Por Alejandro Ulloa
La mejor historia del sindicalismo combativo está emparentada con la resistencia villense a la intervención de la UOM de Villa Constitución dispuesta por Lorenzo Miguel. “Sólo queríamos una obra social”, dijo el histórico referente gremial Alberto José Piccinini sobre el Villazo de marzo de 1974, cuando obreros metalúrgicos de Villa Constitución se le pararon de manos al jefe de la UOM Lorenzo Miguel, al brutal poder de José López Rega y a la conducción de la patronal que poco tiempo ponía al ministro de Economía de la dictadura Alfredo Martínez de Hoz.
“Despedimos con gran dolor a nuestro compañero y principal referente, Alberto Piccinini.
Lamentamos profundamente esta gran pérdida de un líder que desempeñó un papel crucial en la defensa de los trabajadores metalúrgicos como también en la vida de nuestro pueblo. “Pichi” encabezó y fue motor del histórico Villazo en 1974 y de la recuperación de nuestro sindicato en 1982.
Con su gran carisma, intuición política y sobre todo por su sentido inequívoco de la justicia social puso a nuestra seccional y a los metalúrgicos villenses en las páginas de la historia del movimiento sindical.
Acompañamos a la familia, amigos y compañeros en este difícil momento.
Hasta siempre, Compañero!”
UOM de Villa Costitución
De acuerdo a lo informado por elciudadanoweb.com el jueves 13 se conoció que el líder de ese gremio emblemático por su lucha, había fallecido. Con él se queda una parte de la historia del movimiento obrero del país. Había nacido el 9 de mayo de 1942. Albero Piccinini fue entonces antipatronal, clasista, antiburocrático combativo y un luchador contra el régimen.
Hay palabras que deben ser explicadas al pronunciarse. “Clasismo”, clasista, es la ideología que considera a los patrones dueños de los medios de producción como unos parásitos cuya única motivación es el afán de lucro. Los obreros tienen como único capital su fuerza de trabajo que venden por un salario y tienen en sus manos el destino de la humanidad con su la misión como clase de destruir el sistema capitalista.
Clasista es quien tiene el entendimiento de que la sociedad está dividida en dos clases fundamentales: la burguesía y los obreros. La grieta obliga a definir dónde está parado cada trabajador en la lucha de clases. “Antipatronal” por excelencia, era la definición de quien rechazaba la dictadura de los tomatiempos y las oficinas de personal, los aprietes de gerentes, capataces y alcahuetes. Una vanguardia que lograba no ser despedida “hasta quedar efectiva” se disfrazaba de buen laburante y moviéndose en las sombras se organizaba al calor del enfrentamiento con los siniestros personajes de los directorios de empresas como la gran planta siderúrgica Acindar, cuyo jefe fue José Alfredo Martínez de Hoz.
Una de las fuentes principales del clasismo de las direcciones combativas del movimiento obrero cuya máxima expresión estuvo en Córdoba y Villa Constitución fue la frustración que produjo en los trabajadores la sucesión de traiciones cuya muestra visible era el abandono de la lucha por la vuelta de Juan Domingo Perón. Se perdían una tras otra las conquistas del primer peronismo sin que los “dirigentes vendidos”, los “burócratas”, respondieran. Su rol es intermediar entre el capital y el trabajo, hacer la plancha y contener los reclamos.
La idea predominante entonces era que con Perón la justicia social estaba garantizada. Capital y trabajo podían vivir en armonía, sin lucha de clases. La conciliación de clases trajo la “unidad nacional” y consideraba enemigos solamente al “imperialismo y en particular a “la oligarquía”. El Estado se debía limitar a administrar justicia equitativamente.
Raymundo Ongaro en los gráficos, Jorge Di Pasquale en Farmacia, Leandro Fote en el citrus tucumano, Atilio López y Agustín Tosco, en Córdoba, luego René Salamanca, fueron bandera para centenares de cuadros medios sindicales y políticos que vieron en ellos una posibilidad de resistir.
Augusto T. Vandor (inventor del “peronismo sin Perón”) y Rogelio Coria (que nunca fue albañil pero dirigía la UOCRA) encabezaban los odios. Varios dirigentes en el período de la proscripción del peronismo luego del Golpe del 55 generaban una confusa mezcla de ideas y una pasión: “se va a acabar, se va a acabar, la burocracia sindical”. “Antiburocrático” era la definición por la negativa que definía a la vanguardia obrera en su repudio a los dirigentes sindicales que no luchaban, por miedo, prebendas o por las dos cosas.
La ofensiva patronal era resistida por una nueva clase obrera donde un variopinto pelaje iba reemplazando a los trabajadores llegados a las fábricas que armaban la sustitución de importaciones con mano de obra de poca especialización. Egresados de colegios técnicos o profesionales, estudiantes que combinaban la carrera con el duro trabajo en las fábricas, segunda generación de sindicalizados, iban reemplazando a aquellos obreros textiles o de los ingenios de la primera hora. Una aristocracia obrera se organizaba junto a los trabajadores del común y generaban una combinación explosiva.
A finales de la dictadura de Onganía y Lanusse, en las grandes fábricas de los cordones industriales de Córdoba, Rosario, La Plata y el Norte de la Capital Federal el clasismo antipatronal, antiburocrático y contra el gobierno era una potencia militante combativa que hacía temblar la estantería del régimen. De esos materiales fue fabricado Alberto Piccinini.

“Lo que hicimos entonces fue encerrar a gerentes en la fábrica, porque si no venía la represión y nos hacían mierda. Pero eso, en la lucha de clases después se pagó”, repasaba Piccinini aquella gesta del 74 que se referencia con la Lista Marrón de la UOM en la seccional Villa Constitución.
En 1974, con una huelga extendida entre el 7 y el 16 de marzo, los obreros de Acindar, Metcon y Marathon, más la menor Villber, sumaron portuarios, comerciantes, transportistas, aceiteros, bancarios y los vecinos villenses que el último día participaron de una gigantesca movilización de 12 mil personas para cuestionarle a Lorenzo Miguel el dominio del aparato sindical de la UOM.
“La huelga juntó a otros dirigentes fogueados en la lucha, varios de ellos enrolados en corrientes clasistas pero, a la vez, de amplio ascendente entre los trabajadores a los que representaban. De los 5 mil que éramos, habrá habido 50 simpatizantes de alguna organización, pero no cuadros políticos. Y nos fuimos haciendo a fuego rápido”. Villa Constitución se instaló junto al Cordobazo y el Rosariazo como un punto de la referencia.
La izquierda sindical peleaba en un marco de alta sindicalización, pleno empleo, con obras sociales poderosas. Se intentó adelantar un proceso revolucionario que no había ganado la mayoría del pueblo trabajador y solo fue prioritario para una valiente vanguardia que involuntariamente permitió la creación de un enemigo interno que les dio excusa a ir por todo lo logrado hasta ahí por la clase obrera y desatar el golpe cívico militar que desató la noche más negra.
En tren de conclusiones al pie del cajón del compañero, es lícito pensar que en los noventa, el norte se perdió por no contar el impacto que tuvo la derrota de la Unión Soviética en el mundo trabajador. Allí “Pichi” se fue al pasto al tomar la decisión de integrarlas lista de convencionales y diputados de partidos ajenos a su historia.
De aquella camada vale destacar a Juan Actis, Victorio Paulón, Zenón Sánchez, Pacho Juárez y Aldo Strada entre otros. Fueron Fuenteovejuna “todos a una”. El segundo Villazo, el de 1975, fue distinto. Ya había muerto Perón y la presidencia estaba en manos de Isabelita. El aparato parapolicial de la Triple A de López Rega detuvo a unos 300 trabajadores y dirigentes para liquidar la UOM de Villa. Hubo represión, detenciones y desapariciones.
La respuesta de los trabajadores fue una larga huelga de 59 días. El aparato represivo que después actuó en grupos partidarios del golpe en 1976, actuó sin piedad: hubo al menos 50 asesinatos y una cantidad incierta de desapariciones.
Piccinini recuperó la seccional en 1984 en elecciones limpias y fue convencional constituyente en 1994 y diputado nacional en el período 2001-2005. En 2008 fue nuevamente electo como secretario general de la UOM de Villa Constitución.
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