El viernes se celebró virtualmente la cumbre N° 56 del Mercado Común del Sur. Los temas centrales en la agenda del bloque regional evidenciaron las tensiones de raíces ideológicas. En materia de economía política, la postura proteccionista de Argentina contrasta con la retórica liberal propias de las conducciones de Brasil, Paraguay y Uruguay. Por otra parte, la doble vara para juzgar la falta de democracia en Venezuela, mientras se invita a la presidenta de facto de Bolivia a participar, generó un acto de protesta por parte de Alberto Fernández, que se fue de la reunión cuando Áñez se disponía a iniciar su discurso.
Por Leila Bitar*
Si bien se notó el esfuerzo de los líderes latinoamericanos para darle un tono moderado al encuentro, las diferencias quedaron expuestas y hay incertidumbre acerca del rumbo que tomará el bloque. Los llamados a la unidad e integración se replicaron en cada uno de los discursos de los mandatarios pero, sin objetivos consensuados, el rol del Mercosur será acotado. Cabe señalar que aunque Argentina oficia de oveja negra en ésta oportunidad, la realidad internacional, le está jugando a favor. Veamos.
Acuerdo Mercosur-Unión Europea
No parece que aquel acuerdo tildado de “histórico” por la administración macrista tenga buen final, aunque Jair Bolsonaro, Lacalle Pou y Abdo Benítez sigan albergando la ilusión. El presidente uruguayo, que asumió la presidencia del bloque de mano de Paraguay, señaló: “El Mercosur tiene el deber de terminar lo que ha empezado. Tenemos que firmar el acuerdo comercial con la Unión Europea”, y prometió: “La presidencia pro témpore se va a comprometer con la firma”. Lo cierto es que el acuerdo con la Unión Europea debe ratificarse en los congresos del Mercosur, y también por unanimidad en el Consejo Europeo, compuesto por todos los estados miembro. Éste trámite será complejo: ya son conocidas las objeciones de Francia, Austria y Países Bajos. No sólo hubo quejas de sectores agropecuarios, sino que además Macron entiende que Brasil atenta contra todo tipo de política ambiental.
“El Mercosur tiene el deber de terminar lo que ha empezado. Tenemos que firmar el acuerdo comercial con la Unión Europea”
Párrafo aparte merece Jair Bolsonaro. El presidente brasileño, quien más apuesta al acuerdo con la UE, es paradójicamente quien más lo boicotea: vale la pena recordar como fiel a su estilo mediático, el mandatario se burló de la esposa de su par francés, tras las quejas de éste por los incendios en el Amazonas el año pasado. La relación quedó desgastada desde ese entonces. También hay que señalar que Macron está perdiendo terreno frente a los partidos ecologistas en Francia, de continuar ésta tendencia, será aún más difícil imaginar una aprobación del acuerdo.
Por otro lado, Bolsonaro, aspira a sellar acuerdos con Estados Unidos: tampoco es muy probable que con Donald Trump a la cabeza, el país del norte abra su economía, y menos a Latinoamérica, cuya principal producción es la de alimentos.
Volviendo al acuerdo con la UE, hay que destacar la habilidosa postura argentina: es sabida la intención de Fernández de torcer la apertura hacia adentro del bloque y no hacia afuera. El pedido de reducir el arancel externo común del Mercosur, que exige Bolsonaro, es fuertemente resistida por nuestro país, que apuesta a la recuperación de la producción industrial. La crisis de la pandemia perjudica avances en torno al acuerdo, e inclina la cancha para Argentina, que se evita los costos políticos de alzar la voz contra un tratado ya firmado.
Conversaciones con Corea del Sur y Singapur
La iniciativa que generó titulares que anunciaban la salida de Argentina del Mercosur, también quedó en stand by. Si no te enteraste, repasemos: Brasil, Paraguay y Uruguay querían acelerar las conversaciones con Corea del Sur y Singapur, países altamente industrializados, que introducirían productos terminados en el mercado latinoamericano en competencia con las industrias locales. A cambio, estos países relajarían (muy poco) las barreras para que ingresen nuestros productos alimenticios a sus mercados. El canciller argentino Felipe Solá dejó en clara la posición gubernamental al respecto: “Nosotros al importar productos coreanos no estamos importando saberes tecnológicos, estamos importando productos terminados. La idea de que por importar un Samsung más moderno, somos más modernos, es erróneo”, y agregó:
“Somos más modernos si somos capaces de producirlos. Somos más modernos si podemos hacer cosas de alto valor nosotros, no si admiramos lo que hacen ellos y lo compramos”.
También fue clave la declaración conjunta entre la Unión Industrial Argentina (UIA) y la Confederación Nacional de la Industria de Brasil que desalentaba acuerdos con los asiáticos. La preocupación gira en torno a las evidentes prácticas desleales de comercio que deberían enfrentar y la falta de información en torno a los beneficios económicos para el bloque. Por ahora, igual que casi toda iniciativa en el terreno de la economía mundial, queda en lista de espera.
Doble discurso sobre democracia en Venezuela y Bolivia
Otro punto que genera posiciones encontradas tiene que ver con la mirada de los mandatarios sobre las democracias latinoamericanas y sus instituciones. Alberto Fernández es el único presidente capaz de sostener la coherencia en este tema. Mientras Bolsonaro, Lacalle Pou y Benítez insisten con declarar al gobierno de Maduro como un régimen autoritario y violador de derechos humanos, reconocen a la presidenta de facto boliviana, Jeanine Áñez, quien llegó al poder tras el golpe de estado que destituyó a Evo Morales y lo obligó a exiliarse.
Mientras la Venezuela chavista sufre la sanción del bloque, que utilizó el Protocolo de Ushuaia sobre Compromiso Democrático, Bolivia continúa participando en calidad de estado asociado y además avanza en su camino en convertirse en socio pleno, (gracias a la administración de Morales).
La moderación de Fernández y su llamado a la unidad, encontró un límite cuando Áñez comenzó su intervención. El presidente decidió levantarse de la reunión en un claro gesto político que, como el primer día, rechaza las irregularidades institucionales del país vecino. Más tarde, Fernández fue consultado por periodistas que le transmitieron las declaraciones de Áñez. “La presidenta interina de Bolivia dijo que usted estaba equivocado, que el golpe de estado ocurrió cuando fueron los comicios fraudulentos”, señaló un reportero, y contundente, Fernández contestó:
“No. No voy a hablar con alguien que no representa a Bolivia”.
Respecto de Venezuela, cabe señalar que la Organización de Estado Americanos (OEA), que cumplió un papel desestabilizador en las elecciones de Bolivia, decidió convocar a una votación para condenar “el continuo acoso ejercido por el régimen ilegítimo de Nicolás Maduro” contra la democracia. Siete países se abstuvieron en la votación, entre ellos México y Argentina.
Todo indica que hay voluntad política para sostener el Mercosur y, como mínimo, apostar a la integración del bloque. No hay otro camino en un mundo que se derrumba y se reconfigura confiando nuevamente en la organización internacional. Lo vimos con la Unión Europea, que estuvo al borde de la desintegración tras el golpe del Covid y terminó inclinándose por la unidad. Se observa también en el nuevo tratado entre México, Estados Unidos y Canadá, (T-MEC), que reformuló el viejo TLCAN para adaptarse al nuevo panorama global. El Mercosur enfrenta uno de los momentos más turbulentos de su historia y habrá que esperar para ver qué tan eficaz resulta para los objetivos industrialistas de Alberto Fernández. Pero hay tiempo, todavía queda mucha pandemia por transitar.
(*) Co-conductora de Desde el Barrio
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