Por Emiliano Vidal
Juan Domingo Perón, sigue presente en la memoria de los argentinos, en los debates políticos, en el imaginario colectivo. El peronismo, que emergió del seno de una revolución el 4 de junio de 1943 como corolario a una crisis y decadencia social, está vigente. No es solo un partido político con tintes añejos. Si bien el punto de partida fue ese 17 de octubre de 1945 que cambiaría el curso de la historia, está coloreado de enormes combinaciones. No es lo mismo la situación en 1946 con la economía de posguerra. Tampoco los inicios de los años 50, ni el convulsionado 1973, ni su interpretación menemista de 1989, ni la salvadora del 2001 con la huida de la Alianza quien lo había derrotado dos años antes en las urnas. Tampoco es lo mismo desde sus versiones 2003, 2011 y 2019.
El peronismo pierde las elecciones presidenciales de 2023 al no cumplir con las promesas que encendieron la esperanza popular cuatro años antes tras el fracaso que fue el gobierno de Mauricio Macri. Embudado de un peronismo blando, el ex presidente Alberto Fernández no se animó a realizar grandes transformaciones, a bajar la pobreza, a enfrentar a las fuerzas rurales. Parafraseando al inolvidable José Pablo Feinmann, el peronismo es dar trabajo, es terminar con la penuria y la indigencia. Peronismo con hambre no es peronismo.
Dice el escritor Hernán Brienza: “a esta altura es necesario aclarar que el peronismo, lejos del imaginario representado por los 18 años de prescripción más los siete años de dictadura militar, no constituye un movimiento revolucionario o contracultural en términos de pragmática. Se trata fundamentalmente de un movimiento político de orden, de un orden alternativo al impuesto por los sectores hegemónicos del modelo agroexportador, pero que no renuncia a sus orígenes en cierto tradicionalismo estatista criollo. En última instancia, hay una ligazón entre algunos aspectos del roquismo del ochenta y el peronismo de los años cuarenta”.
Es que han sucedió largos 80 años desde aquel día 17 de octubre de 1945 que rumbeo la historia nacional. En aquel tiempo, donde la segunda guerra europea dejó 50 millones de muertos y el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki inauguraba el terror nuclear, en un mundo que quedó entregado a las grandes corporaciones euro-americanas y el comienzo de la denominada guerra fría. Por estas latitudes, Juan Domingo Perón, planteaba la tercera posición frente a los dos bloques del poder, el estadounidense y el stalinismo ruso.
“El estado social del país era miserable. Había peones que ganaban 12 pesos por mes…. el país era un país ocupado, una colonia del imperialismo británico y todos los servicios eran también británicos”. Desde estas palabras, el entonces coronel Perón creó la Secretaria de Trabajo y Previsión de la Nación en noviembre de 1943. El trípode de esa creación, fue el “elefante olvidado” que era el Departamento Nacional del Trabajo impulsado por el entonces ministro Joaquín González a instancias de una detallada labor, en 1904, del abogado y médico Juan Bialet Massé, fundamental en el relevo de las condiciones laborales de de los obreros por esos convulsionados tiempos, y los incipientes sindicatos
Desde el contacto con los trabajadores, Perón impulsa avanzadas reformas en la legislación laboral, como el Estatuto del Peón, salario mínimo y mejores condiciones de alimentación, vivienda y trabajo; seguro social y jubilación que benefició a 2 millones de personas; aguinaldo y mejoras salariales para todos los trabajadores; se reconoce a los gremios como asociaciones profesionales; años después, por primera vez en el mundo, nacen los contratos colectivos de trabajo y la creación de los juzgados del Trabajo a cuyos primeros magistrados, no quisieron tomar juramento los entonces integrantes miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que avaló el primer golpe de Estado, como fue el de septiembre de 1930 al radical Hipólito Yrigoyen.
“Muchas veces he asistido a reuniones con trabajadores, pero esta vez sentiré un verdadero orgullo de argentino, porque interpreto este movimiento colectivo como el renacimiento de una conciencia de los trabajadores que es lo único que puede hacer grande e inmortal la Patria…(..) ¡Únanse…! Sean hoy más hermanos que nunca… sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse la unidad de todos los argentinos…“, sentencia Perón en la noche de aquel 17 de octubre desde la Casa Rosada
Ese emblemático día, continua siendo un eco, una melodía en la dicotomía proyecto de nación o continuar a ser una colonia. Desde 1809, cuando se radicaron los primeros comerciantes ingleses y especialmente después, con el empréstito Baring Brothers de 1824, la Argentina pasó a vivir un período de país semicolonial. Tras ese octubre de 1945, el país se liberó de la preponderancia inglesa e incluso de la norteamericana con su embajador Braden. Cualquier coincidencia ochenta años después no es pura coincidencia.
*Abogado y periodista














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