Del mismo modo que el petróleo, el agua entró al mercado de futuros, y el precio de referencia es el mercado spot de California, Estado que sufre incendios reiterados y a gran escala. Esta semana comenzó a operar en las bolsas de Wall Street, y el recurso hídrico (bien común y natural de todos los habitantes del mundo) oficializó su ingreso a la gran bolsa financiera. Los de siempre especulando, y el mundo preocupado: qué sucede con la crisis ambiental y en qué queda la cuestión de la escasez. La ruleta del dominio sin interés (salvo en la bolsa).
Por Juan Patricio Méndez *
El mercado mundial y financiero dió un giro (que no es inesperado) e incorporó al agua en el mercado de futuros. El anuncio había sido anticipado en septiembre, pero recién se oficializó esta semana. En aquella oportunidad, los incendios dejaron vacía a la costa oeste de Estados Unidos, en una de las peores crisis hídricas que el Estado de California afrontaba. En este contexto, y con un entramado que las organizaciones y asambleas ecologistas vienen anticipando, se concretó el lanzamiento de estas coberturas futuras, en donde se permite apostar o cubrir la disponibilidad y el precio futuro del agua.
Quizás no quedó claro, pero por las dudas, resaltamos: “se permite apostar o cubrir la disponibilidad y el precio futuro del agua”. Desde esta base ya encontramos una gran conflictiva. De acuerdo al Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos de 2019, más de 3.000 millones de personas en el mundo no tienen acceso a redes de distribución de agua. En este mundo, el mercado financiero comenzó a especular sobre la posibilidad de disponer de agua y de fijar su precio. A raíz de lo mencionado, suena temeroso mencionar que unos pocos sean los que comienzan a arbitrar los caminos y senderos de un ya allanado camino de desigualdades y marginalidades.
“Más de 3.000 millones de personas en el mundo no tienen acceso a redes de distribución de agua”
Pero, en consonancia con el modelo productivo global, no escapa a la lógica de lo recientemente planteado. La búsqueda de beneficios y commodities no persigue otro objetivo que la reproducción de un status-quo dominante, que en vistas del mundo que viene y del futuro cercano que acontece, salen a la caza furtiva de bienes comunes que, más pronto que tarde, serán rematados al mejor postor. En consecuencia, cada vez más lejanos quedarán del alcance de los pueblos.
El lunes comenzó a operar el contrato a enero de 2021, y se negociaron a 496 dólares por cada acre-pie, que equivale a 123 millones de litros. Por un lado, en Estados Unidos la demanda de estos futuros será principalmente de empresas eléctricas y de productores, que son considerados “grandes consumidores”. Pero también estos contratos, según manifiestan distintos inversores en Wall Street, serán referencia para inversores globales que buscan tener un indicador de escasez de recursos naturales.
Y comenzamos el debate con una gran pregunta: ¿cuál es el objetivo de tener un indicador de escasez de recursos naturales? Si no es otro que para marcar el ritmo de una recuperación hídrica a nivel internacional, estamos hablando del inicio de la especulación del agua. Si esta información establece los parámetros de precios a escala mundial, no estamos haciendo otra cosa que entrando a un nuevo tipo de marginalidad y segregación de lo más calamitosa y preocupante que se ha vivido: la disposición del agua en manos del mercado; de un bien común y natural que es de todos en manos de pocos.
Como previamente señalamos, al ser un bien común y natural, el agua no tiene un único propietario, ni un propietario en sí mismo. Es patrimonio de la humanidad, propiedad de cada uno de los humanos y seres vivos que habitan la tierra, y desde la lógica de la soberanía internacional ciudadana, forma parte de un derecho humano fundamental. La Asamblea General de Naciones Unidas aprobó, en 2010, una resolución que reconoce el derecho humano al agua potable y el saneamiento, refrendada posteriormente por el Consejo de Derechos Humanos en la que se reconoce que “este derecho es vinculante legalmente para los estados toda vez que se deriva del derecho a un nivel de vida adecuado y está indisolublemente asociado al derecho al más alto nivel posible de salud física y mental, así como al derecho a la vida y la dignidad humana”.
Sobre la neoliberalización
El economista chileno Nicolás Panotto definió al neoliberalismo más allá de su conceptualidad económica. A esta “red de relaciones” debemos definirla “más allá de su componente económico, y trasladarlo al ámbito de lo social, de lo político, de lo simbólico y de lo cultural”. Por supuesto, esta definición trasciende la materialidad teórica y permite interpretar al neoliberalismo como un proceso holístico en donde cada una de las cuestiones que nos interpelan se resignifican bajo el signo de la desigualdad, la incertidumbre, la atomización, la meritocracia y la autoreferencialidad.
El individuo, sujeto de un modelo productivo que va más allá de la despersonalización y que en esa individualización lo separa de su condición de ser y lo coloca como “empresa de sí mismo”, es atravesado por estas dinámicas relaciones que el mencionado economista señala. Y con el ambiente pasa lo mismo.
El neoliberalismo arrasó con la sostenibilidad y sustentabilidad de los ecosistemas en el momento en el que dió luz verde a la mercantilización de los bienes comunes y naturales. No es casualidad la concepción de recurso natural, ya que su carácter de recurso permite la puesta en valor del bien. En la Declaración de Dublín sobre agua y desarrollo sostenible de 1992 se reconoce que el agua es un bien económico, y desde esta impronta se avanzó en políticas extractivas de uso y abuso del bien común.
Los resultados están a la vista: desertificación en regiones donde no hay desiertos, más del 40% de la población mundial sin acceso seguro al agua potable, sequías prolongadas en territorios que previamente eran húmedos, la eliminación de humedales, entre otras. Pero, sobretodo, la falta de políticas públicas a nivel global permitió el avance de estas modalidades de negocio que atentan contra la salubridad de los pueblos del mundo. Y esto ha sido una constante durante el último tiempo.
Este escenario, de una etapa de neoliberalismo financiero, marcado por la especulación y los intereses, el ingreso del agua al mercado de futuros no implica otra cosa que el puntapié inicial de una larga carrera por la apropiación de un bien común y natural fundamental para el sostenimiento de la vida de las especies en el planeta.
El ambiente es político
Los inversores se adelantan siempre a los acontecimientos. Manejan información privilegiada, y de ello nuestros pueblos han sido testigos en reiteradas oportunidades. Basta con leer un poco entre líneas sobre los sucesos de diciembre del 2001 en nuestra nación. Con respecto a lo que esta nota refiere, hacemos entender que los fondos perciben que una de las dificultades a futuro será la falta de disponibilidad de agua potable, por lo que la mejor solución que encuentran (solución que se traduce en negocio) es ingresar al agua al mercado de futuros.
La novedad es aterradora. Las experiencias de lucha de nuestros pueblos nos han dejado el aprendizaje que, cuando la bola financiera corre y el mercado se abre, el perjudicado es el mismo pueblo. En publicidad hay un dicho que dice “si el producto que te ofrecen es gratis, entonces vos sos el producto”.
Nada es gratis en este capitalismo voraz, eso es una certeza. Pero cuando la vorágine mercantil se ve tan movilizada, como dijimos previamente, hay que tener mucho cuidado porque se vienen movimientos grandes en las estructuras. Y no por ello menos preocupantes.
La falta de agua se hizo costumbre en diversos sectores del planeta, y la crisis hídrica es una de las cuestiones que más movilizan a las asambleas en el mundo. Sin ir más lejos, la consigna que mantienen las asambleas de Chubut es que “El agua es de todos”. La lucha en contra de la megaminería tiene su base en la disponibilidad de agua, y en los riesgos que existen si los ríos, como el Chubut, se contaminan: “se perdería el 75% de la cuenca de agua”, señaló en un informe la Cátedra de Estudios Urbanos y Territoriales de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.
Para dar algunos datos duros que refuercen nuestras posturas: la aceleración en el deshielo glaciar es de 1 milímetro por año, cifras que se mantienen desde el 2016 según informó Naciones Unidas. Según la FAO, la escasez de agua afecta al 40% de la población mundial y hasta 700 millones de personas corren el riesgo de ser desplazadas como resultado de las sequías de aquí a 2030, las cuales son más prolongadas año tras año. El consumo del agua crece 1% anual, con una profundización de la escasez. La contaminación es cada vez mayor también, encontrándose cada vez más agentes patogénicos y residuos químicos en cuerpos de agua alrededor del mundo.
El agua como capital
Vivimos en lo que la Grain y la revista Biodiversidad, en el año 2004, definieron como una esfera conformada por “Capital Natural”. Menciona:
“El nuevo concepto es central desde el punto de vista del avance del capitalismo. Primero, por su definición tan vaga y amplia, puede abarcar casi cualquier cosa. Basta que sea un componente de la naturaleza que produce “nuevos bienes”. Así, el sol pasa a ser capital natural; es la energía que éste libera lo que permite toda “producción de nuevos bienes” en la tierra. Segundo, a diferencia de conceptos como “recursos naturales”, “naturaleza”, “bienes públicos”, “áreas de reserva”, no cabe duda que el capital es por definición un bien privado y transable, algo que se compra y se vende al mejor postor. Tercero, todo capital es también por definición explotable. Una clave fundamental para privatizar el mundo estaba finalmente disponible”.
Existe una mención especial a los procesos de producción de significado, discursos que han impregnado significantes vacíos y flotantes, y que anclaron el sentido de lo que entendemos como “capital”. Y ese vacío del sentido del “capital natural” permitió la consignación de elementos que racionalizaron la cuestión como forma de explotación de los territorios.
De esta forma, la ideología extractivista y neoliberal se ha apropiado de lo que es de todos, bajo el lema del desarrollo y de la globalización. Que en los papeles no deja de ser la evolución del concepto de colonización. El documento de la revista Biodiversidad es claro en tanto y en cuanto ya anticipa lo que hoy sucede con el agua. La posibilidad de que esta ingrese al mercado de futuros explica una jugada propia de agentes económicos.
En 2012, la misma revista publicó un artículo donde reivindica la postura de las organizaciones y asambleas de los pueblos, en donde se reafirma que “el agua no es una mercancía”. En tal sentido, refirió que “el derecho al agua y al saneamiento para todos es un derecho humano fundamental”. Y exhortó a la instauración de “mecanismos jurídicos internacionales independientes susceptibles de garantizar el derecho al agua y al saneamiento, y competentes para juzgar los delitos que atentan contra el derecho al agua”.
¿Qué hacemos con “nuestros” capitales?
El entrecomillado alerta una cuestión acerca de la soberanía territorial. Para nada interpreta una mirada negacionista o cuestionadora sobre nuestro derecho humano y ciudadano de poder circular libremente por nuestros territorios. Precisamente pone el dedo en la llaga y nos permite preguntarnos por todos esos territorios que, inconstitucionalmente, ocupan magnates mundiales.
Y el primer cachetazo lo tenemos con el Lago Escondido. ¿Qué pasará con esas tierras que Lewis no permite disponer? ¿Qué pasará con ese Lago que es de todos los argentinos cuyo acceso está siendo negado hace años? ¿Lewis será accionista de un lago que no es propiedad suya por ley? Y se hace extensible a las propiedades que también tiene Benetton en el territorio.
Son preguntas que nacen en esta nota con el afán de recordar la crisis de soberanía territorial que el pueblo argentino atraviesa, y que se yuxtapone a la crisis hídrica. La falta de regulación y de decisión política permite estos atropellos que, con este contexto, jugarán otro papel muy pronto y que pueden desatar muchos nuevos conflictos. Por lo pronto, cabe preguntarnos qué papel tomará el Gobierno Nacional con este nuevo giro de la agenda ambiental internacional: ¿vamos hacia la soberanía, o rendimos culto a los capitales?
Es el momento de plantar bandera de lo que es nuestro. Bandera que flamea alto desde hace tiempo por parte de las y los luchadores de siempre, que buscan que el mundo y la región sean un lugar más justo y mejor. Pero que no han sido escuchados. Lejano quedó el anuncio sobre “las guerras serán por el agua”
Sería una gran oportunidad la regulación completa del agua en el territorio y que se declare, de una vez, intangible y no privatizable. Revolucionaria medida de un gobierno que, de autodefinirse como popular, debería levantar la voz de los pueblos que piden que el agua sea de todos y no de unos pocos. Sin agua, no hay futuro.
(*) Columnista de Ambientales de Abramos la Boca (Lunes a Viernes de 16 a 18 horas) / Radio Gráfica 89.3
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