Por Fernando Gómez *
Nuestra Patria reúne tradiciones alrededor de la reivindicación de la alegría colectiva. La celebración del carnaval refleja la grandeza de nuestra tierra y la riqueza de nuestra cultura.
En nuestro norte, el primer sábado de carnaval, se produce el desentierro del diablo. El “Pujillay” que otorga una licencia que dura ocho días inolvidables. Hasta que se entierra al pobre diablo.
Lejos de toda alegría, este sábado de feriado de carnaval, al pobre diablo de Javier Milei le toca cumplir con el ritual republicano de materializar la apertura de las sesiones legislativas. De noche y con un retrato controlado de la estética del acto, Javier Milei simulará estar en funciones de gobierno de un país ofrecido en sacrificio a la estrategia colonialista de los Estados Unidos.
Hace muy pocos días atrás, la representación diplomática argentina ante la ONU decidió abstenerse en una votación que perjudicaba los intereses políticos de Volodimir Zelenski, ese personaje televisivo devenido en autoridad política de Ucrania para satisfacción de los intereses norteamericanos y Europeos.
El mismo Zelensky que era invitado a la asunción del actual presidente argentino, al que Javier Milei le regalara un candelabro de Januka y se fundiera en un abrazo interminable. Ese mismo al que se le ofrecieron pertrechos y armamentos de los que carece la Argentina, sólo para mostrarse alineado con los intereses yanquis en el despliegue oriental de la OTAN, era destratado diplomáticamente por la Argentina.
No cambió la estrategia diplomática de nuestro país. Cambió la de Estados Unidos con el arribo de Trump al gobierno y con ello, naturalmente, se modificó la agenda de prioridades de los territorios que se consideran colonia.
Fácil es fingir sorpresa. Aún más fácil denunciar la contradicción de un personaje con las dificultades mentales que ostenta el presidente. Lo que es difícil para el sistema político, es reconocer hasta qué punto está infestado de colonialismo el funcionamiento político argentino y el grado de perversidad en la subordinación económica de nuestra Patria.
El viaje de las vacas
Como muestra lacerante de una economía de enclave colonial, bastante alejado de la atención que despertó el alcance internacional de la burda estafa desplegada por el atribulado mental en funciones presidenciales, el salvajismo económico desplegado por Sturzenegger alcanzó al negocio ganadero.
El gobierno nacional derogó el decreto 322/1973 que no permitía las exportaciones de ganado vacuno en pie con destino a faena para consumo.
La medida se contextualiza en un tiempo en que el Ministerio de Economía, a cargo del infame Toto Caputo, celebra el récord de exportación de carne vacuna y, al mismo tiempo, nuestro pueblo registra récord negativo de consumo del mismo bien. La decisión tomada acelerará esta tendencia. Los precios del mercado interno aumentarán, limitando el consumo. Los precios externos aumentarán y beneficiarán a las multinacionales que cartelizan el sector ganadero.
En el mientras tanto, se seguirá fagocitando todo destino de vida en comunidad, destrozándose una cadena de valor que nos hablaba de frigoríficos y curtiembres que vivía de la faena del ganado local, en nuestra propia tierra.
“El decreto de 1973 que prohibía la exportación de ganado en pie, argumentaba la necesidad de garantizar el abastecimiento de la población, es decir, carne abundante y barata para que esta proteína animal estuviera presente en alimentación de los hogares populares. Esto hoy ya no sucede, pero con la exportación de ganado en pie la situación se agravará aún más” destaca Guillermo Cieza para el portal Tramas.
Y agrega “en distintas oportunidades hemos hecho referencia a que el motivo principal del aumento de los precios de carne vacuna es que mientras la población del país se duplicó, el stock ganadero, que es de donde se extrae la faena anual, se mantuvo estable. Si las vacas son las mismas, alrededor de 55 millones de cabezas, por el solo efecto de que se duplicaron los consumidores quienes comían 84 kgs por año, ahora comen 42 kgs. Si precisamos los números, en realidad a fines de diciembre del año pasado, el stock bovino no es de 55 millones, sino de de 51,3 millones. Durante el primer año del gobierno de Milei se perdieron 1,5 millones de cabezas de ganado. Es cierto que hay una mayor eficiencia en el stocks, mayor porcentaje de preñez y destete, pero también es cierto que aumentó la exportación”.
“Los frigorificos reclamaron desde siempre poder exportar cueros crudos y ahora se encuentran que un delincuente autoriza exportar hacienda el pie. Tal vez no haya mejor foto de la desintegración comunitaria. Buscan el derecho a joder a otro y chocan contra la pared” destaca, por su parte, Enrique Martínez, cuestionando la falta de una política que integre proyecto nacional y producción popular en su agenda.
“Anotemos una nueva enseñanza general: desregular un sector, cuando dentro de la cadena hay un eslabón dominante no solo perjudica a los eslabones débiles sino a los consumidores. Ej: carne, yerba, leche, acero, aluminio, decenas más de casos” remata.
Números, fotos y amenazas
Hace unos pocos días Mercado Libre presentó sus balances ante la “Securities and Exchange Commission”, la comisión de valores de EEUU, y exhibió entre sus siderales ganancias que el Estado argentino, tierra en la que Galperín decidió no vivir por la asfixia fiscal que sufre, le concedió 250.000 millones de pesos en exenciones impositivas a una empresa que terceriza esfuerzos ajenos y multiplica negocios y rentabilidad ante cada operación que mediatiza.
Con horas de diferencia a la presentación de los balances, Toto Caputo brindó una entrevista anunciando que el bono otorgado por el Estado a los jubilados que perciben la mínima, seguirá anclado en 70.000 pesos por mes, sin actualización desde hace un año hasta la fecha. “Me encantaría que se pudiera ajustar” señaló, aunque advirtió que “no nos dan las cuentas”. “Si lo tenemos que aumentar, se lo tengo que sacar a alguien”, señaló con una impunidad de quien se sabe que presta funciones para una potencia extranjera en la administración de una colonia.
A las explicaciones del Ministro de Economía, se le suman los gases y palos del Ministerio de Seguridad para completar un cuadro que desnuda, además de la crueldad de los miserables, la cobardía que atraviesa en forma endémica a la dinámica popular de producción política, que no puede reunir una respuesta a la altura de nuestra historia, a tanta represión y ajuste sobre el bolsillo de nuestros viejos y nuestras viejas.
Un poco de los flagelos que nos atraviesan, se explica por la incapacidad política que habita al movimiento nacional para encontrar una brújula ideológica y un mapa político que nos saque de la repetición agotadora de la dinámica sufragista a la que condenó el liberalismo al sistema democrático.
Fotos y más fotos, sellos y más sellos. Nombres que se repiten y la mirada puesta en quien concentra los recursos institucionales para financiar un despliegue político. La semana de encuentro del PJ y de propuestas bonaerenses de ir derecho a algún futuro, terminaron por ilustrar que a la desertificación ideológica que atraviesa la producción política del peronismo, se le agrega la impotencia en clave de poder político.
Se acentúa con notable preocupación la exhibición de debilidad política, cuando un presidente débil y trastornado, se atreve a amenazar al gobierno de la provincia de Buenos Aires a ser intervenido federalmente, sin que la respuesta pueda superar el umbral de un twitazo picante o una conferencia de prensa para perseverar en la victimización y el denuncismo.
Argentina y su gente, no se merecen el tiempo que estamos viviendo. Y eso es mucho más importante que los sesudos análisis de una clase política que parece querer suturar sus críticas y autocríticas con fotos y más fotos de los mismos de siempre como propuesta de futuro o reivindicación del reconocimiento del pasado.
Momo en el recuerdo
La narración del pasado desnuda edad, destellos de nostalgia… pero también memoria.
Geloso era una marca de grabadores -y pensar que hablar de grabadores ya resulta viejo-. Un grabador a cinta. Con su Geloso en el morral y acompañado del fotógrafo Pablo Alonso, en 1966, Rodolfo Walsh llegó hasta la Provincia de Corrientes, allí donde las consecuencias de una grave inundación habían destrozado a las familias humildes. Allí también, donde se aprestaban otros tantos a celebrar el carnaval.
Una serie de crónicas indispensables fueron el producto de aquel viaje. Entre ellas, “Carnaval caté”. La crónica del carnaval correntino que terminó publicada en la Revista Panorama, una pieza necesaria para abordar el noble oficio del periodismo, tan sepultado debajo de la costra de operaciones y basura que producen los medios hegemónicos.
En “Carnaval caté”, Walsh se obliga a narrar las rivalidades de la comparsa de Copacabana, cuyos directivos provenían de la oligarquía local. Eran los caté, la “gente bien”. Y del otro lado, los emergentes de los sectores de la clase media nacida de profesionales y comerciantes urbanos enrolados en la comparsa “Ara Berá”. Y de manera magistral, Walsh incrusta en la crónica a los invisibles de la historia. Aquellas familias humildes “hombres vencidos, mujeres con resto de pánico en los ojos, chicos semidesnudos” que “miraban con asombro las comparsas” desde una “prudente distancia, en calles vecinas”.
Walsh nos explica que “sobre el fondo de la inundación, se celebra el carnaval más fastuoso del país”.
Radiografía de la desigualdad, una crónica que desnuda de manera lacerante el resultado de aquella certeza que muchas décadas después, desde el otro lado de la orilla -y también en tiempos de carnaval- nos llegara desde las rimas de Tabaré Cardozo. Sucede que aquí y allá “la miseria es culpa de los hombres miserables.”
Manojos de urgencias que se entreveran con la necesaria reivindicación de un motivo para la alegría. En carnaval, se celebra lo que se puede y no se suturan las miserias.
Adentro y afuera. En la celebración de los carnavales, reflejo de las consecuencias de un sistema económico o ajenos a la convocatoria a ser protagonistas de un futuro por el sistema político.
En Carnaval Cate, Rodolfo Walsh narraba sobre los de adentro y los de afuera que observaban el carnaval, y relataba que “fuera de las dos mil personas que colmaban las tribunas partidarias, la actitud del grueso del público era ambivalente. Estaban allí desde temprano, se apiñaban en las veredas, aplaudían, pero la fiesta se les escapaba. Eran espectadores del show, no partícipes de una alegría colectiva, como si estuvieran presenciando un partido de fútbol ente húngaros e italianos.”
Y aún así, es carnaval
Tiempo para reivindicar la alegría. Para reclamar la felicidad que por derecho y merecimiento colectivo nos corresponde.
A pesar de los horribles, y del tiempo de mierda.
Walsh remataba su crónica reseñando: “Contra un fondo de pobladas tribunas se deslizaba una triste murga de inundados, campesinos en ruinas, electores desengañados”. El versito decía:
Sobre la gran fiesta
de máscara y farsa
paseó su tristeza
la agraria comparsa.”
(*) Editor de InfoNativa. Vicepresidente de la Federación de Diarios y Comunicadores de la República Argentina (FADICCRA). Ex Director de la Revista Oveja Negra. Militante peronista. Abogado.
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