Sergio Rossi, Secretario de Estrategia y Asuntos Militares del Ministerio de Defensa de la Nación, dialogó con Lautaro Fernández Elem y Mario Sadras en Radio Gráfica sobre la política de soberanía, el rol de las Fuerzas Armadas y la necesidad de recuperar el industrialismo militar. Además, hizo hincapié en el Fondo Nacional de Defensa Argentino (FONDEF), creado por ley el año pasado para financiar el proceso de reequipamiento de las Fuerzas Armadas. Una extensa charla con el funcionario desde una mirada nacional sobre la soberanía y las Fuerzas Armadas.
LFE: Hace días conocimos los lanzamientos y prácticas militares de Reino Unido en Malvinas. Además, en los últimos meses se ha recrudecido esa intensidad bélica en el Atlántico Sur, en un momento que usted caracteriza como repliegue norteamericano sobre nuestras tierras.
SR: La Argentina hay que mirarla en perspectiva. Cómo ha sido el surgimiento de nuestra nación y qué es lo que queremos en las décadas que vienen. La independencia argentina tuvo que ver con un proceso, que fue el hundimiento del imperio español. Había tendencias autonómicas que ya venían, había una re afirmación de una identidad nacional, pero lo cierto es que el proceso independentista, en toda la América española y en nuestro caso particular, se desata después de 1808 con la invasión napoleónica. Después España intenta retomar su control sobre sus colonias americanas y ya no puede. Hay una expedición que iba a venir al Río de la Plata que cayó sobre Venezuela, que fue la expedición Morillo. Permitió al Río de la Plata no tener la guerra con el ejército español en su territorio. Pero, claramente España se replegó sobre Europa.
La dependencia de Argentina con Inglaterra se termina, se pone en crisis, después de la Primera Guerra Mundial, y tuvo que ver con un repliegue de Inglaterra. Hoy estamos en un mundo que acumula tensiones, donde Rusia y la Unión Europea están en un segundo pelotón, ante la puja entre Estados Unidos y China. Me parece que la Argentina tiene que buscar un camino equidistante e independiente, que satisfaga su propio interés nacional, buscando un equilibrio y no ir corriendo detrás de unos u otros. El orden que surgió después de la Segunda Guerra Mundial se resquebraja en algún punto.
Me parece que hay que tener en cuenta que en el año 2048 se va a renovar el Tratado Antártico, es imaginable que aumenten las tensiones geopolíticas en este sector. Nosotros estamos acostumbrados a creer que es natural, que es lógico que el espacio radioeléctrico, que el espacio de señales, las órbitas satelitales, se dispongan según acuerdos internacionales. Todas esas convenciones internacionales, hay países que están desconociéndolas. Estados Unidos armó una fuerza espacial, Francia armó otra, Inglaterra armó otra. Son pujas que hay que mirar con atención y resguardar el interés nacional.
MS: ¿Cuál sería el proyecto político a desarrollarse, en términos de Defensa, y cuál supone que sería la capacidad operativa de las Fuerzas para llevarlo adelante? ¿Qué requerirían?
SR: La Argentina tiene que ir recuperando capacidad de defender su espacio soberano. A trazo grueso, cuando yo era chico había gente que decía “uno puede ser una colonia próspera”. A mí siempre me pareció que eso no es viable. Hay gente que dice “¿Para qué vamos a tener Fuerzas Armadas, si lo que necesitamos es bomberos y policías” De la soberanía se va a ocupar otro”. Eso no es nuevo, el problema es que los zonzos se renuevan, periódicamente.
MS: También usted hablaba de unas fuerzas industrializadoras o industriales.
SR: El industrialismo militar fue una corriente de pensamientos que confluyó en el peronismo, pero que lo antecede. Hubo una serie de militares que, después de la Primera Guerra Mundial, vieron que si una se quería hacer lo que decía Von der Goltz de “La Nación en armas” tiene que tener autonomía tecnológica, industria propia. La Argentina en la época de Yrigoyen y de Alvear fue pionera en el manejo soberano del petróleo, era una cosa importantísima de los años ’20, porque sufrieron que la Shell no les vendía combustible para el despliegue militar. Entonces dijeron “armemos una empresa propia”.
La idea de la autonomía tecnológica y la mayor autosuficiencia industrial posible es tan evidente que hay gente que no lo comparte. Hay gente que prefiere comprar todo hecho en el extranjero. No estamos inventando la pólvora. La ley del FONDEF, que se aprobó el año pasado, recoge esa idea. Tenemos que recuperar nuestro sistema de armas, tenemos que tratar de fabricar todo lo que podamos y, como tercer paso lógico, adquirir lo que no podemos desarrollar, tratando de contar con la mayor transferencia tecnológica posible. Eso está en la ley: hemos puesto en marcha el funcionamiento del FONDEF. El 31 de marzo enviamos al Congreso el informe, el plan de adquisiciones para este año. Queremos dejar plasmado, dejar institucionalizado, ese proceso de planeamiento de la recuperación de las capacidades militares con este objetivo, de un país que no tiene intenciones de invadir a nadie y lo que busca es defender su espacio soberano.
LFE: ¿Dónde cree el Ministerio de Defensa que hay que fortalecer material militar?
SR: La Argentina sufrió un proceso de desinversión de dos, tres décadas. En todo lo que usted busque va encontrar necesidades. Lo que hay que armar es un plan gradual. Pensarlo a 10 o 20 años y ver cómo salta la cosa. Por ejemplo, tenemos que recuperar la fuerza de submarinos. Eso es estratégico: controlar para disuadir. Repensar todo el programa de submarinos de la Argentina y luego ejecutarlo. Tenemos también que desarrollar mejor logística para asistir nuestra política Antártica. Hubo una decisión importantísima como fue la de reparar el rompehielos Almirante Irízar casi en su totalidad y en astilleros propios. Incluso hay que encarar buques polares. En materia aeronáutica, lo mismo: hay que combinar las necesidades con las posibilidades y cómo vamos reconstruyendo esa capacidad. Por supuesto, hacer aviones supersónicos es lo más difícil. Hay que tener una estrategia para tener eso a largo plazo, y también ir fomentando las capacidades que tenemos. Los aviones Pampa y el avión IA-100 Malvina que vamos a retomar van en esa línea, empezar con un sistema de armas más accesibles. Volver a tener capacidad, primero, de conocer y vigilar los espacios soberanos, luego de controlarlos y, luego, eventualmente si llegara a hacer falta, poder denegarlos.
LFE: En los ’80 tras la salida de la dictadura, se llegó a la conclusión de que para que no haya problemas en la democracia, no hay que tener militares. Una conclusión que nos llevó a un debilitamiento de las Fuerzas. En el campo nacional, en la vida política, ¿se va llegando a ese proceso cultural de no es cuestión de no tener militares, sino de tener militares en defensa de la Patria? El año pasado se envió un contingente de militares argentinos a Chipre y Alberto Fernández habló de dar vuelta la página, y se lo criticó duramente.
SR: Me parece que no es blanco y negro. Lo de la vuelta de página, cuando lo dijo el presidente me pareció bastante razonable. Hubo muchos organismos que entendieron perfectamente lo que dijo el presidente, algunos que no. También hubo algunos que reivindicaban la dictadura, que dijeron que estuvo mal lo que dijo el presidente porque era un uso oportunista y que quería halagar a las Fuerzas Armadas, quizá preocupado por el golpe en Bolivia o por Bolsonaro. Me parece que esas lecturas atrasan. Cuando se llevó el sable de San Martín de Granaderos al Museo Histórico Nacional fue un desfile gigantesco y espontáneo.
Argentina tuvo un capítulo funesto, que fue un episodio particular de su propia historia de golpes y de la Doctrina de la Seguridad Nacional prescripta en tiempos de la Guerra Fría por los Estados Unidos, para nuestras Fuerzas Armadas latinoamericanas. En Argentina esto fue particularmente gravoso por todo lo que fue la dictadura que, además de reprimir, destruyó nuestra economía porque, con invocaciones nacionalistas, Martínez de Oz entregó gran parte de nuestra riqueza y nuestro futuro al extranjero, y obviamente que hubo consecuencias.
Se hizo un esfuerzo enorme por inhibir el actor militar en su desborde que pretendía ser el actor último, el juez último, de decisión del sistema político. Con su sus errores, luces y sombras, Argentina logró que la institución militar no sea el árbitro de la política, ni la lógica, ni la Constitución dice que deba ser eso. Es cierto que en ese proceso concurrieron algunas cosas que tampoco son nuevas. El antimilitarismo en la Argentina es anterior al peronismo, y hay que estudiarlo también. Algunos buscaron debilitar las Fuerzas Armadas por razones presupuestarias y por adscribir a proyectos coloniales. Dijeron ¿para qué queremos gastar plata en Fuerzas Armadas si no van a reprimir, si no van a hacer de policía oligárquica?
Por otro lado, había gente que venía de tradiciones antimilitaristas que no querían a los militares. No conozco en la historia de la humanidad, ninguna institución estatal o casi estatal que no haya tenido Fuerzas Armadas. El asunto es cómo las Fuerzas responden a un proyecto de país, custodian los derechos populares y la soberanía nacional. De eso se trata. Me parece que un poco por biología, un poco por el esfuerzo gigantesco institucional y político que hizo fue madurando. Tenemos que persistir en ese rumbo, discutir, no discutir pavadas. Las declaraciones funestas de alguna dirigente importantísima de la oposición sobre Malvinas reflejan pensamientos íntimos. Eso no sirve, está mal. Tenemos que tratar de lograr consensos amplios sobre la cuestión de la soberanía nacional, del rol de las Fuerzas Armadas, plasmarlo en leyes, armar procesos, armar una especie de mínimos comunes denominadores en una buena parte de la sociedad argentina para que el proceso se pueda sostener como tres décadas, sino es imposible.
LFE: El camino de formación que ha encarado el Ministerio de Defensa tiene esta idea de soberanía de defensa de la Patria. ¿Le preocupan las Fuerzas de Seguridad?
SR: Siendo funcionario en Defensa, no me gusta opinar sobre seguridad. Hay casos como el de Bolivia. ¿Qué potencias regionales o extra regionales tratan de meterse en nuestra vida interna? A mí me preocupa. Creo que así como sufrimos la Doctrina de la Seguridad Nacional durante décadas, que buscaba satelizar las Fuerzas Armadas argentinas o de América Latina sobre políticas de Estados Unidos en la Guerra Fría, las agencias de seguridad o los poderes judiciales están cultivados por políticas extranjeras. Ahora el rol de esas agencias es otra, no es el mismo que las Fuerzas. Me parece que como país tenemos que controlar eso. El lawfare, antes que se acuñe el anglicismo, existía lo mismo. Siempre se trató de instrumentar los poderes judiciales al servicio de intereses que no deberían.
Redacción Lucia Izaguirre
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