Por Osvaldo Jara (*)
El 17 de octubre de 1945 fue el hito más importante de la historia argentina contemporánea. Miles de compatriotas abandonaron sus puestos de trabajo para liberar a su líder, y así dar paso a un nuevo tiempo. En esta jornada el pueblo argentino se convirtió en el verdadero protagonista de la vida pública del país.
El peronismo es el intento de conformar una nueva identidad, popular y democrática. La Constitución de 1949 es la expresión esta Nueva Argentina, donde los derechos sociales, económicos y soberanos quedaron establecidos. Que no se materializa sólo en conquistas materiales concretas sino, también, en la formación de una consciencia nacional.
Un nuevo país surgió desde sus entrañas quebrando las cadenas del vasallaje. El esquema agropastoril fue desmantelado; se tomaron los resortes de la economía, se nacionalizaron empresas y servicios públicos y se defendieron los principales recursos naturales. El proyecto nacional estaba encarnado en los trabajadores con mejores salarios, en las mujeres ganando nuevos espacios, en los adultos mayores con la posibilidad de mejor bienestar y en los niños que van a la escuela y practican deportes. La Estado se transformó en la pieza necesaria para afrontar las nuevas perspectivas. La participación de las organizaciones resultó fundamental en este sentido, enarbolando las demandas de vastos sectores. De esa manera, se produjo una dinámica que ligó a la fábrica, al barrio, a la escuela y a las instituciones barriales. El Club 17 de Octubre es el mejor ejemplo de esta interrelación, de esta política pública.
UN CLUB, UN PAIS
Este tiempo marcó el protagonismo de la clase trabajadora. Estos miles de argentinos que migraban desde las provincias del interior hasta las grandes urbes fueron parte fundamental del proceso industrializador. Junto a sus familias habitaron estas metrópolis, contribuyendo al aumento demográfico. Muchos de estos argentinos ocuparon la entonces Capital Federal y su periferia, habitando zonas hasta ese momento despobladas. Con la llegada del peronismo el derecho a un hogar y un lugar digno para vivir fueron posibles. Desde el gobierno nacional se trazó una planificación para urbanizar y construir viviendas. En 1949 se inauguró el barrio “17 de Octubre” en Villa Pueyrredón. Se trató de un complejo habitacional para más de dos mil quinientas personas inaugurada por Eva Perón. Su construcción no fue antojadiza ni al azar sino que fue parte de una planificación concreta, se trataba de zona con mucha población y cercana a establecimientos fabriles. Muy cerca se encontraba la fábrica textil Grafa, un gigante industrial que permaneció abierto hasta la década del noventa. En ese mismo lugar nació la institución que lleva el mismo nombre.
El Club 17 de Octubre se edificó a partir de esta historia, que es la del peronismo y la clase trabajadora. En poco tiempo se transformó en el lugar de encuentro para sus habitantes. La comisión directiva estaba integrada por trabajadores, muchos de ellos militantes de base y/o delegados de fábrica. Los terrenos que ocupó fueron expropiados a la Corporación del Transporte, en una gestión realizada por Isaías Santín, secretario de un funcionario del gobierno nacional de ese entonces. En esta institución se practicaban actividades sociales, culturales y deportivas. En sus instalaciones se realizaban festivales de boxeo, contando con púgiles de la talla de José María Gatica, verdadero ídolo popular. Asimismo, la Fundación Eva Perón realizaba tareas sociales como, por ejemplo, la entrega de máquinas de coser para decenas de familias. También funcionó un jardín de infantes.
En poco tiempo se transformó en el espacio de socialización, generador de identidad. Esta institución ejerció el principio de autoorganización, al igual que miles de instituciones barriales y de pueblo del territorio nacional. De aquí surgían cuadros dirigenciales que auguraban el trasvasamiento para las próximas generaciones. Sin embargo, el golpe del 16 de septiembre de 1955 cambió el panorama. De esta entidad y del país.
LA OSCURIDAD
La fusiladora no ahorró ferocidad para perseguir, someter y enajenar a las instituciones, a los hombres y mujeres de esta patria. Para revertir la política social y económica se libró un avasallamiento sin límites. El 17 de Octubre fue uno de los tantos castigados. El club y el barrio fueron sometidos a una vejación sin precedentes. Inmediatamente después del golpe se produjo la presencia militar en las calles, que incluyeron dos tanquetas en las puertas del club. Resultaba claro que se identificó a la entidad como núcleo de sociabilidad y organización. Sus dirigentes fueron perseguidos al punto tal de que la comisión directiva quedó en estado de acefalía. Los estatutos y la documentación fueron secuestradas sin conocerse destino cierto.
Además de estas situaciones se produjo un hecho que evidenció, acaso, su rasgo más violento. Debido a lo emblemático de su nombre fue obligado a cambiar de denominación, pasando a llamarse Club 17 de Agosto.
La virulencia antiperonista forzó a borrar la identidad nominal y concreta. Los inquisidores no permitieron que un club popular y surgido del movimiento nacional perdure bajo sus mismas consignas y convicciones. Estas imposiciones obligaron a un corrimiento, por lo cual debieron adaptarse a los tiempos.
A pesar de sus nuevas características identitarias el 17 sobrevivió y logró rehacerse ser vital para hacer posible la cultura del encuentro.
Existen fechas en el calendario que resultan emblemáticas con sólo enunciarlas. Son gestas que remiten a lo más profundo del sentimiento popular y resisten al paso de los años. Se convierten en el símbolo de una patria afirmada en su emancipación. Por el 17 de Octubre pasó la vida de un barrio, de un país. Muestra inocultable de lo ocurrido durante uno de los tiempos más oscuros de nuestra historia.
(*) Osvaldo Jara es periodista, investigador y escritor. Autor de varios libros, entre los que se encuentran Peronismo y Deporte I y II. También es autor del libro sobre la Historia de la Unión Nacional de Clubes de Barrio.
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