Por Nehuén Gusmerotti *
Cada vez se hace más larga la espera por un nuevo disco de la Aplanadora del Rock argentino. 13 años han pasado del lanzamiento de Amapola del 66, la última producción de estudio del trío liderado por Ricardo Mollo y Diego Arnedo. Algún sencillo suelto por ahí, alguna reedición para calmar las ansias. El álbum nuevo no es siquiera mencionado en la cotidianeidad de uno de los grupos más queridos de nuestro rock. Lo cierto es que es bastante difícil superar la vara dejada por Amapola, un material que con los años solo mejora, con sus canciones ya ubicadas en el cancionero clásico del rock rioplatense.
A trece años de su publicación, es bueno repasar cómo se dio el desarrollo de este gran disco, que condensó las dos caras de Divididos de una forma sutil y fluida. La aplanadora del rock zeppeliana y poderosa, y la folclórica intimista y federal. En trece canciones la banda repartió la distorsión y los bombos legüeros. Esta tarea le llevó ocho años, durante ese tiempo de maduración pasaron muchas cosas en la vida interna de los ex Sumo. Por un lado, la partida de Jorge Araujo, reemplazado por Catriel Ciavarella. El ex MAM llegaba con una relación cercana al grupo desde hacia años, aunque por edad su ingreso a Divididos se postergó. Consumada su llegada al trío fue necesario afilar la máquina de la mejor manera posible, sobre los escenarios. El joven batero se curtió con sus nuevos compañeros en una avalancha de shows que terminaron de amalgamar el sonido de los tres músicos.
Por otro lado, finalmente el grupo pudo concretar un sueño de antaño. El estudio propio comenzó a construirse al mismo tiempo que Amapola. Paso a paso, sin apuro, creando un hogar, una sala de juegos, un laboratorio musical. La Calandria llevó sus años, pero creció junto a Amapola y dio cobijo a la búsqueda sonora para este primer disco de la Aplanadora. Por si fuera poco, Divididos había logrado después de toda una vida liberarse del yugo de una discográfica. Esto le permitió al grupo trabajar sin apuros ni fechas límite en cada una de las canciones. En su nuevo hogar experimentaban, buscaban, jugaban. Las canciones iban tomando color sin urgencias. Lejos de la realidad que dio a luz al recordado Otro le travaladna (1995).
Haber concretado su liberación discográfica y meterse en su propio estudio a grabar hasta los ensayos dio a Divididos un arsenal de material y el tiempo para hacerlo. Todo el disco está producido por el trío, con la colaboración de Jorge “Killing” Castro, histórico manager y amigo del grupo. Otra de las partes fundamentales para encontrar esa química única de Amapola fue Facundo Rodríguez. El técnico en sonido tuvo la difícil tarea de poder trasladar esa hermandad, esa magia que sucedía cuando la banda ensaya y zapa en su sala a los momentos de grabación y registro de las canciones.
Los temas de este disco están plagados de historias. Historias colectadas por la banda en años de caminos, de recitales, de viajes por todo nuestro país. Tuvo en su génesis la llegada de los nuevos tiempos y la reivindicación de un pasado de sueños y de ingenuidad. Así se contraponen “Buscando un Ángel”, inspirada en el impacto de los celulares en la vida cotidiana y la tensión de la metrópolis, o “Muerto a Laburar”, como crítica al revival consumista de un artista luego de su muerte (podría tranquilamente aplicarse a la relación del mundo musical con Luca), con el que da nombre al disco, “Amapola del 66”. En este verdadero himno zeppeliano la banda vuelve a sus orígenes, a la ingenuidad y frescura de un movimiento naciente como era nuestro rock en esos años. Tanguito, Moris, los Beatniks son parte de esta obra maestra del trío.
Si hablamos de rocks viscerales, “Mantecoso” explota toda la potencia distorsiva del grupo. Con un solo improvisado por Mollo mientras esperaba su turno de grabación (en nuestra imaginación quedará saber como hubiera sido el tema con el cover de “Chunga’s Revenge” que Mollo tenía en mente para el solo). La letra del tema está dedicada a un chofer de micro que les planteó la posibilidad de dejar equipo fuera del viaje porque le reducía la maniobrabilidad del vehículo.
Entre el puñado de temas folclóricos “La Flor Azul” es de los más bellos. Una chacarera de Mario Arnedo Gallo, padre de Diego Arnedo, y Antonio Rodríguez Villar. Una canción critica de la cerradez artística de los grupos clásicos. Además, un invitado de lujo, Peteco Carabajal en el violín. “Avanzando Retroceden” es un hito en sí misma, es la única canción de Divididos con voz exclusivamente del “Cóndor” Arnedo, fue una de las últimas en ser parte del disco. La mezcla de “Senderos”, “Jujuy” y la voz de Ricardo Vilca con el poema “Tilcara” son un viaje introspectivo profundo y meditativo para comprender los caminos a recorrer.
Trece años para Amapola del 66, la joya total de Divididos. Un disco tan completo y logrado que matiza la espera cada vez que se nos ocurre demandar un material nuevo a la Aplanadora. Otra prueba de la versatilidad y capacidad creativa de este trío argentino que mantiene el vivo aquel sueño del rock, aquella ingenuidad que hizo nacer nuestra propia interpretación del género rockero.
(*) Conductor de Resistiendo con Ideas (Lunes a viernes de 20 a 21 horas)
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