Por Florencia Vespignani*
Carina Savone es una excepción a la regla. Es la primera y única mujer mecánica en Cargill, la megaempresa transnacional del polo agroexportador de Rosario. También es pionera en el sindicato, donde se convirtió en la primera mujer en integrar la comisión directiva de Aceiteros de Rosario. “Soy la primera mujer en ser parte de la Directiva en 70 años de historia que tiene el sindicato”, me dice orgullosa y contenta. Para lograr todo esto, enfrentó una carrera de obstáculos que pocas logran sortear.
Carina es técnica electromecánica en motores navales. Siempre trabajó de mecánica, y desde hace ya 10 años está en Cargill. Es subsecretaria de Género del Sindicato Obreros y Empleados Aceiteros de Rosario (SOEAR), cargo que se creó este año, con la nueva comisión directiva que asumió en 2021. Desde que arrancaron, empezaron a trabajar en asesoramiento y formación. Se están produciendo algunos cambios, pero, mientras conversamos, ambas sabemos que queda mucho trabajo por hacer, muchos derechos por conquistar. Carina está entusiasmada y no está sola.
Los obstáculos que enfrentó a lo largo de su formación y desarrollo en el trabajo fueron varios. Su papá no quería que estudie en “la técnica”, y aún cuando lo logró y consiguió trabajo, por ser mujer la bajaron de categoría y le dijeron muchas veces que estaba a prueba. Sufrió el maltrato sistemático de un gerente misógino y miles de comentarios machistas que permanentemente la subestimabaron. Pero Carina no desistió y por eso su historia merece ser contada.
Carina y su compañera Laura fueron las únicas mujeres de la Federación de Aceiteros que viajaron al Encuentro Plurinacional de Mujeres Lesbianas, Trans, Travestis, Intersexuales, Bisexuales y No Binaries que se realizó 8, 9 y 10 de octubre en Territorio Huarpe, Comechingón y Ranquel. La ciudad de San Luis estaba ordenada, todo parecía estar en su lugar, como si supiera de la emoción contendida que recibiría en esos días. Nos encontramos en el taller sindical y aprovechamos un intervalo para conversar. De fondo escuchábamos las discusiones y el bullicio que generaban tantas activistas debatiendo con intensidad. Un ambiente oportuno para esta entrevista.
EL PRINCIPIO
¿Cómo decidiste ser técnica mecánica?
-Es una larga historia, yo tengo una hermana melliza y cuando terminamos la primaria nos metieron en la misma escuela, como éramos mellizas teníamos que hacer todo igual. La escuela era comercial y a mí no me gustaba. Siempre tenía que estar rindiendo contabilidad. Aguanté hasta tercer año y le dije a mi mamá “basta, no me gusta esto”. Para cambiarme a la técnica tenía que rendir 27 equivalencias. Y lo hice… pero en esa época mis viejos se habían separado y mi papá se opuso a que yo me cambie de escuela y haga la técnica. Pelearon mucho por este tema. Mi viejo es mecánico, pero no quería que estudie lo mismo. Decía que me iban a acosar y que ese no era un trabajo para mí. En parte tenía razón, pero me estaba coartando lo que yo quería hacer.
Y ahora que estás en el sindicato, ¿qué dice él?
-Ahora que estoy en el sindicato reniega peor –ríe, y río con ella.
Carina le sigue teniendo paciencia a su padre. Le explica con tranquilidad que su sindicato es distinto, que esta comisión le está dando el lugar a las mujeres, lugar “que merecemos”, remarca en el relato.
Su primer de trabajo de mecánica fue en Coto y para postularse tuvo que viajar a Buenos Aires, aunque el puesto de trabajo era en la sucursal de Rosario. Como era la primera vez que viajaba a esta ciudad, le pidió a una prima que la acompañe. En el aula para rendir el examen había 40 varones y ninguna mujer. Estaba intimidada, ella tenía 20 años. Pidió al supervisor si podía entrar su prima, que no sabía nada de mecánica, y a regañadientes accedió. Le fue bien en la prueba, pero la tomaron como “auxiliar de mecánico” a diferencia del resto de los varones que entraron directamente como mecánicos. De hecho, crearon esa categoría, que no existía antes de que una mujer se le ocurriera dar el examen. Obviamente el salario era menor. Carina era una “prueba piloto”, le aclaró el auditor, con ella iban a evaluar si seguían tomando mujeres… o no. Después de 4 años la subieron de categoría y a los 8 años la despidieron. Llegó a encargada de mecánica.
Después trabajó en la fábrica de helados La Montevideana. Cuando se presentó en la cola para el puesto de mecánicos un señor le preguntó si no estaba equivocada de fila, y el ingeniero que la entrevistó le aclaró que no sabía si iban a tomar mujeres. Finalmente entró. Trabajó 4 años, pero siguió buscando otras oportunidades para mejorar su sueldo y sus condiciones de trabajo. Por eso se presentó en Cargill, fue la primera mecánica en entrar. Pero aclara: “El gerente sacó rédito, porque sumó una mujer para innovar y eso le sirvió a él, pero bueno, a mí también”. Después de 10 años, sigue siendo la única mecánica, aunque ingresaron algunas mujeres más como operadoras de máquinas y algunas ingenieras a la parte de planificación.
“ESAS PAVADAS”, TODO EL TIEMPO
A lo largo de los años, recibió muchos comentarios discriminatorios: “trajeron a una para lavar las piezas”, “¿ésta qué sabe hacer?”, “¿por qué no se va a la casa?” y “esas pavadas”, como ella le dice. En Coto, cuando hizo el curso de refrigeración, un tipo pretendió hacerse el chistoso y le aclaró que “corte y confección es el taller de al lado”. Pero Carina no aflojó. Con el tiempo, los compañeros de trabajo fueron entendiendo que ella puede hacer el mismo trabajo y que sabe hacerlo, aunque alguno se asombre.
Más allá de las “pavadas de siempre”, atravesó una situación grave en 2002. Un gerente misógino la maltrataba y le daba trabajos que no le correspondían. Una situación de acoso laboral. Esta vez tuvo que hacer la denuncia en la empresa y el Sindicato de Comercio no se involucró. Finalmente, el conflicto se resolvió por intervención de la empresa: vino un superior de Buenos Aires a ponerle “los puntos al gerente de la sucursal y no me jodió más”, dice Carina.
La experiencia le sirvió para entender la importancia de la perspectiva de feminista en estos temas, pero también del rol del sindicato.
Carina está casada y tiene una hija, su pareja no es obstáculo en su trabajo ni en su militancia. “Él viene de una familia de 4 hermanos, y la madre los tenía cortitos a todos, era súper feminista. Mi marido cocina mejor que yo, las tareas en la casa son compartidas y los cuidados de la nena también”, cuenta. Él trabaja en el turno noche y ella de día, así pueden alternarse con el cuidado de la hija.
EL CAMINO SINDICAL
Cuando entró a Cargill, Carina tenía poca expectativa en el sindicato por la mala experiencia vivida, pero apenas entró, se afilió. Al principio, cuenta Carina, “había paros; yo acataba, pero participaba poco, pensaba que todos los sindicatos eran iguales. En 2018 ocurre la época de los despidos y vi que el sindicato era muy activo”. Empezó a acompañar a una compañera que era la esposa de un despedido, allí vio un sindicato presente: “Hacían peñas, juntaban dinero, recaudaban, pusieron colectivos, y hacían paro”. Así empezó a entusiasmarse, al ver que ese sindicato realmente defendía a lxs trabajadorxs.
Empezó a estar más activa, ir a las actividades, hablar con los delegados, interiorizarse de los temas que los afectaban. Hasta que le propusieron ser delegada. Al principio dijo que no podía, que no tenía tiempo. Pensaba que iba hacer con la hija, cómo haría si surgía algo a la madrugada. “¿Con quién la iba a dejar?”, se preguntaba. Varias veces dijo que no.
Más adelante le comentaron que se estaba armando una nueva lista y le propusieron ser parte. A esa altura ya estaba bastante convencida, pero tenía que consensuarlo con su pareja por el cuidado de la hija. Finalmente aceptó. Hoy es la primera mujer ser parte de la comisión directiva en toda la historia del SOEAR. Carina va a algunas reuniones con su hija, lo mismo hacen otros compañeros con sus niñes. La idea, dice, es que “el sindicato este abierto para todos”.
TRABAJO DE FUERZA, PONER EL CUERPO Y CUIDARSE EN EQUIPO
El modelo de la masculinidad hegemónica impone a los varones demostrar fuerza y no cuidarse. Eso se expresa también en el tipo de trabajo que hace Carina. Los hombres hacen más fuerza de la que corresponde y a veces no usan los dispositivos de seguridad. “Después terminan rotos”, cuenta Carina. “Hay compañeros con la cintura rota, discos partidos, lastimados. Luego tienen que cambiar de sector, incluso tenemos compañeros con jubilación anticipada”.
Como trabajadora y como sindicalista ella impulsa mejores condiciones de trabajo y busca convencer a sus compañeros de que se cuiden. “Buscamos trabajar en equipos o dispositivos como para hacer menos fuerza. Esto es bueno, porque me cuido yo y los cuido a ellos también. Generalmente trabajamos con dispositivos y máquinas que estamos implementando y pidiendo para no rompernos”.
HISTORIAS ENTRELAZADAS
¿Quiénes te alentaron o apoyaron desde un principio?
-Mi abuela siempre fue mi ejemplo. Una mujer sin estudios que siempre trabajó. Trabajaba en el frigorífico Swift. Se separó y crió a mi mamá sola. Con su sueldo se pudo hacer su casita, se compró un terreno, cuidaba a su mamá también. Fue mi inspiración y mi ejemplo, ella siempre me dio fuerza. Siempre me apoyó en todo. Mi mamá también, pero mi abuela me daba una fuerza de otra manera, siempre estuvo re cerca- relata emocionada.
Carina, su abuela, su mamá, tantas mujeres con historias distintas. Carina pudo sortear obstáculos, tuvo la decisión y firmeza para lograrlo; también personas y circunstancias a favor. Pero es justo recordar que muchas mujeres, no pueden dar la pelea con tanta firmeza como Carina. Otras, aún dando pelea, igualmente no la ganan. La autonomía económica es un pilar fundamental para que las mujeres puedan decidir su propio proyecto de vida y salir de situaciones de violencia y maltrato. Pensar las luchas feministas en el mundo del trabajo resulta fundamental. Sin perspectiva de género, la lucha de clase va por la mitad.
(*) Docente, artista popular y feminista.
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