Maxi Estigarribia, presidente de la Asociación Combatientes de Malvinas de Avellaneda, habló en Radio Gráfica de su experiencia como auxiliar de enfermería en el Buque Hospital Ara Almirante Irízar durante la Guerra de Malvinas.
Lucas Molinari: ¿Qué sensación tenés de esa marcha que hicimos juntos a Lago Escondido por la soberanía? ¿Por qué para ustedes fue importante estar ahí?
ME: La verdad soy sincero, desconocía. Si bien escuché de oído, pero tocó vivirlo en el presente en ese momento y desconocía el poder que tiene Lewis. No podía creer que son tierras argentinas y el tipo usurpa. Se entiende que la gente del pueblo, por seguridad, no querían hablar porque decían “ustedes se van y yo quedo”. De alguna manera él paga el sueldo de toda esa gente y no pueden hablar.
LM: Es una foto de la dependencia.
ME: Me sentía integrado al grupo junto a Miguel Ángel, que es combatiente de Malvinas, y no podía creer que queríamos entrar a tierras argentinas, pero la policía se ponía de frente o nos seguían con los drones. No estaba consciente del poder que tiene este hombre. Más cuando el Lago Escondido era público y hoy en día lo tiene en el fondo de la casa de este hombre.
LM: Impide que el pueblo argentino pueda acceder a ese espacio hermoso. No pudimos llegar, pero algún día llegaremos.
ME: Como riéndose en la cara porque el camino atraviesa la casa de él. Como diciendo “yo hago lo que quiero”. Más me costaba entender el poder que tiene esta gente.
LM: ¿Cómo estás viviendo estos 40 años de Malvinas?
ME: Si bien todos los años son muy particulares, muy especiales, este año a veces le digo que por qué recordamos, o conmemoramos los 40 años. Quizás, es una forma de pensar, pero al final compartimos los pensamientos. Nosotros decimos, no quiero ser extremista, con esto, pero tenemos 60 años, diez años más de utilidad. Estamos hablando de que podemos combatirla diez años más. Hay cosas que ya dejamos por la edad, las enfermedades que llevamos a cuesta.
Bienvenido el gobierno de turno que puso mucho hincapié en los 40 aniversario. Eso también hizo que, nosotros que hacemos reuniones como institución y uno tiene una idea y la apoyamos. Yo dije “por qué no, en el 40 aniversario, tener en nuestra institución una pared con camisetas de Avellaneda firmadas y que cada jugador ponga unas palabras de Malvinas”.
Lo que tengo, cada uno tiene una condición, pero soy perseverante. Sé que el tiempo es amigo mío. Hoy no lo quiero de mi amigo porque estoy envejeciendo. Pero gracias a que uno es sociable, conoce gente, llegué a Racing. La historia era tanto en la sede, como en la cancha, descubrir una placa recordatoria donde Racing, que ya lo había hecho, reconoció a sus socios de Racing, en este caso tendría que ser una placa federal.
Como hincha de River, me sentía orgulloso de que el club Racing descubriera una placa para todos los combatientes de Malvinas. Creo que lo entendieron por ahí. Hablé con el Secretario, la mandaron a hacer y lo único que tiene que decidir el presidente es si lo va a poner en la cancha o en la sede. Una de las propuestas era que sea a la vista porque también estaba la posibilidad de ponerlo en un salón vip donde lo veía solamente la gente vip.
LM: Para que lo vea el pueblo que va a la cancha.
ME: Esa era la intención. Aceptó. Y fui por Arsenal que tiene todas las mejores ondas de hacer la misma placa. En estos días nos van a traer la camiseta firmada por todos los jugadores. Ya tenemos la de Independiente pese a lo que pasó con los problemas internos de ellos. Tenemos un referente que pertenece ahí donde nos dio una camiseta firmada por todos los jugadores que ya la mandamos a enmarcar.
Si sale todo bien, se dan las condiciones, está la posibilidad de que diez combatientes de Malvinas de Avellaneda seamos socios honorarios. Eso es lo que nos propuso Independiente. El tiempo lo dirá porque todas las cosa que pasan ahí que desconocemos, pero la intención está. Para nosotros es un reconocimiento muy grande.
LM: El laburo que hacen ustedes como veteranos es permanente. No solamente para la cuestión Malvinas, sino también para la entidad que vos presidís. Hay un FINES, hay toda una tarea educativa que se hace en Sarandí.
ME: Por suerte se dieron todas las condiciones. Una inspectora de La Plata vio las instalaciones, tenemos baños hombre mujer, cocina, y adaptamos con pupitres que se usan en el secundario, que se usan en la actualidad y tenemos un pizarrón, no de tiza, que es mucho más cómodo para limpiar.
Se dieron todas las condiciones, se hizo un secundario de tres años y volvimos arrancar con el segundo cuatrimestre del primer año. Quién te habla es el referente. A mi me gusta. Me quejo, pero internamente me gusta.
LM: Es un laburo que hacemos con la Universidad de Avellaneda.
Juan Natalizio: Vayamos al ´82. ¿Cómo te encuentra a vos la guerra de Malvinas?
ME: Después de haber estado en el rompehielo Almirante Irízar como auxiliar de enfermería junto a 21 conscriptos. El primer golpe al corazón se lo puede decir, porque sentí que tenía mucha angustia en el continente porque se decía que ganábamos, que comíamos bien los soldados. Una vez en el helipuerto del buque, cuando el capitán dice con otras palabras más o menos lo del “cese de hostilidades”, pero mientras decía eso uno miraba hacia Puerto Argentino y el combate estaba todavía. Eso me costó creer.
Después a medida que iban subiendo los soldados el 14 al mediodía al buque y ahí me enteré, junto a toda la tripulación del buque, la verdadera historia. No era que estábamos ganando y que estábamos comiendo bien.
JN: ¿Vos trabajabas en el Irízar?
ME: El Irízar llegó dos o tres días antes en bahía que queda en diagonal a Puerto Argentino. Toda la tripulación, en el caso de nosotros, mirábamos el conflicto del 14 a través de un ojo de buey de la ventana del buque y no lo podíamos entender.
Mientras nosotros veíamos las balas trazantes, las luces de bengala, veíamos todo eso que ni en las películas se ve. Esa fue la realidad. No podíamos creer que mientras yo estaba mirando había gente quemoria del otro lado. Seres humanos, tanto como de un lado y del otro.
LM: Hay que recordar que el buque hospital que se montó sobre el Almirante Irízar llega el 12 de junio.
ME: Dos días antes.
LM: ¿No desembarcan ustedes?
ME: Creo que la intención del buque, después uno se entera, si es verdad o no, pero la intención era de bajar los enfermeros y hacer las primeras curaciones o ser parte de llevar traer la camillas de los heridos.
Cuando terminó el conflicto los ingleses dijeron o no permitieron que bajara la tripulación ni hacer auxilio. Tenían que venir los soldados.
LM: Recibieron a los soldados dentro del buque hospital. ¿Qué cantidad de soldados pudieron entrar? ¿Qué recuerdo tenés de aquel 14 de junio, y cuántos días fueron esos?
ME: Algo de 600 u 800 fue la primera. Dos veces fue el buque. La primera vez subieron todos los soldados que estaban muy jodidos. Después de haber estado en un combate subieron al buque y ese buque después zarpó. Se fue a Tierra del Fuego donde desembarcaron y volvieron otra vez a juntar a que vuelvan a subir el resto de la tropa que ahí después fuimos a Comodoro Rivadavia.
LM: ¿Vos estuviste en los dos viajes?
ME: Sí, toda la tripulación estuvo en los dos viajes.
LM: ¿Siempre como auxiliar de enfermería?
ME: Uno le puede poner un título, pero éramos como camilleros. El curso duró dos meses, pero hicimos un mes porque la Armada necesitaba gente de sanidad que tenga una idea, nosotros teníamos más idea que práctica. La práctica la aprendimos ahí.
Llegué como otros compañeros, y se entiende aquel que no lo hizo porque no quería. Son órdenes. El que hizo el servicio militar sabe que vos obedeces. Llevamos a bañar a soldados por la condición de ellos. Siempre era poca la comida del buque.
JN: Mencionas que vos habías ingresado como colimba y elegiste hacer la parte de enfermería. ¿Cómo fue eso? ¿Qué es lo que te despertó para esa especialización?
ME: Hice en la instrucción en la base aeronaval en Punta de Indio. Soy Clase 63. Era segunda tanda. Cuando estabas terminado la instrucción y entrando en el segundo mes, en ese momento, los cabos o mejor dicho la gente de Marina te daba oportunidad. En algún momento preguntaron por aquellos que querían aprender enfermería. Levanté la mano y así me sumé.
Consideraba que si eran catorce meses quería aprender algo que me sirva en la vida después. Siempre apuntando, a lo mejor, al inconsciente, pensando en que mis viejos iban a ser viejitos y tenía que saber poner una inyección. Creo que cuando tenía 18 años apunte a eso.
Gracias a Dios, o al destino, se dio que hoy tengo muchos amigos marineros, y llegas a lugares donde si bien soy una persona común, pero también al mismo tiempo especial. Vi todas esas cosas del horror. Siempre digo que nosotros estuvimos en la antesala del horror. Lo que vi ahí a veces lo podés contar, pero siempre es corto para las palabras. Esto es principio.
Yo he visto soldados que subieron al buque y en algún momento se subió uno al que me acerqué a él. Era del ejército. Era un soldado que estaba muy sucio después de haber venido de una guerra y se sospechaba que podía llegar a tener algo entre la campera cosa que no fue así. Después cada uno siguió en su actividad y el me dijo “te voy a dar algo, escondelo, pero no lo tires júramelo”. Ahí empecé a entender que no estaba bien de la cabeza por lo que él me decía.
La cosa es que lo que recibí fue un papel o un bulto. Lo guardé en la campera y seguimos. En ese momento me tocaba unos minutos de ir a dormir. Junto a mi compañero que murió hace poco, Ricardo Jaime y otros compañeros que lo vieron, me dirijo a la cama en un momento no tenía ganas de dormir y me dice “abrí ¿qué es esto?”. Le dije que no sabía que era. Estaba cansado.
Cuando abrí el papel me encuentro con una maderita. Es una maderita. Saque un envoltorio y me dice “no, fíjate”. Me fijé que era una maderita. Giré y la maderita, para mi es un trapo o era algo pegado. Me dice “no, fíjate bien”. Y ahí tiré la maderita y me di cuenta. Era una oreja. Estaba pegada a la madera. No puedo decir si estaba con chinche o alfileres, pero estaba pegada de alguna manera a una maderita como estos cajones de manzana.
Mi compañero fue testigo. Antes de morir le dije “volvé a decirme si es verdad lo que vi”. Me dijo que sí. O sea no es mi cabeza la que me mintió, que era un papel. No era un papel. Era eso.
No tomé conciencia hasta después de terminar el Servicio Militar y hacer la vida como cualquier ser humano en la sociedad. Me di cuenta hasta donde llegaba la locura. Igualmente no es la palabra, sino que me refiero hasta donde llegaba lo que dio ese soldado.
Después con el tiempo uno habla, tuve la suerte de que uno te invita en la radio y sale un soldado del ejército dice “yo me acuerdo”. Ahí relató que fue un compañero que cuando venían los ingleses y él, en algún momento, mataron al compañero y de la locura o furia le cortó una oreja a un ser humano. Es como que se llevó mi amigo, yo te llevo algo. Me lo dijo el soldado, pero no le presté atención. Traté de olvidarlo de mi cabeza. Quedé más tranquilo porque no me iban a creer, pensé que iban a decir que era una mentira. Ese hombre fue testigo de que un soldado le cortó algo a un inglés y lo tenía yo. La oreja era de un ser humano.
LM: Después de haber vivido toda esta experiencia tan fuerte, ¿cómo fue la vuelta? ¿Cómo fueron los primeros años? Porque relatan los veteranos que la vuelta fue muy difícil, porque empezó un proceso de desmalvinización.
ME: Me identifico mucho con esa palabra. Desmalvinización. Sin ofender al Presidente en ese momento de turno, Raúl Alfonsin, pero yo confiaba en él. Tenía mucha esperanzas. Donde había una ley que era salud, vivienda y trabajo y por lo menos en el caso mío, pero habían muchos compañeros, no puedo generalizar, no aceptó eso.
En el caso mío, para entrar al ferrocarril entre limpiando los vagones en el Roca. Mi tío me dijo “no digas nada que estuviste en Malvinas”. Pero por qué le dije. “No digas nada porque te van a tratar de loquito”. Que desgracia yo escuchaba eso. “No contrates a un veterano porque capaz que tiene un delirio, o tiene un arma”. Todo era no porque era malo. Durante 10 años en el ferrocarril jamás hablé de Malvinas.
LM: ¿Qué laburo hacías?
ME: Yo limpiaba los vagones por tres meses. De 50 personas quedaron 15. Y era tanta la necesidad de trabajar, porque uno tiene que trabajar. Me banqué la temporada de calor. Todos los días era igual. Y tuve la suerte de quedar entre toda esa gente que se fueron, algunos abandonaron y otros quedaron.
Presté servicio en la estación Quilmes, primero entre barriendo y limpiando los baños. Después me dieron la oportunidad, era el cambista, el que engancha el tren con la máquina. Te pones abajo y haces una seña y te mandas. Tenés que tener mucho cuidado de que no te aplaste la cabeza o el cuerpo. Al principio tenía miedo, pero después le agarras confianza y estuve 10 años ahí.
LM: Hasta los ´90, porque vino la privatización.
ME: Claro, si se privatizó en la época de Menem y ahí caí en un pozo depresivo, no podía creer que me hayan echado. Dije al final “héroe es la palabra”, después uno aprende que son los 632. Pero por lo menos merezco respeto, pero nunca me sentí respetado por el Estado.
LM: ¿Cuándo empezaste a decir “soy veterano de guerra”?
ME: Acá en Capital, en México 748 era un Centro de Veteranos donde nucleaban muchos compañeros. En mí caso, donde me sentía representado, mi espacio, en la Casa de Veteranos de Guerra donde veía muchos combatientes que tenían sus problemas psicológicos porque uno ya lo notaba, sus problemas de adicción, y yo me sentí identificado. Sacando que cada uno hace lo que quiere, el respeto existía. A mi me respetaron mucho porque en ese momento todos lo pasamos.
Voy a contar algo que a lo mejor es la verdad, es lo que me pasó a mi. Cuando yo entré, me dijeron “¿Dónde estuviste vos?”, en el Almirante Irízar como enfermero. “Ah, vos no estuviste en tierra. No tiraste un tiro”. Todo eso, con los años, lo superé y hoy es una anécdota que puedo llegar a contar. Ahora somos todos iguales. Aquel que tiró, como el que hacía la comida o llevaba un herido en la camilla.
JN: A partir de ahí, ¿qué te despertaba ese debate con los otros compañeros?
ME: Después de haber escuchado muchos relatos, justamente la Casa de Veteranos de Guerra, yo me hice una promesa por dentro porque ya venía callándome la boca, a mi familia no le contaba, a los amigos tampoco, me daba vergüenza, dije que “yo tengo que ser más fuerte” y contar lo que un combatiente ha sufrido. El hambre. El miedo, Lloraban. Algunos comían bien, otros comían mal. Hoy me siento orgulloso de que muchos se fueron y por eso digo que no tengo que callar, tengo que contar la verdadera historia de ellos. Y la mía. Eso me hizo que participe más.
Yo no sé si por naturaleza, pero tengo que ser el primero en las movilizaciones. Si el policía pega, hay que esquivarlo y sacarle el bastón. El gas pimienta, que a mi me pasó, como a muchos compañeros que tenemos una bronca interna. Te tiraban en la vista o te pegaban con el palo en el lomo. Mi señora lloraba y me cuestionaba el por qué me dejaba pegar. Todos esos reclamos lo hicimos la familia malvinera. En la mayoría y sin ofender a nadie fueron los conscriptos.
LM: Recién hablaste de represiones, ¿cuáles te acordás?
ME: La más conocida, y a parte decía que no podía creer lo que hace esta gente. Fuimos a hacer un reclamo de salud, donde si bien Dios está en todos lados, estoy convencido que esta acá en la provincia de Buenos Aires y Ciudad de Buenos Aires hay a combatientes que no le llega la prestación, y a las provincias del norte. Es injusto. Hay que reclamarlo porque mañana Dios se va a ir del conurbano, de la provincia de Buenos Aires y va a ir a otro lugar. Acá estamos cómodos, no nos podemos quejar.
JN: Este año fue la represión.
ME: Si este año. Uno tiene esa bronca interna porque también somos adultos.
JN: Los reprimieron mientras se estaba conversando adentro en buenos términos.
ME: Sí. Estaban conversando siempre para el bienestar de aquellos que no tienen la cobertura y de repente mandas la policía, con los cascos que ellos tienen. Es su trabajo, pero nosotros que venimos a reclamar y que te provoquen como cuando los policías sacaron el gas pimienta. No tenía por qué sacarlo. Lo sacó como diciendo o provocando reacción. Largó en gas pimienta y eso es provocar. No estamos para provocar. Creo que si nos dan con un palo en el lomo nos destrozan. Somos adultos. Muy viejitos.
LM: Esa fue la última, ¿hubo anteriores?
ME: Uno de los reclamos, primero no le quiero dar título a los que dicen que fueron conscriptos, ni continental, ni movilizados. Si te tocó entre el 2 de abril y el 14 de junio en el conflicto, si entraste en esa fecha, participaste en un buque o estuviste ahí sos considerado Veterano. Lo dice la Ley Combatiente de Malvinas.
Estos pseudos veteranos que mienten a la gente, ellos estuvieron acá en el continente, como yo podía haber estado en el Edificio Libertad y quiero tener los mismos derechos que un combatiente que pasó hambre, que mató un inglés, o que pasó por todo lo que puede llegar a pasar en la guerra. Ellos son unos mentirosos.
Por internet tuve una charla, un encuentro, que fui tratando de ser educado con el artista Carlos Belloso. Es un mentiroso. No puede decir que pasaste hambre. Caminó 20 cuadras, vio un basural y comió. Es un caradura. Qué es lo que quieren. Porque cuando estaba Néstor Kirchner en el gobierno, teníamos una pensión que se duplicó y hoy en día gracias a él, guste o no le guste a cualquiera, nos dio un bienestar, hizo la obra social y todo eso. Ellos vieron la oportunidad. Jamás se vio una persona que no haya estado en Malvinas reclamando con nosotros.
LM: Antes de las pensiones, que la primera es la de Menem, que era mínima, en los ´90 también hubo muchos veteranos que estuvieron en los trenes para ver cómo sobrevivían. ¿Vos te fuiste organizando con diferentes veteranos en ese laburo?
ME: Una vez, lamentablemente, perdí el trabajo en ferrocarriles, como muchos compañeros en algunos lugares estatales. Llegué a un momento en el que hice todo. Pintar arboles, cortar pasto, todo lo que uno puede llegar hacer para llevar plata a casa.
Me cuestioné y ahora qué hacemos. Tuve la suerte de conocer a un combatiente al que me presenté mientras estaba repartiendo en Constitución calcomanías. Me abrió las puertas y me dijo “fíjate lo que hago”. A mi me daba vergüenza, pero me dijo “No tenés que tener vergüenza. Vos tenés que llevar plata a tu casa. Tomalo como un trabajo”.
Tenía un horario junto a él, repartía las calcomanías, uno hablaba y uno juntaba el dinero. Desde calcomanías, llaveros, reglas y así conocí todas las líneas de trenes porque yo vivía en Domínico.
LM: Es una de las imágenes de la desmalvinización.
JN: Quizás inconscientemente lo hacían por una necesidad de ellos. Era una peregrinación malvinizar.
ME: Coincido.
LM: ¿Qué recuerdos tenés del impacto? ¿Había indiferencia? ¿Había conversaciones con la gente que viajaba en el tren? ¿Cómo era ese ida y vuelta?
ME: Generalmente, muy buena la gente. Puede haber gente que te rechazara la calcomanía, pero te la devuelve. Mañana volvés a subir al tren y esa persona te va a dar. Y así fue. Más de una persona me decía “yo ya te compré una regla, te doy la plata”. Él me dio, pero otro día vos lo cruzás porque era casi siempre la misma.
LM: ¿Vos siempre hacías el mismo horario?
ME: Yo salía de Dominico y me iba para el lado de Merlo. Me levantaba a las 3 de la mañana y me ponía una campera con la Medalla del Congreso y siempre dando lastima. Pensaba que era lástima, pero el chofer me dice “¿cómo no te voy a llevar?”. Así empecé a viajar gratis.
LM: Fue la resistencia malvinera y es algo que nos encontramos a lo largo y ancho del país: hay más homenajes a Malvinas que a San Martín. Un podría decir que más allá de los gobiernos, más allá de la falta de reconocimiento del Estado, o de que eso haya llegado tarde, en nuestro pueblo hay una identidad malvinera.
ME: Mucha gente se enteraba que hubo un conflicto, que los veteranos contaban algunas vivencias de ellos y que la gente se enteraba y constantemente estaba a la vista el reconocimiento y reivindicar Malvinas.
LM: ¿Qué mensaje te gustaría dejar?
ME: Esto de reivindicar la soberanía nacional de las Islas. Donde 632 están ahí en la turba malvinera. Hoy hablaba con un compañero y le decía que Malvina está todos los días. Trato de dejarlo porque en algún momento esta mi familia. Pero me levanté sabiendo que tenía que venir a la radio para hablar de Malvinas, estuve con un compañero que es referente de otra institución hablando todos los temas que le planteamos al Intendente para proyectos futuros. Arranqué Malvinas, estoy en la radio y ahora tengo que ir a la sede porque está esperando una persona que quiere hacer un reportaje.
Será el destino de cada uno, a mi me re gusta porque cuando tengo la posibilidad de hablar de lo que han pasado los soldados que me han contado sus vivencias. Cuento la mía, pero también cuento las de ellos. Me siento orgulloso de los soldados que combatieron en las Islas Malvinas. Mientras tenga vida va a correr la sangre malvinera por mis venas. Somos héroes de la Patria.
- Entrevista realizada por Lucas Molinari y Juan Natalizio en Malvinas, 40 Historias (Martes de 14:00 a 15:00 horas)
- Colaboración de Carolina Ocampo
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