de disculpas – una exigencia del Grupo – el operador dice lo que quiere escuchar un sector del nuevo público xeneize. El resultado estuvo el sábado en la Bombonera. Festejan en Clarín y ESPN: la estrategia llegó a destino.
En verdad, y lo volvemos a sostener como lo hemos dicho en varias ocasiones en Abrí la Cancha: a Riquelme no lo critican por el fútbol, no le perdonan haber echado al macrismo de la conducción del club. Para el ex presidente de la Nación, Boca era una zona de confort, grandes negocios, visibilidad pública y una cómoda lanzadera hacia la vida pública de personajes ajenos al club, como fueron Cristian Gribaudo, Gustavo Ferrari, Gustavo Arribas o Andrés Ibarra.
Mientras el equipo espera los cuartos de final, el mundo Boca sigue convulsionado. El poder real comenzó a cincelar un nuevo hincha boquense. Un hincha disruptivo, con exigencias y paladar negro. Pero sobre todo con la ruptura de ese contrato histórico que fue la mixtura entre los tanos del conventillo y los migrantes de las provincias. El poder necesita romper esa alianza histórica y que el resultante sea el que eche a Riquelme del club.
Mientras tanto, por más que les duela – y con todos sus errores – el denostado negro, marrón e ignorante sigue conduciendo los destinos del Club Atlético Boca Juniors con el voto de la amplia mayoría de socios.
Periodista / Abrí la Cancha.
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