Por Carlos Aira *
La escalada bélica en el este europeo ha llegado al fútbol. Luego de las acciones militares rusas en territorio ucraniano, FIFA a decidido excluir a la Federación Rusa de Fútbol del repechaje clasificatorio a la Copa del Mundo Qatar 2022. No es la primera vez que Rusia es partícipe de un conflicto político en la previa de un repechaje mundialista. La Unión Soviética, antecesora de la actual Federación Rusa, estuvo en el centro de la escena en 1973.
La última plaza clasificatoria para la Copa del Mundo Alemania Federal 1974 la tenían que disputar Chile y la Unión Soviética. FIFA pautó el partido de ida para el 26 de septiembre de 1973 en Moscú. La revancha se disputaría el 21 de noviembre en Santiago de Chile. Pero todo cambió el 11 de septiembre, cuando se produjo el golpe de Estado que derrocó al gobierno de Salvador Allende. Tras el levantamiento militar, el gobierno presidido por Augusto Pinochet sumergió a Chile en un horror de miedo y ejecuciones.
¿Se jugaría la serie entre Chile y Unión Soviética? Ambos paises habían roto relaciones. A pesar que Moscú había desconocido al gobierno de facto chileno, la decisión de la dictadura chilena fue viajar hacia Moscú. Pero el plantel chileno vivía un clima dificil. Varios jugadores se habían identificado con el gobierno depuesto. Entre ellos, la gran figura del fútbol chileno.
Carlos Caszely era un diferente. Un crack. “El Rey del Metro Cuadrado“, por su capacidad asombrosa para la gambeta. Figura de Colo Colo, era considerado “El jugador del pueblo“. No sólo por su arte dentro de la cancha: Caszely – Petiso, gordito, pelo enrulado, ojos muy azules y enormes bigotes – era un militante convencido de la Unidad Popular, el frente de izquierda que encabezó Salvador Allende. Caszely había dejado Chile poco tiempo antes del golpe del 11 de septiembre. Había sido contratado por Levante, club de la segunda división española. En Santiago había quedado sus padres y hermanos, también vinculados a la Unidad Popular.
El viaje de la delegación chilena hacia Moscú era cuestión de estado. La principal preocupación de la dictadura gobernante era la posibilidad de deserciones y una campaña internacional denunciando las atrocidades. A nadie se le escapaba que el Estadio Nacional se había convertido en un inmenso campo de concentración de izquierdistas y disidentes. Muchos jugadores no querían viajar a Moscú por una simple razón: no deseaban dejar solas a sus familias bajo la tutela del régimen.
Chile armó un equipo competitivo con la base del Colo Colo que en aquel 1973 había perdido la final de la Copa Libertadores ante Independiente. También habían sido convocados el brillante defensor Elías Figueroa y Carlos Reinoso, jugador del América de México. Antes de partir hacia el otro lado de la Cortina de Hierro, el plantel fue citado en el edificio Portales, sede de gobierno ya que el Palacio de La Moneda se encontraba destruido por el bombardeo que terminó con la vida de Allende.
El diálogo fue tenso: para que nadie tuviera ningún inconveniente, los viajeros no debían hablar de política. el General Gustavo Leigh, flamante jefe de la Fuerza Aérea que bombardeó La Moneda, buscó con su mirada al médico del plantel, Elías Jacob. Sabiendo sus simpatías con el gobierno depuesto, el aviador lo amenazó con una sonrisa: “Cuídate, Elías, porque yo no hago canjes“.
“Ellos nos dijeron que no habláramos de la situación contingente de Chile, que no habláramos con nadie, que éramos deportistas, que nos remitiéramos simplemente a lo que era nuestra misión: jugar al fútbol”, explicó años después Leonardo Véliz, mediocampista chileno.
El viaje a Moscú fue atroz. Un vuelo con ocho escalas antes de arribar a Moscú. En la Unión Soviética recibieron a la delegación con total frialdad. En la noche del miércoles 26 de septiembre de 1973, en el estadio Lenin (actual Luzhniki) se enfrentaron Unión Soviética y Chile. Los trasandinos – vestidos de blanco – presentaron un esquema ultra conservador. El único objetivo era no perder y así sucedió: el partido finalizó igualado sin goles. La muralla defensiva chilena se apoyó en la enorme solvencia de los zagueros Elias Figueroa y Alberto Quintano. “Me quedó doliendo la cabeza de todos las pelotas que rechacé. Pero lo cierto es que por arriba siempre fui muy bien, así que no lograron hacernos mucho daño“, recordó Figueroa.
Debía disputarse la revancha en Chile. La dictadura en un brete: el estadio Nacional se había convertido en un inmenso centro de detención. La federación chilena barajó la posibilidad de llevar el encuentro a Viña del Mar, pero por decisión del dictador Augusto Pinochet, el partido debía disputarse – sí o sí – en Santiago. La idea era mostrar al mundo una imagen de normalidad.
FIFA estableció una comisión encabezada por el brasileño Abilio D´Almeida y el suizo Helmuth Kaeser. Mientras ellos examinaron el estadio, los detenidos fueron enviados a otro sitio de detención en el desierto de Atacama. Confirmada la localía en el Estadio Nacional, la Federación Soviética decidió no viajar hacia Chile. La guerra fría. Los soviéticos enviaron una carta a FIFA explicando qué «por consideraciones morales, los deportistas soviéticos no pueden en este momento jugar en el estadio de Santiago, salpicado con la sangre de los patriotas chilenos».
Por walk-over, Chile estaba clasificado a la Copa del Mundo Alemania Federal 1974. Pero la dictadura pinochetista quiso su partido. 21 de noviembre de 1973. 17.000 espectadores pagaron entrada para presenciar un hecho tan simbólico como político. La selección chilena salió al campo de juego. Nadie esperó a un rival ausente. El árbitro pitó el inicio del partido. Después de sacar, los jugadores tocaron la pelota, avanzando hacia una meta vacía. Finalmente, el capitán Francisco Valdés convirtió un gol festejado como un triunfo ante el terror rojo. “Fue el ‘teatro del absurdo´. Ni con los amigos se juega así. Incluso el árbitro era chileno“, recordó Elías Figueroa.
Chile clasificó a la Copa del Mundo, pero a la historia le faltó una nueva vuelta de tuerca. En 1974 recrudeció la represión. Carlos Caszely había sido figura en su primera temporada en Levante. En mayo regresó a su país para viajar junto a sus compañeros hacia Alemania. Pero el reencuentro con su familia fue atroz. Olga, la madre del delantero, había sido cruelmente torturada. Su hijo no podía creer lo que veía:
“Me bajo del aeropuerto y veo a mi madre, pero no como era. La veo triste, la veo introvertida. Le digo algo te pasa. No. Algo te pasa. Mi viejo tenía una cara muy triste. Mi hermana lloraba. Y yo: algo pasó. No, en la casa te cuento. Llegamos a la casa y ella me dice acompáñame a la habitación. Yo ya estaba con algo aquí en la garganta. Se sienta en la cama y me dice: estuve detenida. ¿Por qué? ¿Chocaste el auto? No, me llevaron detenida y me torturaron. Ya mamá, con eso no se juega. Se abre la blusa y me muestra sus pechos con quemaduras. Y ahí nos abrazamos y nos pusimos a llorar los dos. A llorar como niños”, declaró años después Carlos Caszely.
El delantero se había negado a ser partícipe del partido-farsa ante Unión Soviética en Santiago. Para muchos conocedores de la trama política chilena de aquellos días, ese desplante fue motivo de escarnio.
Pero el Rey del Metro Cuadrado tenía un as en la manga. Una gambeta deliciosa e histórica. El general Augusto Pinochet organizó una ceremonia de despedida al plantel. El dictador inició su discurso advirtiendo “la campaña internacional de desprestigio”:
“Chile sabe bien los problemas que va a tener que afrontar en Europa, porque la calumnia y la mentira ha llegado a cambiar la mentalidad de muchos europeos que no saben ni conocen lo que efectivamente está sucediendo en Chile”, dijo.
Terminada esas palabras, inició su recorrido por el salón saludando a los jugadores. Los jugadores le fueron estrechando la mano a Pinochet hasta que llegó el turno de Caszely. Cuando tuvo enfrente al general, el delantero escondió sus manos detrás de su espalda. Nadie se había animado a tamaño desplante. Una bocanada de aire fresco entre tanto horror.
Chile no superó la fase de grupos en la Copa del Mundo. En el último partido, ante Alemania Federal, Carlos Caszely fue expulsado. La Unión Soviética padeció un boicot en los Juegos Olimpicos que organizó en 1980. Devolvió la gentileza con su ausencia y la de su bloque en Los Angeles 1984.
Hoy, Rusia fue eliminada por FIFA del repechaje de cara a Qatar 2022. El deporte es la política con pantalones cortos.
(*) Periodista / Conductor de Abrí la Cancha.
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