Hoy se cumplen 24 años desde que Gilda falleció y pasó a la inmortalidad. Recordada por el pueblo, se ha convertido en una santa popular y mística.
Por Juliana Milanesio*
No creo que haya argentina o argentino que no sepa quién es Gilda. O que no haya bailado al menos una canción de ella en alguna fiesta, o cantado en la cancha al ritmo de alguna de sus creaciones. Porque ella es eso: baile, amor, festejo. Y por eso la recordamos.
Su nombre era Miriam Alejandra Bianchi y nació el 11 de octubre de 1961 en Buenos Aires. Comenzó la carrera de maestra jardinera y el profesorado de Educación Física aunque, al fallecer su padre, debió interrumpirlos para hacerse cargo del hogar. La música en su vida también quedó en parate, pero esta le tendría un mejor lugar reservado.
La música no la quiso dejar y fue así que ,gracias a un compañero que la ayudó, logró llegar a los escenarios y jamás se bajó. Fanática de los Beatles, Django, Gardel irrumpió de manera inesperada en la movida cumbiera de la época y terminó por convertirse en un emblema para todos.
Gilda, nombre que eligió en honor al personaje de Rita Hayworth en la película homónima, no la tuvo fácil. Como bien retrata el film “Gilda, no me arrepiento de este amor” -la cual relata su vida- esta mujer, como todas las mujeres, tuvo que esforzarse el doble para llegar al lugar que le correspondía. El talento y el carisma, lo tenía de sobra, y a su manera llegó a la cumbia, que solo tenía espacio para hombres o mujeres muy extravagantes, cosa que ella no era.
En honor a la artista se ha hecho de todo: película, documentales, una obra de teatro, muestras fotográficas y covers de sus canciones. Desde la conocidísima versión de Attaque 77 de “No me arrepiento de este amor” , hasta Los Enanitos Verdes con “Tu Carcel” o también superando las barreras idiomáticas con la versión en francés de “Corazón Valiente” interpretada por Pablo Krantz. Casualmente ninguno era de “la cumbia”, pero Gilda provocaba eso que quien no escuchaba cumbia, la escuchara. Quien no bailara cumbia, lo hiciera al ritmo de alguna de sus canciones.
Pero lo más grande que se ha hecho es la devoción hacia la cantante. Luego de su muerte, se ha convertido en una santa popular. Una sanadora milagrosa a la que sus fieles le piden y agradecen. Si bien la mística sobre ella y sus dones para la sanación habían comenzado en vida, cuando falleció tan prontamente se levantó un altar en el lugar donde había ocurrido el accidente.
El santuario de Gilda se encuentra en Ceibas, Entre Ríos. Un matrimonio fundó el Santuario de Los Milagros el 6 de marzo de 1997, día en que colocaron un monolito en honor a una referente de la movida tropical argentina. Año tras año, miles de personas se acercan hasta el lugar en donde todavía se conserva el micro en donde iba la cantante antes del accidente. En él siempre está sonando su música y se le dejan todo tipos de ofrendas. Las más comunes son las flores y rosarios, además de los posters con su cara.
Así es que esta mujer que soñaba con cantar se ha vuelto una santa de la cultura popular, como el Gauchito Gil en Corrientes o la Difunta Correa en San Juan. Gilda dijo alguna vez: “Si el poder de mi música te puede ayudar, bienvenida sea mi música”. Y nosotros lo tomamos al pie de la letra. Hoy 24 años después de no tenerla de este lado, la seguimos recordando, coreando, bailando y festejando.
Por eso, hoy Gilda es nuestra maldita de corazón valiente.
(*) Columna “la fea, sucia y mala de la semana” en Feas Sucias y Malas (sábados de 9 a 12hs)
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