Por Úrsula Asta
Las elecciones primarias nacionales de la Argentina dieron un cachetazo a todo el cálculo político de lo que llaman la “superestructura”. Hace tiempo se advierte que no hay decisiones políticas que puedan enamorar ni a la propia base política que se volcó a las urnas el 27 de octubre de 2019 para sellar con su voto el contrato de aquel 9 de diciembre de 2015, en el que una Plaza de Mayo repleta afirmó “vamos a volver”.
Pues, finalmente no se volvió. Ganar una elección no alcanzó para recuperar aquel sentido de lo vivido en los primeros años del siglo que nos toca vivir, que la memoria convoca cada tanto con cierta nostalgia y con las aspiraciones coyunturales de transformación disueltas.
El pueblo argentino, que decidió en las elecciones del 2021 dar la espalda al proyecto político que había votado en 2019, en las PASO 2023 dio un batacazo. Sin obviar lo desgraciado de la situación, esta fue una muestra de sensatez y claridad política sin igual, no por lo que se votó mayoritariamente -trágica salida hacia lo reaccionario-, sino por lo que se decidió no votar y por cómo configuró un mapa político de hastío, bronca e insatisfacción dejando a cielo abierto la herida de un pueblo que no encuentra representación política.
Toda cuenta sobre hacia dónde fueron los votos el 13 de agosto evidencia que es una canallada naturalizar que más de la mitad del país no llega a tener un ingreso digno para darle de comer a su familia y que no encuentra perspectivas claras de un futuro mejor. Y eso nos deja a las puertas del abismo.
Una elección de quintos: uno por La Libertad Avanza, uno por Juntos por el Cambio, uno por Unión por la Patria y otros dos entre quienes votaron a otros, votaron en blanco o no fueron a votar. Se podrá decir, con justicia, que una parte de eso no participa históricamente: en las PASO de 2019 votó el 76,41 por ciento del electorado y en 2021 el 67,78. En esta ocasión la participación alcanzó el 69,62 por ciento. Aun así, la elección mostró una alta fragmentación. Y, de nuevo aun así, no todo está resuelto y hay condiciones de una contienda en segunda vuelta Milei-Massa que revierta esta elección.
Los números que obtuvo el candidato autodenominado libertario podrán leerse, entre otras reflexiones sobre procesos globales, como cosechas de heterogéneas realidades: ideológico, bronca y/o rebeldía que otros no pueden o no quieren imprimir.
La encrucijada sobre el devenir de la situación política argentina está más lejos de encontrar respuestas, acciones y caminos comunes de emancipación o transformación cuando impera la concepción de que el tiempo sólo admite esto que hay y entonces se abona la idea del deber de alinearse para correr a tropezones en los andariveles de la posibilidad y el chiquitaje mezquino entre uno y otro grupo. Y el pueblo dijo “no”.
Forzar los límites de una discusión franca en tiempos en los que pasamos de consensos de dudosa representatividad popular a consensos de casi nula representación popular, es la urgencia que debería habitar la acción, que es el hacer de la conciencia.
El campo popular atraviesa el problema de no poder discutir, representar y convocar a quienes deberían ser su propia base electoral. El balance sobre los cumplimientos del contrato electoral asumido en 2019 es algo que sólo hicieron los sectores por abajo, porque “la política” estuvo muy ocupada en publicar con fotos en redes las reuniones de gestión, discutir de a dos cómo se llenan las listas cada algunos años, distribuir pulseras de varios colores para cada acto cerrado; pero se olvidó de escuchar y hacer valer la promesa con la que había asumido.
La premisa “sólo el pueblo salvará al pueblo” aparece descarnada frente a los ojos de varias almas de nuestro pueblo que buscan sin rumbo claro vehiculizar instancias colectivas que permitan:
- torcer la elección -frente al candidato que promete privatizar todo lo que es nuestro y dolarizar la economía para dilapidar las perspectivas de supervivencia social y económica que existen-,
- redefinir en mediano o largo plazo un rumbo popular -que el candidato peronista no ofrece-
- y generar debate, participación y acción en defensa propia y para nutrir ese ideal de justicia.
La página del día siguiente de lo que dejó el proceso de resistencia al macrismo y la victoria en las urnas de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner muestra que la construcción política en base a una elección es importante pero no es suficiente, además de ello hay que ser capaces de profundizar los debates, tocar el nervio de la historia y avanzar, porque la paz desigual traerá –y así lo trajo- más temprano o más tarde, dolor social y disgregación popular.
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