Por Horacio Rovelli
La deuda externa además de ser una hipoteca impagable para el pueblo argentino, fue una brutal transferencia de recursos a favor de la sociedad conformada por la minoría beneficiada por la sangrienta dictadura militar, y los también más que pagados bancos acreedores.
Cuando asumió la presidencia de la República Argentina Raúl Alfonsín, la deuda externa rondaba los U$s 43.600 Millones, su primer ministro de economía, el Dr. Bernardo Grinspun, impulsó por un lado la investigación del origen de la deuda, y por el otro, un acuerdo de los países deudores de la región, quienes se encontraron en la Ciudad de Cartagena y de Mar del Plata en el año 1984.
Sin embargo el 19 de febrero de 1985 se le pide la renuncia al Dr. Grinspun, para que asuma Juan Vital Sourouille.
En marzo de 1985 el por ese entonces Secretario de Hacienda, Dr. Norberto Bertaina, uno de los pocos sobrevivientes de la gestión Grinspun, y que se quedó en funciones por pedido expreso de Don Bernardo, debió subir hasta el 5to piso del Ministerio de Economía, donde el ministro Sourrouille le pidió que llevara los números del presupuesto al FMI, el Dr. Bertaina le dijo que eso no era posible porque no había sido remitido al Congreso de la Nación, única autoridad para ver el presupuesto. Esa digna y constitucional actitud le costó la renuncia, y fue sucedido por Mario Brodersohn, que además le atribuyeron el rol de Jefe de Negociación de la deuda externa.
En 1985 el Estado seguía técnicamente en default, ya que solo pagaba los servicios de la deuda en forma parcial, dado que los ingresos del fisco eran menos de la mitad de los intereses que la misma devengaba. El flujo de capital se había interrumpido con la guerra de las Malvinas en 1982, con lo que la deuda seguía creciendo por la acumulación de los intereses impagos.
Solo se podían refinanciar los vencimientos y el pago parcial de intereses con la autorización del FMI, esa es la razón por la que se instrumentó el llamado Plan Austral, que fue un plan de ajuste, que buscaba reducir el consumo y el nivel de actividad interno, para disminuir las importaciones y apuntalar las exportaciones[1].
El Plan Austral significó una fuerte devaluación inicial, con control de salarios y de precios, y un cambio de moneda (pesos por un austral).
Con fecha 1 de julio de 1985 mediante los Comunicados A-695, A-696, y A-697 se reemplazaron títulos de deuda externa heredados de la dictadura militar, a los que la gestión de Grinspun se negó a reconocer hasta que no se supiera el origen y destino de los fondos, por “Obligaciones de Banco Central de la República Argentina”, reconocido en el libro “El manejo de la Deuda Externa en condiciones de crisis de balanza de pagos” firmado por José Luis Machinea y Fernando Sommer[2], donde dicen textualmente:
“La reducción de los pasivos externos del sector privado derivó, en la practica, en la nacionalización de gran parte de esa deuda externa. La deuda externa del sector público, que era del 53% de la deuda total en 1980, se incrementó a 83 % en 1985”.
Paralelamente significó la licuación de la deuda externa privada a través de la aceptación de títulos de deuda externa como pago de redescuentos, on lending, y avales caídos[3] , de esa manera la deuda externa privada se va transformando en pública, que según sea la cotización del título público, implica la transferencia de deuda en contra del Estado Nacional.
Las empresas que traspasaron de esa manera la deuda externa al Estado Argentino fueron un grupo reducido de grandes deudores, elegidos por la Secretaría de Hacienda conducida por Mario Brodersohn, o por los bancos que tenían a esa fecha redescuentos con el BCRA.
Los cientos de miles de pequeños y medianos deudores industriales, agropecuarios, comerciales, así como quienes tenían deudas por construcción o comprar de una vivienda, no tuvieron acceso a estas licuaciones que pagó el pueblo argentino.
EL SISTEMA DE REPRESTAMOS U ON LENDING
Consistía básicamente en que el BCRA emitía dinero, con esos australes compraba dólares en el mercado de cambio libre (al precio que sea), y con esos dólares cancelaba deuda con un acreedor externo, con la condición que éste le “represtara” esos fondos a una empresa argentina. Quien elegía cual era la empresa beneficiada del crédito externo era la Secretaría de Hacienda cuyo titular era Mario Brodersohn, nunca se tuvo un listado de las empresas beneficiada, ni el monto total de emisión y de dólares de esas operaciones.
En síntesis, las gestiones del Jefe de Negociación de la Deuda Externa Argentina 1985-88, significó el pago de intereses de la deuda por la totalidad del superávit comercial del periodo (U$s 8.500 Millones), y sin embargo la deuda externa pública creció a U$s 63.200 millones.
[1] Como todo plan de ajuste, dado que básicamente exportamos alimentos y materias primas que son los bienes que consumimos, por un lado, y por la dependencia de toda nuestra producción de importaciones de mercancías y técnicas.
[2] Presidente y Director del BCRA en la gestión de Juan Sourouille
[3] Las grandes empresas no pagaban la deuda y el Estado que había avalado esos compromisos, debió hacerse cargo del pago. Al no tener los recursos, el Tesoro de la Nación emitió nuevos títulos de deuda. Es más mediante el Decreto 1003/1988 se aceptaban títulos de deuda externa por avales caídos, como dichos títulos podían comprarse al 25% de su valor nominal, significaba una nueva transferencia de recursos del Tesoro a favor de los grandes deudores. Tampoco fue casualidad que esas mismas empresas deudoras fueron las principales compradoras de empresas estatales en la privatización menemista.
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