Por Úrsula Asta, desde San Pablo
El líder metalúrgico conducirá los destinos de Brasil por tercera vez. Le ganó al actual titular del Poder Ejecutivo, Bolsonaro, en una jornada histórica de balotaje, que lo ubica desde el 1 de enero del 2023 en la Presidencia de la mayor economía de América Latina y el principal socio regional de la Argentina.
Cuando el escrutinio del día domingo superaba el 98%, Luis Ignacio Lula Da Silva publicó en sus redes la foto de una bandera de Brasil con su mano y una sola palabra “democracia”, ¡vaya sentido retórico!: la dimensión del golpe de Estado del 2016 y su proscripción durante la última elección configuran un escenario que de “normalidad” no tiene nada.
En el búnker de Lula se festejó dos veces, cuando al 67,76% del escrutinio él se colocó por encima de Bolsonaro en el conteo y cuando faltando poco más de un punto y medio para llegar al 100%, la diferencia se hizo irreversible. En las calles, antes del cierre de los colegios electorales a las 17 horas, ya iniciaba la concentración en la Avenida Paulista donde se festejaba, bailaba y cantaba. Una cuadra calle abajo, una enorme cantidad de móviles de la Policía Militar también reunía su propia concentración.
En la contienda más polarizada desde la vuelta a la democracia (con las salvedades del caso que el periodo iniciado en 2016 impone), Lula obtuvo el 50,90%, 60.345.999 votos. Solo 2 millones 100 mil más que el actual mandatario, que obtuvo 49,10%, lo que equivale a 58.206.354 votos.
Bolsonaro es el primer caso de un presidente que no es elegido en su intento de reelección, aunque logró una remontada de votos importante en relación a la primera vuelta: creció 7 millones, mientras que Lula creció un poco más de 2 millones de votos.
La abstención, a diferencia de lo habitual, disminuyó en comparación al primer turno y pasó de 20,59% a 20,56%.
En un mapa de las unidades de la Federación (estados + Distrito Federal) Lula venció en 13 y Bolsonaro en 14. Los que más votaron a Lula fueron Piauí (76,9) y Bahía (72,1). En el caso del actual presidente, fueron Roraima (76,1) y Rondonia (70,7).
En las regiones, Da Silva mejoró su desempeño en el Nordeste, donde obtuvo 781.828 votos más que en la primera vuelta, que era uno de los objetivos políticos de esta campaña. Comparado a 2018, Bolsonaro tuvo menos votos en el Sudeste, que concentra los estados de mayor cantidad de electores.
En San Pablo se vivió una inmensa fiesta popular que se extendió hasta la madrugada del lunes. Con tintes de carnaval, las brasileñas y los brasileños allí reunidos bailaron, se abrazaron y lloraron. Había familias enteras y, con predominancia de jóvenes, todas las edades nutrieron la convocatoria de la esperada victoria de quien fuera dos veces presidente.
En su discurso en el hotel donde se esperaron los resultados, Lula enfatizó: “Nuestra lucha no comienza y no termina con las elecciones. Nuestra lucha por un país justo, en el que todos los brasileños puedan trabajar, estudiar, comer, será por el resto de nuestra vida”. “Brasil es mi causa, el pueblo es mi causa, y combatir la miseria es la razón por la que voy a vivir hasta el fin de mi vida”, afirmó.
“Me considero un ciudadano que tuvo un proceso de resurrección en la política brasileña. Porque trataron de enterrarme vivo, y estoy aquí para gobernar este país en una situación muy difícil, pero estoy seguro de que, con la ayuda del pueblo, vamos a encontrar una salida para que este país pueda vivir armónicamente, y podamos reestablecer la paz entre las familias, los divergentes”.
Ante un Brasil de voto dividido, el líder el Partido de los Trabajadores (PT) planteó, además: “No existen dos Brasil. Somos un solo país, un solo pueblo, una gran nación. A nadie le interesa vivir en una familia donde reina la discordia. Es hora de volver a unir a las familias, rehacer los lazos rotos por la propagación criminal del odio. A nadie le interesa vivir en un país dividido”.
En horas de la noche comenzaron a realizarse algunos bloqueos de calles por parte de sectores empresarios del transporte y del agronegocio con el objetivo político de cuestionar la elección. En la mañana del martes, el Supremo Tribunal Federal ratificó la decisión del ministro Alexande de Moraes de ordenar la liberación de las rutas. En caso de incumplimiento, se determinó una multa de 100 mil reales por hora, así como el apartamiento y prisión del director de la Policía Caminera Federal, Silvanei Vasques, por el crimen de desobediencia.
Hasta el final del lunes, fueron contabilizados 321 puntos de bloqueo. Por la mañana del martes, según la Policía Caminera al menos 246 puntos fueron desmantelados. Más allá del posicionamiento de esta institución, hubo casos en los que agentes de esa policía fueron filmados alentando y participando de esos bloqueos. El día de la elección, esa misma fuerza había protagonizado retenes policiales -sobre todo en la zona del Nordeste lulista-, que estaban prohibidos por el Tribunal Electoral. Hecho que implicó que los partidos de la campaña de Lula iniciaran acciones legales.
Sindicatos, movimientos sociales e instituciones brasileñas condenaron los cortes, que en algunos casos protagonizan un número pequeño de personas, pero que generan mucho malestar y, sobre todo, la gran atención de la prensa local e internacional. La Confederación de Trabajadores del Transporte condenó las protestas y acusó a empresarios del sector agropecuario de estar detrás de estas manifestaciones. El Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST) llamó a su militancia a manifestarse contra los cortes, aunque aclaró que eso no significaba alentar enfrentamientos. El Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Techo (MST) planteó que es momento de celebrar la victoria, iniciar la transición del gobierno y seguir denunciando el golpismo.
Jair Bolsonaro rompió el silencio después de 44 horas de confirmada su derrota. No saludó la victoria de Lula, pero dijo que va a seguir la Constitución y autorizó a su ministro a iniciar la transición, que de todas maneras ya había comenzado. Sobre las protestas en las carreteras dijo que son “fruto de la indignación y el sentimiento de injusticia de cómo se dieron las últimas elecciones” y afirmó que “las manifestaciones pacíficas serán bienvenidas, pero nuestros métodos no pueden ser los de la izquierda”.
Incluso sus gobernadores aliados ya habían proclamado respeto a los resultados de las urnas y algunos de ellos habían comunicado el pedido a sus fuerzas de seguridad de adoptar medidas necesarias para despejar las carreteras bloqueadas. En este contexto, la actitud de silencio amenazante de Bolsonaro se había tornado en las últimas horas en algo más parecido al aislamiento. Convalidada la elección tanto por la comunidad internacional como por parte las instituciones brasileñas, en el Distrito Federal (Brasilia) las reuniones de transición de gobierno ya estaban en curso.
Gerardo Alckmin, el vicepresidente electo, uno de los fundadores del Partido de la Social Democracia de Brasil (PSDB), hoy dentro del Partido Socialista (PSB), fue designado coordinador de la transición de Gobierno. Así lo anunció Gleisi Hoffmann, presidenta del PT, quien también confirmó que ella misma será parte del comité de transición, al igual que Aloizo Mercadante, uno de los coordinadores de la campaña y ex ministro de Educación de Lula.
Los nombres de quienes integrarán la transición institucional prevista por ley en Brasil serán confirmados este jueves, pero se adelantó que todos los partidos políticos del frente de gobierno de Lula tendrán participación. “Nuestra propuesta es ir para Brasilia ya, tener una reunión presencial con quien forma parte del gobierno actual que va a hacer la transición, para que podamos poner el equipo”, dijo Hoffmann, quien estuvo en contacto el lunes con Ciro Nogueira, actual jefe de la casa civil.
“Él me dijo que está a disposición con la determinación de instalar el proceso de transición”, aclaró la titular del PT y aseguró, además, que las personas que participarán de la transición no implica que luego sean los ministros o las ministras designadas, ya que esa discusión aún no fue abierta por el presidente electo.
La etapa que se abre será de profundos desafíos. Los pueblos de nuestra región han demostrado una movilizada resistencia frente a políticas antipopulares y han consagrado la llegada o la vuelta –según el caso- de gobiernos de corte popular, como ocurrió en Argentina, Colombia, Chile, Perú, Bolivia y felizmente ahora en Brasil. Aunque, nobleza obliga, en algunos casos las promesas no fueron correspondidas.
El tiempo que signa el futuro inmediato habrá de mirar no sólo lo que hay enfrente, que es una fuerza antidemocrática que ha logrado conquistar el voto de una enorme porción de trabajadoras y trabajadores, sino también lo que habrá de transitarse dentro de la propia alianza de gobierno brasileña.
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