Por Nehuén Gusmerotti*
“En el oeste está el agite…” reza El 38 de Divididos desde hace años. Basta patearlo para dar fe de dicha afirmación. Y si en el oeste toca Perro Indio, el agite viene por partida doble. El trio liderado por Rodrigo Álvarez se ha convertido rápidamente en una de las bandas más convocantes de la escena emergente local. A base de laburo independiente y una integridad absoluta, forjaron una máquina que no para de crecer. La pandemia no los detuvo y tienen fechas confirmadas en Bahía Blanca. Antes de eso, la previa fueron dos noches a puro rock en Circus Bar (Florencio Varela 1998, San Justo) los días 20 y 21 de marzo.
Los últimos trazos de la tarde de sábado mostraban ya al grupo fiel en la vereda de enfrente al bar. Este mix entre barbijos y latas de cerveza que nos recuerda que acá estamos todavía en una brava, pero nos buscamos las vueltas para volver a encontrarnos. Adentro, un escenario parecido, los músicos, mozos, plomos, yendo de acá para allá, poniendo todo a punto para que el show trascurra con los cuidados correspondientes. “Es una cagada tocar así, pero es lo que tenemos y hay que cuidarlo”, expresó en camarines el bajista del grupo, Sergio Coccaro. Sí, hay que cuidarlo. El engranaje que da vida a bandas, bares y toda la movida artística pende de un hilo. La banda lo sabe. Durante el show van a ser muchos los momentos en que van a pedir al público que se mantengan sentados.

¿Cómo controlarlo? Si precisamente un recital de rock siempre tuvo que ver con esa explosión visceral que significa que un tipo arriba de un escenario cante lo que te pasa y te haga saltar y corearlo desaforado abrazándote a un desconocido. Sí, es una tarea titánica, para todos y todas.
Al canto de “Perro Indio hasta que me muera” el trío desplegó sus primeros acordes. “Van a Ver”, de su último disco, Cumelén (2019). El hormigueo en el cuerpo ya se hacía sentir y las ganas de estar ahí, saltando y coreando las canciones era insoportable. La prosa cruda y simple de Alvarez cala hondo en el hueso laburante. El tándem blusero Coccaro-Gauna tiene como desencadenante un inevitable tempo de piecito en la mesa. El trio tocó clásicos como “Ruta y Libertad”, “Malabar”, “Mientras Tanto”, “Alma Simple” o el irremplazable y filosófico “Atesorar y Contemplar”. Una metralla de blues rock con tintes a lo Robert Johnson y estocadas de viola a lo ZZ Top que volaban de la hermosa Gibson Firebird de Alvarez. Eso impregnado de acento criollo y rutas argentinas.
La cosa se puso fulera por momentos. La excitación in crescendo de Circus decantó en que los mozos del bar intenten controlar algunos saltos y agites en el público. Velozmente los músicos dejaron los instrumentos y se hicieron presentes para charlar con los involucrados. El compromiso de todos era total para poder cuidar ese espacio que tenemos para ver un show de rock. “Es un esfuerzo enorme el que están haciendo, lo sé, pero quédense sentados”, rogó Rodrigo luego del episodio. Inevitable, comprensible. El esfuerzo estaba y hay momentos donde la sangre desborda. Esta nueva realidad que nos cuesta un huevo.
También hubo regalos. Promediando el recital la banda presentó un tema nuevo. “Pacto entre los dos”, nacido a la vera del arroyo San Diego, en la Sierra de la Ventana que se quedó con el corazón de Alvarez. “Siempre volveré…” reza la canción, poniendo en palabras el anhelo del músico. Esto vino anunciado de un esperado quinto disco del grupo, que será grabado entre las sierras del sur de Buenos Aires.

Con casi tres horas de rock y una lista que superó las veinte canciones, Perro Indio cerró la primera noche de marzo en Circus. “Los que no tienen entrada, por favor no vengan mañana”. Todos conocemos los vicios que tiene el rock. Rodrigo avisa, previene e intenta domar esa bestia que es un público movilizado por el completo amor a un grupo que canta lo que le pasa.
Volver a ver rock durante una pandemia que no se quiere ir es difícil. El deseo del encuentro, ese intercambio energético que tan bien nos hace al alma, el abrazo con el amigo, el desconocido, el músico. “Saber que algo que nos hace tan bien como un abrazo, hoy nos puede matar, es terrible”, dijo Alvarez cerca del final, mientras agradecía el respeto y el esfuerzo.
Hoy la música está de nuevo intentando hacerse un lugar en esta realidad que no nos termina de gustar, hay que cuidar ese lugar. Hoy es la única manera de que se haga oír el ladrido de tu voz.
(*) Conductor de Resistiendo con Ideas (sábados de 18 a 20, domingos de 16 a 18 por Radio Gráfica)
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