Por Leonardo Martín
El miércoles pasado hubo un punto de inflexión en la habitual marcha de los jubilados que se realiza cada miércoles en las inmediaciones del Congreso. La participación de una decena de hinchas de Chacarita que fue a bancar a Juan Carlos, el jubilado que va todos los miércoles con la remera del club, logró catalizar algo que flotaba en el aire: la bronca por la situación que atraviesan los jubilados, por cómo los reprimen y por el hartazgo que muchos sienten frente a las políticas de este gobierno.
Desde el miércoles pasado comenzaron a convocaron para apoyar a los jubilados desde muchos clubes para luego sumarse organizaciones sociales y sindicales desafiando al protocolo de Patricia Bullrich que viene hostigando cada movilización y siendo particularmente cruel con los adultos mayores que reciben los palazos y el liquido corrosivo sobre sus rostros que arrojan los efectivos de las fuerzas de inseguridad.
Habrá que ver la representación posterior y efectiva de las convocatorias hechas desde los flyers de los diferentes equipos de fútbol, pero indudablemente hay algo que se movilizó y que parece funcionar como aglutinante del malestar en un período de peleas sindicales atomizadas y una política que parece estar jugando otro partido. La crisis de representación es muy evidente, con una clase política mayormente desenganchada de los problemas cotidianos de las mayorías y enfocada en cómo se van a definir las listas para las próximas elecciones.
Disgresión sobre el tema. Quien escribe estas notas, se dedica cotidianamente a las coberturas callejeras donde puede charlar informalmente con militantes y dirigentes. Una conclusión habitual, sintetizada, de esos diálogos es “Milei puede avanzar porque nosotros no estamos oponiendo fuerza, no le estamos proponiendo nada a la sociedad”. A eso sumar que la CGT después de una primera mitad del año donde encabezó la lucha ha bajado el perfil, ha abierto canales de diálogo y no ha convocado a las instancias de debates internas anunciadas tras alguna reunión de Consejo Directivo. Vuela debajo del radar.
La situación de los jubilados es dramática. No venían bien, pero con Milei directamente entraron en zona de catástrofe. El grueso del ajuste sobre las finanzas del Estado recayó sobre los 7 millones de jubilados y pensionados que vieron como se recortaban aún más sus ingresos. Para peor, el PAMI dejó de cubrir medicamentos básicos e implementó complicados trámites para negar su entrega y como si fuera poco no ha sido renovada la moratoria previsional dejando a la intemperie a una gran cantidad de personas próximas a jubilarse y que en su gran mayoría no tiene los 30 de años de aportes necesarios ni les permite comprarlos.
A eso hay que sumar las provocaciones como el asado en la Quinta de Olivos para los diputados que acompañaron el veto de Milei a una fórmula de actualización de los haberes que permitía una módico aumento en los ingresos.
Para redondear, el puñado de jubilados autoconvocados que se acerca los miércoles al Congreso es reprimido y envuelto en violentos cordones policiales. En épocas donde se habla del goce de la crueldad, pegarle a los jubilados es una expresión muy clara de ello y un mensaje a la sociedad donde el gobierno parece querer afirmar que si le puede pegar a los jubilados no le va a temblar el pulso para reprimir la protesta frente a un deterioro social que avanza.
¿Por qué es especialmente significativo que desde el fútbol salga esta expresión? Porque es el deporte más popular y convocante, porque las canchas son un lugar importante del termómetro social y porque para el mundo del fútbol la idea de salir a bancar está muy presente. Esto no quiere decir que haya una multitud de hinchas acompañando a los jubilados, habrá que ver que ocurre el miércoles, pero es cierto que generó entusiasmo y que desde el mundo del fútbol y los hinchas no hubo voces que salieran a cruzar negativamente esas iniciativas.
Hasta ahora, había participación de algunas organizaciones políticas de izquierda y de un puñado de sindicatos que hacían presencia, pero en los últimos días se amplificó la convocatoria y muchas organizaciones dirán presente el miércoles. Se verá si Bullrich decide bajar el tono represivo ante una eventual masividad y un efecto cascada que genere más bronca o si continúa acelerando en la curva redoblando la represión.
En las últimas se han repetido las imágenes con más despidos de estales en ministerios y organismos del Estado, fábricas que entran en crisis, alimentos que siguen sin entregarse a los comedores comunitarios, pymes que cierran y con el Gobierno intentando consumar una nueva estafa al pueblo a partir del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional con megacrédito para la fuga y agudizar la dependencia acotando el margen de maniobra a partir de los condicionamientos de ese endeudamiento.
El miércoles habrá un buen termómetro del clima social y la respuesta del Gobierno en la única lucha que hoy parece empezar a generar algo parecido una síntesis entre diversos actores sociales.
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