Claudio Guida, Veterano de la Guerra de Malvinas, fue conscripto clase 62 destinado al Apostadero Naval Malvinas y actualmente es Secretario de Relaciones Intersindicales de la Asociación del Personal Superior de Empresas de Energía (APSEE). Dialogó con Lucas Molinari y Juan Natalizio en Radio Gráfica sobre el rol que tuvo el sindicato y el trabajo en la posguerra para la recuperación de los combatientes.
Lucas Molinari: ¿Qué recuerdos tenés de la privatización de los 90? Y qué significaba para vos, como veterano de guerra, porque no era solo privatizar SEGBA, sino perder algo que era nuestro.
Claudio Guida: En definitiva, un grupo de veteranos de guerra tuvimos la fortuna, por diferentes conexiones, en mi caso particular mi papá, fallecido en el 73, laburante de SEGBA, de llegar a la empresa. En otros casos, por diferentes situaciones, por ofrecimientos de allegados.
Andábamos todos buscando laburo para empezar a organizar nuestra vida y se abre la posibilidad, por estos contactos, de ingresar a la empresa SEGBA. Que en ese momento contaba con 25.000 o 30.000 trabajadores.
Nosotros no fuimos más de 60 veteranos de guerra. Lo mismo pasó con diferentes empresas de servicios públicos. Llámese Entel, Gas del Estado, Obras Sanitarias. Todas las empresas públicas tuvieron un cupo para hacer ingresar a los veteranos de guerra.
Así fue como nosotros tratamos de relacionarnos y mantenernos, hasta el día de hoy, cerca porque no solamente nos une la condición de veterano de guerra, sino la de compañero de trabajo. Esto hace que todavía tengamos relación. De ahí a posteriori el tema del libro.
LM: El libro es muy lindo. “Malvinas. De héroes y trabajadores. Nuestra historia”. Son muchos de ustedes que pertenecen a APSEE que fueron laburantes de SEGBA de las empresas privatizadas.
CG: Sí, después nos fuimos dividiendo en Edenor, Edesur, Edelap, las centrales, Puerto Costanera, y así sucesivamente. Cuando se desmembra la gran empresa SEGBA quedamos en diferentes empresas.
En ese momento lo que uno sentía era una impotencia porque la ola privatizadora venía de la mano de los medios, de la mano de Neustadt, de Grondona y un montón de gente que hacían eco de que achicar el Estado era “agrandar la Nación”. Saquémonos los contrapesos. Hoy creo que la última cosa que se pudo recuperar fue YPF. Y la que está soportando un embate durísimo es Aerolíneas.
En nuestro caso estas empresas no resistieron porque el problema era que la gente se hacía la pregunta de si el Estado servía para los tiempos que venían. En la época de los 90 el menemismo arrasó con todo esto, vendieron todas la joyas de la abuela, se las entregaron por dos pesos que jamás entraron a Argentina porque la canjearon por papeles de la deuda externa.
Todas las empresas de servicios públicos pasaron a estar en manos privadas. Ergo, esperando que el servicio mejore para que uno no espere un año o dos para tener un teléfono o que no se te corte la luz. Esto no pasó. Fue al revés.
Después de las ventas, el que se hizo cargo de la mayor cantidad de compañías hasta hoy, son unidades de negocios, que ya existían en Europa. Venían a hacer plata. Lejos está la conciencia que a nosotros, allá por el año 82, nos inculcaron los compañeros que ya estaban trabajando en la empresa y que nos decian que había que “ponerse la ropa de servidor público” porque manteníamos un servicio que era fundamental, no solo para la población, sino que eran vecinos y familiares que dependían de nosotros.
Esa ropa que nos hicieron poner como servidores públicos, con la privatización, pasó a un segundo plano y la empresa cumplía con objetivos que rondaban en lo económico y así fue como sucedieron las cosas hasta el día de hoy.
LM: De esa posguerra. ¿Qué laburo hacías en SEGBA? ¿Cómo fue tu incorporación, después de haber combatido, en esa empresa del Estado?
CG: Soy técnico. Ingresé a la oficina de estudios y proyectos. Hacía proyectos eléctricos de alta, media y baja tensión. Y después dada la experiencia que se va adquiriendo en el proyecto, asumí como supervisor de montaje de obras. Estas obras son las que tienen que ver con las ampliaciones o las inversiones que se dan por la demanda de suministro.
Cuando tuve más o menos 20 años de empresa y 10 años de supervisor me pusieron bajo mi responsabilidad la construcción de la zona Delta. En la zona Delta es jodido tirar línea y alimentar con un servicio eléctrico todo lo que es la isla. Desde Campana hasta Tigre. Adquirí una experiencia particular, ni mayor o menor, sino particular dado el terreno donde me moví.
Pero nunca dejé de laburar en el continente y esa fue toda la trayectoria. Después me nombraron especialista, no sé si porque nadie quería ir, o porque yo venía de las Islas Malvinas me enchufaron las islas del Delta. Me bajé de las islas cuando un proyecto político sindical a través de Carlos Minucci fue que me sedujo para que me sume a esta comisión.
LM: Sos el que le diste la electricidad a las islas.
CG: No sé cuánto le pudimos dar a la gente del Delta. Es una zona muy particular. Esto fue cuando ya estaba privatizada. Todo esto era con apriete del ENRE hacia la empresa. Las islas estaban dentro de la concesión. Y la inversión en el Delta para un cliente no se amortizaba nunca. La excusa, escuchando los reclamos de los vecinos que hacía años que esperaban el suministro eléctrico en los diferentes ríos y arroyos del Delta, era “yo estoy con ustedes, es algo lógico”. La que ganan con una casa al lado de la otra, un edificio al lado del otro, la tienen que poner acá porque es parte de la zona de concesión. Era bastante particular.
Lo que sí se hizo fue toda la segunda y tercera sección de las islas, algo particular, en lo laboral me llevé una linda experiencia de todo ese desarrollo que hicimos en el Delta.
LM: Vamos a ir a tus primeras etapas. ¿Cómo fue que llegaste a ser conscripto? ¿Qué recordás de aquel 82?
CG: Era un muchacho que me gustaba mucho el rock y la política. Desde muy chiquito, empecé en dictadura. A mí lo que me shockeó mucho fue que yo estaba en segundo año de la escuela técnica cuando fue el tema del Golpe de Estado. Ahí empecé a tener algunas relaciones con el centro de estudiantes, con amigos y después con el barrio. Había empezado a picar el bicho de la política.
LM: ¿Siempre el Vicente Lopez?
CG: Siempre en Vicente López. A raíz de esto, uno empieza a adquirir una pseudo militancia y compromiso con lo que se estaba viviendo. Más en una época de dictadura donde los grandes estaban comprometidos por militar y uno por amigos, amigas, por amores, por lo que sea, se metia caminando en ese terreno que era bastante fangoso. Te daba un poco de temor, pero a mí me atraía.
En eso fue que terminé el colegio, ya como militante político, todo prohibido por supuesto. Estaba todo tan prohibido que a veces ni nosotros mismos nos enterábamos a las reuniones que teníamos que ir.
Me sortean ya terminando la escuela técnica, y siempre decía que la Colimba era para los giles. Me tocó el 990. “Oferta” me decían. Imposible que salga. De ahí dije “bueno, está bien, espero que no sea tan grave”.
Me mandaron de instrucción a Puerto Belgrano y a Bahía Blanca. Después de dos meses de instrucción, tuve destino en la Escuela Naval en Río Santiago entre la escuela y el Liceo Naval.
LM: Enfrente del Astillero.
CG: Conocía eso de chiquito, de joven. Era un soldado que cumplía un año exacto porque a mí me incorporaron el 2 de abril del 81 a la Armada. Esperaba los últimos dos meses para irme de baja y retornar a mi vida de estudiante, de laburante, de militante político cuando tomaron Malvinas.
La única unidad creada en territorio malvinense es el apostadero Naval Malvinas. Era una unidad de la Armada que se creó para ejercer funciones en el puerto de Puerto Argentino. Para esa unidad, la Armada tuvo que ir manoteando personal, de conscriptos, de oficiales y suboficiales de diferentes destinos. Entre los destinos que convocan estoy yo. Pasamos a formar parte del apostadero Naval Malvinas, llegando a suelo malvinense el martes 13 de abril.
Juan Natalizio: Ese momento importante que está en el libro que cuando salís de tu casa.
CG: Era hijo de madre viuda. Vivía con mi vieja. Dos soldados en una camioneta verde. Y como los estudiantes del Liceo Naval viajaban en un tren de Constitución a La Plata todos los domingos a la noche y volvían el viernes por la noche, cuando aparecen estas dos personas pensaba “qué raro, qué habrá pasado. Hubo problemas con el tren, qué hacen acá con una camioneta verde”. “Te venimos a buscar. Te llegó un pase y te vas a Malvinas”.
A todo esto en la camioneta había otro muchacho que ya había pasado por Ituzaingó, que era Juanjo. Hace dos años que falleció de un cáncer. Juanjo era más joven que yo. Juanjo estaba sentado, aturdido en la camioneta y yo quería disimular el tema para que mi vieja no sufra con lo que iba a pasar, que yo me iba y me iba a Malvinas.
Mi vieja salió y le dije que haga café que me vienen a buscar. Mientras se fue, les pregunté qué era lo que le pasaba. “Me llegó un pase”. Me enojaba con Juanjo y le decía “no llorés, no seas boludo. Levantá la cabeza que yo tengo que disfrazarla con mi vieja”.
Tomamos un café y le empecé a tirar onda a mi vieja que iba por ese lado. Me despedí. La peor imagen es dejar a tu vieja en la puerta de tu casa abrazada con la perra llorando porque se le iba el nene a la guerra. Que no es poco.
LM: Hijo único.
CG: Tengo una hermana mayor que ya no vivía con nosotros.
LM: Tambien te ibas y eras el que cuidaba de la casa porque ya tu viejo no estaba.
CG: Hacia un poco de sostén. Era el que estudiaba en mi caso y había ocupado el lugar de mi viejo sin querer. Me hacía el valentón. Siempre tuve alma de proteccionista. Entonces defendía a mi vieja, hacía las cosas gruesas de la casa.
Así fue como me fui y llegué al Liceo Naval, no lo podía creer. No podía creer que eso me pasara a mí. Creía que la colimba era para los giles y ahora me iba a la guerra.
En el edificio Libertad nos proveen de armamento, de equipo de zona fría, ropa verde. Yo era marino, no era infante. Y nos dicen que los que vivían a menos de 60 km pueden ir a la casa, pero a la mañana siguiente, a las 4 de la mañana, teníamos que estar ahí. A todo esto, era un domingo de pascua.
Me fui a casa con alegría porque había vuelto y ahí sí traté de encaminar las cosas. Hubo un desfile por casa de gente que venía a despedirse y yo no quería creer que venían a despedirse porque era el vecino o el amigo. Claudio se iba a la guerra. Yo les decía que no se despidan, que yo iba a volver. “No le hagan esto a mi vieja”. Ese era el tema.
Así fue como al otro día, a las cuatro de la mañana, me pasó a buscar un hermano de mi vieja y me dejó en la puerta del edificio Libertad. Él era un tipo que había vivido 50 años en Estados Unidos y sabía de qué se trataba cuando un país iba a la guerra o cuando se termina la guerra. Me dijo que no sabía todo lo que me iba a pasar. “Cuídate”. Yo no entendía por qué me lo decía. Claro que sus vivencias como ciudadano de Estados Unidos fueron otras.
Él me explicaba por qué se incentivaba a la gente, por qué se le dice a la gente que “vamos ganando”. Ningún pueblo civilizado quiere ir a una guerra. Siempre contaba como anécdota y de comparación cuando yo me quejaba de esto, del por qué le mentían a la gente. Decían que la operadora levantaba un teléfono en la costa oeste de los Estados Unidos, en Pearl Harbor, decía “remember Pearl Harbor, ¿con quién lo comunico?”. Si vos no le clavás púas al toro, el toro no es malo. Y esto era lo mismo. Había que pinchar al pueblo con sangre para que el pueblo se levantara.
Por eso el “vamos ganando” y todas esas cosas que uno fue aprendiendo después. En ese momento no cerraban las cosas. Así fue como partí.
JN: Cuando llegas a Malvinas en un momento decís “ahora voy a entrar en combate”. Empezás a hablar de un click y le pedís a un compañero que te enseñe el armado o la utilización del fusil fal. Hay un momento que también empieza esa supervivencia tuya.
CG: Yo tengo un hermanito de empresa, un hermano de la vida que fuimos compañeros de instrucción. Él hizo toda la Colimba con un fal. Yo hice toda la colimba con una Garand Beretta. Parecidos, pero no iguales.
Cuando llegó al barco, el A.R.A Buen Suceso, que nos hizo de primer apostadero, de primer hospedaje hasta que se construyó el apostadero, pedí por el soldado más antiguo. La antigüedad en la marina es todo un grado entre los colimbas. Yo era antiguo, pero quería saber quiénes eran los antiguos para estar con él y que me diga cómo era.
Me cuentan que estaba Eduardo Yañez. Lo esperé a la noche, era técnico electrónico, le habían destinado una tarea en la radio. Nos encontramos, nos abrazamos, habíamos pegado buena onda en la instrucción. Le digo “negro me trajeron. Nunca hice como vos que estabas en seguridad en el apostadero naval Buenos Aires. No tengo práctica con este fusil”.
A las diez de la noche nos encontramos, charlamos, y a las 11 de la noche abrimos una bolsa de dormir en una de las camas que había en la bodega del barco, que era muy parecida a un barco de la Segunda Guerra Mundial. Eran esos arbolitos donde caían las cadenitas con los elásticos y nosotros dormíamos con bolsa de dormir arriba de los elásticos.
Parecía una película lo que estaba viviendo. Eduardo, muy predispuesto, se pone a explicarme a las dos o tres de la mañana. Con los ojos vendados, que me los vendó él, armaba y desarmaba el fal. Ya sabia que el fusil que me habían dado en el edificio Libertad antes de la partida, lo iba a tener que usar circunstancialmente si entraba en combate.
Fue él quien me dio la instrucción de armamento que no tuve porque era marino. Marino porque estábamos en la dotación de apostadero que ahí funcionó hasta que se cortó el puente aéreo o el tráfico marítimo.
LM: Tanto a vos como a tu compañero les decían los “mellizos”, ¿no?
CG: Ese era otro compañero, ese era Lito Venturini. Él era de Olivos, era soldado más joven que yo, yo soy de Florida. Pegamos onda porque lo vi un día con un escudito del Olivos Rugby y siempre le hago chistes a los rugbiers. Yo les digo que el deporte es el fútbol y que en realidad el rugby es una excusa que tienen los homosexuales para manosearse.
Hago este chiste, a propósito, para que se enojen los chicos y después dije que no mentira, que quería ver cómo se enojaban semejantes grandotes. Le hago el mismo chiste pesado y pensaba que por ahí pegabamos onda. Y ahí me cuenta que era de Florida, que era de Olivos. A él lo pierdo y nos reencontramos en Malvinas. Desde ese día formamos una pareja de guerra.
Al principio no le das mucho sentido. Pero estábamos siempre juntos. Pero además teníamos un problema porque éramos parecidos. Por eso nos decían los mellizos. Me cambiaban el apellido el mio por el de él. Guida por Venturini, o al revés.
Con este muchacho no nos separamos en toda la guerra. Desde dormir en la posición en el puesto de ojo cuando fuimos a primera línea, de compartir encomiendas, de mandar una carta a su casa y era “decile a tu vieja que llame a mi vieja que estoy bien”.
LM: Hay un click que contás en la entrevista que sacó APSEE que decías que tu opinión era que “los estaban mandando al matadero”. Pero ahí dijiste “hay que pelear”. Hay ciertas tareas arriesgadas vos levantaste la mano y fuiste voluntario.
CG: Otra parte sensible de la historia. Al menos de mi historia. Estaba seguro de que esto era una guerra política. Sabía lo que estaban haciendo las Fuerzas Armadas, con esa pseudo militancia política encubierta que yo empecé a tener en el secundario. Sabía lo que estaba pasando. Uno conocía el tema que Fulanito no estaba más. O Menganito no lo encuentran por ningún lado. O se llevan gente detenida que no aparece más. Por eso no podía quedarme tranquilo.
Sabía que había un gato encerrado. Pero no podía hablar con gente de mi misma edad, camada y todo porque no todos tenían ese conocimiento o compromiso con la política. Fui pensando que era una guerra de los 10.000 tontos, porque nadie va a la guerra. En Buenos Aires siguen el hipódromo, los cines, las carreras de autos, fue el mundial. La guerra de los 10.000 giles.
Sentía que no iba a terminar bien y esto era un tema político, porque se querían quedar más en el poder. Mis compañeros me decían “vos estás loco. Esto no es así. Vamos por un tema de soberanía. Las islas son nuestras”.
Después de mucho tiempo de intercambiar opiniones dije “basta, porque soy el único tipo que habla de esa manera”. Uno o dos tal vez éramos en un grupo de 55 colimbas. Por supuesto no lo hablaba ni con un suboficial, ni con oficiales.
El tiempo empezó a pasar. Las cosas fueron pasando. Éramos una unidad de logística. Pero siempre empezaba a caminar el pensamiento de “cuando lleguen, cuando vendrán, cuando vengan qué hay…”. O empezabas a alistar para resistir la toma del puerto primero.
Empezabas a entrar en una rueda que no tenía salida. Esa rueda es la que decis “si no es por la patria, hacelo por lo que tenés al lado”. Y si no estás convencido de esto, por lo menos que ningún tipo extranjero te venga a echar con la escoba.
Te empezás a mentir, a inducir vos mismo que esto no es fácil para nadie. Vos también tenés dignidad. Uno empieza en una máquina que yo creí que era el único. Pero no. Nos pasó a mucha gente de los descreídos. Y esto tiene que ver con lo que te hace un click en la cabeza y querés que vengan mañana a la mañana, no aguantás más la espera.
Segundo, que quería que se defina esto. Basta. Vamos a enfrentarnos. La espera te mata. La ansiedad y lo que te genera la espera te destruye la psiquis, el estado de ánimo, de nervios te pones nervioso o agresivo y querés que eso se defina.
Después si empezás a no controlarte. Hay que ir a relevar a un soldado que está al lado de un cañón. De golpe había que ir con un fap y tomar el relevo que hace dos días que está. Caminar por el pueblo era peligroso porque habían kelpers tenían armas cortas que, con cualquier alerta roja, cuando corríamos a los refugios, abrían fuego.
JN: Te voy a dar dos fechas que las mencionás y son importantes porque generalmente a muchos de tus compañeros les pasaron en distintas circunstancias. Una que te tocó izar la bandera nacional y la otra que cumpliste años en Malvinas.
CG: Nosotros dejamos como cuartel del apostadero el barco Buen Suceso que zarpó a Bahía Fox y quedó rodeado ahí. Se había terminado la estiba. Bajábamos municiones, JP1 y alimentos de buques que llegaban.
Cuando se corta el tráfico marítimo nos dedicamos a armar el apostadero, que se hace en unos galpones, que hoy en día, hay como una especie de gran tienda de herramientas que queda ahí. El galpón está intacto. Detrás de los carteles que decían Falkland Island Company.
Esos carteles iban a ser cubiertos por tres palabras que decían Apostadero Naval Malvinas. Me tocó pintar los carteles. En esa parate que no sabía que hacer y que hacíamos guardia nomás por la noche, alguien se me acercó y preguntó si alguien sabía de dibujo técnico. Pintar nunca pinté un cuadro, pero pintamos. Fondo celeste y letras blancas, e hicimos los carteles
Fue una obra que parecía Da Vinci, pintar los carteles a cinco grados bajo cero. Cuando íbamos a poner los carteles arriba de Falkland Island Company, nos dicen que no saquemos eso porque eso es “propiedad privada”. Eso no se puede hacer. Lo tuvimos que poner en el galpón de al lado y cortar los carteles.
Yo sufría porque cortaban los carteles, pero en realidad era parte de la política del desembarco y la idea es no violentar la propiedad privada y por eso no nos dejaron cubrir Falkland Island Company.
Tras hacer el cartel, emplazar un mástil al lado del cartel, yo no era el soldado más valiente o el mejor tirador. Sino porque el que había estado más comprometido con la escenografía que se estaba montando era yo. Lo digo porque no era el mejor tipo o mejor soldado. Por eso me dijeron que iba a izar la bandera.
Tuve la oportunidad, ese orgullo de izar el pabellón nacional un 25 de mayo a las 10 de la mañana en Puerto Argentino, con la presencia de una formación donde estaba el Contralmirante Otero, y diferentes cuadros superiores.
Esto pasó a las 10 de la mañana para mí, que ya tenía un click hecho, ya había pasado el 1º de Mayo, se habían volado algunos tiros por arriba de nuestras cabezas, habían caído algunas bombas, ya estábamos en ese periodo. Ya queríamos jugar.
Cuando a las 12 del mediodía, nos juntaron a todos y pensé que nos iban a dar un chocolate, o que nos iban a felicitar, era para decirnos que juntemos los equipos porque se están reacomodando las fuerzas de defensa de Puerto Argentino. Los ingleses vienen marchando a tomar Puerto Argentino y para el reacomodamiento de fuerzas hace falta la península de Camber que está frente a Puerto Argentino. Había una línea antiaéreas de Ramos Mejía y entre esas antiaéreas había que cubrir una línea de defensa.
Juntamos las cosas y de ser marineros pasamos a ser infantes, metidos en una trinchera con los conocimientos que me había dado mi amigo, con Venturini al lado como siempre, y pasamos a tomar posiciones en una línea de combate.
LM: ¿Y tu cumpelaños?
CG: Mi cumpelaños me agarra ahí. Yo cumplo el 9 de junio. Esto pasó el 25 de mayo. Siempre digo esto para desmentir lo que decían de que “eran los chicos de la guerra”, que a nosotros, los veteranos, tanto nos duele. No por descartar que los chicos son menos porque a mí me gusta la historia, conozco que los soldados de Güemes tenían 17 y 18 años. Los soldados de Güemes. Hace 200 años.
Cumplía 20 años. Y Julito Casas se arrastró tres posiciones, más o menos unos 400 metros, con un material muy preciado que era una lata de salchichas en tuco que era la ración de guerra más rica, más sabrosa. Cuando lo veo le digo “¿qué hacés Julito acá?”, me regala una lata de salchichas al tuco y me dice que “esto vale oro”. Le dije “vamos a compartirlo”.
Entonces cantamos el feliz cumpleaños y comíamos salchichas con tuco. Julito tenía una particularidad, tenía 27 años, más que nosotros. Había pedido prórroga. Ahí se empieza a desmitificar que no eran todos clases 63. Que no todos tenían 18 años. Que no todos tenían instrucción. Yo tuve un año y pico, pero era marino. La gente que fue tenía un año y pico, estaban muy bien entrenados.
Por supuesto que nunca íbamos a dar abasto con la diferencia contra el enemigo. Pero desmifitico siempre lo de “los chicos de la guerra” y “los pobres chicos de la guerra”. Prefiero que nos tengan bronca y no lastima. Pero estas son unas de las cosas que vienen pasando. No somos los rambos, pero tampoco somos los chicos de la guerra.
LM: Vos después contás cómo te reciben en tu casa. Cómo te recibe el barrio. Pero quiero preguntarte algo para cerrar sobre la importancia del centro de veteranos porque vos estás en Vicente Lopez y es una organización popular que, a veces, no se visibiliza la importancia que tuvo en épocas de desmalvinización y que sigue teniendo, el laburo que hacen a nivel social.
CG: El nacimiento de los centros en todo el país y en todos los municipios se produce por una falta muy grande por parte de asistencia del Estado. No había contención para estos tipos. No había cultura para irnos a la guerra y mucho menos para contener a la gente que volvía de la guerra.
Estaba muy enojado por el tema de los suicidios. A nosotros nos provocaron una cantidad impresionante de suicidios, tanta cantidad como bajas tuvimos en el campo de batalla. Estaba muy enojado porque no había contención para esa gente.
A diferencia de nuestro grupo, que es donde está inspirado el libro, tuvimos un tipo de posibilidad de empleo y demás. Esta gente se sacaba la vida y no había cómo pararlos.
LM: En el caso de ustedes además la solidaridad del sindicato también…
CG: No me canso de reconocerlo. Lo comentaba el otro día en la presentación del libro. No solamente tuvimos contención por haber entrado a una empresa pública, de contar con un sueldo, con una obra social, compañeros de trabajo que te marcaban el ámbito laboral, sino también de contar con un gremio y todos los gremios o por lo menos la mayoría tienen a Malvinas como un sentimiento, en sus remeras en sus camperas, pecheras, en lo que sea. Siempre está presente el tema Malvinas.
LM: Volviendo a los suicidios. ¿Vos te pusiste a laburar mucho en el centro de veteranos?
CG: Para ver cómo se revierte esto. A mí me pasó con un caso cierto. Con perder compañeros cerca. Estaba enojado y no creía que cuando llegó Néstor Kirchner al gobierno, él se empezó a preocupar y bastante por nosotros. No creía que con una regulación de pensiones y algunos trabajos estatales eso se revertiría. Estaba enojado, quería salud física y mental para todos. La verdad él tuvo razón. Dio una mano impresionante. El equivocado era yo.
Con el aumento de las pensiones, con poner a PAMI de veteranos, que a veces anda y a veces no, que es criticado, con darle la posibilidad en la provincia de Buenos Aires que sean auxiliares en las escuelas mucha gente se enderezó. Y con esto pararon una gran cantidad de suicidios. Por eso nacen los centros de veteranos. Tienen un sentido muy particular en cuanto que nos hace bien estar juntos.
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