Por Nicolás Podroznik *
Cuando Lionel Scaloni fue designado como director técnico de la Selección Argentina, una avalancha de críticas cayó no sólo sobre él, sino también sobre la AFA y Claudio Tapia. ¿Cómo podía ser que un entrenador prácticamente sin experiencia tomara las riendas de una Selección de primer nivel mundial? Algunas derrotas con flojos rendimientos, como frente a Venezuela en Madrid o con Colombia en la Copa América trajeron dudas sobre su continuidad, pero los jugadores y dirigentes respaldaron su continuidad, convencidos que ese era el camino a seguir. Ese espaldarazo se vio reflejado en lo que a día de hoy fue la última derrota de Argentina, aquel 0-2 frente a Brasil en Belo Horizonte, con un buen rendimiento que no pudo doblegar un arbitraje completamente tendencioso a favor del local. A partir de allí, el equipo comenzó a construir una solidez que desde hace años no se veía.
Tanto en Eliminatorias como en la Copa América 2021 se vio un equipo inquebrantable, con una idea clara: la del protagonismo. Sin tanta tenencia de pelota pero con la intensidad que requiere este fútbol, Argentina se erigió como un equipo convencido de lo que quiere y que sabe a lo que juega, con intérpretes que cuando se ponen la camiseta comprenden el peso específico que tiene. La rúbrica fue la obtención de la Copa América en Brasil, jugando una final impecable frente al local, que volvía a sufrir un Maracanazo luego de sesenta años. Tras la obtención del título continental, el público que aún desconfiaba de este equipo se volcó definitivamente con él y mostró sus disculpas a Scaloni, hacedor de un cambio que, tras el Mundial de Rusia, la Selección venía pidiendo a gritos. ¿Pero cuáles fueron las claves de esta revolución? A continuación, las desglosamos.
ESTILO DE JUEGO: una de las primeras declaraciones del entrenador santafesino fue que “Argentina no puede jugar un fútbol abierto como el mexicano”. Las ideas de tenencia que prevalecieron en gran parte del proceso anterior con el Tata Martino y Jorge Sampaoli poco tienen que ver con la historia de nuestro fútbol. Creatividad y enjundia eran ausentes habituales por aquellos tiempos. Faltaba el pase filtrado, la diagonal picante, el lateral pasando al ataque y, por sobre todas las cosas, actitud. En cada una de ellas, el problema no sólo era de estilo, sino también de nombres propios. Scaloni terminó con ésta cuestión de una tajada.
NOMBRES PROPIOS: el plantel que Jorge Sampaoli llevó al Mundial de Rusia fue sin duda uno de los más flojos en la historia de la Selección. A excepción de un puñado de nombres como Messi, Tagliafico, Acuña, Mercado, Armani y el Kun Agüero, el resto de los que conformaron la lista no estaban ni en su plenitud futbolística ni física. Las convocatorias no eran en términos de rendimientos, sino que referían a cuestiones como tiempo de permanencia en la Selección (Rojo, Biglia, Mascherano), pertenencia a equipos protagonistas (Banega, Higuaín, Di María) e incluso a cuestiones comerciales (Paulo Dybala). Scaloni puso fin a ese sinsentido. No sólo realizó un recambio enorme, sino que además dio chance a aquellos jugadores que tenían rendimientos sostenidos en sus equipos: para la Copa América 2019 incluyó nombres como Milton Casco y Matías Suarez (de enorme presente en el River multiganador), pero el ejemplo más claro es el de Rodrigo De Paul. El surgido en Racing recién debutó en la Selección en 2018 tras el Mundial, pero ya venía de dos años a gran nivel en el Udinese de Italia, en el que fue capitán y máxima figura. Para otros entrenadores, un jugador que peleaba por no descender o que no jugaba en las grandes marquesinas no era digno de la celeste y blanca. Lo mismo para Nicolás González, quien recibió su primera convocatoria mientras jugaba en la Segunda División de Alemania para el Stuttgart. Claramente se puede evidenciar que Scaloni realizó una renovación que quizás debió ocurrir antes.
RENDIMIENTOS: Esta renovación trajo aparejada una situación que desde hace rato no se veía en la Selección: la ausencia de reclamos por la presencia de un futbolista. La sensación es que todos los que la están rompiendo están dentro del plantel y que no falta nadie. Además, los rendimientos son parejos y prácticamente no se notan ausencias, a excepción de Messi por supuesto. A veces ni eso, ya que Argentina ganó todos sus partidos de Eliminatorias en el que el 10 no pudo jugar. Molina y Montiel mantienen un buen nivel en la banda derecha, por dar un ejemplo. Papu Gomez ha reemplazado muy bien tanto a Lo Celso como a Nico González. Se nota una solidez y una confianza elevadísima, lo cual también genera un gran ambiente de equipo.
EL GRUPO: La consagración en la Copa América fue la consolidación definitiva. Ese abrazo con Messi, el de la mochila más pesada, fue conmovedor. Muchos compañeros incluso declararon que querían ganar la copa sólo por Lio, porque se la merecía. Hoy muestran una unión inquebrantable y sin fisuras que ha generado una voluntad y una entrega hacia el compañero que da gusto ver. El público supo verlo y se contagió de la felicidad y confianza que transmite un grupo que deja todo en la cancha.
Pero el rendimiento de esta Selección en estos dos años y medio sin derrotas no se refleja únicamente en el análisis, sino también en sus números.
SOLIDEZ DEFENSIVA: En estos treinta y un partidos sin derrotas, mantuvo la valla invicta en diecisiete ocasiones y en solamente tres le convirtieron dos goles (sendos empates frente a Alemania, Uruguay y Colombia). Además, lleva seis partidos consecutivos jugando como local en el que no le convierten goles, algo que no ocurría desde 1998 cuando la Selección logró esa misma cifra (2-0 vs. Bulgaria, 5-0 vs. Bosnia, 1-0 vs. Chile, 2-0 vs. Sudáfrica, 0-0 vs. Lituania y 2-0 vs. Brasil) entre Marzo de ese año con Passarella y Septiembre de 1999, ya con Bielsa en la conducción. Pero a diferencia de ellos, hay un detalle que lo enaltece: estos seis partidos fueron oficiales y por los puntos, con lo que no hay antecedente alguno que iguale dicha marca.
RECORD: Es la primera vez desde que se juega la eliminatoria todos contra todos en la que Argentina finaliza invicta (amén de lo que pueda suceder en el partido restante frente a Brasil). El último registro de una clasificación invicta se remonta a 1974, pero en aquel entonces se jugaban en tres grupos de tres equipos (Venezuela se encontraba desafiliada por FIFA) y apenas se jugaban cuatro encuentros.
PRESTANCIA GOLEADORA: Lautaro Martínez le ha convertido a siete de los nueve equipos sudamericanos a los que se enfrentó (a excepción de Brasil y Paraguay) en estos 31 partidos, marcando un total de 13 goles (12 de ellos oficiales). En comparación con aquel equipo de Basile, Batistuta anotó un total de 17 goles (13 de ellos oficiales). Estos números remarcan el excelente rendimiento del bahiense, un goleador que no precisa grandes prestaciones para resolver en pocos metros.
La Selección que Lionel Scaloni construyó tuvo sobresaltos y cuestionamientos, los cuales han resultado determinantes para fortalecer una idea de equipo. Aquella derrota con Brasil dio cuenta que Argentina podía competir nuevamente con las grandes selecciones mundiales, a diferencia de aquella triste imagen que dejó con Bauza en la que se perdió 3 a 0 y que dio la sensación que los locales frenaron la máquina. Consolidó apuestas propias como Nahuel Molina y Cristian Romero. No tuvo dudas de incluir a Emiliano Martinez en lugar de Armani, aun cuando éste no era cuestionado. Recuperó al Papu Gómez, a Di María y a Otamendi y dio vuelo a jóvenes como Nico González. Hizo que De Paul sea fundamental e irremplazable. Pero por sobre todas las cosas, hizo sentir cómodo a Lionel Messi, quien venía de varios años sufriendo su transitar por la Selección. Reconvirtió su función y le brindó un equipo que le permite lucirse de otro modo y también hacerlos lucir.
La esperanza de cara a Qatar está intacta. Una Copa del Mundo puede ser muy cruel a la hora de determinar la continuidad de un entrenador. Lo que está claro es que Scaloni sentó una piedra basal sobre cómo debe componerse nuestra Selección de fútbol. Volver a repetir los errores del pasado y perder la brújula, sería retroceder en el tiempo y destruir un proceso que vino a señalar cual es el camino.
(*) Periodista / Abrí la Cancha
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