Por Fernando Gómez *
Argentina está naturalizando más estupidez de la que era imaginable que se podría procesar. Javier Milei, ocupando los atributos presidenciales sin estar en efectivo ejercicio del gobierno, es un ejemplo nítido de la capacidad de elongación que tiene una democracia fabricada en el extranjero y para la cual, con toda evidencia, Estados Unidos ha dejado de fabricar el paquete de actualización.
Un combo explosivo de estupidez, deshumanización y vulgarización de la estética política hacen cada vez más distópico un presente que circula a una velocidad infinitamente más rápida de lo que es factible procesar una reflexión crítica sobre los acontecimientos.
Sin ir más lejos, la vidriera electoral porteña nos exhibe niveles de ausentismo históricos y convalida la baja participación registrada en procesos electorales provinciales anteriores, y lejos de detenerse a pensar el enorme vacío a significar políticamente que importa un pueblo agotado de elegir representaciones vacías, la producción política que se ofrece como masiva comienza a mover sus aspiraciones individuales de cara a la siguiente contienda electoral.
Una fuerza gobernante convalidada por el 16% de porteños llamados a votar, es dotada de un relato de fortaleza asignado por el poder económico que pasea a funcionarios que ejecutan decisiones ajenas por los medios de comunicación y paneles de lobby empresarial de variada representación.
En la semana de mayo, la cámara de comercio de Estados Unidos en Argentina (AmCham) decidió exhibir a Javier Milei como orador principal de su encuentro para la planificación del saqueo de la Argentina. En un discurso donde expuso aspectos marginales de teoría económica y argumentó sobre los datos económicos que sólo habitan su afiebrada imaginación, el personaje impuesto en la presidencia, expresó la retórica colonialista que las empresas extranjeras necesitan escuchar: compren ahora “porque Argentina está baratísima y Argentina va a subir como pedo de buzo”.
Elogió honestamente el RIGI, señalando que una empresa minera de capitales británicos es la primera beneficiaria para la explotación de los recursos nacionales. Mencionó que si el Estado les pretende cobrar impuestos o regular el método de explotación y el giro de utilidades al extranjero, no sólo pueden accionar judicialmente, también pueden elegir donde hacerlo.
Les aseguró que la Argentina no le ofrecerá reparo alguno para el saqueo de sus recursos estratégicos y les garantizó que lo poco de integridad que pueda permanecer en el Estado estará al servicio de proteger su derecho de propiedad, haciendo mención directa a Patricia Bullrich y el paradojal ministro de defensa, Luis Petri.
La retórica colonial, además, fue complementada en la semana con el elogio sistemático a los miserables. Bajo el pretexto de realizar una reparación histórica a los que evadieron impuestos, lavaron activos o fugaron capitales, el trastornado relator de esta distopía devenido en presidente, reivindicó el lavado de activos proveniente de cualquier tipo de ilícito anterior.
En su relato, narcotraficante es el que vende droga solamente, no aquel que administra sus finanzas, aquellos que aseguran la ganancia y los que ponen a disposición mecanismos de legalización de sus activos. Ellos, en la cultura de época que pretende imponerse, son héroes que pudieron saltear las pretensiones del Estado Nación. Los que pagaron impuestos son los idiotas que padecen este tiempo.
Nubarrones de mayo para celebrar 215 años de aquella gesta revolucionaria de un 25. Una Argentina expuesta a niveles de colonialismo escandaloso, provincias condenadas a mendigar crédito en el extranjero para financiar su supervivencia, nuestra soberanía asediada en Tierra del Fuego por la ofensiva desatada para ponerla al servicio geopolítico de las potencias occidentales. Una democracia raquítica a la que se le cae el único atributo que la sostiene, la legitimidad de un sufragio que cada día convoca menos compatriotas.
Tiempos difíciles que, aún así, exigen debates urgentes.
Allá lejos y hace tiempo: una revolución
El 25 de mayo de 1810 las mujeres y los hombres que habitan este suelo fueron protagonistas de la gesta revolucionaria que marcara a fuego los destinos de nuestra historia. Con la vocación de sintetizar siglos de resistencia y años de organización popular, constituyeron una Junta que reflejara la unidad necesaria para vencer al Virrey.
No se trataba, tan solo, de deponer al delegado de la Real Hacienda. Se trataba de enterrar el modelo colonial impuesto por la metropoli extranjera. Se trataba de abandonar la dependencia política, dejando de recurrir a la Casa de Contratación y el Consejo de Indias. Se trataba, en definitiva, de sepultar aquel modelo que nos condenaba a ser un país proveedor de materias primas, receptores de manufacturas provenientes de otras latitudes. Se trataba de defender y organizar un Pueblo ansioso de construir un destino común de Patria.
Hace más de doscientos años que dos proyectos antagónicos de país vienen batallando a lo largo de nuestra historia. Y vaya que tiene actualidad poner la historia en perspectiva frente a los desafíos actuales, que no se reducen a dilemas monetarios o bimonetarios o, al menos, esos problemas son apenas aristas de las consecuencias de ser un país dependiente.
Si la modernidad líquida, sus versiones edulcoradas de la historia, no hubieran dejado atada en el pasado la palabra revolución, los 25 de Mayo serían una linda oportunidad para volver a pasar por la memoria colectiva aquella primera patriada del cabildo abierto, el sentido profundo de aquella revolución inconclusa gestada por Juan Domingo Perón y que sigue surcando la historia, la victoria del luche y vuelve con la asunción de Cámpora; y el momento en que el sacrificio de tanta militancia durante la resistencia al neoliberalismo y el 20 de diciembre de 2001, empezaba a repararse con la llegada de Néstor Kirchner.
Pero aquel que llena la mochila de su propia historia, le da sentido a sus convicciones, termina comprometido con el futuro. Quizás por eso, discutir en este tiempo acerca de la revolución sea objeto de censura por aquellos que ven en el negocio electoral un atajo que satisfaga sus propias expectativas. Los que consideran el pragmatismo como una etapa madura de la política y las convicciones ideológicas una desviación del infantilismo revolucionario.
Pero aún en tiempos oscuros, el apriete cotidiano sobre nuestra economía, la enajenación del patrimonio nacional, la ofensiva contra nuestras provincias para acelerar hacia proyectos de disolución nacional, las condiciones de subordinación del sistema político a los intereses de las potencias extranjeras y la injusticia social que atraviesa la cotidiana existencia de la enorme mayoría de los que pisan este suelo, exige pensar la salida de éste quilombo por el camino de la liberación nacional.
Aunque la clase política siga insistiendo en administrar la colonia, y edulcorar sus proyectos que apenas pretenden transformarla en próspera.
Nuestra Patria es mucho más que un pedazo de tierra cultivable, de subsuelo y cordillera explotable, de riqueza primarizada, con potencia para ofrecer sus productos para el provecho del mundo y un puñado de familias y para miseria de aquellos que la habitan. Nuestra Patria es la riqueza de su tierra, su subsuelo, pero fundamentalmente el sacrificio de sus trabajadoras y trabajadores.
Desde hace más de 200 años damos batalla por ese sentido histórico. Aquella gesta liberadora de mayo, que encuentra en San Martín su síntesis, que halló en Rosas al intérprete de un tiempo en que la soberanía y nuestra integridad federal se ponían en riesgo, se supera en aquellos años de felicidad para nuestro pueblo, durante los gobiernos del general Perón, que marcaron en forma indeleble los últimos setenta años de historia.
Por eso es importante el sentido histórico de lo que somos. De allí la enorme tarea de los patriotas de poner en disputa el territorio de nuestras convicciones.
Nuestra Patria es el destino común de su pueblo que sueña con ser feliz. Es tarea de patriotas poner cabeza y cuerpo en la construcción de un programa de liberación nacional que ponga fin a esta oscura noche que nos atraviesa.
(*) Editor de InfoNativa. Vicepresidente de la Federación de Diarios y Comunicadores de la República Argentina (FADICCRA). Ex Director de la Revista Oveja Negra. Militante peronista. Abogado.
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