Por Carlos Aira (*)
El 17 de enero pasado, Muhammad Alí hubiera cumplido 80 años. No sólo fue el mejor boxeador de la historia, también fue un símbolo de enorme influencia para su generación. Desde su negativa a combatir en Vietnam, como sus posiciones a favor del islam y los derechos de los afroamericanos.
Nacido en Louisville, Kentucky, como Cassius Marcellus Clay (jr). A diferencia de la mayoría de los boxeadores, creció en el seno de una familia de clase media. Una clase media negra que distaba mucho de la blanca, pero muy por encima de quienes serán sus futuros rivales. Su padre Cassius era letrista e incursionaba en el campo artístico. Odessa, su madre, limpiaba casas y cocinaba para las familias de clase alta de Louisville. Lo que pocos conocen es que Clay tenía sangre blanca. El abuelo paterno era hijo de un blanco y una esclava negra llamada Dinah. Su abuelo materno también era blanco: un tal Abe Grady, inmigrante irlandés, que se casó con una negra. Una de sus hijas fue Odessa.
Su carrera en el boxeo fue meteórica. En 1960 obtuvo la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Roma. Debutó profesionalmente el 29 de octubre de aquel año. Alto (1,91), estilizado y dueño de una velocidad y una cintura sorprendentes. Su boxeo no era propio de un peso pesado. “Floto como una mariposa y pico como una abeja“, solía decir. En su camino hacia el titulo del mundo, Clay noqueó a dos argentinos: Alex Miteff (7 de octubre de 1961) y el mendocino Alejandro Lavorante (20 de julio de 1962).
El contrato del ascendente Clay lo manejaba el Grupo Patrocinador de Louisville. Desde un primer momento, Angelo Dundee fue su entrenador. Pasados los años, Dundee recordó sus primeros momentos con Clay, dejando en claro la particular personalidad del genio: “Al principio intenté controlarle un poco la tendencia a sar saltitos. Pero no había modo de hacerlo directamente, porque no se daba por aludido. Hubo que llevarlo. Las órdenes directas le molestaban. El innovador era él, y quería que se notase todo el tiempo. De modo que le fomenté esa tendencia“.
Pero Clay fue un hijo de su tiempo. Días de escisión racial en los Estados Unidos era profunda. En 1962, cuando ya era aspirante al título de los Pesados, Clay ya guardaba un secreto. Antes de viajar hacia los Juegos Olímpicos de Roma se había fascinado con la Nación del Islam. Los Musulmanes Negros guiados por Elijah Muhammad. El discurso de orgullo racial que predicaba la Nación del Islam impactó al joven boxeador. Si hacía pública su conversión al islam, la carrera de Clay estaría destruida. Sus representantes hicieron infinitos malabares para que esto no sucediera. Tampoco para que se conociera la amistad que el púgil tenía con otro musulmán que hará historia: Malcolm X.
Finalmente llegó la oportunidad de combatir por el título mundial. 25 de febrero de 1964. Su rival era Sonny Liston. La vida del campeón había sido durísima: Liston nunca conoció ni el lugar ni la fecha exacta de su nacimiento. Solía situarlo entre 1932 y 1933, no obstante, las fichas policiales de sus primeros arrestos sitúan la fecha en 1927 o 1928. Liston jamás piso una escuela, tuvo 24 hermanos y sus vínculos con el hampa y la mafia eran conocidos. Dentro del ring, Liston era temible. Pero aquella noche, en el Convention Center de Miami, Clay fue demasiado. Nocaut técnico en el octavo round y sorpresa mundial: Cassius Clay, 22 años, campeón del mundo.
Lo que vino en los próximos años fue tan intenso como turbulento. Apenas finalizado el combate, Clay anunció que había abrazado el islam y tenía nuevo nombre: Muhammad Alí. Viajó a Africa y la Meca. Enfrentó el integracionismo propuesto por Martin Luther King. Se convirtió en bandera de muchos afroamericanos. Alí siempre fue consciente del alcance de sus declaraciones y sus decisiones. Por esa razón, su vida cambió en 1966. Estados Unidos y la guerra de Vietman. Alí negó el reclutamiento alegando objeción de conciencia. Su declaración quedó en la historia: “No tengo problemas con los Viet Cong porque ningún Viet Cong me ha llamado nigger”. El 28 de abril de 1967 rechazó formalmente el reclutamiento. Ese mismo día, la Comisión Atlética de Nueva York suspendió su licencia de boxeador. La justicia lo declaró culpable de rebeldia y un juez lo sentenció a cinco años de prisión y 10.000 dólares de multa. Aunque fue liberado bajo fianza, su pasaporte fue confiscado y no se le permitió salir del país por tres años y medio. De esta forma abrupta se ponía un interrogante a una carrera deportiva notable. Entre 1964 y 1967, Alí defendió en nueve oportunidades su título del mundo (revancha Liston, Floyd Patterson, George Chuvalo, Henry Cooper, Brian London, Karl Mildenberger, Cleveland Williams, Ernie Terrell y Zora Folley).
Finalizada la suspensión, el 26 de octubre de 1970 regresó al boxeo derrotando a Jerry Quarry. El 7 de diciembre se realizó el mítico combate ante Oscar Ringo Bonavena. Luego de ese triunfo, Joe Frazier se cruzaría por primera vez en el camino de Alí y le propinaría su primera derrota profesional. Pero en 1971, Muhammad Alí llegó a nuestro país por primera vez. Enrique Martín es uno de los mayores expertos de boxeo en Argentina. Durante 35 años cubrió la actividad para diversos medios radiales y escritos. En diálogo con Lautaro Fernández Elem, en La Señal, narró la trama de la primera visita de Alí a nuestro país. Una visita que nació en el cumpleaños 76 de Juan Domingo Perón.
“El 8 octubre de 1971, el General Perón cumplió años en su exilio madrileño. Desde Argentina viajaron para la celebración José Ignacio Rucci, Norma Kennedy y Carlos Spadone, una suerte de nexo que tenía Perón con el empresariado argentino. En la fiesta estuvo presente Gregorio Peralta, aquel de la gran rivalidad con Ringo Bonavena, quien se había radicado en España al estar proscripto en Argentina por su filiación peronista. Es más, el día anterior al festejo había derrotado al vasco José Manuel Urtaín, una bestia bruta. En el festejo del cumpleaños del General a alguien se le ocurrió que Peralta podía realizar una exhibición con Alí”, señaló Enrique Martín.
Carlos Spadone, hombre de negocios, se puso en contacto con la gente que manejaba a Alí. Alrededor de The Greatest había una inmensa estructura organizativa y comercial. Esa estructura entendió que Alí debía difundir el Islam por el mundo. Por esa razón aceptó realizar un combate exhibición en Argentina. Alí llegó a nuestro país el 4 de noviembre de 1971. Pero lo curioso fue que Gregorio Peralta, su contendiente, no pudo hacerlo. Cosas de las proscripciones.
La presencia de Muhammad Alí en nuestro país fue corta e intensa. Enrique Martín rememora: “el marplatense Miguel Ángel Paez – campeón argentino y sudamericano – reemplazó de apuro a Peralta. La UOM organizó el combate en cancha de Atlanta”; pero la presencia del púgil estadounidense terminó en bochorno: “Alí realizó cinco rounds de entrenamiento con un sparring llamado Summerville. Luego subió Páez, pero todo el mundo quería tocar y estar cerca de Alí. En un momento, el ring quedó chueco y hubo un montón de contusos. Un incidente lógico porque así de convocante era la figura de Alí”, rememoró Martín.
Finalizada la frustrada exhibición, Alí y su comitiva fueron invitados a un asado. El mismo se realizó en la fábrica Virulana, propiedad de Spadone, ubicada en Lanús, sobre la avenida Pavón. Enrique Martín señaló: “La CGT se puso al hombro la organización del evento. Una forma de alegrar a la gente en tiempos de dictadura. Al asado fueron invitadas cien personalidades del mundo sindical y algún que otro boxeador. Los testigos dicen que Alí no comió mucho por cuestiones religiosas”.
Quedan, como testigos de aquella noche, dos fotografías emblemáticas. En ambas, Muhammad Alí está pulseando. En una con José Ignacio Rucci. En la otra, con Lorenzo Miguel.
Alí recuperó su corona mundial en 1974, derrotando en Kinshasa, Zaire, a George Foreman. El 1 de octubre de 1975 protagonizó la pelea de todos los tiempos. El tercer combate ante Joe Frazier. The Thrilla in Manila. Volvió a la Argentina en 1979, invitado por la Editorial Atlántida en el marco del 60 aniversario de la revista El Gráfico. Alí se retiró del boxeo en diciembre de 1981. Enfermo de Parkinson por largo tiempo, falleció el 3 de junio de 2016. Tenía 74 años.
“Alí fue el mejor boxeador de todos los tiempos. Esto lo afirmo después de revisar muchas películas. Hay otros especialistas que tienen a Jack Dempsey como gran candidato. El mismo que boxeó con Luis Ángel Firpo. Pero era otro boxeo. La prehistoria de la actividad. Hubo una forma de boxear hasta los años 30s y 40s, cuando el estilo norteamericano se impuso sobre el ingles: un boxeo veloz, en movimiento y donde los golpes cortos son más importantes que los largos. Tomando como mojón el boxeo moderno, Mohammad Ali fue el mas importante hasta hoy. Sobre todo porque combatió en la mejor época de los pesados. Cualquiera de los diez que integraban el ranking de la única Asociación hoy serían campeones del mundo peleando con una mano atada. Alí le ganó a George Foreman, Joe Frazier, Floyd Patterson y Sonny Liston, quienes hoy serían campeones mundiales vitalicios”, concluyó Enrique Martín.
(*) Periodista. Conductor de Abrí la Cancha (Lunes a viernes, de 13 a 13:30 y 20 a 21hs).
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