Por Osvaldo Jara
Los resultados de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) dejaron una multiplicidad de datos y proyecciones de cara a octubre. Se trató de una primera instancia en la que se definieron los candidatos para las elecciones generales. Uno de ellos es Javier Milei, de La Libertad Avanza, quien obtuvo el 30 % de los sufragios.
El economista viene anticipando una política regresiva para el pueblo argentino. Sus propuestas son el achicamiento del Estado, la flexibilización laboral, la apertura comercial, la reforma previsional, un programa de retiros voluntarios para empleados públicos, la eliminación de las indemnizaciones y la privatización de los sistemas sanitarios y educativos, entre otros.
A pocas horas de los resultados Milei difundió por las redes un video provocador. En el mismo se lo ve quitando de una pizarra etiquetas con el nombre de los ministerios que eliminará si llega a la presidencia. En su intervención inicial sostiene que “el Estado no es la solución sino el problema”. Acto seguido elimina un ministerio tras otro; el primero resulta ser, precisamente, el de Turismo y Deportes. Este hecho, que pasó casi inadvertido por la mayoría, dispara una serie de reflexiones al respecto.
UN DERECHO Y MUCHO MAS
La propuesta del libertario consiste en barrer una serie de ministerios: Trabajo, Desarrollo Social, Educación, Salud, Obras Públicas, Ambiente y Desarrollo Sostenible, Transporte, Turismo y Deporte, Cultura, Ciencia y Tecnología, Mujeres, Género y Diversidad. Este proyecto criminal que impactaría en las mayorías cuenta con el apoyo de grupos económicos, organismos financieros, medios de comunicación y los comunicadores enemigos del pueblo.
Luego de la viralización del mencionado video pasaron las horas y las voces del deporte brillan por su ausencia. Un silencio, devenido en quietismo, parece sobrevolar un ámbito históricamente relegado y autodevaluado. Hasta el momento no existieron actores de la comunidad que salieran al cruce de un gesto tan cruel como deshumanizante.
Más allá de que la cultura física no se encuentra en su plataforma resulta sencillo vislumbrar sus planes. En su concepción regresiva el deporte se encuentra librada al libre esfuerzo (deportivo, económico, logístico) sin ningún apoyo estatal. En su fase comercial, la suerte de los clubes barriales, las organizaciones y el patrimonio nacional quedan sujetos al arbitrio de las corporaciones.
De consumarse el triunfo de esta fuerza se recrudecerían las políticas salvajes del macrismo, cuya intención fue consumar la privatización a través de la Agencia Nacional del Deporte. El plan para implementar sociedades anónimas en las instituciones resurgió en los últimos años. Dicho emprendimiento no se dirige solamente a los clubes que militan en el fútbol profesional sino a la totalidad, en especial a los de barrio y de pueblo. En este sentido, los tarifazos en los servicios de luz, agua y gas hicieron mella en estas organizaciones. Asimismo, los atletas de alta competencia se vieron amenazados por la venta del Cenard, el recorte de subsidios y el desfinanciamiento del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD).
Es digno señalar que desde la vuelta a la democracia ningún gobierno logró establecer una política deportiva peronista. Luego de la reglamentación de la Ley del Deporte (20.655) no se institucionalizaron los órganos que garantizan una conducción participativa, democrática y federal. Aún así, también es cierto que en los periodos peronistas el papel del estado cobró valor y la intervención de los distintos actores tuvieron mayor receptividad.
Pero al margen de las rupturas y continuidades las políticas deportivas en estas décadas carecieron de la profundidad necesaria para revertir los alarmantes índices de sedentarismo y obesidad. Esta gestión no es el caso excepcional sino, por el contrario, su continuidad. De haberse puesto en marcha las palancas de la cultura peronista la resistencia ante gobiernos virulentos y reaccionarios sería otra.
AHORA ES CUANDO
Ante este panorama cabe preguntarse dónde están los funcionarios del deporte que parecen aceptar mansamente el regocijo perverso de eliminar una Secretaría y su presupuesto. Cabe preguntarse dónde están quienes en 2015 figuraban en las fotos como “constructores” de las leyes del deporte cuando en realidad fueron realizadas pura y exclusivamente por organizaciones, dirigentes de base y deportistas con conciencia. Cabe preguntarse por los atletas y técnicos de alta competencia que constantemente ponen el grito en el cielo ante la falta de apoyo. Cabe preguntarse dónde están las universidades que no han lanzado comunicado o repudio alguno. ¿Dónde están las organizaciones deportivas que aún no se han pronunciado y que su historia y miltancia lo demandan?.
Qué pasa con nosotros los periodistas e investigadores que no acusamos recibo ante semejante agresión. ¿Qué pasa con la militancia que opta por el silencio tomando como obvio lo irracional?
Ahora es cuando la política tiene que tomar protagonismo. Ahora es cuando tenemos que ser capaces de conformar la fuerza necesaria para detener estas miserables intenciones. Si en estos años no pudimos generar un proyecto acorde a la cultura peronista del deporte al menos seamos capaces de impedir que sea un privilegio cada vez más acotado. Es el momento de aparecer y no esconderse. El deporte y la patria están en peligro.
Ante el discurso reaccionario que amenaza con destruir al deporte y sus políticas sorprende el silencio absoluto y resignado de todos los sectores. Resulta imprescindible romper la quietud y movilizar a todos y a todas para que ningún derecho sea cercenado. Es el momento en que la comunidad debe organizarse y cerrar filas ante el enemigo.
En un escenario político de tres tercios las posibilidades son disímiles, y hasta radicalmente disímiles. El rumbo del país se definirá en unos meses y el futuro del deporte pende de un hilo. Depende del pueblo y sus organizaciones torcer su destino…
* Periodista y escritor / Miembro del Movimiento Social del Deporte.
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