Por Juan Patricio Méndez * y Carolina Ocampo **
Esta es una lucha que llevó adelante toda la población fueguina, tomando de ejemplo lo que sucede en Chile, donde la producción de salmones deja estragos visibles en las costas por el impacto en hábitat natural de otras especies que llevó a la desaparición de fauna autóctona. La catástrofe social y ecológica producto de políticas extractivas representa un antecedente nocivo que fue clave en materia decisoria.
Sancionada por unanimidad, la normativa fue un anhelo de organizaciones sociales y ambientalistas de todo el territorio nacional, y representa el camino de un proceso iniciado en 2018, cuando se instaló el eventual establecimiento de salmoneras (jaulas para la cría de salmones en cautiverio) en el trazo marino del Canal.
Si bien a Chile llegó a conseguir, a partir de la producción de salmónidos, un ingreso de 5.000 millones de dólares anuales y a generar 21.000 puestos de trabajo, en los últimos años los países consumidores de salmón prefirieron aquellos que no están afectados por antibióticos. Esta industria es la que más utiliza antibióticos por sobre la de Estados Unidos, Noruega y Canadá. Pero también es importante subrayar que la cantidad de puestos de trabajo ofrecidos en la industria eran de modalidad eventual y no representaban una gran porción de habitantes.
El viceministro de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, Sergio Federovisky, señaló que esta decisión “va en el sentido de la transición productiva que tiene que hacer tanto la Argentina como todo el mundo: la de pasar de explotaciones altamente insustentables a otras que no lo sean”. Asimismo, aclaró que “cuando una actividad se presume dañina para el ambiente no debe permitirse que comience hasta que no estén dadas todas las garantías de que no va a perjudicar los recursos naturales. En el caso de la salmonicultura, esas garantías no están dadas, y por eso corresponde no avanzar en proyectos de estas características”.
El proyecto
La ley es clara, y “prohíbe el cultivo y producción de salmónidos en aguas jurisdiccionales de la provincia”, con el objetivo de “asegurar la protección, preservación y resguardo de los recursos naturales, los recursos genéticos y los ecosistemas lacustres y marinos”. La prohibición, sin embargo, no es absoluta, ya que contempla cuestiones vinculadas al repoblamiento y reconoce los proyectos existentes de acuicultura.
Por otro lado, en los fundamentos indica que “el salmón es una especie ajena al medio ecológico austral, cuya aparición causaría un desequilibrio dramático en el entorno marino, particularmente por la aptitud de generar enfermedades virales, parasitarias y bacterianas que no son propias de nuestras latitudes”.
En otro apartado, señala que “la utilización de antibióticos que se terminan esparciendo en el agua, genera un sinnúmero de fallas en el micro entorno, muchas de ellas de carácter irreversible”. Hay ejemplos cercanos sobre el impacto de algunos fármacos en el agua. Según investigaciones de la Universidad Nacional de Luján, “aquello que lo que el individuo no sintetiza del Ibuprofeno es eliminado a través de la orina y despachado a los cuerpos de agua. En consecuencia, el resto químico, en su paso, va alterando los ecosistemas y las relaciones simbióticas de las especies entre sí. Ya se han detectado mutaciones en la fauna acuática, y hay riesgo biológico ambiental”.
Es destacable que el proyecto tenga una perspectiva ambiental, adecuándose al Acuerdo de Escazú y al objetivo del Acuerdo de París 2030, en donde las agendas ambientales establecen que la sanción de normas y leyes deben ajustarse a criterios de sustentabilidad y preservación ambiental.
El daño ambiental
La decisión de prohibir la cría de salmones, por parte de Tierra del Fuego, constituye un hito en materia ambiental y jurídica, fundamentalmente porque este tipo de práctica implica un gran daño ambiental. El testimonio de Estefanía González, vocera de la campaña de océanos de Greenpeace, es contundente en este aspecto: “En Chile hemos visto desde muerte de ballenas, de otras especies marinas, y contaminación en los fondos oceánicos que dejan verdaderos desiertos”.
Es por eso que, no solo a nivel local sino también en el plano internacional, esta decisión es importante. González también señaló que “Argentina está haciendo historia”, ya que “una vez que se instala una industria es muy difícil combatirla, más aún cuando cometen ilegalidades y desastres ambientales cuyas consecuencias pueden ser irreversibles”. Asimismo, añadió que “Argentina está dando una señal muy potente no solamente como país, sino a nivel regional e internacional, que a los ojos del mundo puede dar un tremendo paso para el cuidado de los ecosistemas”.
“En Chile hemos visto desde muerte de ballenas, de otras especies marinas, y contaminación en los fondos oceánicos que dejan verdaderos desiertos”
Es preciso destacar que la industria de esta índole es, de por sí, insustentable. “No hay manera correcta de hacer lo incorrecto. Los salmones son una especie exótica en mares del sur, no son naturales, por lo que la cantidad de químicos y antibióticos que se necesitan para su producción hace que la actividad sea irrealizable sin impacto”, destacó González. Y no es el único ejemplo. La instalación de especies que no son autóctonas en otros ecosistemas altera, en grandes proporciones, la simbiosis preexistente entre la flora y fauna, así como también al clima, a los suelos y al aire. Las dinámicas, modificadas por la introducción de elementos exógenos, cambian el escenario de encuentro de las especies.
“La cantidad de químicos y antibióticos que se necesitan para su producción hace que la actividad sea irrealizable sin impacto”
La política antiecológica de Chile, durante el 2007 y el 2016, marcó un antecedente preocupante en relación a la industria. En una primera oportunidad, se detectó el virus ISA (anemia infecciosa del salmón), que dejó una gran crisis de trabajo y ambiental en el país. En una segunda oportunidad, el permiso para tirar 5 mil toneladas de Salmón podrido al mar desencadenó un gran caos ambiental.
Un aspecto muy importante de este análisis en términos ambientales, es que se comprendió la transnacionalidad de las problemáticas ambientales, escenario que unió a ambos países a generar acciones en conjunto y a celebrar, posteriormente, la medida adoptada. La encíclica del Papa Francisco y el llamado al cuidado de la Casa Común comprende al mundo como una unidad, concepto que muchas veces es olvidado cuando se trata de la frontera para afuera. En el año 2019, Argentina apoyó la eliminación de las jaulas salmoneras del lado chileno del Canal de Beagle, y hoy existe una reciprocidad solidaria en cuestiones geopolíticas.
La encíclica del Papa Francisco y el llamado al cuidado de la Casa Común comprende al mundo como una unidad, concepto que muchas veces es olvidado cuando se trata de la frontera para afuera.
Por otro lado, la organización “Sin azul no hay verde” explicó a través de un comunicado en sus redes, que “entre las consecuencias de la salmonicultura se encuentran las mortandades de salmones masivas, la intensificación de blooms de algas tóxicas (como la marea roja), la introducción de especies exóticas, la alteración de los ecosistemas y pérdida de fauna local, la generación de zonas “muertas” y el enmallamiento de mamíferos marinos”
David López Katz, miembro de “Sin azul no hay verde” en Tierra del Fuego, aseguró que el inicio de las actividades hubiese significado “una amenaza para la economía de la provincia ya que, en Ushuaia, la mitad de las familias dependen del turismo, una actividad que no podría convivir con el impacto ambiental de la industria. Esta ley es un ejemplo del cuidado de un modelo económico y productivo sostenible, que respeta tradiciones culturales y prácticas artesanales que generan puestos de trabajo genuinos”.
Diferencias hacía dentro
Existe un debate muy desarrollado entre producción y ecologismo. Debate que no se comprende en otros términos que en los del ritmo del mercado y los de la soberanía alimentaria, porque cualquier producción puede ser sustentable, en tanto y en cuanto respete los procesos naturales del suelo, de la tierra, de los ecosistemas, del ambiente y de la fauna. Sin embargo, los sellos del neoliberalismo, el extractivismo y el agronegocio han desvirtuado el debate, y han colocado las agendas de los mercados por encima de los derechos humanos a vivir en un ambiente sano y a tener salud. Prácticas que han perdurado en el tiempo y que son altamente malignas para el cuerpo humano aún tienen lugar en espacios donde el debate queda supeditado a la decisión corporativa de continuar produciendo.
En síntesis, se produce un vacío de poder, donde las reglas las ha manejado, a lo largo de la historia, el mercado, dejando de lado la opinión y la decisión de los pueblos. Hoy en día, las agendas gubernamentales se han pronunciado acerca de la necesidad de contribuir a la sustentabilidad, a la reducción en la emisión de gases de efecto invernadero, a disminuir la temperatura media del mundo y a reconciliarse con los ambientes naturales de cada lugar del planeta. En definitiva, giran en torno al cuidado de nuestra “Casa Común”.
Pero en lo que concierne a la política nacional, parece que hay miradas desiguales en torno a cómo llevar adelante la producción. Matías Kulfas, ministro de Producción, y Juan Cabandié, de Ambiente y Desarrollo Sostenible, han marcado sus perspectivas en las redes sociales, luego de darse a conocer la normativa en cuestión.
“Destaco la decisión de Tierra Del Fuego de prohibir la cría de salmones en la provincia, posicionándonos como líderes en el mundo en tomar esta decisión. La salmonicultura es una práctica nociva con el ambiente y genera un impacto negativo en el ecosistema”, señaló por Twitter el ministro de Ambiente.
El único camino para el desarrollo es la sostenibilidad.
La sostenibilidad significa pensar, desde el presente, en las próximas generaciones.— Juan Cabandié (@juancabandie) July 5, 2021
Algunos piensan que hay que aumentar la producción sin preocuparse por las condiciones ambientales.
Otros creen que el cuidado ambiental está por encima de cualquier otro objetivo y que debe prohibirse cualquier actividad que implique riesgo ambiental.
— Matías Kulfas (@KulfasM) July 4, 2021
Por su parte, Kulfas declaró que “algunos piensan que hay que aumentar la producción sin preocuparse por las condiciones ambientales. Otros creen que el cuidado ambiental está por encima de cualquier otro objetivo y que debe prohibirse cualquier actividad que implique riesgo ambiental”.
Cabandié, además, recalcó que “el único camino para el desarrollo es la sostenibilidad. La sostenibilidad significa pensar, desde el presente, en las próximas generaciones. También es necesario, que quienes ejercemos responsabilidades públicas en la toma de decisiones, tengamos una mirada sostenible sobre los métodos de producción.”
(*) Periodista y columnista de Ambientales en Abramos La Boca (Lunes a Viernes de 16 a 18 hs)
(**) Periodista y redactora en Radio Gráfica 89.3
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