Por Fernando Gómez *
La dignidad está en no rendirse al caos (La mujer del médico*)
Hay tiempos en que asomar la mirada al mundo se transforma en un actividad peligrosa.
Este editorial va tomando forma mientras Israel e Irán intercambian ataques aéreos en la séptima jornada de una escalada nacida el 13 de junio, fecha en que Netanyahu, en su infinita barbarie, decidió profundizar su actividad criminal en Asia Occidental o Medio Oriente, según el gusto de quien señale el mapa, con un ataque sobre Teherán al que calificó como “preventivo”.
En paralelo a ese intercambio de misiles, las imágenes de las decenas de niños asesinados hace algunas horas por Israel en Gaza comienzan a circular en los medios de occidente.
55.160 palestinos asesinados, entre ellos 17.000 niños, contabiliza la CNN desde el 7 de octubre de 2023. La alemana DW eleva el número a 55.700, un poco más cerca de la cuenta que realiza la inglesa BBC. Los medios occidentales han decidido narrar un genocidio, llamándolo conflicto y asignar responsabilidades compartidas en las consecuencias del exterminio de los gazatíes, conforme le impone el relato sionista.
Nada de lo que ocurre en ese rincón del mundo se explica sencillo, ni atiende exclusivamente a la dinámica histórica, cultural, religiosa, geopolítica o económica de los actores en contienda. Hay algo más grande ocurriendo en este mundo que permite contextualizar tanta guerra desangrando este tiempo histórico.
En el plano corto, con toda evidencia, hay un sistema internacional diseñado por un polo de poder cuya hegemonía se agotó. Ese mito al que sus aduladores llaman occidente, su forma de producir la arrogancia del dogma individualista y el supremacismo, está empezando a contar hacia atrás sus años de prepotencia impune.
El distópico Estados Unidos en el que se suceden crisis, represiones, detenciones masivas y más crisis sobreviviniente en medio de la impotencia económica del MAGA proclamado por Trump; al que acude sin pronta respuesta el gobierno sionista de Netanyahu; y con el que pelea sin horizonte propio una Europa decadente, envejecida y con crisis intestinas en cada uno de sus componentes; es el reflejo que nos devuelve un examen generoso de un polo de poder que se sintió inmune en su hegemonía durante los últimos ochenta años y se empezó a caer a pedazos.
Del otro lado, sin pretensión de antagonismos, hay polos de poder que defienden su protagonismo, su integridad y su sentido histórico. En la reivindicación de una multipolaridad evidente, contradictoria con el binarismo de ese occidente que se autoproclama bueno e identifica como malo a todo lo que desafía su prepotencia hegemónica, se está gestando una nueva manera de organizar este mundo.
Estamos en el momento doloroso del nacimiento de un nuevo tiempo. En el que conviven amenazas y oportunidades. Un tiempo valioso para pensar desde este rincón del mundo, desde la humilde nuestramérica que habitamos orgullosos, una forma de producir articulación y poder para tener una palabra firme en esta catastrófica producción de historia que nos atraganta de caos y angustia cada vez que asomamos la mirada al mundo.
Úrsula Iguarán, esposa de José Arcadio Buendía, es un personaje determinante de aquellos cien años de soledad que nos regalara Gabriel García Márquez. Con una centuria de experiencia acumulada sobre sus espaldas, una Úrsula ya ciega, logra vencer sus límites asumiendo los desafíos que le presentaba el tiempo: “Mientras los demás jugaban al olvido, ella seguía luchando… comprendió que el verdadero enemigo era el tiempo que se le escapaba”.
Nuestra Patria, la chica y la grande, atraviesan momentos aciagos. Atragantados por el consumo de propaganda que alimenta las virtudes de un mundo que ha dejado de existir, que elogia los valores de una libertad que no gozan otros que aquellos que acumulan riqueza y poder; que vanagloria un sistema de gobierno y organización institucional que perdió hasta el título de democrático.
Un tiempo de asfixia intelectual, de mediocridad en la producción política y peligrosa banalización del espectáculo de la crueldad que ejercen una élite carente del más elemental atributo ético y moral para aportarle a su especie.
Tiempo de oscuridad que bloquea la mirada sobre el mundo y la producción de su propia historia. Aún peor, oscuridad que envuelve en la ceguera el diseño de un futuro que se está poniendo en crisis y tensión en estos tiempos convulsos.
Agonismos y agonías
“Israel está salvando la cultura occidental” dijo el imbécil de Javier Milei en una entrevista con uno de los activos de propaganda que naturaliza los traumas mentales del tipo que han colocado en la presidencia para catalizar las consecuencias del tiempo horrible que están gestando en nuestro país.
En medio de un genocidio inocultable, el personaje ubicado al frente del Poder Ejecutivo sostuvo “Yo soy un aliado de Israel” y “quiero ponderar la forma, la hidalguía y el honor con el que pelea Israel”. Agregó, atravesado por la confusión de la propaganda norteamericana que “los valores judeo cristianos son la base del capitalismo”.
Con idéntico atraso intelectual, pero con el sentido de ser un emergente de los derivados de la inversión ética calvinista/protestante que gobierna los Estados Unidos, en forma reciente el senador republicano Ted Cruz, sostuvo que “¿De dónde viene mi apoyo a Israel? Número uno, porque bíblicamente se nos ordena apoyar a Israel” y agregó como fundamento político: “Crecí en la escuela dominical y me enseñaron que los que bendicen a Israel serán bendecidos, y los que lo maldicen serán malditos”.
El oscurantismo protestante que exporta Estados Unidos, elogioso y disciplinado del sionismo, se pretende erigir como el conjunto de “valores de occidente” que operan como principio y fin de la explicación de una disputa geopolítica que exige debates profundos en éste rincón del planeta.
En tiempos en que la segunda guerra mundial abría paso a una nueva forma de organizar el mundo, nuestra Patria, el sentido de nuestro nacionalismo y las urgencias populares gestadas en tiempos de infamia, hicieron parir al peronismo y una forma de producción política que ponía la felicidad de nuestro pueblo y la grandeza de nuestra nación en el centro de los objetivos estratégicos.
Una forma de ver el mundo desde nuestros propios zapatos, una forma de reivindicar la dignidad desde el paradigma de la Justicia Social, una forma de enfrentar a las minorías desde una mayoría convocada a una épica.
Y un mito fundante, aquel 17 de octubre de 1945, nacido desde la respuesta de un subsuelo de la Patria que se sublevaba ante el encarcelamiento del catalizador de aquel momento histórico, Juan Domingo Perón.
Hay tiempos en que asomar la mirada al mundo se transforma en un actividad peligrosa, decíamos al comenzar a dar los primeros pasos de este editorial. Peligrosa, pero necesaria. Indispensable, si además le sumamos el tiempo de oportunidades que nos ofrece la dinámica de nuestra coyuntura.
La prisión que sufre actualmente Cristina Fernández de Kirchner, culminación de una revancha que pretende aleccionar y amenazar a las representaciones políticas en nuestro país, debiera ser una oportunidad para acumular poder, encauzar debates con perspectiva de futuro y romper con la inercia que acompaña la apatía política que caracteriza este tiempo de ocaso de la democracia liberal.
No alcanza con la nostalgia que explica el cariño de aquellos que atestiguan las conquistas acontecidas hace más de una década. “Una comunidad no vive de nostalgias, en especial cuando su memoria es adormecida por mil medios” nos enseña Enrique Martínez.
No alcanza con la catarsis sobre los personajes inimaginables que acompañan al circo de subnormales que acompañan al presidente, ni atribuirles una autoridad de la que carecen o la responsabilidad por actos de los que sólo ofician de catalizadores. Es tiempo de análisis, de diagnóstico profundo sobre la extranjerización de nuestra economía, sobre la hegemonía de los grupos económicos sobre el desarrollo nacional y de la parasitación de los especuladores sobre nuestra riqueza futura.
Este tiempo de emergencias, nos impone la urgencia de pensar la refundación de nuestra Patria, la gestación de una nueva independencia. Obliga a la militancia a pensar un sistema que reemplace a la institucionalidad viciada que caracteriza la actual democracia liberal, algo que el mundo viene procesando sin temores ni subordinaciones.
Hay que recuperar los genuinos orígenes de un peronismo que se pensó como movimiento nacional para enfrentar el destino colonial que las potencias emergentes de ese tiempo diseñaban para nuestra Patria.
Pensarse como una minoría que acumula fortaleza en la medida que yuxtapone legisladores y representaciones institucionales, o hablando sencillo, ponerse a discutir los cargos; pensarse como un fuerza política indignada ante las absurdas condiciones de la prisión domiciliaria impuesta a Cristina y fabricar respuestas creativas para la construcción de una escenografía simpática que simule resistencia; nos ubica en el camino antagónico al que hay que emprender.
Aún peor, emparentan esas acciones a la pretensión de presentarse como alternativa institucional, moderada y vaciada ideológicamente, que discuta las formas de una crisis inevitable que se gesta en el horizonte de este programa de miseria.
La mujer del médico miró por la ventana. Abajo, en la calle, un niño ciego alzó el rostro hacia el sol y gritó: “¡Veo luz!”. La suciedad y la podredumbre seguían allí, pero la luz ganaba la batalla. *
* Ensayo sobre la ceguera. José Saramago
(*) Editor de InfoNativa. Vicepresidente de la Federación de Diarios y Comunicadores de la República Argentina (FADICCRA). Ex Director de la Revista Oveja Negra. Militante peronista. Abogado.
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