Hasta el momento se encontraron 4.100 fosas de menores, muchos de ellos sepultados en terrenos de los propios recintos escolares. Para los pueblos originarios, se trató de un “genocidio cultural” del cual tanto el Estado como las instituciones religiosas deben hacerse cargo.
El hallazgo más grande fue en junio del año pasado; 750 tumbas sin identificar, en las cercanías de la Escuela Residencial Indígena Marieval, que operó desde 1899 hasta 1996 (hace apenas 26 años). Aunque la escuela fue demolida, la iglesia y el cementerio se mantuvieron. Un mes antes, en la Escuela de Kamloops, habían sido hallados 215 restos de niños enterrados (algunos menores de 3 años).
El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, había declarado en Twitter: “Las noticias del descubrimiento en la antigua escuela residencial de Kamloops me rompen el corazón: es un doloroso recordatorio de ese capítulo oscuro y vergonzoso de la historia de nuestro país. Pienso en todos los afectados por esta angustiosa noticia. Estamos aquí para ustedes”.
El pasado mes de abril una delegación de indígenas viajó al Vaticano y se reunió con el papa quien se disculpó formalmente por el accionar del Iglesia. De todas maneras, el sumo pontífice decidió visitar personalmente el país y pedir perdón en suelo canadiense, un gesto de enorme valor para los sobrevivientes y sus familias.
“Pido perdón por la forma en la que muchos miembros de la Iglesia y de las comunidades religiosas cooperaron, también por medio de la indiferencia, en esos proyectos de destrucción cultural y asimilación forzada“, dijo Francisco, y agregó: “Solo puedo imaginarme el esfuerzo que debe suponer (…) siquiera pensar en una reconciliación”.
“Me vuelve a la mente lo que ustedes me contaron, de cómo las políticas de asimilación terminaron por marginar sistemáticamente a los pueblos indígenas, de como por medio del sistema de escuelas residenciales, sus lenguas y culturas fueron denigradas y suprimidas, y de cómo los niños sufrieron abusos físicos, verbales, psicológicos y espirituales, de cómo se los llevaron de sus casas cuando eran chiquitos”, expresó el papa ante 2000 representantes indígenas.
“Llego hasta sus tierras nativas para decirles personalmente que estoy dolido, para implorar a Dios el perdón, la sanación y la reconciliación, para manifestarles mi cercanía, para rezar con ustedes y por ustedes”, enfatizó el Papa tras visitar un cementerio indígena, donde rezó en soledad. Antes de iniciar su discurso, presenció los cantos y bailes de los pueblos indígenas que llegaron al parque de Maskwacis con trajes ancestrales.
Los sobrevivientes desfilaron además con una bandera roja que llevaba los nombres de 4.120 víctimas identificadas de los internados y que había sido antes bendecida por el Papa, que planea quedarse por seis días en el país.
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