Por Diego Cessario *
La Copa Libertadores nos ofreció una emocionante llave de cuartos de final entre los dos equipos más pasionales de los denominados grandes de nuestro fútbol. En la ida, la Academia venció al Xeneize por la mínima diferencia, jugando apenas correctamente y ante un equipo de Miguel Ángel Russo que nada tenía que ver con lo que se venía viendo en el campo de juego. ¿Qué pasó en la vuelta para que los roles de los equipos cambien rotundamente?
Mucho se habló en las últimas semanas y muchas cosas sucedieron. Que el 4-2-3-1 no lo arma el Técnico, que su preferencia es el 4-4-1-1, que los contratos, que el vestuario, que simplemente es un bajón y que hay que ver si se sale rápido de ahí… En síntesis, nada nuevo bajo el sol. Lo que sí estaba claro es que Boca tenía que enfrentar a su único enemigo: el propio Boca.
En un año muy atípico, el Boca de Miguelo salió campeón del torneo local, volvió con todo post pandemia y, cuando se afianzaba en la Copa Libertadores, durante 3 semanas pareció que el equipo se desmoronaba futbolística y psicológicamente. Todo el trabajo de la temporada dependía de la clasificación ante Racing. Y la logró, dejando bien claro, que está para sentarse a charlar con los demás semifinalistas.
Sin embargo, el punto de inflexión fue el domingo anterior ante Independiente, en el Libertadores de América.
Un Boca alternativo caía 1-0 ante el Rojo de Avellaneda y, faltando 10 minutos, el DT tiró a 3 titulares a la cancha quienes, con mucha autoridad, dieron vuelta el resultado. El mensaje fue claro: volvimos.
Racing nunca acusó este mensaje y su técnico, Sebastián Beccacece, subestimó la serie anunciando el equipo días antes. Se dedicó a hablar y a pensar más en lo extra futbolístico que en la labor que debían cumplir sus dirigidos en el campo de juego y se encontraron con un Boca superlativo, de una gran actuación, que le generó 13 situaciones claras de gol, manejó el partido a su gusto y que no terminó en goleada porque su arquero decidió ponerse la capa de superhéroe.
Pero también cabe aclarar, que este Boca que salió a enfrentar a la Academia, fue más parecido al que Russo utilizaba cuando salió campeón que al que tambaleó las últimas semanas. Cardona al banco, Tévez de 10 y Soldano (por primera vez en Boca) bien de punta arriba, para presionar la salida rival. Al lado del colombiano Campuzano, el Pulpo González ocupó el lugar de Capaldo y, finalmente, Leo Jara ganándole la pulseada al ex San Lorenzo Julio Buffarini.
No hubo dudas ni errores para analizar, Boca pasó por arriba a Racing. Fue equilibrado y sólido en todas las líneas. Del medio para atrás volvió a ser ese bloque durísimo que termina con el arco en cero y, del medio hacia adelante, todos los protagonistas no bajaron de ocho puntos.
Andrada volvió a su nivel. La defensa volvió a la solidez de siempre, sufriendo apenas algún contratiempo lógico de un partido cualquiera; con el plus de un Fabra que desempolvó de su placard la mejor galera y el mejor bastón.
El acierto de Russo en poner al Pulpo González como socio de Campuzano para manejar los hilos en la mitad de la cancha. Se hizo jefe del equipo y puso voz de mando. Fue el termómetro del equipo y se notó con claridad que, tras su salida, Boca bajó un cambio en la producción en ataque. Por las bandas, Salvio y Villa fueron claves tanto en el ataque como en dar una mano a los laterales en los revelvos. Fueron veloces, dieron una mano y, en ataque, fueron de los más peligrosos. El colombiano contó con 3 mano a mano, tiros desde fuera del área y se hizo cargo de un fierro caliente a la hora de patear el penal que le daría al Xeneize la clasificación. El cirujano Salvio sacó el bisturí en los momentos claves y cortó. Primero con una aparición fantasma, desconcertando a Arias con un cabezazo y, la segunda, ante un insólito Licha López marcando dentro de su propia área y conquistando un tiro penal.
Adelante vimos, por primera vez, a Franco Soldano de 9. Metió el equipo 20 metros más arriba, las corrió todas, tuvo 3 situaciones claras de gol. Su trabajo sigue siendo sudar la camiseta pero desde otras latitudes. Ahora sí llega al mano a mano. Será cuestión de esperar. Y el Capitán Carlos Tévez, el mismo que la noche anterior arengó al equipo de cara a este partido. Ese mismo que, a los 36 años, parece acomodarse muy bien dentro de este Boca. Sí, el mismo que hace unas temporadas acusaba que no jugaba ni de 10 ni de 9 o se lo notaba con cara de fastidio, hoy juega en ambas posiciones y se lo nota feliz en cada momento que pasa con la azul y oro.
¿Qué cambió? Vaya uno a saber. Bajones hay siempre, situaciones incómodas hay en todos los vestuarios. La clave está en detectar esos inconvenientes y salir rápido de esos lugares. Y todo Boca lo hizo. Incluido el DT quien volvió a apostar por el sistema que lo sacó campeón, con Tévez como protagonista y Soldano con el overol. Definió el equipo titular, demostró que los suplentes vuelven a estar a la altura pero, sobre todo, que cada uno pareció entender el lugar que le corresponde dentro del plantel para conseguir el gran objetivo. En síntesis, se terminaron los mareos. Ahora, a manenerlo y seguir creciendo.
Boca es nuevamente semifinalista de la Copa Libertadores. Se volvió a meter entre los cuatro mejores de América. Es la cuarta vez entre las últimas cinco participaciones. Y de los últimos 20 años, ésta es la undécima. Si bien es cierto que el Xeneize enfrentó a un rival que nunca entendió qué se estaba jugando, la performance del equipo de Russo es lo que dejó tranquilo al hincha. Boca, más allá del rival, demostró que se hizo sólido en todas las líneas, que defiende muy bien, que ataca mejor y que si sigue levantando el nivel podrá disputar en enero la final en Brasil. Boca depende de Boca y de nadie más. Como siempre. Y eso es un buen augurio.
(*) Periodista. Integrante de Abrí la Cancha (Lunes a viernes, de 20 a 21hs. Domingos, de 23 a 00hs)
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