Marcelo Clingo es presidente de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires. En Radio Gráfica se refirió a la Ley Nacional de Salud Mental, que fue reconocida internacionalmente, pero olvidada para la aplicación en un determinado sector y cómo, hoy, la crisis generada por la pandemia pega más fuerte a pacientes psiquiátricos de hospitales como el Borda. Una mirada sobre la salud mental en el actual contexto.
La ley nacional 26 657 de salud mental fue promulgada por la actual vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner en diciembre del 2010, durante su mandato presidencial, y generó un cambio de paradigma en la salud mental. Se puso en relieve la prohibición de la creación de “manicomios”, se propuso la atención en hospitales generales para pacientes con estos padecimientos y se modificó el criterio de internación, que acata al concepto de “peligrosidad para sí o para terceros”, por la verificación de “riesgo cierto e inminente”.
“La ley nacional de salud mental, de algún modo, para todos los que construimos este espacio tan heterogéneo de la salud mental, fue la coronación de un largo proceso, porque reúne debates, posicionamientos y propuestas que venían construyéndose desde múltiples instituciones, desde múltiples organizaciones profesionales, de usuarios. Y, la verdad, que resultó una ley que es valorada internacionalmente, muy reconocida, muy discutida y muy tomada en cuenta para la formación profesional y demás”, inició el entrevistado.
“A 10 años de su sanción, nos encontramos con múltiples deudas. Cuando se sancionó, nos produjo a todos los que conformamos ese colectivo, una alegría. La verdad que mirar al 10 años para atrás, nos imaginábamos una situación de la salud mental de nuestro país bastante distinta de la que hoy tenemos”, señaló.
Y continuó: “Esto de debe a multiplicidad de cuestiones, pero, esencialmente, a la falta de un compromiso del Estado para desarrollar las políticas públicas que se requieren para su transformación y, esto supone, no solo la decisión política de hacerlo, la construcción de una política de Estado que trascienda a las distintas gestiones, sino, por supuesto, la decisión de la inversión que se requiere para hacer esas transformaciones”.
“A 10 años de su sanción, nos encontramos con múltiples deudas”
Un antecedente importante a la Ley Nacional de Salud Mental fue la ley 2440, conocida como la “Ley de Desmanicomialización”, de la provincia de Río Negro, que fue sancionada el 11 de septiembre de 1991. A partir de allí, se crearon dispositivos para la reinserción a la sociedad, dejando atrás el encierro en hospitales psiquiátricos.
Al respecto, Clingo reflexionó: “Una experiencia de vanguardia, digamos, para estudiar. Y que ha producido transformaciones muy interesantes, por supuesto, que hay que tener en cuenta- no es replicable a la letra en cada jurisdicción- pero sí hay mucha experiencia en la Argentina en relación a modelos alternativos a la internación y que resguarden los derechos humanos de los usuarios”.
“Hay montones de experiencias que nos permitirían aportar a la construcción de una política pública integral. Por eso es que, en más de una ocasión, nos sentimos un poco enojados e irritados por la falta de implementación y de decisiones políticas más estructurales. Porque hay, no solo un recurso humano muy formado con muchísima trayectoria, sino que hay múltiples experiencias que demuestran la factibilidad de una transformación estructural de estas instituciones”, siguió.
“No se trata solo de una posición de buenas ideas o de buenas intenciones, sino que hay un conjunto enorme, tanto de recursos humanos como de experiencias que han verificado la eficacia de tratamientos que no impliquen la internación”, subrayó.
“Hay recursos humanos y experiencias que han verificado la eficacia de tratamientos que no impliquen la internación”
La película “Gerónima”, de 1986, creó un revuelo, en su momento, porque visibilizó la violencia simbólica. Una de las frases que resume el drama que vivía Gerónima, la mujer mapuche que fue sacada de su lugar, junto a sus cuatro hijos, es: “No quiero que me den una mano, sino que me la saquen de encima”.
Sobre ello, el presidente de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires delineó que “parece que ahí hay uno de los ejes centrales. Muchos de los dispositivos más represivos y más segregativos se apoyan en fundamentos, pretendidamente, protectores, cuando lo que terminan haciendo es vulnerar los derechos y cercenando la autonomía de las personas“.
“Hay una idea que, de algún modo, es la que nosotros tenemos que desmontar -y en eso es muy importante la participación de los medios de comunicación- que es la idea de que la persona con padecimientos psíquicos es una persona que pierde autonomía y derechos, cuando justamente de lo que se trata es que en la búsqueda de la recuperación de su salud mental, recupere su autonomía y recupere sus derechos. Sin embargo, en las instituciones construidas para cuidar su salud, lo que hacen es vulnerar permanentemente sus derechos, esencialmente a la toma de decisión, a su autonomía y a la pérdida de ciudadanía, a todos estos efectos que produce la internación, el hacinamiento y la segregación”, sumó.
“No hay modo de pensar la salud mental por fuera de la salud integral y no hay modo de entender la salud, si no se la entiende en el marco de un proceso que tiene determinaciones sociales y determinaciones culturales. No hay manera de entender la salud solo desde un perspectiva biológica o médica. Y ese es uno de los problemas centrales que tenemos, cuando abordamos la cuestión de la salud mental”, clarificó.
“No hay modo de pensar la salud mental por fuera de la salud integral”
“La idea de que el único recurso para atender los problemas de salud mental es la internación es una idea que hoy no se sostiene en ningún fundamento científico. Es la conservación de un prejuicio que está muy anclado socialmente y que tiene, por principio central, segregar al distinto, eso es una construcción elemental del capitalismo, segrega al distinto, que es el que tiene un padecimiento mental, un comportamiento distinto del esperado. Y en ese punto, la internación, aparece como el formato de la separación de la vida comunitaria, de la segregación, bajo el eufemismo de la protección para sí o para terceros”, dijo.
Y añadió que, entonces, “se termina convirtiendo, la internación, en el dispositivo más utilizado y el que más presupuesto se lleva, en el marco del abordaje de los problemas de los sufrimientos psíquicos y mentales”.
En el mismo sentido, analizó que “si nosotros pensamos a la salud integral y a la salud mental como el resultado de un proceso, donde se ponen en juego multiplicidad de aristas que tienen que ver con las relaciones sociales, con la historia, con la cultura, con la distribución de los bienes económicos y simbólicos, no hay otro modo de pensar, al que llamamos enfermo, como un emergente de este proceso“. Es decir, “el que tiene un padecimiento es portador de infinitas marcas que lo determinan socialmente y, por supuesto, que ahí juega la procedencia y juegan las clases sociales. Basta tomarse el trabajo de mirar lo que ocurre en los grandes hospitales psiquiátricos de nuestro país, los que están internados son pobres, no hay otra dimensión que prevalezca”.
“los que están internados son pobres, no hay otra dimensión que prevalezca”
En relación a hospitales psiquiátricos y la situación comparable con las cárceles del país, sostuvo que “hay mucha literatura que hace esa relación, esa vinculación, porque es notable cómo son instituciones que están al servicio de la segregación”.
En línea, planteó que “el Hospital Borda es el hospital neuropsiquiátrico emblemático de la Argentina y ha tenido a lo largo de su historia, distintos momentos. Es importante tener presente que, por ejemplo, Enrique Pichon-Rivière, uno de los pensadores más revolucionarios de la salud mental y de la psicología social, trabajó en el Borda durante muchos años. Con lo cual se trata de una institución que ha producido un material de investigación y recursos humanos muy valiosos. Y hoy se ve en la situación en que se encuentra, que no ha podido ser transformado, tal como la ley indicaba”.
Y recordó que, en el año 2013, se produjo “aquel episodio espantoso del ingreso de las fuerzas de seguridad atacando a los pacientes y a los profesionales”, en el cual “desde el punto de vista del impacto psíquico y el impacto simbólico que trajo que el Estado, que debe ser el principal protector y cuidador de los que estaban ahí internados, era quien los estaba agrediendo a través de su propia policía, fue un fenómeno desestructurante, profundamente desestabilizante de la salud mental“.
“Hoy -relató- el hospital debe de tener alrededor de 400 personas internadas, y de esas personas en condiciones de alta sin duda debe ser la mayoría. Ahora, ¿por qué no egresan? Porque no están los dispositivos que se requiere para poder alojarlos. El incumplimiento de la ley, deviene inmediatamente, en situaciones segregativas y de malos tratos que se hacen tremendamente visibles cuando se nos viene la pandemia”.
Sobre La Ley 448 de Salud Mental de la Ciudad de Buenos Aires, el psicólogo mencionó que, desde su perspectiva, “la Ley Nacional va un poco más allá, pero lo cierto es que la ley 448 es una ley muy valiosa del año 2000. Por lo cual, la Ciudad de Buenos Aires tenía elementos y margen jurídico para avanzar en trasformaciones que no hizo“.
En relación a la pandemia, evidenció que “hoy está totalmente comprobado y verificado que los lugares masivos de aislamiento, como son los geriátricos, como son los psiquiátricos, como son las cárceles, son los grandes focos de contagio. Doble vulneración, no solo porque están privados de su libertad, sino porque cuando viene una situación como esta, se los empuja a correr la mayor cantidad de riesgo sin posibilidad, prácticamente, de protegerse y de resguardarse. El episodio más severo y más espantoso, pero que al mismo tiempo es una analizador, fue lo que pasó hace unos pocos meses, la muerte de un interno atacado por una jauría de perros. Vos fijate el nivel de desatención del Gobierno de la Ciudad para que pueda ocurrir que una jauría de perros, en el parque de un hospital, ataque y finalmente mate a un paciente que estaba caminando por el parque”.
“hoy está totalmente comprobado y verificado que los lugares masivos de aislamiento son los grandes focos de contagio”
En el marco de un confinamiento de la sociedad por el Covid-19, Clingo expresó que “hay múltiples reflexiones” y que están “tratando de imaginar cómo va ser cuando salgamos de esta situación” y con la expectativa de “una sociedad, al menos, un poquito más igualitaria y con el cuidado de los derechos de los otros” y que “las asociaciones profesionales y los colegas que trabajamos en el campo de la salud mental tenemos la oportunidad de participar de debates más importantes o más amplios, en relación a cómo enfrentar, cómo pensar, cómo posicionarnos en relación a la salud mental”.
Finalmente, apuntó que “las posibilidades de la cura y la posibilidad de acompañar en el sufrimiento está en los ámbitos comunitarios, allí está el lazo social. Cuando el lazo social se fractura es cuando empiezan los problemas vinculados a la salud mental. Este tiempo, que nosotros estamos atravesando, es un tiempo en el que la necesidad de aislamiento es el modo de cuidarnos. Es una paradoja. Es decir, es necesario que estemos aislados para poder cuidarnos. Ahora, ese aislamiento requiere del mayor de los acompañamientos, sea por la vía virtual, sea por la vía telefónica. Creo que lo que percibimos es que el modo de poder transitar de la mejor manera el aislamiento obligatorio, es sintiéndonos parte de un colectivo”.
- Entrevista realizada por Vivian Elem en En qué nos parecemos (sábados de 13 a 14 hs, por Radio Gráfica)
- Redacción por Lucía Izaguirre.
Discusión acerca de esta noticia