Por Úrsula Asta*
Durante el gobierno de la alianza Cambiemos, las trabajadoras en unidad sostuvieron una práctica mancomunada en un contexto de absoluta adversidad para todos y particularmente para todas las trabajadoras argentinas, pero al mismo tiempo, como en otros momentos de la Historia, también fue un periodo que significó reivindicación, lucha y organización, e incluso conquistas parciales.
Durante estos años, en simultáneo, los feminismos evidenciaron una potencia amplificadora de sus demandas en la sociedad, cuyo punto de ebullición fue aquella movilización del 3 de junio de 2015 bajo la consigna Ni Una Menos. Las trabajadoras organizadas fueron también parte de ese proceso que puso a la Argentina a la vanguardia de los reclamos por una vida más justa, aunque no sería correcto decir que su acción inicia allí. Como no podía ser de otra manera en el país de gran recorrido en torno a los derechos laborales, los múltiples debates forjados en esta tierra al sur del mundo evidencian la fuerza que lograron construir las organizaciones sindicales y cooperativas, así como también los movimientos políticos, sociales y culturales.
La historia de ellas es fruto del entramado de discusiones, confluencias y conquistas del movimiento obrero argentino en distintas vertientes. No podría pensarse aislado de las luchas históricas -y presentes- que han gestado las trabajadoras de distintos rubros, entre ellos las de los sectores más feminizados del trabajo, como telefónicas o docentes. Caminos y hechos colectivos que en nuestro tiempo también se han entrelazado con las demandas por una vida libre, justa y de iguales que nuestros feminismos, -integrados además por las trabajadoras, y no éstas como sujetos por fuera de este movimiento-, supieron construir.
En este sentido, aquella premisa escrita por Rodolfo Walsh con motivo del Cordobazo en 1968, tiene vigencia. “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores –y las trabajadoras, agregamos- no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las cosas. Esta vez es posible que se quiebre el círculo…”.
El programa de la Corriente Federal de Trabajadores y trabajadoras (CFT) de la CGT se lanzó con fecha del 12 de agosto de 2016 bajo el título “CORRIENTE FEDERAL DE LOS TRABAJADORES. POR UNA VIDA DIGNA CON TRABAJO ARGENTINO, UN MOVIMIENTO SINDICAL UNIDO Y CON PROPUESTAS. LOS TRABAJADORES SOMOS LA ESPERANZA”. Allí se sintetizó el posicionamiento del encuentro fundacional, como también se señalaron las directrices propuestas por el naciente agrupamiento gremial tanto para el corto plazo, así como para una serie de reformas estructurales y otras propuestas a promover.
Y hay un aspecto central del tema que nos convoca aquí: Por entonces el programa de la CFT tenía 26 puntos, pero más tarde agregaría un punto 27 por iniciativa de las Mujeres Sindicalistas del mismo espacio. Eso ocurrió tras el Segundo Encuentro de las sindicalistas de la Corriente, que tuvo la presencia de ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que en aquel momento era candidata a senadora por la Unidad Ciudadana en las elecciones legislativas de 2017. Allí las trabajadoras hicieron entrega al conjunto de los secretarios generales de sus gremios del punto 27 del programa:
27) Vivas, libres e iguales nos queremos. Se requieren políticas públicas (de los tres Poderes del Estado) destinadas a: I) eliminar todo tipo o modalidad de violencia, tanto simbólica como física, hacia la mujer y II) eliminar cualquier motivo que obstaculice o discrimine a la mujer en el ámbito social, económico, laboral, cultural y/o político. Abordar la prevención y concientización social en ambos aspectos.
Pero volvamos al 2016. Con gran participación, a tres meses del lanzamiento de la C.F.T.-C.G.T, 400 mujeres de distintos sindicatos compartieron una jornada de trabajo para discutir su rol, el del movimiento obrero y el modelo de país. Desde temprano, llegaron al camping del Sindicato Argentino de Televisión (SATTSAID) ubicado en Moreno, provincia de Buenos Aires. Ese fue el Primer Encuentro.
Cuando llegó la hora de dar el inicio, el salón colmado se silenció y escuchó con atención. Alejandra López, secretaria general del Sindicato de Docentes Privados (SADOP) de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, fue la primera en hablar: “Los poderosos quieren arrasar con los movimientos populares, sobre todo en Latinoamérica. Nuestros países entorpecen el cumplimiento de sus objetivos inescrupulosos. Si no nos movemos, no se desatan las cadenas (…) Hoy más que nunca la dimensión de género tiene que estar presente en las agendas sindicales, porque la problemática actual del mundo laboral lo requiere”.
La historia del movimiento obrero argentino y, con ella, la de la participación de las mujeres en el ámbito sindical y político estuvo muy presente durante aquel primer encuentro de las Mujeres Sindicalistas de C.F.T-C.G.T. Incluso, se contó con la presencia de una de las históricas, una de las gremialistas que había dado pelea durante la década de los 80 y los 90 y que había estado entre las impulsoras del Núcleo del M.T.A., Alicia Castro. Como secretaria general de Aeronavegantes, fue además la única mujer que participó de aquella fundación.
Participaron durante ese Encuentro secretarias de regionales de CGT, como Ilda Bustos de Córdoba y Graciela Aranda de Chaco. Vanesa Siley, entonces secretaria general del sindicato de judiciales SITRAJU CABA estuvo a cargo del cierre. Postuló la efectiva existencia de trabajadoras organizadas y, sobre ello, la necesidad de encontrase y reconocerse: “Las mujeres en el movimiento obrero somos muchísimas y ocupamos lugares estratégicos. Y es importante que vengan más, pero para eso necesitamos encontrarnos, conocernos, discutir y tener algo que nazca de nosotras mismas, que es un profundo reconocimiento sin victimización de nuestro trabajo y de la fuerza que le ponemos todos los días a nuestro trabajo”.
Entre las conclusiones de las comisiones plenarias, se difundió: “Desde la asunción del actual gobierno de Mauricio Macri el 10 diciembre de 2015, el pueblo argentino está siendo blanco de una ofensiva por parte de las minorías más reaccionarias y regresivas de nuestra sociedad. El embate no es aislado, sino que se enmarca en un fenómeno de carácter continental. El golpe de Estado en Brasil, la profunda crisis política que atraviesa Venezuela producto de las acciones desestabilizadoras de las derechas locales, el fracaso del proceso de Paz en Colombia y la reciente victoria electoral del magnate xenófobo Trump en Estados Unidos han encendido alarmas de preocupación y desasosiego. Sin duda, estamos atravesando una coyuntura crítica que traerá profundas transformaciones geopolíticas, económicas y sociales cuyas direcciones resultan hoy inciertas”.
Entre los consensos surgidos del Encuentro de Mujeres Sindicalistas, se afirmó: “Tomamos a la libertad de expresión política como un derecho fundamental, repudiamos la criminalización de la protesta y la estigmatización de los referentes populares como las abuelas y madres de Plaza de Mayo. En línea con esto, exigimos el inmediato cumplimiento de la Resolución de la ONU: libertad a Milagro y los 9 detenidos presos políticos. Por una navidad sin presos políticos en la Argentina.
Nos declaramos en alerta y movilización contra las políticas de ajuste del actual gobierno y por la defensa de los puestos de trabajo, de los convenios colectivos y de las paritarias libres. Reclamamos la restitución de la moratoria jubilatoria, la protección del Fondo de Garantía de Sustentabilidad”.
Ese año, los días 6 y 7 de mayo en la Ciudad de Buenos Aires se había realizado un encuentro nacional de la Secretaría de Género de CTA-T, con la presencia de compañeras de esa central gremial de todo el país. Se habían discutido temas de actualidad: “elementos para completar la lectura política del contexto, necesaria para enfrentar el proyecto de restauración conservadora, que expresa de manera brutal el gobierno nacional y los provinciales dirigidos desde el mismo espacio político”; y se había acordado una agenda de trabajo para el año en curso: “se hizo un repaso teórico a los aspectos del trabajo, los temas del cuidado, la agenda feminista y los desafíos desde la interseccionalidad de agendas como la sindical, género, feminismo, diversidad y cultura”.
Algunas de las resoluciones del encuentro fueron sobre “trabajo”: “- Seguir impulsando la reforma de la Ley de Contrato de Trabajo para lograr la ampliación de las licencias por maternidad, paternidad, parejas del mismo sexo, licencia por violencia de género, entre otros temas. Se propuso impulsar desde las Legislaturas Provinciales proyectos para reclamar al Congreso Nacional la sanción de estas leyes. – Poner en debate las políticas de formación profesional, para mejorar las condiciones laborales para las mujeres y los sectores a los que acceden – Conformar mesas intersindicales de trabajadoras en las diferentes provincias”. También sobre el eje “violencia”: “- Impulsando las leyes provinciales y nacional para la inclusión de las licencias por violencia de género para trabajadoras de todos los sectores. Desarrollar una campaña nacional de CTA sobre el tema. – Desarrollo de protocolos de intervención desde los sindicatos y las CTA para intervenir frente a situaciones de violencia. Promover la institucionalización en los sindicatos de espacios de atención de violencia”.
Entre las declaraciones también se hizo especial hincapié en Milagro Sala: “- Exigir la libertad de Milagro Sala, detenida en un proceso viciado de nulidad y cargado de prejuicios por ser mujer, líder social, indígena y representante de los sectores más postergados de la sociedad”.
En este contexto de discusiones de las sindicalistas, y el mismo año que además las trabajadoras organizadas en la Corriente Federal de Trabajadores y Trabajadoras de la CGT construyeron su Primer Encuentro Nacional, en otro orden surgió una convocatoria con la consigna “Nosotras Paramos” inaugurando una discusión pública en torno a la conformación del “primer paro realizado durante el macrismo”, en aquel lluvioso 19 de octubre de 2016.
Los sucesos ocurrieron así: Mientras terminaba el 31° Encuentro de Mujeres en Rosario, Santa Fe, con una fuerte represión en la enorme marcha final y militantes detenidas, se conocía el femicidio de Lucía Pérez en la ciudad de Mar del Plata. Fue un caso de alto impacto mediático y judicial, aunque el mismo texto jurídico generaría después una nueva marcha tras conocerse luego. Esta situación provocó, entre otras reacciones, una rápida reunión en el galpón de la Confederación Trabajadores de Economía Popular (CTEP), ubicado en el barrio porteño de Constitución para organizar aquella convocatoria.
Al año siguiente, el 8 de marzo de 2017, en el día internacional de las mujeres trabajadoras, se evidenció un grito potente frente a la Casa Rosada. La marcha se reunió frente al Congreso y se dirigió hasta la Casa de Gobierno, circulando las columnas por toda la Avenida de Mayo. Los días previos signaban grandes expectativas para una jornada histórica en la que alrededor de 50 países participaban del paro y movilización. En la Argentina gobernada por Macri, las convocatorias evidenciaban en sus consigas la situación de enorme retroceso para el pueblo argentino, con un fuerte discurso opositor, y una interpelación al propio campo popular sobre la necesidad de iniciar un plan de lucha.
Los cánticos, entre batucadas, gritaban “abajo el patriarcado se va a caer, se va a caer; arriba el feminismo que va a vencer, que va a vencer” y se reconvertían en estribillos que inundaban sin tapujos el signo de la época: “Abajo este gobierno se va a caer, se va a caer; arriba el feminismo que va vencer que va a vencer”. Pero, además de la transformación del cántico feminista, el slogan macrista del “sí se puede”, en un claro acto de justicia poética, se relanzó: “sí se puede, sí se puede, hacer un paro a Macri, se lo hicimos las mujeres”. En línea con ello, desde la columna de las trabajadoras de Central de Trabajadoras de la Economía Popular (CTEP), en clara alusión a la discusión del día anterior (el 7 de marzo de 2017 fue la jornada en la que se exigió el “poné la fecha” al paro), se escuchó: “Nuestros ovarios ya están acáaaaa, pongan los huevos para el paro nacional”.
El 3 de junio del 2017 se cumplían dos años de la primera movilización Ni Una Menos y era la tercera marcha convocada en una fecha que desde aquel momento se sumó a la agenda de efemérides del calendario feminista. La columna de las sindicalistas desde el 8 de marzo del 2017 llevó consigo la pancarta “Ni Una Trabajadora Menos”, que volvió a lucirse en esta otra jornada.
En un recorrido cronológico, el 2018 es cuando llegó –de nuevo- el Fondo Monetario Internacional. Mismo año que el gobierno pretendió una reforma laboral argumentando “igualdad de género”. Es el caso de un proyecto de Ley que encubría una reforma laboral y la posibilidad de intervenir sindicatos, con un discurso amparado en la falta de igualdad en los cargos. Las trabajadoras lograron frenarlo impulsando un contraproyecto. También se atacó al sistema de previsión social y la moratoria jubilatoria, política que en gran parte transformó la vida de las mujeres: las amas de casa.
Entre las consignas de las sindicalistas se evidenció entonces el “todas somos trabajadoras” en la calle. Durante este período de cuatro años, otro cántico apareció en las calles de movilizaciones feministas: “Cuánto les falta para entender que no fue magia nos conduce una mujer”.
En un contexto de fuerte masividad del movimiento feminista, las sindicalistas fueron un sector de enorme relevancia en la escena público-política y configuraron postulados propios, desde la mirada de las mujeres trabajadoras, quienes, además, desde las distintas centrales gremiales mostraron una amplia unidad de las sindicalistas. Con importantes recorridos previos en torno a las discusiones feministas, así lo hicieron la CTA de las y los Trabajadores y la CTA Autónoma. De la misma manera que la mencionada CFT-CGT, y las integrantes de espacios cooperativos y de la economía popular agrupadas en la C.N.C.T y la C.T.E.P., entre otras.
A pocas semanas del intento de magnicidio de la vicepresidenta, quien junto a su compañero Néstor Kirchner imprime en la memoria del pueblo argentino el momento político más alto de las últimas décadas en materia de conquista de derechos, de distribución del ingreso, de mejora de la calidad de vida, de integración regional, entre otros aspectos no menos relevantes que podrían enumerarse; y mientras se ejecuta en su contra un juicio que pretende condenarla a 12 años -como los 12 años que Cristina y Néstor gobernaron-, e inhabilitarla a ejercer cargos públicos, se realizan convocatorias de asambleas feministas en los tribunales de todo el país.
Las consignas son “por una reforma judicial feminista, por una Corte igualitaria y justa, por la democracia del sistema judicial. POR ELLA, POR VOS, POR NOSOTRAS, POR TODES”. Ante este hecho organizativo, del que forman parte las sindicalistas de todas las centrales obreras, así como organizaciones políticas, aquí se presentó un recorrido de la organización evidenciada en los años de la plutocracia macrista. En él abrevan, probablemente, muchas reflexiones que la hora demanda ante una coyuntura crujiente y un devenir tornasolado, sobre todo para en quienes habita la convicción de que la participación y la acción política es motor de movimiento, avance y conquistas para mejorar la vida de las mayorías de nuestro pueblo. Que en la defensa, pueda construirse la ofensiva.
(*) Periodista de Radio Gráfica. Conductora de Feas, Sucias y Malas.
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