Por Juan Natalizio
Cuando se tomó la decisión de recuperar Malvinas fue con la máxima de que los ingleses no vendrían, es decir, que no habría guerra y se solucionaría diplomáticamente. La ignorancia de la Junta Militar no sorprende, recordemos que en Argentina gobernaba una dictadura cívico militar desde 1976 y en diciembre de 1981 asume la tercera Junta que es la que trae el plan de recuperar Malvinas.
Para sorpresa de los altos mandos, luego de recuperar los archipiélagos del Atlántico Sur, los ingleses movilizaron la mayor flota militar desde la Segunda Guerra Mundial. La improvisación por la defensa de Malvinas fue absoluta y esto acrecienta la heroica lucha que se dio en las Islas. Pero lo que generó el 2 de abril y los 74 días de combates fue una cátedra geopolítica, unió a América Latina y se trasformó en una lucha contra el imperialismo anglosajón; tanto en Washington como en Londres estaban estupefactos y entendieron que al finalizar los combates en Malvinas se debía luchar contra su legado.
Woodrow Wyatt, uno de los principales voceros de la Primera Ministra Margaret Thatcher, afirmó, el 13 de junio de 1982 ante el diario Daily Mirror, “la necesidad de humillar a la Argentina” y buscarían que “hasta los niños no vuelvan a pensar más en las Falklands, imponiéndoles el pago de los daños de esa loca aventura.” Al día siguiente de estas declaraciones se daría el “cese de hostilidades” y a partir de ese momento comienza la batalla cultural.
Luego del golpe de Estado de 1955, a las Fuerzas Armadas Argentinas (FF.AA.) las conduciría, a sangre y fuego, un sector militar reaccionario que se encargó de expulsar a los militares nacionales y peronistas; a muchos de ellos los enviaron a la cárcel de Ushuaia o los fusilaron. Se implantó la idea del enemigo interno y con el control de las FF.AA. se empezó una política económica pro imperialista, defensora de los poderes financieros internacionales y multinacionales.
Con el golpe de Estado de 1976 se instauró el modelo económico de Martínez de Hoz que fue, entre otras cosas, para destruir lo que quedaba de la industria nacional y consolidar el modelo agroexportador; muchas de estas medidas económicas continúan vigentes al día de hoy. Pero con la recuperación de las Islas, las FF.AA. se encontraron con que debían dejar de apuntar sus fusiles contra el pueblo argentino o contra un país hermano, y apuntarlos contra el verdadero e histórico enemigo de nuestro territorio; pero además ahora debían combatir.
Las FF.AA. no estuvieron solas, el pueblo se movilizó y fue protagonista de la defensa del país, actuó contra una nueva agresión del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte separando a la dictadura con el momento histórico.
Desde la finalización del conflicto de 1982, en los grandes medios de comunicación, en los círculos académicos y en un sector mayoritario de la política, predominan dos corrientes históricas sobre la guerra. Para ambas, el 2 de abril fue el acto de la dictadura para perpetuarse en el poder o “limpiar” su imagen. No se plantean, estudian o analizan el rol del Reino Unido, de los grupos económicos o de los sectores militares de Estados Unidos para generar una crisis en el Atlántico Sur; o que luego de la acción militar por parte de la Argentina, que no causó bajas en los británicos, no se solucione el conflicto a través del diálogo. Estas dos corrientes solo se diferencian en el momento de hablar de lo que pasó durante el conflicto: para una, los soldados fueron víctimas e intentan generalizar los hechos de estaqueamientos y torturas que efectivamente ocurrieron en casos puntuales; para la otra, se destacan los hechos de combates. En ambos casos, no se considera al Reino Unido como enemigo.
Lo que pasó a partir del 2 de abril fue una lucha antiimperialista, aunque con una conducción que no tenía esa intención. Fidel Castro le señaló al entonces canciller argentino, Nicanor Costa Méndez, cuando este viajó a Cuba en junio de 1982, que “ninguna guerra de liberación nacional se pierde. Siempre que se esté realmente dispuesto a lucharla”.
Lo que estuvieron dispuestos a dar esa lucha fue el pueblo argentino, y muchos oficiales y suboficiales de las FF.AA. Por supuesto que hubieron militares que no estuvieron a la altura o cometieron abusos con sus subalternos, pero ni cerca fue la gran mayoría de oficiales. Muchos militares lucharon junto a los soldados y pasaron las mismas penurias.
Pero lo más importante es que durante esos días las FF.AA. recobraron su razón de ser, estaban luchando en defensa de la Patria contra el verdadero enemigo. Esto preocupó a EE.UU. y Europa occidental y por eso envió a uno de sus voceros, el politólogo francés Alain Rouquié, que en una entrevista realizada por el periodista y escritor Osvaldo Soriano para la revista Humor en 1983, advirtió que “es muy importante: desmalvinizar, porque para los militares las Malvinas serán siempre la oportunidad de recordar su existencia, su función y, un día, de rehabilitarse. Intentarán hacer olvidar la guerra sucia contra la subversión y harán saber que ellos tuvieron una función evidente y manifiesta, que es la defensa de la soberanía nacional. Malvinizar la política argentina agregará otra bomba de tiempo en la Casa Rosada”.
El absurdo que planteó el francés se transformó en una política de Estado; mientas la OTAN mantiene y aumenta su presencia militar en Malvinas, nuestras FF.AA. fueron desmanteladas. Cuando se plantea que Argentina debe recuperar su estructura militar se acusa de estar a favor de la guerra o cosas similares. No, las Fuerzas Armadas Argentinas son para Defensa y para persuadir, quien invade y hace guerras no es nuestro país. Por otro lado, no hay plan de defensa militar posible si no es en conjunto con los pueblos hermanos de la región. Aprendizaje de Malvinas.
El 14 de junio finalizaron los combates en Puerto Argentino pero comenzó la batalla cultural. Mientras los ingleses aparecen sin ser nuestros enemigos, estos avanzaron (y avanzan) en el control de recursos naturales de nuestro país; por otro lado, el modelo económico de la dictadura se profundizó durante la democracia. No habrá proyecto nacional sin Fuerzas Armadas y no se puede ser malvinero sin entender el rol clave de estas. Tampoco se es malvinero y probritánico.
Grandes pensadores rompen con las dos corrientes antes mencionadas, estos pensadores son: Jorge Abelardo Ramos, Jorge Enea Spilimbergo, José María Rosa, Enrique Oliva, Ana Jaramillo, Fermín Chávez y tantos otros y otras, que señalaron durante y pos conflicto por qué se luchaba en Malvinas. Fueron quienes combatieron o combaten la colonización cultural lanzada por los ingleses.
Para Jorge Abelardo Ramos “un país semicolonial, cuando libra una guerra contra el imperialismo, cualquiera sea el carácter de su gobierno, se convierte en el portavoz del progreso histórico. Esto es así aunque el país imperialista sea dirigido por un socialista y el país semicolonial por un general reaccionario.”
Continuando el concepteo de Ramos, el militante obrero argentino Mateo Fossa viajó en 1938 a México para participar de un congreso sindical y durante el viaje pudo entrevistar a León Trotsky. Fossa le consultó sobre la lucha de liberación de los pueblos de América Latina, y aquel explicó que en ese momento los agentes de Estados Unidos, Francia, Inglaterra y el stalinismo tratan de sustituir la lucha contra el imperialismo por la lucha contra el fascismo. Y señaló que si un país de América Latina, aunque esté gobernador por un fascista, entra en guerra con Inglaterra, él apoyaría al país latinoamericano ¿Por qué? Porque de triunfar “daría un poderoso impulso a la conciencia nacional y democrática del país y llevaría el derrocamiento de la dictadura” y resaltó que “verdaderamente, hay que tener la cabeza vacía para reducir los antagonismos mundiales y los conflictos militares a la lucha entre fascismo y democracia. Bajo cualquier máscara hay que aprender a distinguir a los explotadores, dueños de esclavos y ladrones”.
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