César Trejo, ex combatiente de Malvinas que se desempeñó como soldado de Infantería 3 de La Tablada y actual director del Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús, pasó por el programa “Malvinas, 40 Historias”, emitido por Radio Gráfica y habló sobre el rol que cumplió en el conflicto bélico, cómo se enteró de su convocatoria a la guerra y sobre la importancia de la organización de los combatientes y familiares para poder viajar hacia las islas por sus compañeros que cayeron en combate y que hoy custodian suelo argentino.
Lucas Molinari: Si nos trasladamos a 1982, 40 años atrás y lo que fue tu incorporación como combatiente de Malvinas, ¿cómo lo contarías?
César Trejo: Yo había terminado el servicio militar el año anterior. Parte de mi clase, la 62, estaba todavía realizando el servicio militar. Se había incorporado la 63, así que yo me enteré de la recuperación de Malvinas, como la inmensa mayoría de los argentinos, por la mañana del 2 de abril. Me puse contento.
Recuerdo que estaba tan alegre que vino mi hermana tratando de enfriar un poco la situación y me dijo “te van a convocar”. Así fue el 9 de abril, una semana después de la recuperación, llegó el telegrama de manos de un soldado de la nueva clase, 63, que decía “presentarse de forma inmediata al regimiento”.
Obviamente no podíamos ir todos los soldados de las dos clases porque en mi regimiento éramos 1200 soldados, no podían ir 2500 de la misma unidad. Así que se conformó un mix entre las dos clases y la mayoría de los que éramos reincorporados nos decían que no teníamos que ir.
Fui a saludar a mis compañeros, a reencontrarme con ellos y todos tenían un gran entusiasmo. Fui a mi subunidad, a la compañía de comandos y servicios, y ahí me dijeron que ya estaban todos los puestos cubiertos. Reclamé que me dieran el equipo y el armamento. Les costó mucho conseguir porque prácticamente no había ni armamento, ni equipo. Pero fue tanto lo que hinché que consiguieron y pedí rol de combate.
Tanto insistí y me dijeron que vaya a enfermería. Así que me fui a la sección de enfermería y ahí me aceptaron. Fui como auxiliar camillero, Regimiento de Infantería 3. Esto me permitió estar en distintos lugares en Malvinas porque al principio estuvimos en las afueras del Puerto Argentino, después tuve una discusión con algunos superiores. En una conversación en abril, las primeras semanas, encontré a un oficial y al encargado de la sección sanidad, suboficial, diciendo que no iba a pasar nada, que no iba a haber guerra.
Obviamente como yo tenía cierto grado de conciencia histórica les dije “miren, disculpen”. Los soldados viejos nos podían dar ciertas licencias a los soldados nuevos, los llamados “reclutas”. Me puse a discutir y es como si les hubiera pinchado un globo a un niño de 2 dos años en las narices.
LM: No para de llamarme la atención que los que tenían los 19 y 20 años, decían que eran los más viejos. Los más pibes eran los de 18. Ustedes tenían más de un año de experiencia en la relación con superiores que tenían 23 años algunos.
CT: Exactamente, y ya tenía mucho. En este caso eran tipos mayores de 30, pero uno era Mayor del ejército y el otro era Suboficial Mayor, el encargado de la sección sanidad.
La cosa es que cuando uno era soldado viejo, y reincorporado, se horizontaliza un poco, no era jerarquía y ese miedo a todo tipo que pasa cuando apenas entra, que uno tiene un superior le hace la “venia”, se para y se cuadra.
Entonces cometí un error, y ese error lo pagué porque me empezaron a mandar a las posiciones de mayor compromiso. Primero me mandaron a Sapper Hill, donde estaba la compañía B, donde se suponía que al principio intentaban o intentaron los británicos ingresar y fueron rechazados por la defensa de nuestra artillería.
Después me mandaron, a fines de mayo, principios de junio, con la compañía C, que estaba en Monte Williams que era parte de la cadena de los montes donde se libraron los combates terrestres cuando se produjo el desembarco británico.
En el último destino, con la compañía C en Monte Williams, recuerdo que me mandaron con lo que se consideraban los dos peores soldados del regimiento. Habían sido los más castigados durante el año de vida militar. Uno había robado una pistola para vengarse en su barrio de otro que lo había cortado en el cuello y quería matarlo. Finalmente no concluyó la venganza, pero me acuerdo que nos comimos estar dos semanas adentro, en cana, por el muchacho.
LM: Eso previo a Malvinas…
CT: Previo a Malvinas. Y el otro cada vez que lo mandaban de franco, lo tenían que ir a buscar por la policía militar por cualquier provincia del país. Los dos soldados que mayor cana habían sufrido.
LM: ¿Los más bardos de todo?
CT: Cuando yo iba en camino y ya sabía que ellos iban a ser mis compañeros de posición, iba diciendo para mi adentro “uy, lo que me toca ahora”, porque había que estar ahí con esos muchachitos.
Cuando llegué, me dijeron la carpa donde estaban, porque teníamos una carpa y una trinchera. Entonces, abrí el paño de carpa y eran los dos peores. Lo primero que me preguntan cuando llegué es “che, ¿qué hacés, Trejo?, ¿vos sabes rezar?”. “Sí” les respondí. Y me dijeron “nosotros queremos rezar, pero no sabemos cómo. ¿Nos ayudas?”. Y empecé…
LM: ¿Qué día fue esto?
CT: Estamos hablando de los primeros días de junio, ya habían desembarcado los británicos a finales de mayo.
LM: Ya avanzado el conflicto…
CT: Son sorpresas. Los últimos serán los primeros. Ahí tenía dudas sobre mi fe y demás, y comprendí cabalmente la palabra religión. “Re-liga”. Religarse entre los humanos y religarse con Dios. Eso es lo que me habían demostrado con su actitud los peores. Los peores del regimiento. Fue una experiencia muy interesante esa. Después obviamente todo sigue, con el desenlace que todos conocemos.
LM: ¿Qué recuerdo tenés de ese desenlace?
CT: Fue muy caótico porque junto con mis compañeros habíamos regresado al pueblo hace unos días y nos dieron la orden de partir con una ambulancia a recoger heridos, muertos o lo que encontráramos en el camino.
Estábamos yendo con una ambulancia, se quedó, nos bajamos, preguntamos qué había pasado y nos dijeron que estaba descompuesta, que no la podían hacer arrancar, a la altura del helipuerto.
Con otro compañero decidimos irnos caminando hacia las posiciones donde teníamos que avanzar para buscar heridos. Obviamente el primer herido que encontré, un herido de bala en el hombro, que prácticamente le costaba su desplazamiento, lo ayudé a regresar al pueblo y ya no dio para más porque cuando llegamos al pueblo ya nos dieron la orden de entregar el armamento y los prisioneros.
LM: Vos eras camillero, pero ibas armado…
CT: Sí, por supuesto. Seguía siendo un soldado de Infantería. Primero me habían dado una pistola ametralladora, una pam, que era una porqueria, no la considerábamos un arma eficiente, y ahí en Malvinas en la primera posibilidad que tuve me dieron un fal.
LM: ¿Te tocó atender a un inglés?
CT: No. No me tocó atender a un inglés, pero sabía que si me tocaba, lo tenía que hacer. Me tocó atender a muchos compañeros enfermos, heridos y también recoger muertos.
LM: Hay que decir que en los barcos de Cruz Roja los ingleses se camuflaban y eran militares. Esa es otra de las cuestiones que están por investigarse de la guerra.
Juan Natalizio: Sí, las denuncias que hay son que utilizaban los buques hospitales para transportar tropas a distintos lugares de las islas. Es una de las tantas denuncias que hay contra los ingleses.
LM: Que no han sido investigadas.
JN: César, es muy importante también además de hacer mención de tu participación en Malvinas, del regreso, porque vos sos un militante básicamente desde que te enterás la noticia de la recuperación de Malvinas porque, como contabas, te presentás no solo en el Regimiento, si no que haces lo posible para ir a Malvinas, y cuando vuelven ustedes, sos de los que rápidamente comienza con la organización de los centros. ¿Cómo fue volver de las islas y ese click de empezar a militar la Causa?
CT: Sí, nos dimos cuenta, en forma casi inmediata, que empezaron a haber una serie de dificultades, que había comenzado la desmalvinización cultural por todos los medios de comunicación. Nos juntamos con los compañeros, con algunos, y hubo una convocatoria en la casa de un compañero en el barrio de Almagro, en Bulnes y Corrientes, en la casa de la mamá de Jorge Omar Vásquez, que era un ex soldado de Infantería, de la Marina. Allí nos agrupamos y constituimos el primer centro de ex soldados combatientes de Malvinas y establecimos cuatro objetivos en la carta de fundación.
El primero era recordar a los compañeros caídos en combate. Se empezaba a decir cualquier cantidad de sandeces, como luego se consolidó después con el tema de los “chicos de la guerra”, la victimización y demás. Nosotros nos oponemos a eso.
El segundo objetivo era empezar a dar solución a los problemas que veíamos, que habían compañeros que no podían recuperar el empleo o que no podían conseguir empleo, que habían interrumpido sus estudios y tenían dificultades para reanudarlos. Problemas médicos, de salud, y también laborales. Y habitacionales.
Empezamos a tener esos problemas e íbamos a las Fuerzas Armadas y no había solución. Se habían conseguido algunos empleos en las empresas públicas hasta ese momento, que habían dado los militares, pero no alcanzaba. Alcanzaba a un 10% o 12%.
Dijimos que la solución la tenemos que dar integralmente y ahí empezamos a organizarnos y los otros dos objetivos ya eran de naturaleza estrictamente política. Reivindicar a las Fuerzas Armadas en su rol sanmartiniano. Porque decíamos que, como dice siempre Miguel Ángel Trinidad, que fue el segundo presidente del centro y que más tiempo estuvo conduciéndolo, nosotros habíamos utilizado ese uniforme para la defensa de la patria. No teníamos por qué avergonzarnos. Lo llevábamos con orgullo.
El cuarto objetivo lo sintetizamos en una consigna que fue “volveremos a Malvinas argentinas de la mano de América Latina”. Entendíamos y entendemos, 40 años después, que argentina sola no va poder recuperar las Malvinas, ni enfrentar a los poderes más importantes de la tierra más la OTAN.
JN: Esa década del 80 con una desmalvinización, y eso también pongámoslo en contexto, es importante, ustedes se organizan en agosto del 82…
CT: El 26 de agosto justo en la conmemoración del Gaucho Rivero y su gesta.
JN: Con la dictadura en el poder, ¿no? Ustedes también van a hacer la denuncia por abuso de un oficial con un compañero. Eso lo hacen al poco tiempo y me parece importante destacar. Esa década, de militancia, ¿cómo fue? Porque ustedes eran pibes, muchos no tenían participación política ¿Cómo fue la organización y la lucha contra el aparato estatal?
CT: Fue durísimo porque todas las estructuras del Estado y todos los medios de comunicación eran una andanada cotidiana de desmalvinización y desnacionalización. El gobierno de Alfonsín fue un gobierno siniestro en ese sentido.
Ya había empezado con la última Junta Militar, la desmalvinización, pero la sistematización de la desmalvinización que era permanente. Fue durísimo al punto que los primeros cinco años fueron los instantes donde mayor cantidad de compañeros se suicidaron.
Por eso, siempre digo que la hipótesis nuestra de investigación que todavía no se realizó, lamentablemente, a 40 años, sobre los suicidios tiene más que ver, no tanto con la guerra, sino con la posguerra. Con el tratamiento de la posguerra.
Eso nos endureció, generó una fuerte identidad, nos replegamos sobre esa identidad de ex soldados combatientes, no ex combatientes, ex soldados combatientes. Lo hicimos contra el Estado, no desde el Estado, o sea desde la comunidad contra el Estado, porque para nosotros fue un Estado agresor a nuestra identidad y dignidad.
Lo hicimos apoyándonos en algunos pocos hombres y mujeres que mantuvieron la lealtad, la idea de la recuperación como podríamos decir Jorge Ramos, Pepe Rosa, Enrique Pedro Oliva y algunos otros más, apareció Ana Jaramillo en escena, y después se nos brindó el espacio en la Universidad de Lanús.
LM: Nombrás referentes del campo nacional y popular, de la izquierda nacional también, del peronismo, sindicatos. Con el progresismo tomó otra concepción. O cierta izquierda liberal…
CT: Se ligó a los derechos humanos, nosotros no teníamos ninguna dificultad con eso, pero fueron las propias organizaciones de derechos humanos las que traían una carga de antimilitarismo, entendible, porque obviamente una madre que le secuestraron el hijo y se lo asesinaron era lógico que tuviera eso.
Pero no podían entender por qué nosotros separábamos y señalábamos la dualidad de las Fuerzas Armadas en la historia argentina donde, en muchos casos, sí efectivamente las Fuerzas Armadas habían sido el brazo armado de la oligarquía a favor de los imperios, pero en otras ocasiones habían sido constructores de la nación.
Entonces, no lo podían entender y a veces nos acusaban de fachos, que cómo podíamos defender. Nosotros le decíamos que no defendíamos a las fuerzas represivas del proceso. Defendemos la función que deben cumplir las Fuerzas Armadas en su origen sanmartiniano y demás.
Los sectores progresistas se alinearon con esta postura antimilitarista, abstracta, que se ha ido atenuando, pero que ha producido un enorme efecto y que ha permitido el desarme de la nación argentina. No tenemos capacidad disuasiva en estos momentos, y es una cuestión absolutamente necesaria para el ejercicio de la soberanía política y política exterior independiente. Ha sido funcional todo ese dispositivo para nuestro desarme material.
JN: En 1991 se realiza el primer viaje de los familiares a Malvinas. Ustedes como centro de combatientes ¿tuvieron una participación en ese viaje?
CT: Ya habíamos constituido la Federación de Veteranos de Guerra de la República Argentina. Lo constituimos a fines del 89, se consolidó en el 90 y a fines del 90 dirigí una publicación que llegó a tener 40 números, la más estable de los soldados ex combatientes, que se llamó “2 de abril el pensamiento en la generación Malvinas”.
Era Secretario General, la máxima conducción de la federación, y mi segundo era Héctor Beiroa, que habíamos militado juntos en el Centro. Después se desarmó el Centro. Héctor consiguió una entrevista en ese momento con el Canciller Cavallo, que fue el primer canciller de Menem.
LM: ¿Domingo Felipe Cavallo?
CT: Exactamente. Hacía un mes que habían suscrito los acuerdos de reanudación de las relaciones bilaterales con el Reino Unido en Nueva York, el acta firmada el 19 de octubre del 89. Esto sería por noviembre. Conseguimos hacerle un reportaje para el periódico y ahí Cavallo nos sorprende con una propuesta que era trasladar los restos de los soldados caídos de las Islas al Continente.
Nos sorprendió muchísimo y le dijimos “mire, a priori le diríamos que esto no va a ser aceptado por los familiares. Y tampoco por nosotros. No lo vamos a admitir. Ustedes pueden haber tomado la decisión política exterior y el tiempo dirá si son apropiadas o no, pero eso sepa que no lo vamos a permitir”. Sabíamos la postura de los familiares.
Cavallo dijo que era una cuestión humanitaria, que se lo propuso una fundación que presidía el padre de un piloto caído, Isaías Lenin Giménez, que había viajado a Londres y venía con el encargo. Nosotros le dijimos que de ninguna manera, que no íbamos a permitir eso. “Si los ingleses son tan buenos por qué no les permiten a las familias viajar”. Ya lo habían intentado en el 83 a bordo de un buque cuando todavía estaba la dictadura, en la época que nosotros habíamos creado nuestras primeras organizaciones, y no habían podido llegar.
Entonces “si son tan humanitarios como usted dice, canciller, ¿por qué no le hacen la gestión para viajar?”. Poco tiempo después, en marzo de 1991, se concretó el primer viaje de los familiares al Cementerio de Darwin, lo coordinó Carlos Vladimiro Corach, que era secretario general de la presidencia y tuvimos que interactuar con dos que luego serían jueces.
Una es María del Carmen Roqueta que fue jueza en lo penal federal que falló en contra de la Obediencia Debida y Punto Final, que permitió los juicios a los terroristas de Estado; y el juez Claudio Bonadío. Con ellos dos interactuamos para organizar el primer viaje, donde viajaron alrededor de 350 familiares en un vuelo de Aerolíneas, que tuvo que sacar los colores del avión, los colores argentinos, que fue muy breve porque viajó a la madrugada y volvió a la tarde, pero permitió iniciar ese reencuentro de las familias con sus seres queridos en el propio lugar donde yacen sepultados.
Después, vinieron en el 96, presidía la Comisión Nacional de Ex Combatientes de Malvinas, hasta el año 2000 y en esa función organicé 16 viajes, con más familiares, contingentes más pequeños, viajes en principios que duraban un día y medio, luego una semana. Viajaron alrededor de unas 300 personas más, pero ya con más tiempo para ir a hacer el homenaje en Darwin y todo el proceso de duelo.
LM: Me gustaría que vayamos a la historia del cementerio. Hay detalles históricos que son pocos conocidos…
JN: Vos diste un dato de tu participación en Malvinas que como camillero, tuviste que enterrar compañeros. ¿Cómo de repente se enteran ustedes que había un cementerio que habían trasladado a todos nuestros héroes? A partir de ahí, no solo de esa noticia que fue Geoffrey Cardozo, que nos cuentes en conocimiento, lo que conocés en profundidad, a partir de ahí ustedes empiezan a trabajar en la construcción de lo que hoy son las cruces y todo lo que está ahí en el cementerio.
CT: Efectivamente. Los británicos lo primero que ven después de terminado el conflicto es que habían tumbas diseminadas por todos los lugares de combate. Sin cumplir con la Convención de Ginebra que establece un periodo de cinco años, que dice las actas de la parte contractuantes, deberán cuidar de darle honrosa sepultura, según el credo de cada una de las partes a los enemigos o a los caídos de la otra parte, pero para proceder a su traslado, a su exhumación e inhumación debe darse un periodo de cinco años para que las partes puedan ponerse de acuerdo.
Vencido ese periodo, los británicos podrían haberlo efectuado de forma unilateral, pero no esperaron cinco años. Ni siquiera esperaron 5 meses. Apenas terminó el conflicto comenzaron con la idea. Porque ellos querían, e intentaron y no recibieron respuesta, trasladar los restos al Continente. Ellos tienen una larga tradición que se inicia a principios del siglo XX, antes de la primera guerra mundial, con un poeta imperial donde escribe un librito que llamaba “la tumba de los caídos”, y ahí hizo como una prescripción donde le habla un soldado inglés universal al que llama Tom, donde dice “tú, Tom serás enterrado allí donde hayas caído”.
Esto inaugura, de alguna manera, una modalidad en que los británicos en sus guerras sepultan a sus propios soldados a lo largo de los cinco continentes porque la piratería se extendió por los cinco continentes. Por lo tanto, tienen 20.000 cementerios de guerra esparcidos por todo el mundo. Que depende de la Comisión de Tumba de Guerra de la comunidad británica de naciones que a su vez es un organismo que depende del Ministerio de Defensa británico. Así se administran. Todo esto, obviamente nos fuimos enterando cuando empezamos a organizar el tema del cementerio.
LM: Qué dimensión histórica. No tenía el dato de 20.000 cementerios de guerra.
CT: El 60% de los soldados británicos no están identificados. El 40% sí. Ahora qué hacen ellos. Como esa tradición que tienen era de su imperio, obviamente se lo niega a los que ellos llaman nativos. A las potencias de segunda o sus rivales. Por lo tanto, sabían en carácter importante, simbólico que tiene, que los argentinos están sepultados en el propio territorio por el que dieron su vida. Porque ello lo habían internalizado y lo habían desarrollado como doctrina, con lo cual nos lo querían negar. Lo primero que intentaron hacer era trasladarlos.
Los pusieron en una tumba, le encargaron a un señor que no había combatido, que estaba para eso, fue a la Islas después de terminado el conflicto, era un newland, teniente coronel, Geoffrey Cardoso. Va a exhumar y a inhumar los restos violando el artículo de la Convención de Ginebra que prescribía que debería demorarse cinco años. Empezó mal. Empezó con un acto violatorio del derecho internacional humanitario.
Además, como sea los entierra y es ahí donde pierden la identificación y los sepulta en tumbas sin localizar. Sin identificar. Obviamente cuando nosotros los familiares y los veteranos nos enteramos de esto es que queríamos viajar. Fruto de esos viajes que logramos, desde el año 1991, luego 1996 al 2000 que se producen 16 viajes, todos a la zona del hundimiento, porque también hay una sepultura donde está más de la mitad de los caídos, 323, en el Atlántico Sur.
En el 94 y 98 se realizan dos viajes a la zona del hundimiento por parte de familiares. Los familiares cuando regresaban de esos viajes nos contaban las experiencias. Nosotros obviamente lo registramos y casi la inmensa mayoría sentía un alivio, eran una parte de su proceso del duelo, pero también nos decían cómo se habían sentido en el cementerio.
Es un lugar muy inhóspito, hace mucho frío, no hay lugar de cobertura, no hay mucha cosa de nuestra identidad porque habían cruces blancas, peladas, frías. Nos decían que algunos no estaban identificados, no tenían un nombre. A partir de esos sentimientos de las familias, fuimos desarrollando la posibilidad, la idea o las consignas de lo que luego sería el cementerio.
Hicimos un concurso con esas necesidades, que tuviera mayor identidad criolla, un cementerio que era más bien muy anglicano, nosotros lo queríamos catolizar, digamos. Hacerlo católico criollo. Que tuviera una cobertura, los muros servirían de cobertura del viento, de lo inhóspito del clima, que tuviera todos los nombres, incluyendo a los del Belgrano, a los pilotos que no se habían recuperado los cuerpos porque ellos, todos dieron su vida por el mismo objetivo. Todos debían estar en esas placas.
JN: En ese cementerio hay 237, pero el resto están en el mar.
CT: Debían estar todos, y debían estar 24 placas, una por cada provincia. En el sentido federal. No debía cortar el paisaje, no debía ser una especie de cemento, sino hay un juego con una placa, con el aire. Hay una placa, las 24 provincias abrazando de alguna manera el cementerio y por supuesto, con una placa mayor en nombre del pueblo argentino, a través de la Comisión de Familiares, rindiendo su homenaje y presidida por la patrona de los argentinos que es la imagen de la virgen de Luján. Que además a su vez es la inspiradora de la bandera argentina en el general Manuel Belgrano.
Esto fueron las coordenadas, se hizo un concurso, empieza con una nota que yo escribí, que le hicimos a Di Tella pidiendo que intercediera, ya que era el canciller en ese momento, pero nunca nos respondió. Hicimos otra nota, con la misma máquina de escribir, al que era en ese momento el embajador británico en Buenos Aires, fue firmada por la Federación de Veteranos de Guerra de la República Argentina. La respuesta sorprendente. El 6 de enero, regalo de reyes, de 1999, nos responde que sí, que había hecho la consulta con sus superiores y que determinadas las condiciones y demás, se podía llegar a construir ese monumento que estábamos proponiendo. Ellos le llaman memorial.
LM: Quiero hacer una pregunta para recapitular, lo de Cardoso que es poco conocido ¿Cuándo se enteran ustedes? Porque eso ocurre tras la guerra. Es decir ellos cometen un delito porque no respetan la Convención de Ginebra y ustedes se enteran.
CT: Nosotros y los familiares nos enteramos, por la prensa, que habían construido un cementerio y que se habían trasladado los restos. Ahí empezamos, lo primero que había que hacer era que los familiares viajen. Cuando viajan, traen todas estas inquietudes. Es un tema que nace de abajo hacia arriba y de los sentimientos de la familia.
También había un objetivo porque nosotros sabíamos de la voluntad de los británicos de trasladar los restos y alguna manera, la voluntad de las familias, de los veteranos y del sentimiento de la inmensa mayoría de los argentinos que vemos continuamente reflejado en sus manifestaciones culturales, populares, que la decisión es que los caídos tienen que permanecer donde están a perpetuidad y que somos nosotros los que algún día debemos regresar para reencontrarnos con ellos, como hicieron las familias.
Nunca pidieron, en su mayor parte, el traslado de los restos, y que saben muy bien el valor que tienen sus hijos, sus padres, sus hermanos, y sus esposos en ese lugar. Por eso, también fue un fundamento construir ese monumento para que quede a perpetuidad los restos allí.
- Entrevista realizada por Lucas Molinari y Juan Natalizio en Malvinas, 40 Historias (Martes de 14:00 a 15:00 horas).
- Colaboración de Carolina Ocampo
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