Por Victoria Lencina*
¿Cómo surgió el proyecto de Mamá, mamá, mamá?
Empieza en un verano de 2017. Tenía 20 años. Todavía no había terminado la facultad de cine, pero tenía ganas de escribir algo. Empecé a escribir la historia a modo de novela, como si fuera un monólogo que tiene Cleo hasta que muere su hermana. Después escribí el guion que suele ser mucho más frío y calculador. No está la sensibilidad de la literatura. Solo tenés que poner lo que pasa y sacar lo que sienten los personajes. No vas a poner “ella siente tristeza” porque al espectador no le vas a poner un subtítulo que explique qué es lo que le pasa. Todo lo que una ponga después se tiene que ver en imágenes. Entonces, es todo un proceso súper frío y muy técnico. Cuando tuve el guion completo se lo presenté a mi productora y a María Laura Berch, una directora de niños muy increíble que me dieron todo su apoyo.
La película tematiza el pasaje de la infancia a la adolescencia a partir de duelos. ¿Cómo fue la selección del elenco y la experiencia de trabajar con niñas?
La verdad lo que más me asustaba era encontrar a esas niñas. María Laura Berch junto a Soledad San Martín hicieron el casting en dos días. La manera en que lo encabezaron fue muy cálida y hermosa… hay una máscara que los niños no tienen. Un adulto puede mostrar lo que quiere mostrar, pero a un niño se le escapa. Buscábamos que las actrices fueran un poco sus personajes. Las niñas que encontramos estudian teatro, tienen herramientas, pero no dejan de ser niñas. Es una cosa que les sale naturalmente. Trabajar con ellas fue lo más lindo que me pudo pasar. Fue mágico y fue re sencillo dirigirlas. Hacíamos todo en una toma y no había que repetir. Entendieron todo a la perfección. Creo que el hecho de que de entrada se llevaron muy bien y se hicieron amigas se tradujo en la peli. Al estar filmada en una misma locación, entonces, parecía más una pijamada de amigas. No era todo tan artificial. Creo que esas cosas favorecieron a que el resultado fuera honesto.
Tu película tematiza la pérdida de la inocencia a partir de un duelo. Es un coming-of-age con inserts sonoros de género –terror, thriller–. ¿Cómo decidiste esa impronta?
Bueno, a mí el cine de terror me encanta. Son obras maestras. Escribir un guion de género es lo más difícil que podés hacer. Creo que no se suelen escribir guiones de género por miedo a que la cosa no funcione. En Mamá, mamá, mamá, para mí, era re importante cortar con el naturalismo de la historia e ir con cosas más oníricas para potenciarla. Necesitaba algo como de otro mundo que le diera otra sensibilidad, otra sensorialidad. Los audios que se escuchan en esos momentos de corte son grabaciones caseras de mi hermana cuando era chica. A mí me encanta jugar con lo naturalista y lo onírico. Si estás haciendo cine, date el lujo de hacer algo que no podés hacer en la vida real. Se potencia el mensaje todavía más. Añadir un elemento de fantasía ayuda a dar el mensaje con un doble sentido. Después, la cuestión de los mitos y las historias de terror escondidas tiene que ver con cómo nos crían como mujeres, cómo nos crían con miedo. Me di cuenta de grande de todos los miedos que tenía encima. Está lleno de mitos y de cosas que te pueden pasar. Las muertes en las piletas son como mitos veraniegos súper terroríficos. De hecho, la infancia tiene algo de perverso y algo de oscuro, me parecía re importante poder conectar con eso. Conectar con el hecho de que un niño pueda estar triste. Ese estado que socialmente no está aceptado, que es tabú porque se considera que los niños siempre tienen que ser y estar felices. Y la tristeza no se puede evitar porque es el mundo entrando por tus ojos. La idea era mostrar cómo se empieza a corromper la infancia de la protagonista con los mitos y la muerte de su hermana.
Me contabas que la filmaron toda en una casona. ¿Dónde fue el rodaje?
La casa queda en Colegiales. Yo quería irme re lejos, pero no podíamos hacerlo porque la locación tenía que ser medianamente cerca de donde viven las niñas por un montón de reglamentaciones que existen en cuanto a los niños actores. La hora de traslado de ida al rodaje y regreso al hogar cuenta como horario laboral. Tienen cinco horas para filmar. Entonces, no podía ser muy lejos. A nivel producción fue muy difícil. La casa es de la asistente de dirección. Quedó todo en familia. Fue fantástico porque ella estaba con su bebé y podía tener un cuarto para ella.
En esta edición del festival de Mar del Plata se dio un fenómeno interesante, la gran mayoría de las películas estaban dirigidas por mujeres y provenientes de distintas regiones del país. ¿Crees que se está dando un fenómeno novedoso o que se está impulsando más el cine dirigido por mujeres?
Sí, yo creo que es una cuestión muy delicada. En algunos festivales hicieron conversatorios y mucha gente criticó esto al plantear “como está de moda, le dan más oportunidades a un director por su género y no por su obra”. Lo cual yo estoy en contra de que sea así porque, antes que todo, somos personas. El género es algo secundario en una obra de arte. Creo que estamos ante un proceso de cambio y esos procesos son medio deformes. A veces, no termina siendo lo par e igualitario que una quisiera que sea porque de por sí ya está la cuestión de “visibilicen mujeres directoras porque no lo suelen hacer”. No es una normalidad. Estamos yendo a una normalidad y en el medio estamos viendo esta realidad medio tironeada. Esperemos que la elección realmente sea por el contenido y no por el género. Es verdad que no hay muchas directoras mujeres y eso no es porque no hagan cine de calidad. En general, las directoras mujeres tendemos a hacer películas no tan tradicionales. Siento que nos animamos mucho más a experimentar. Creo que hay un gusto por lo plástico, de experimentar con la plasticidad del material. Creo que estamos yendo a un 50/50. En el INCAA, los jurados solían ser una mujer y dos hombres. Es raro porque en las escuelas de cine siempre más de la mitad del alumnado es mujer. Está muy estigmatizado también el tema de la maternidad. En Mamá, mamá, mamá la asistente de dirección tenía un bebé de 6 meses. El rol de la asistente de dirección es intenso es la que está cagando a pedos a todos básicamente. Ella estaba amamantando y su rol lo hizo perfecto. Quizás es pensar nuevas formas y nuevas realidades. No ser tan pacatos y cerrarnos en ideas.
Recién mencionabas que la asistente de dirección trabajó en el rodaje junto a su bebé de seis meses y el equipo técnico de tu película está un 100% integrado por mujeres. ¿Cómo llegaste a esa decisión?
Cuando escribo el guión todas las protagonistas son mujeres. No fue por una decisión premeditada de que no quería que haya hombres. Simplemente se dio así. La idea era narrar el universo femenino en el pasaje de la infancia al mundo pre-adulto, en el proceso de pérdida de inocencia. Ese momento donde una empieza a entender más cosas porque la barrera de la inocencia se empieza a quebrar un poquito. La idea era relatar ese momento en una mujer porque yo soy mujer, me considero mujer y quería narrar algo basado en mis propias experiencias. Cuando ví a mis hermanas menores transitar ese proceso me parecía un momento re lindo que no está del todo trabajado en el cine. El tema de la muerte y el duelo vino después. La película empezó teniendo un elenco íntegramente de niñas, luego mi productora me asoció a otra productora mujer y lo presentamos al INCAA. Cuando ganamos el premio Ópera Prima del INCAA empezamos a pensar en un equipo femenino para acompañar mejor a las niñas, para que se sintieran más cómodas porque muchas de ellas eran debutantes. Nos parecía re lindo e importante desde lo político ver cómo era este experimento de cubrir todos los roles. Incluso vino el SICA –Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina– a sacar fotos porque era una novedad. En la post-producción sí entraron algunos hombres en la música y en la edición del sonido, por ejemplo, Lucas Lamiera. El rodaje fue hermoso. Éramos todas mujeres conviviendo en una casona. Fue muy fraterno.

¿Cómo fue la recepción en Mar del Plata?
La verdad que este año no hubiera tenido tantos espectadores sino fuera por el modo virtual. La peli estuvo agotada los tres días que se dio. Me escribió un montón de gente, de todos lados. No me solía pasar. Me buscó gente por las redes. Nos juntamos con las niñas a hacer una proyección el día que se estrenó. Hicimos una merienda en la casa de la productora. Estoy muy sorprendida de las veces que se vio la película. Me pone muy feliz que se vea y que llegue a la gente. Celebro esa parte de la pandemia, si es que se puede celebrar algo en pandemia. Estar en Mar del Plata y que me hayan dado el espacio es un privilegio.
Además, venís de presentar la película en el Festival de San Sebastián…
Sí, la peli la estrené en Berlín. Todavía no había pandemia. Fui con dos de las nenas. Era mi primera experiencia. Fue toda una aventura hermosa en Alemania. Después fue todo online hasta San Sebastián que decidieron hacerlo presencial y pude viajar en septiembre. Fue toda una experiencia ir al cine con barbijo. Se llenó todas las funciones. No se podían llenar las salas, sólo la mitad por el Covid. Creo que si en Mar del Plata se hubiera hecho así iba a ser muy poca la gente que podía ingresar a salas.
¿Cómo fue la experiencia en San Sebastián en cuanto al protocolo sanitario?
Nunca había estado en España. Fue muy prolijo todo. Tenían un protocolo muy estricto. Te iban guiando en todo lo que tenías que hacer. Querían demostrar que sí se podía hacer. Hubo el caso de un director que el día de la función de su película no quiso usar barbijo y lo echaron de la sala. Fue un poco extraño, pero fue una linda experiencia.
¿Cómo sigue la circulación de Mamá, mamá, mamá? ¿En qué plataformas se podrá ver?
Va a estar en el ciclo Puentes que organiza PCI. Después se va a estrenar en Suiza y luego en La Habana, Cuba. Estamos viendo de estrenar en cines cuando se pueda. Eso sería re lindo poder hacerlo.
¿Se puede hablar de nuevos proyectos?
Con Laura Mara Tablón, la productora, presentamos mi segundo guion en esta cuarentena al Biennale Cinema College que es un taller de cine y fondo que hace la Biennale de Venecia. Ellos te dan tutorías, te dan el dinero para filmar y te dan el estreno en Venecia. Se presentan proyectos de todo el mundo y ganamos. Son tres proyectos de todo el mundo. El proyecto que yo presenté se llama “Nuestros días más felices”, mi segunda película. Si todo sale bien la filmamos ahora muy pronto. Es de una relación medio enfermiza entre un hijo de 30 años y su madre. Viven en la misma casa como si fueran un matrimonio. Un día para otro, la señora tiene problemas de salud y se transforma en una niña de 7 años. Tiene la mente de una anciana, pero es una niña. Va a ser todo un delirio filmar eso. Para mí, filmar con niños es lo más. Te dan una naturalidad que no te la conseguís en otro lado.
*Licenciada en Artes / Columnista en Desde el Barrio
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