Hace cuatro años partía Raimundo Ongaro, mítico dirigente de la Federación Gráfica Bonaerense y de la CGT de los Argentinos. El recuerdo de Héctor Amichetti, también dirigente gráfico y uno de los herederos de esa tradición sindical.
Por Héctor Amichetti*
Rendir homenaje a Raimundo es reafirmar que en nuestra sufrida Argentina, sometida y saqueada durante largos períodos por el neoliberalismo, la única práctica que sirve a los intereses de la clase trabajadora y de la Patria es el SINDICALISMO de LIBERACION.
Hacia fines de los años ’90 las marchas hacia Plaza de Mayo no eran precisamente de festejo y allí estábamos, en las concentraciones, junto a nuestros admirados maestros, forjados en mil batallas con trincheras en los sindicatos o en cualquier lugar adonde los empujaba la clandestinidad.
¡Raimundo Ongaro y Alfredo Ferraresi!, cuántas veces les escuchamos decir que el movimiento obrero organizado no lucha solamente por paritarias, por un convenio colectivo, por las colonias de vacaciones y las obras sociales.
Que si el pueblo no construye poder y define su propio destino estará siempre condenado a la opresión, sin justicia ni libertad.
Nos decía Raimundo por aquellos años en que el país estaba a punto del estallido social:
“Debemos ser capaces de ir creando nuevos espacios de poder con audacia e inteligencia, con creatividad innovadora, con un nuevo Proyecto Nacional que sea operativo y no declamativo, para que la Democracia no se agote en la mera emisión del voto…”.
Proclamaba la necesidad de protagonismo de las Organizaciones Libres del Pueblo porque si nos quedásemos únicamente con el protagonismo de los partidos políticos siempre íbamos a estar “partidos”.
Se entusiasmaba con nuestra geografía destacando los 380 millones de hectáreas semivacías o como espacio improductivo a lo que agregaba con insistencia el valor de los 80 millones de hectáreas de nuestra plataforma continental marítima, donde los buques piratas nos roban la riqueza ictícola.
“La recuperación de tierras agotadas o erosionadas por causas climáticas, a efectos de hacerlas productivas necesitan del surgimiento de nuevas comunidades y multicomunidades, nuevas ciudades. Y como no hay nada, habrá que hacerlo todo, es decir, 3 millones de viviendas, caminos, escuelas, hospitales, comunicación, luz eléctrica, agua, gas y, entre tantas otras cosas, debemos producir 5 millones de tractores, 1.500.000 cosechadoras y muchos etcéteras…”
“Las poblaciones en crecimiento de estos espacios vacíos, requerirán de la industria argentina un esfuerzo enorme para poder abastecer estas nuevas necesidades”.
“Además la construcción de puertos de aguas profundas, los 30 astilleros que el país necesita, la Ruta Transpatagónica, la extracción de minerales de la cordillera, la forestación, los 700 millones de toneladas de cereales que produciremos al acercarnos al año 2100 para enviarles alimentos con valor agregado a la sobrepoblación mundial, crearán millones de puestos de trabajo…”
“Se termina la desocupación”, escribía con fervor y lo transmitía con enorme pasión en cada reunión, acto o asamblea, acompañando su conmovedora oratoria con el agitar de sus brazos producto de un ideal que nace del corazón.
En más de una oportunidad, algún escéptico resignado le preguntaba: “¿Y de dónde vamos a sacar la plata para hacer todo eso Raimundo?”.
A lo que Ongaro respondía con cara de “no te rindas pibe”…
“Pues, de un Préstamo Interno equivalente a dos PBI y ello no implica la emisión de moneda inflacionaria, sino que deberá ser aplicado a los 36 millones de argentinos y argentinas (era la población de nuestro país en ese momento), para su inversión en la producción, para el desarrollo de la pequeña y mediana empresa, para la vivienda, la salud y la educación, que le permita a Todos y Todas vivir dignamente y la devolución de ese préstamo estará respaldada con la producción de la Comunidad en su conjunto”.
Y como anticipándose a estos tiempos de pandemia y crisis planetaria, redoblaba la apuesta pidiendo que ese PBI, doble, se le otorgue a todas las naciones del mundo, es decir, 6.000 millones de habitantes de nuestro planeta (era el número en ese momento), se conceden recíprocamente éste préstamo para que la Vida le dé la Victoria a la Vida y no puedan los mercaderes seguir crucificando a la humanidad”.
Antes de que comenzara éste siglo, nuestro entrañable compañero Raimundo Ongaro comenzaba a anticipar algo parecido a la propuesta que hoy nuestro querido Papa Francisco proclama con insistencia.
Su recuerdo será por siempre imborrable por su trayectoria de lucha, por su honradez, heroísmo y, por sobre todas las cosas, por su hondo sentimiento humanista y su profunda Fe en la construcción de un Mundo Nuevo de hermanos y hermanas.
¡SOLO EL PUEBLO SALVARA AL PUEBLO!
“y sabe Dios que no falta mucho”, agregaría Raimundo.
*Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores
Discusión acerca de esta noticia