Por Ariel Velázquez *
El desacato por parte del Gobierno porteño del fallo judicial del fuero federal, que ordena la restitución del orden jurídico mediante el cual las decisiones del Poder Ejecutivo Nacional no pueden ser juzgadas por una autoridad municipal, y ordena al Ejecutivo porteño situarse a derecho dando visto del mismo a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, muestra que la discusión de fondo no son las clases presenciales.
El Gobierno de la Ciudad encabezado por Horacio Rodríguez Larreta tiene control absoluto de los tres poderes del Estado de la Ciudad, el Ejecutivo, el Legislativo -en el que tiene mayoría absoluta- y el Judicial, armado por él junto a Macri y Angelici, que no guarda ningún decoro al tener jueces que son familiares de funcionarios y sancionan sobre medidas de los propios funcionarios. Esto muestra que como ocurre en otras jurisdicciones como Jujuy desde fines de 2015, todas las declamaciones en favor de la República y las Instituciones son puro marketing.
El ex Cambiemos, ahora Juntos por el Cambio, antes Vamos Juntos, se ha descarado y adoptó abiertamente la línea dura de un partido de extrema derecha a lo Vox de España o Bolsonaro en Brasil.
No discuten temas nobles dentro de las reglas del juego. Porque sería ingenuo pensar que están discutiendo a los chicos en clases presenciales. No. Están desafiando la autoridad del Presidente de la Nación y del Poder Judicial.
Esto es lo que está en juego en estos momentos.
No es la primera vez que lo hacen. Ya lo hicieron con la judicialización permanente de la política y han logrado frenar la aplicación de leyes como fue en su momento la Ley de medios, la reforma judicial en tiempos de Cristina y ni hablar de todas las causas de lawfare inventadas.
Pero cuando uno creía que todo aquello era grave, siempre hay espacio para la sorpresa.
Hoy, apuntalado por voces de la Embajada en los medios, que desembozadamente hablan de “formatear la Argentina de un modo más autoritario” (así lo dijo Longobardi con Lanata en el pase de Radio Mitre), Horacio Rodríguez Larreta se muestra tal cual es.
No está cooptado por el “ala dura” de Cambiemos. Larreta es hombre de una de las 500 familias terratenientes de la Argentina que desde la Campaña al Desierto en adelante atacaron todo aquel atisbo de Justicia Social y es quien fue la mano derecha, en todos los sentidos del término, de Mauricio Macri.
Fue el político elegido por el establishment para coordinar la carrera del empresario y controlar desde el Ejecutivo porteño, primero como Jefe de Gabinete y luego como Jefe de Gobierno, desde el Plan de Negocios hasta la desembocadura institucional de un programa de restauración conservadora por vía pseudo-institucional.
Larreta y todo el espectro formado por el PRO, la Coalición Cínica y la UCR son, parafraseando a un dirigente social, la pistola en la cabeza de la democracia. Sin tanques de guerra, pero, como dijera Cristina, con otros fierros.
La estrategia es empujar a Alberto Fernández a una suerte de capitulación o ubicarlo en el lugar de Maduro y ellos convertirse en la oposición venezolana que promueve la libertad, la democracia y la república por sobre la tiranía y la barbarie del populismo demagógico.
Esto es lo que verdaderamente está en disputa.
Lo grave es que lo hacen, porque son inescrupulosos, con la vida de miles y miles de argentinos en el medio de una pandemia.
¿Qué caminos nos quedan? Uno, esperar que la Corte se sujete a derecho y ordene todo este desaguisado fallando de la única manera que puede hacerlo, respaldando el DNU presidencial y eventualmente ordenando que este sea avalado en el Congreso de la Nación.
Dos, declarar a todas las organizaciones libres del pueblo, políticas, sociales, sindicales y de derechos humanos, en estado de alerta y movilización para bancar al Gobierno legal y legítimamente elegido por el pueblo para que conduzca los destinos de la Patria y la salud de las y los ciudadanos.
(*) Secretario de Salud Laboral de CTA Ciudad y Secretario Administrativo de FOETRA
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