Por Christian Arias Barona*
Colombia atraviesa las últimas semanas de una intensa campaña caracterizada por el creciente desprestigio del uribismo, el deterioro de las condiciones económicas de la población, una ola de violencia en zonas rurales y el esperanzador liderazgo de Gustavo Petro como candidato a la presidencia.
Crisis neoliberal y pérdida de hegemonía uribista
La reciente encuesta publicada por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG)[1], muestra con transparencia las preocupaciones principales de los colombianos y las colombianas: el empleo y los salarios (63,3%), los precios altos de alimentos y los servicios (15,6%) y el endeudamiento de las familias (7,2%). El neoliberalismo no da tregua y su crisis ha llevado a la ruptura del consenso que lo avalaba para abrir espacio a un programa alternativo como el del Pacto Histórico. Sin duda alguna, es un enorme desafío recomponer el poder adquisitivo de la mayoría de la clase trabajadora colombiana, donde cerca del 70% tiene ingresos hasta un salario mínimo (USD 263) y en una informalidad laboral escandalosa que, de continuar la política vigente, se aproximará prontamente al 60%. Entre los miembros de la OCDE, Colombia es el país con mayor empleo informal y el más desigual[2].
La crisis económica es insoslayable y varias de las inconformidades se sostienen en el tiempo. Por ejemplo, en la encuesta CELAG de febrero se observaba que “Tres cuartas partes de la sociedad colombiana cree que: 1) el sistema de pensiones actual es injusto y se ha tornado en un negocio para pocos y 2) los bancos cobran comisiones demasiado altas”[3]. El estudio muestra que más de dos tercios de las personas creen que el gobierno debería limitar las ganancias de los bancos privados y la mitad opina que hay que subirle los impuestos a los más ricos. En estos tres temas Petro a lucido su visión y propuestas en los debates, despertando feroces cruces con otras candidaturas y un despliegue mediático general.
El efecto de la gravosa situación de los hogares se palpa en el amplio rechazo al gobierno de Iván Duque. De acuerdo con CELAG, el presidente tiene una imagen negativa de 82,3%, un récord que ha desplomado las probabilidades del uribismo de seguir gobernando. En compañía a Duque, el ex-presidente Álvaro Uribe sufre un rechazo histórico tal que del 71,5% que lo repudia, casi la mitad piensa que debería ir preso. Uribe ha sido confirmado como imputado en una causa por la que estuvo preso en 2019 y uno de sus abogados fue condenado por manipulación de testigos, proceso ante el cual una jueza rechazó su pedido de preclusión. La descomposición del prestigio del uribismo y el clivaje antiuribista emergente en la juventud que se movilizó entre abril y julio de 2021, son señales de la pérdida de hegemonía de ésta facción de la clase dominante colombiana; dicha fractura ha abierto la posibilidad de ascenso de un nuevo liderazgo que se disputa entre el liberalismo democrático y el progresismo.
La imagen de la esperanza de cambio
Francia Márquez, la lideresa afrocolombiana que integra la fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro, se destacó en las pasadas elecciones el 13 de marzo donde alcanzó la tercera mejor votación en las consultas presidenciales superando a todos los candidatos de la Coalición Centro Esperanza (centro) y a los que sucedieron al ganador de la coalición Equipo por Colombia (derecha). Ese resultado electoral resignifica el lugar de las mujeres y los sectores populares en la política, cuyo lenguaje sencillo se conecta directamente con las vivencias de la mayoría de la sociedad y aporta una visión novedosa y necesaria como es el feminismo, en un país caracterizado por un fuerte conservadurismo social impregnado en las familias. Su extracción de clase, su pertenencia comunitaria y su trayectoria de lucha empatizan fuertemente con la subjetividad de quienes protagonizaron la movilizaciones más recientes, lo que genera expectativa en lograr convencer a quienes desconfían de las instituciones y el Estado a participar en la próxima elección.
El reciclaje del fracaso
Federico Gutiérrez, ex alcalde de Medellín y candidato de la coalición de derecha, no solo evidencia una asimetría en la capacidad de debate y desarrollo de sus propuestas, sino que su campaña es un reciclaje explícito de las promesas incumplidas de Iván Duque. Aunque cuenta con un importante apoyo regional en Antioquia, su departamento (Provincia, de acuerdo a la organización territorial argentina), en el conglomerado nacional su respaldo es disperso. En contraste con Petro, Gutiérrez defiende el statu quo sin sobresaltos y promueve las mismas “soluciones” para problemas intensificados en el país como la inseguridad y el narcotráfico. Mientras la agenda progresista ubica el cambio de rumbo en la economía, el fortalecimiento de la educación, la construcción de un nuevo paradigma de la seguridad y la implementación del Acuerdo de Paz de 2016 como pilares frente a dichos problemas, Gutiérrez y el oficialismo defienden la continuidad de la “seguridad democrática”, la mano dura y el punitivismo.
Es pertinente resaltar que Federico Gutiérrez integró una empresa off-shore registrada en Panamá como Angel Total Solutions SAS, la cual en 2013 prestó asesoramiento en seguridad al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires mediante contratación directa gestionada personalmente por el entonces ministro de Justicia y Seguridad Guillermo Montenegro[4]. Como antecedente, en mayo de 2012 el ex-presidente Álvaro Uribe visitó Buenos Aires en el marco de un simposio internacional de liderazgo, ocasión que aprovechó para estrechar vínculos con el entonces jefe de gobierno Mauricio Macri, a quien volvió a visitar en 2014, en la fase final del asesoramiento en “seguridad democrática” dirigida por Gutiérrez.
Por otra parte, el candidato de “centro” Sergio Fajardo está en franco declive y no logra su pretendida “remontada” tras los magros resultados de la consulta de marzo. La incapacidad para instalar un proyecto alternativo al neoliberalismo y confrontar claramente con el oficialismo, han desgranado tempranamente su electorado con expectativas de cambio hacia el Pacto Histórico. De hecho, Rodolfo Hernández, un empresario y ex-alcalde de Bucaramanga, se ha sostenido por arriba en las encuestas con un discurso anticorrupción, muy prometedor en sus inicios, pero insuficiente para la apuesta de enfrentar los problemas profundos que atraviesa el país.
La decisión final
Uno de los resultados más reveladores de la encuesta CELAG es acerca de la pregunta: independientemente de a quién vaya a votar Ud., ¿quién cree que será el próximo presidente de Colombia?. Las respuestas arrojaron un alentador 54,9% para Gustavo Petro, es decir, que más personas de las que aparentemente votarán por el candidato suponen que será presidente, lo que eleva su techo electoral de modo significativo.
Aunque se incrementan las posibilidades de una victoria en primera vuelta para la fórmula Gustavo Petro – Francia Márquez, de llegarse a un escenario de balotaje los datos actuales estiman un triunfo del Pacto Histórico con 51,7% contra 32,6% para el oficialismo. Si el escenario de segunda vuelta ocurre, la coalición progresista estaría abierta a alianzas menos afines para asegurar el resultado, pero los números y las percepciones de la población ya empiezan a espantar los miedos al cambio real que hará posible un futuro de paz y democracia.
(*) Politólogo y docente de la UBA, especialista en Geopolítica y Defensa e investigador del IEALC-UBA y del CELAG.
[1] https://www.celag.org/encuesta-colombia-abril-2022/
[2] https://data.oecd.org/chart/6GK3
[3] https://www.celag.org/encuesta-colombia-febrero-2022/
[4] https://medellincallesycarreras.wordpress.com/2015/06/10/un-caso-de-asesoria-en-seguridad-de-ficogutierrez/
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