Por Rodolfo Pablo Treber *
En su primer año de gestión, Javier Milei ostentó un superávit comercial récord de casi 19,000 millones de dólares, impulsado fuertemente por el crecimiento de exportaciones primarias (granos y minerales) y la reducción de las importaciones totales como consecuencia de la brutal recesión interna. Al mismo tiempo, se emitió deuda en moneda extranjera, desde el BCRA, por 10,000 millones de dólares (bopreales y repo externo) y, mediante un feroz ajuste, se revirtió el déficit fiscal, alcanzando superávit en las cuentas primarias, de 1,7 billones de pesos al cierre del año.
Sin embargo, en el mismo período, las reservas internacionales solo avanzaron en 6,000 millones de dólares, la deuda bruta total pasó de 370,673 a 464,258 millones de dólares y se ejecutó una devaluación del 200% sobre la moneda local. En síntesis, a pesar del extraordinario ingreso de divisas, el superávit fiscal, el ajuste y libertinaje comercial, Argentina se encuentra significativamente más endeudada que el 10 de diciembre del 2023.
A pesar del extraordinario ingreso de divisas, el superávit fiscal, el ajuste y libertinaje comercial, Argentina se encuentra significativamente más endeudada que el 10 de diciembre del 2023.
Esto demuestra, una vez más, que la política de endeudamiento no busca revertir ningún problema económico, sino que, por el contrario, se trata de una herramienta para generar sometimiento político y dependencia financiera como, en paralelo, un instrumento a fin de financiar la fuga de capitales de las corporaciones y grupos financieros transnacionales que gobiernan en las sombras.
Tomando los datos anteriores, la cuenta es sencilla. Si existió un ingreso de dólares superior a 30,000 millones, tomando en cuenta las cuentas fiscales y comerciales ¿cómo las reservas aumentaron solo 6,000 millones? La respuesta también es simple: nos encontramos ante la fuga de capitales, el saqueo más grande de la historia argentina.
Cuando pasamos al punto del financiamiento del saqueo, los datos también son elocuentes. Durante el primer año de gobierno se crearon 4,6 millones de nuevos pobres, 2,1 millones indigentes y 500 mil desocupados. El ajuste fiscal total se explica en un 23,6% por ajuste de obra pública (empleo y desarrollo), 19,2% jubilaciones, 13,6% prestaciones sociales 13,2% subsidios al consumo, 13,1% salarios. Está claro que la enorme fuga de capitales, anteriormente marcada, se financia con el sufrimiento y empobrecimiento popular.
Así el gobierno de LLA, pisó el acelerador del modelo colonial extractivista, que rige en la Argentina desde 1976, dejando al desnudo sus verdaderos objetivos. Como nunca antes, quedó expuesto que el empobrecimiento local y el estrangulamiento del mercado interno no constituyen métodos para sanear la economía, sino que, por el contrario, solo se producen en función de aumentar la explotación de nuestros bienes comunes naturales y maximizar la fuga de capitales.
En estos días, ante la complicidad y el idiotismo permisivo de una dirigencia que se autoproclama nacional y popular, pero se encuentra más preocupada en mostrar al poder que pueden ser mejores administradores del mismo modelo de saqueo, se siguen extendiendo las raíces de la dependencia económica mediante mayor extranjerización de cada uno de los sectores de nuestro entramado productivo.
Mientras gran parte de la supuesta oposición cae en el juego distractivo de llevar adelante luchas sectoriales que, aunque válidas, sirven para ocultar el descalabro económico llevado adelante, se privatiza y extranjeriza IMPSA cuya labor estratégica es proveer de insumos y equipamiento integrales para la industria energética.
Mientras la supuesta oposición sigue en el sendero de la victimización y la confrontación judicial (poder ajeno a cualquier lógica que involucre intereses populares), vemos cómo la administración de la principal arteria comercial de nuestro país se dirime entre dos empresas belgas (Deme y Jan De Nul) que responden a los intereses norteamericanos en la región y no tienen más objetivos que saquear las riquezas de nuestro suelo.
Mientras aquellos que hace décadas viven beneficiados por los cargos políticos, salarios y prebendas que reparte la democracia demoliberal, buscan métodos para sostenerla poniendo el armado electoral por encima de cualquier cosa, el gobierno negocia con el FMI un nuevo tubo de oxígeno artificial que le dará vida a su continuidad mientras que magnifica la dependencia económica.
Mientras el modelo de saqueo se extiende al calor de “inversiones extranjeras” que vienen a destruir nuestra casa común y vaciarla en forma de extracción de minerales y combustibles, la supuesta oposición está en otra.
La consigna es: Patria industrializada o colonia dependiente
Al modelo de saqueo que gobierna nuestro suelo, debemos oponerle un proyecto de industrialización y desarrollo que tenga como objetivos recuperar la soberanía nacional, alcanzar la independencia económica y conquistar la justicia social.
En principio, resulta indispensable un proceso de industrialización por sustitución de importaciones para recuperar la producción nacional que fue destruida por la incesante apertura comercial. El control del comercio exterior es indispensable para esto y requiere órdenes directas del Estado Nacional. Aduana privada, empresarios importadores, oligarquía transnacional y sus cipayos socios locales nunca lo hicieron, ni lo harán, por sí solos.
Recuperar la soberanía política (decidir qué entra y sale de nuestro territorio) es el primer paso para lograr la independencia económica (producir lo que hoy importamos del extranjero) y alcanzar la anhelada justicia social (trabajo de calidad para todos los argentinos).
El crecimiento de nuestra industria y producción es el factor determinante para independizarnos de los factores externos que generan dependencia política y económica.
Militar y encarnar un proyecto político que ponga al trabajo como centro es mucho más que la respuesta soberana y económica que nuestra Patria necesita. Porque lo que el trabajo representa, supera ampliamente la meta de ser la herramienta para satisfacer nuestras necesidades básicas. Es el pilar del desarrollo del individuo, la familia y la comunidad toda. Sin la organización de la comunidad en base al trabajo, sucede lo que ocurre a partir de la década del 90: la organiza el paradigma de la desocupación. Desigualdad, delincuencia, adicciones, violencia en general, son hijos horribles pero genuinos de la desocupación. Por ende, tampoco hay desarrollo suficiente de la persona si permanece subordinada a la ayuda social.
Hay que planificar la demanda política de nuestro Pueblo y las fuentes de trabajo que la satisfagan mediante un proyecto de industrialización nacional.
Unirnos detrás de proyectos concretos, con consignas claras y contundentes que nos permitan salir por arriba de este laberinto colonial, es lo que nos permitirá construir la organización política popular para dar la batalla urgente por la liberación nacional.
(*) Analista económico , dirigente del Encuentro Patriótico.
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