Por Gabriel Fernández *
Todo demagogia y mentira. Aseveraciones contundentes, sin sustento. El riesgo está en admitir el disparatado diagnóstico de Javier Milei y polemizar sobre tiempo e intensidad de las medidas planteadas. Es imprescindible rechazar todo todo el discurso. Y todas las medidas que surgen de ese infame cuadro de situación asentado en patrañas. Para empezar, el dislate de indicar que la Argentina está en el momento más crítico de su historia.
Milei recibió un mercado interno en expansión, una base energética sólida, un aparato productivo en crecimiento, con numerosas empresas en desarrollo. También un vínculo internacional que garantizaba inversiones y comercio en buenas condiciones, así como capitalización sin premisas leoninas. Lo que el país necesitaba era mejora en los ingresos y más dinámica en la circulación local.
En línea con el Plan Prebisch, el presidente mintió al señalar que la gravedad de la situación resulta incomparable. Y volvió a hacerlo varias veces al indicar que durante un siglo el populismo hundió la nación, cuando en los períodos cuestionados se lograron los indicadores de crecimiento más altos de la historia. Empezando por el decenio 1945 – 1955, que cataloga como eje de la presunta catástrofe nacional.
La demagogia
Todos los planteos liberales se circunscriben a lo malo que resulta que la gente gane plata. El discurso de Milei explicó por qué eso es inmoral. Desde un aumento salarial a un programa de asistencia social. Ni Milei ni sus aplaudidores consideran inadecuado que los grandes empresarios acumulen fortunas extremas. Eso les parece bien, es parte del juego. Aunque no inviertan ni produzcan. Así, fingiendo ahorro, trasladan recursos de un sector social al otro.
La demagogia arreció en el Congreso. La base del argumento fue que el Estado no puede gastar más de lo que existe, cuando lo que existe es generado por la sociedad y posee un volumen infinitamente superior a lo que se invierte. Todas macanas. Macanas previas a la Revolución Francesa, no sólo a nuestro 17 de Octubre: si no hay salario para un legislador, no hay legisladores surgidos de las capas populares. Solo pueden hacer política quienes cuentan con una base económica sólida.
Ese es el ideal. Zapatero a tus zapatos. Las corporaciones dirigen, los trabajadores trabajan. O padecen el desempleo sin chistar. Se emiten mensajes dignos: hay que aguantar para estar mejor. No se dijo que mientras más dinero tiene el pueblo en sus bolsillos, más crece la nación en su conjunto. Invirtió los términos. Sostuvo que, si las personas ganan poco y el Estado invierte nada, el futuro será venturoso. Ocultó la verdad: así, no hay futuro.
Las bases
El presidente -sus medios, sus redes- toma el sentido común de quien galguea y dice ¿sabés lo que gana fulano? y así promueve la indignación, sin apuntar lo que gana su espacio. Y si en algún momento salta la liebre y esas cifras trascienden, el sentido se relativiza y se empieza a hablar de inversiones privadas. Esas, que nunca llegan. La demagogia se extiende. La vecina comenta lo que se gasta en “sostener piqueteros”; el vecino añade “hay que mandarlos a trabajar”. Ninguno percibe que los muchachos piden un trabajo en blanco con un sueldo adecuado.
La idea de sacrificarse para estar mejor surge de inyectar culpa por haber logrado un buen pasar en momentos previos. Hay que pagar la fiesta. Cobrar todos los meses, adquirir lo esencial, disfrutar vacaciones, regalar a los pibes, comprar remedios, viajar sin sacar cuentas de escándalo, acercarse a un espectáculo, hacer una salida semanal en el bodegón del barrio, tener un atado de cigarrillos, esa es la fiesta.
Enseguida aparece alguno que dice hay que aguantar, vamos a salir adelante.
Si. Adelante de un camión con acoplado a toda velocidad.
En tanto, los miembros del gabinete reparten los ahorros nacionales entre sus empresas y las firmas amigas, y se aprestan a entregar recursos naturales a las compañías listas para untarlos. Dicen no hay plata, toman la plata y deprimen el mercado local al punto de paralizar el comercio y la producción. Los medios recuerdan ¿saben lo que gana mengano? y los ciudadanos subrayan pero como va a salir adelante un país con estos políticos.
(Esa propaganda liberal se ha instalado. Al menos en el país visible, lo cual abre un debate bien interesante. Según algunas encuestas, la mayor parte de la población tiene mala imagen de sindicalistas, políticos y referentes sociales. Para el empresariado parasitario que gobierna y acumula, a costa de la destrucción nacional, la condena es escasa. Ahí se apoyó este discurso. Cierto que los sondeos son orientados para obtener determinados resultados, pero sabemos que algo de eso late al interior de una sociedad que parece hablar todo el tiempo para los móviles de la tele).
Los ejes
Sin política, sin gremios y sin contención de base, la población está desprotegida. Ese es el objetivo. La campaña por el desamparo siempre aparece entornada por pajarones que acompañan a diestra y siniestra: Lo que pasa es que son todos corruptos, lo que pasa es que son unos burócratas, lo que pasa es que lucran con la pobreza; está bien la motosierra, así esos dejan de vivir de arriba, dejan de usar a los pobres. El coro completa la tarea de disgregación social.
La Argentina, al momento de las elecciones, estaba en el punto exacto -nacional e internacionalmente- para una expansión productiva asentada en la base energética y el crecimiento del mercado local. Resultaba imprescindible alzar los ingresos y recibir inversiones. Hasta había aparecido un multipolar que ofrecía recursos para empezar a resolver la falta de divisas. En una suerte de autoflagelación significativa, se resolvió girar y hacer exactamente lo contrario que la hora exigía.
No hay un solo responsable de esa desgraciada reorientación. Pero seguro que uno de los factores que influyó en la misma es la absorción de esa miserable demagogia construida por personas que no trabajan y le dicen a los que trabajan que no quieren trabajar. Si una buena parte de nuestra gente no hubiera aprehendido semejantes disparates, otra sería la situación y otro el rumbo adoptado.
El debilitamiento y la demonización del Estado implican la disolución de la nación.
La ausencia de Pensamiento Nacional se palpa en el diálogo cotidiano, se vive en las aulas, se padece en las redes, se sufre hasta en los medios cercanos.
El resultado, es un gobierno de esta naturaleza.
Las palabras de Milei ofenden la historia argentina. El Congreso Nacional vivió, este viernes, una de las jornadas más oscuras de su derrotero.
*Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
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