Por Gabriel Fernández *
Mientras la información internacional involuciona de las tierras raras a las cosas raras, mientras conceptos como protección pasan a formar parte de la lista de delitos económicos, y mientras toda nación impulsora de su desarrollo industrial vuelve a ser catalogada como autocrática y violenta, una parte mayoritaria del planeta ratifica su andar circunspecto y reservado. Lo hace mediante fórmulas elásticas y, al mismo tiempo, controladas por poderes públicos dispuestos a mejorar sus indicadores internos y establecer vínculos que potencien su capacidad productiva sin afectar preceptos soberanos.
En este tramo de la historia, caracterizada en las Fuentes como El sendero de la multipolaridad, las naciones emergentes vienen logrando avances sin precedentes que pueden mensurarse y cuyos resultados están más allá de la voluntad de los observadores. Por empezar, este conjunto obtiene, desde hace un lustro aproximadamente, tasas de crecimiento, ahorro e inversión bastante más elevadas que las de los países de habitual llamados centrales; se ha constituido así en el principal motor de crecimiento global y en vanguardia científico técnica.
EL EMERGER. La construcción registrada en ese espacio planetario denota una intensa priorización de las inversiones productivas y, en sintonía, un acotamiento del poderío de las grandes corporaciones financieras y de los estados que las acunan. También, aunque con muchas variantes, ha condicionado la adopción de decisiones a la consulta, la interdependencia, la fluidez comercial y financiera. Estas economías sostienen altas tasas de inversión y de ahorro interno, lo cual deriva en holgados superávits comerciales.
La principal evidencia de la realidad ha sido el fuerte desbalance entre las economías del Occidente central y las sureñas, así como la vigorosa acumulación de reservas internacionales. También, y más allá de la prédica mediática, se ha instituido un cambio en las relaciones de poder entre los países avanzados y los emergentes. Por caso, en el G20, el gran foro para la cooperación internacional al que concurren numerosas naciones otrora subdesarrolladas, se percibe un cambio en la relación de poder a nivel mundial. Un dato, lector: mientras los Estados Unidos parecen comprenderlo -no necesariamente admitirlo- Europa se narra a sí misma un diagnóstico diferente.
A tal punto se ha desplegado este proceso -los estrategas euroasiáticos ya lo evalúan indetenible-, que hacia el año 2050 seis de las siete mayores economías del mundo serán países emergentes. Su rápido crecimiento implica un desafío: para el año indicado, el 85 % de la población mundial vivirá en esos territorios. Desde la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se ha emitido una predicción nada aleatoria: “Atender estos mercados hoy –aseguran sus analistas económicos– permite posicionarse en los mercados del mañana al tiempo que permite a las empresas contribuir a dar respuesta a los retos en materia de desarrollo sostenible”.
Se trata de una advertencia para los empecinados en imponer la renta sobre la realización. Según la Unión Europea (UE) el estudio de la viabilidad de una economía emergente debe incluir la sostenibilidad de un país en términos de “transparencia y valores democráticos, así como de economía, medioambiente y demografía, la atención de la salud, la distribución de la riqueza y la educación. Los criterios basados en factores ambientales, sociales y de gobernanza, deben formar parte de la hoja de ruta de los inversores en las regiones en desarrollo”.
BRICS + y OCS. Desde ya que quienes crecen no escuchan esas imposiciones y ratifican las concepciones culturales propias. Las mismas poseen sus propios contenidos acerca de qué merece llamarse democracia y qué entienden por distribución. Por lo pronto, en un camino inverso al de los países del centro occidental, han mejorado el nivel de vida de sus poblaciones e incluido en el área de consumo regiones sociales antes descartadas. Es preciso observar este aspecto con atención, pues las exposiciones públicas de Davos y su sucedáneo castrense, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) suenan bien, pero vienen con premio.
Los multipolares se caracterizan por una fuerte y progresiva actividad industrial que modifica la estructura de sus PBIs, alejándolos de la primarización. Esto conlleva a la aceleración de su crecimiento económico y sus mercados interiores. Los configura como los mercados con mayor potencial de consumo debido a que concentran una gran parte de la población mundial. A su vez, muchos vienen intensificando la investigación y el respaldo a las empresas locales, sin por ello rechazar inversiones externas, a las cuales colocan bajo monitoreo estatal.
Esas banderas se encuentran dentro de la ONU, lo cual puede corroborarse en las votaciones sobre aspectos específicos como el colonialismo, pero también han ido construyendo sus propias arquitecturas y adecuando algunas pre existentes. Ya no son sellos de goma ni asociaciones de paja, sino potentes coaliciones entre las que destacan los BRICS+. Cual amparo se sigue desplegando la entidad que surgió para cuidar la seguridad asiática y transitó hacia la conformación de una asociación de rasgos político económico financiero y comercial, sin abandonar -atenti- sus premisas iniciales, la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS).
REALIDADES O FICCIONES. Al recorrer despojados de prisa estas líneas, se va comprendiendo que los emergentes multipolares no están modificando sus acciones. No lo hicieron cuando arreció la fiebre de las sanciones al inicio del tramo más reciente de la guerra en Ucrania, no lo hacen ahora, cuando todo el mundo debate sobre aranceles y protección. Las portadas concentradas se apresuran a señalar que el planeta cambió radicalmente desde la asunción del rubicundo a la presidencia norteamericana, pero no pueden trasladar ese comentario etéreo a números concretos.
Como no logran relevar la verdad por la fábula, insisten en la difusión de presuntos valores. Hace un par de semanas, la experta en banca, economía aplicada, finanzas sostenibles, desarrollo sostenible y transformación digital, Elisa Aracil, mereció altavoz para expresar “El principal problema de las economías emergentes es que las instituciones son en estos lugares mucho más débiles que en países desarrollados. Una de las primeras cosas que los países emergentes tienen que hacer es reforzar sus instituciones y revisar el poder que tienen los gobiernos desde el punto de vista de la regulación legal. Por otro lado, es muy importante facilitar la entrada de multinacionales extranjeras que proceden de países desarrollados porque estas actúan como difusores de prácticas sostenibles sobre las cuales no hay regulación en los países en desarrollo”.
Claro, claro. Aracil insistió también en que “hay que hacer mucha concienciación individual a los ciudadanos sobre la importancia de la sostenibilidad. Son las propias empresas las que pueden llevar a cabo una labor de ‘evangelización’ en este sentido, además de los grupos de interés secundarios, como son ONG, movimientos sociales o ‘influencers’ locales”. Se entiende porqué los BRICS+, empezando por la República Popular China y la Federación de Rusia, dan cuenta de gran precaución a la hora de habilitar el ingreso a sus regiones de la comunicación occidental y de sus tramas sociales. Allí pueden adentrarse firmas productivas que admitan el regenteo oficial, pero no predicadores de la runfla financiera.
ARGENTINA EN EL WARNES. Los países que hoy siguen siendo caracterizados como avanzados alcanzaron, hasta la primera década del siglo en curso, un desempeño económico sobresaliente. Han estado a la cabeza del crecimiento del PBI, de la inversión y de la participación en el comercio mundial. Por su parte, las economías que hoy se mencionan emergentes concentraban la mayor parte de la población mundial, pero registraban tasas de crecimiento mucho menores. Con un ritmo que se acicateaba a sí mismo, se incrementó la brecha económica a lo largo del Siglo XX y sus esquirlas.
Sin embargo, varios sucesos modificaron la tendencia. El desplazamiento de las economías productivas en los años 90 inició el esquema que llamamos desterritorializador hacia dentro de las grandes potencias. Tal como lo habían hecho con las naciones más humildes, los estados centrales fueron sometidos a un progresivo traslado de recursos desde las zonas social productivas hacia las financieras con el argumento de ahorrar y salvar a los megabancos de sus propios desequilibrios. Esto fue deteriorando la estructura de las naciones más relevantes.
Por estas horas, cabe indicar que la Argentina, víctima de los saqueos propios del tramo final de la centuria previa (impulsados en especial durante la gestión comandada por José Alfredo Martínez de Hoz 1976 – 1983), se acaba de insertar en el sistema de absorción que damnifica a las naciones europeas. Justo cuando, como lo certifican los BRICS+ y tantos emergentes, la senda planetaria le ofrecía el lugar exacto para crecer en consonancia con otros países del Sur continental y con aquellos que se reestructuraron mediante los parámetros indicados párrafos atrás.
Entonces, ya que hablamos de Argentina, hablemos de Japón.
PUNTO DE QUIEBRE. Otros gobiernos, más perspicaces a la hora de visualizar el horizonte y definir nuevos caminos, adoptaron resoluciones inimaginables tiempo atrás. China, Japón y Corea del Sur afirmaron en un comunicado publicado el domingo 30 de marzo que están “listos para acelerar las negociaciones para lograr un acuerdo de libre comercio trilateral”. Fue luego de una reunión ministerial celebrada en Seúl. Los representantes de industria y comercio de los tres países también acordaron la creación de “un entorno predecible de negocios e inversiones”.
El 22 de marzo los ministros de Relaciones Exteriores de esas naciones habían celebrado una cumbre trilateral en Tokio para impulsar la cooperación regional, generando lo que el ministro de Asuntos Exteriores japonés, Takeshi Iwaya, llamó “un punto de quiebre en la historia”. Estuvo lúcido y acertó. El encuentro se concretó mientras los Estados Unidos iniciaban la contracción de su perfil global, llevando a muchos países hacia la redefinición de sus alineamientos.
Por supuesto, Wang Yi protagonizó desde el centro de la escena. “Las tres partes acordaron apoyarse mutuamente, ser buenos anfitriones del foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) y promover un regionalismo abierto. Nos adheriremos al multilateralismo y al libre comercio, y promoveremos la globalización económica en una dirección más inclusiva y universalmente beneficiosa”, dijo el canciller del coloso.
Con el 25% de la población mundial y una producción económica combinada que supera los 24 billones de dólares anuales, estos países asiáticos quieren consolidar su influencia a nivel global. “Nuestros mercados tienen potencial inmenso y capacidad para moldear el futuro económico”, aseguró el ministro de relaciones exteriores de China. Todos, son conscientes de las dificultades existentes, marcadas por la historia y los intereses presentes; pero el espíritu de época parece más fuerte.
Aunque Tokio y Seúl han fortalecido su cooperación en tecnología y defensa, Pekín todavía mantiene posturas antagónicas en temas sensibles como la seguridad regional. Vale recordar que, hasta hace meses nomás, Japón y Corea del Sur figuraban entre la nómina de aliados más cercanos de los Estados Unidos. Empero, si se afina la mirada se aprehende el sentido. El comercio los une: China es el segundo destino de las exportaciones japonesas y surcoreanas; Japón y Corea del Sur recibieron 26 mil millones de dólares en exportaciones chinas en 2024.
Claro está que el persistente asunto de la elaboración de semiconductores no fue ajeno al innovador enlace tripartito. Tras horas de diálogo, los ministros de Relaciones Exteriores de la amalgama amarilla, decidieron explorar mecanismos regionales que impulsen el desarrollo tecnológico conjunto. Otra pista a considerar se encuentra en la actitud hacia la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Corea del Sur se adentró rápidamente en la propuesta del Dragón, mientras que Japón admitió sumarse a proyectos específicos dentro del trazado.
EL DRAGÓN VUELA LEJOS. China arrancó el 2025 con más solidez de la esperada: su PBI aumentó un 5,4% anualizado en el primer trimestre, según reveló este miércoles la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE). El dato se encuentra por encima de numerosas previsiones, que anticipaban turbulencias y dificultades en el seno del coloso. “Con la continua implementación y efectividad de varias políticas macroeconómicas, la economía nacional ha tenido un inicio estable y un buen comienzo de año”, declaró la entidad.
Eso si: nada de quedarse dormidos. La agencia advirtió sobre los retos que se avecinan: “El actual entorno exterior se ha vuelto cada vez más complejo y desafiante, mientras que la demanda interna efectiva necesita más impulso. Aún deben reforzarse los cimientos de la recuperación y la mejora económica”. Otros indicadores económicos importantes también superaron las estimaciones previas. La producción industrial creció un 7,7% interanual y marcó el ritmo más rápido desde junio de 2021. Por su parte, las ventas minoristas aumentaron un 5,9%, muy por encima del 4,3% previsto por los economistas, y representaron el mayor incremento desde diciembre de 2023.
Las ventas minoristas se consideran un indicador clave de la trayectoria económica de China. El país sigue lidiando con la atonía de la demanda interna, derivada de los problemas del mercado inmobiliario y los efectos persistentes de la pandemia. En respuesta, China redujo su objetivo de inflación del 3% al 2% para 2024 e introdujo subsidios gubernamentales y créditos para aumentar los ingresos de los hogares en un esfuerzo por incentivar el gasto de los consumidores.
Como el lector puede comprobar, el perfil productivista del 2025 chino fue anticipado en esta secuencia. Asimismo, se anunciaron los escollos en la economía europea ante su atadura a las innobles corporaciones belicistas. Y la intensa esgrima entre Trump y Xi a la hora de sostener los respectivos esquemas inversores. Para el lector interesado, además de sugerir un repaso de las Fuentes destinadas a ahondar en la nación milenaria, este periodista propone recorrer estos textos, originados en distintos análisis de Telma Luzzani y de Julio Fernández Baraibar.
Al tiempo que lo narrado sucedía, atrayentes episodios brindaban melodías dignas de considerar.
FICO o KALLAS. El primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, cuestionó fuerte a la representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Políticas de Seguridad, Kaja Kallas. Enfatizó que no puede ordenar a los dirigentes de estados soberanos dónde ir. La afirmación surgió ante las exigencias de la asociación declinante para que los funcionarios del Viejo Continente se abstengan de concurrir a los actos conmemorativos de la victoria sobre el nazismo en Rusia. Fico destacó que su visita está basada en “la verdad histórica” y agregó que “Eslovaquia es un país soberano, tenemos nuestra memoria histórica, tenemos nuestra experiencia histórica”. “No puedo permitir que el comisario de la Unión Europea, un miembro de la Comisión, me diga lo que debo o no debo hacer”, indicó.
Si se empalma este roce con aseveraciones precedentes, resulta necesario indagar cuán democrático es el centro occidental, embebido por su funcionariado y sus medios en una declamación humanitaria sostenida y fatigante. Para justificar sus pulsiones criminales necesita identificar a la nación que doblegó la amenaza más recia del siglo XX con su anverso, y a las bandas ucronazis que vindican las aspiraciones hitlerianas con la defensa de derechos que contribuyeron a damnificar. Fico es caracterizado como ultraderechista por el periodismo adocenado, al tiempo que Kallas y su entorno, adalides del pluralismo y la tolerancia.
PUTIN y PEZESHKIAN. ¿Algo más? Bastante. Pocos días atrás el Parlamento de la Federación ratificó el acuerdo suscripto en enero del año vigente por los presidentes Vladimir Putin y Masoud Pezeshkian. La confluencia tiene como objetivo profundizar y ampliar la cooperación entre Rusia e Irán en una amplia gama de áreas. Entre otros asuntos, estipula que ambos países desarrollarán una cooperación igualitaria y mutuamente beneficiosa en todas las áreas de interés mutuo, coordinarán estrechamente las actividades a nivel regional y global y fortalecerán la colaboración en el campo de la seguridad y la defensa.
El tratado prevé que, si una de las partes es objeto de una agresión, la otra no proporcionará al atacante asistencia militar o de cualquier tipo que facilite la continuación de la agresión y promoverá la resolución de los desacuerdos sobre la base de la Carta de la ONU y otras normas aplicables del derecho internacional. También abordarán de conjunto “el comercio, la cooperación económica, industrial y en el sector bancario, el desarrollo de corredores de transporte internacionales que pasen por el territorio de ambos países, en particular el corredor de transporte internacional Norte-Sur, la colaboración en el sector energético: petróleo, gas y energía nuclear pacífica”.
ARAQCHÍ, WITKOFF Y AL BUSAIDI. Por otro lado, aunque portando equilibrada ligazón, la República Islámica y los Estados Unidos acordaron ayer avanzar a una nueva fase de negociaciones sobre el programa nuclear iraní en la reunión indirecta mantenida en Roma, informó el Sultanato de Omán, que ejerce de intermediario entre los dos países. El ministro de Relaciones Exteriores iraní, Abás Araqchí, y el enviado especial estadounidense para Oriente Medio, Steve Witkoff, concretaron gestiones indirectas de cuatro horas mediadas por el jefe de la diplomacia omaní, Badr bin Hamad al Busaidi.
Araqchí explicó que la nueva fase incluye reuniones técnicas de expertos sobre el programa nuclear persa en Omán. “Estas conversaciones están cobrando impulso y ahora incluso lo improbable es posible”, dijo en X Al Busaidi tras el encuentro mantenido en la residencia del embajador omaní en Roma. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Omán afirmó en un comunicado que Araqchí y Witkoff “acordaron iniciar la siguiente fase de sus conversaciones, cuyo objetivo es sellar un acuerdo justo, duradero y vinculante” que garantice un Irán sin armas nucleares ni sanciones, pero que mantenga su “capacidad para desarrollar energía nuclear con fines pacíficos”.
Finalmente. El Papa Francisco presentó un nuevo texto. Se titula La esperanza dona a la vida del hombre una ventana hacia lo eterno. Es prólogo a una obra del padre Tommaso Gianuzzi. Como Jorge Bergoglio suele realizar aportes con significantes variados, quienes se interesen en su pensar pueden evaluarlo aquí. Y ahora, claro, en plena Semana Santa.
También cabe reflexionar, con buenos mates destinados a equilibrar el fresco, sobre esta frase de Antonio Porchia:
Creías que destruir lo que separa era unir.
Y has destruido lo que separa.
Y has destruido todo.
Porque no hay nada sin lo que separa.
- Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
Título: SunTzu
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