Tras la travesía de la impensada pandemia que azota al mundo, la comprensión de la sociedad argentina requiere un esfuerzo intelectual mayor. Discernir la diferencia del nacionalismo de un país semicolonial con el de un país imperialista o desarrollado resulta imprescindible para entrar en el tema. Los párrafos siguientes son un correlato de ideas en esa línea, en pensar el país en el contexto internacional que se aproximará.
Por Emiliano Vidal*
Una vez que pase el huracán de la pandemia, se necesitará de un esfuerzo político e intelectual que permita cambiar el paradigma sobre el cual se ha construido la visión que los argentinos y argentinas tienen sobres sí mismos. Según el pensador Julio Fernández Baraibar, hay que restablecer un relato histórico que exprese la formación de la sociedad desde la perspectiva de las grandes masas, de los sectores populares, y de la construcción de la independencia política, territorial y económica. La celebración del Día de la Soberanía en la Vuelta de Obligado, cada 20 de noviembre, y la reivindicación de la gesta de recuperación de las Islas Malvinas, están en esa línea.
Con la copla de la “grieta” y el bombardeo mediático desde las pantallas, hay mucho confusión envuelta en intereses que son los de otros. Por ejemplo, los porteñxs, no quieren poner en juego el status social alcanzado, aun entendiendo que mucho de lo obtenido se debe a las políticas nacionales implementadas entre los años 203/2015. Hay que transitar con cuidado para no herir susceptibilidades.
En palabras del escritor Hernán Brienza, “para analizar la situación política argentina, no debemos simplificar el discurso con los vocablos “izquierda” y “derecha”. Son términos europeos, como también lo son “fascismo” o “populismo”. Cuando llegaron a nuestro continente millones de inmigrantes europeos fundamentalmente italianos y españoles, muchos de ellos anarquistas, socialistas o comunistas, creyeron ver en la realidad latinoamericana las mismas categorías del Viejo Mundo. En sus valijas venían también prejuicios y estereotipos. Estas categorías llevaron a cometer muchos errores”.
Podrían ser los mismos descuidos y prejuicios que se cometerían si algunos argentinos o argentinas, en cualquier nación europea, intentarán comprender su realidad, explorando en algún sector político que se asimile al peronismo o al radicalismo.
Para Edgardo Mocca, “la última dictadura cívico/militar se inscribió, en un movimiento de época. El tiempo de su ascenso al poder coincidió con los albores de una gran revolución mundial del capitalismo; Margaret Thatcher, primero, y luego Ronald Reagan inauguraban en sus poderosos países la era de la ofensiva total contra los Estados sociales a los que se situaba como chivos expiatorios de la crisis de mediados de los ’70”. Este pensador refiere a la primera etapa del avance del neoliberalismo sobre el que se plasmó una construcción histórica que fueron las sociedades industrial-salariales, edificadas mundialmente a la salida de la Segunda Guerra Mundial como alternativa a la utopía de los mercados autorregulados que desembocó en la crisis de los años ’30. “La adaptación de nuestra sociedad a las demandas específicas de ese nuevo mundo en cierne fue el sentido mismo del terror de esos años: no solamente había que modificar estructuras y sistemas, era necesario clausurar memorias de lucha, producir un duradero escarmiento sobre aquellos actores sociales que habían crecido en la anterior etapa, desde la resistencia peronista hasta el Cordobazo”, finaliza el periodista.
Agrega Mocca, “el año 1989 es, entre nosotros, el de la crisis hiperinflacionaria y el del segundo ciclo de gobierno democrático. Es también el de la caída del Muro de Berlín y el comienzo del fin de la Unión Soviética. Estamos ya en la época del cenit del neoliberalismo, devenido en sentido común de la sociedad global, a tal punto que un distinguido elenco del pensamiento de las izquierdas comenzaría a festejar a lo largo y ancho del mundo la nueva era del fin de los relatos ideológicos como entrada a una civilización más democrática y más libre. Es el fin de la Guerra Fría y el comienzo del nuevo orden mundial de Bush padre, que se exhibiría triunfal ante el mundo con la primera guerra contra Irak. El menemismo es el nombre de esa etapa de nuestro treintenio democrático. Fue la regresión en toda la línea de los tímidos y contradictorios avances de la etapa anterior. Lo fue en aplicación sin matices de las recomendaciones del Consenso de Washington: apertura financiera, desregulación, privatización, garantías inéditas para el capital, “modernización” de las relaciones laborales, entre otras. Lo fue en su alineamiento incondicional con la principal potencia mundial y en el abandono de las posiciones soberanas fijadas por Alfonsín, al punto de participar en la mencionada guerra inaugural del nuevo orden unipolar. Lo fue también en materia de la relación con los crímenes de la dictadura a través del indulto a sus máximos promotores y ejecutores. El período de De la Rúa al frente del gobierno de la Alianza no entrañaría otra novedad más que la continuidad de esa política y el acelerado derrumbe nacional que precipitó aquel trágico diciembre de 2001”. Lo que sobrevino después es historia conocida, fluctuante ente el kirchernismo y el macrismo hasta la llegada de Alberto Fernández a la máxima investidura institucional.
Repensar la Argentina debe incluir al movimiento trabajador organizado y a una nueva concepción empresaria que se sienta parte de un proyecto nacional. Una generación de empresarios argentinos que a diferencia de sus generaciones predecesoras, construya su identidad sobre la base de privilegiar la importancia del mercado interno y de poner a Latinoamérica en el foco de atención. Una Argentina en busca de una clase dirigente con conciencia nacional y con un proyecto de largo plazo, en sintonía con las medidas estatales implementadas por los sucesivos gobiernos democráticos y populares.
Un particular enfoque propone la periodista Sandra Russo en el intento de frenar a la hegemonía de lo que denomina “pensamiento único”, puesto en marcha por el mencionado Consenso de Washington, bajo el modus operandi de que los países grandes tienen supremacía sobre los países chicos, los blancos tienen supremacía sobre los negros, los hombres tienen supremacía sobre las mujeres, los viejos sobre los jóvenes, los trabajadores de servicio sobre los trabajadores manuales, las capitales sobre las provincias, los vecinos del country sobre los del asentamiento, y así sigue la lista de la que sólo puede surgir un tipo de democracia liberal que mantenga al Estado no como árbitro entre sectores fuertes y débiles, sino como garante de la supremacía de los grupos dominantes. Para esta escritora, “el neoliberalismo se implantó en la Argentina sin librar ninguna batalla cultural. No le fue necesario. Para ahorrar explicaciones, basta viajar en el tiempo treinta años atrás.
El periodismo también forma parte de la mesa del mundo pos pandemia. Un oficio que esté comprometido con las ideas de toda la vida de quienes lo ejercen, honesto, aún con sus errores o falencias. Dice Gabriel Fernández, director de La Señal Medios, que “nosotros, hemos elegido observar y narrar el país y el mundo desde el Pueblo y desde el Sur. Resulta, podríamos indicar, un posicionamiento forjista, jauretcheano. Los medios concentrados, aunque no lo admitan, visualizan la actualidad desde el empresariado y desde el Norte. Hay matices, claro, pero no son tan importantes como puede suponerse. En esa dirección, es preciso que el trabajador de prensa deje de lado la idea de un espacio comunicacional neutral, que percibe la realidad desde arriba, sin ubicarse ni perfilarse en ninguna dirección. Una cosa es que un lector desprevenido lo crea; otra, que un periodista lo admita”.
Hay que repensar el país tras la impensada aunque factible pandemia de gripe que golpea al mundo, tras el fracaso de las políticas mal denominadas neoliberales. Mientras China y Cuba enviaban insumos médicos a países europeos, la reacción de los presidentes neoliberales -Trump, Boris Johnson o Bolsonaro-, han demostrado imprudencia y negligencia desde sus administraciones. Los neoliberales cometieron el pecado de ser muy “economicistas”, al punto de sostener que la economía debía seguir su curso sin importar la vida de la gente. Es fundamental el funcionamiento a pleno del Congreso de la Nación. En función de esa línea, abra que retomar cuando llegue el momento sanitario, la marcha plena de la economía pero, al mismo tiempo, ganar de mano al neoliberalismo mientras la economía está todavía paralizada por la pandemia y sus secuelas. Así es que el profesor Mario Rapaport sugiere volver a los principios keynesianos, teniendo en cuenta el contexto del primer peronismo histórico pos segunda guerra mundial, que decantó en la puesta en marcha de medidas para dar un ingreso mínimo a gran parte de la población, frenar la desocupación, aumentar salarios y las jubilaciones con haberes mínimos, ayudando a las pequeñas y medianas empresas tras establecer un más firme control de precios y congelar algunos.
Realzar el rol del Estado, es otra de las miradas. Para el pensador Francisco Pestanha hay que implementar políticas estratégicas sobre emergentología. “Los Estados Unidos serán uno de los países más poderosos en términos armamentísticos pero absolutamente ineficaz ante una pandemia, lo que demuestra que la estructura de tipo imperial no siempre sirven para el bienestar general”. El mundo actual posee mercados concentrados hay en casi todas las economías. La aspiración y vocación de tener posición dominante por parte del capital es parte del sistema capitalista. Y es allí donde aparece el rol de la intervención del Estado para disciplinar a las empresas que tienen posiciones dominantes.
“La Argentina debe ir tras esa catástrofe sanitaria internacional a refundar un nuevo estado más activo, haciendo hincapié en la cuestión de la defensa, pero desde una óptica militar. El primer peronismo supo encarar una defensa integral, pensando en el bienestar del pueblo, y lo hizo frente a flagelos como el paludismo. El Estado debe invertir en cuestiones que aunque precisamente no vayan a suceder, exista un equipo de emergencias frente a terremotos, inundaciones, o cuestiones epidemiológicas”, agrega el escritor Pestanha.
Ideas y propuestas para el nuevo mundo. Pensar desde acá y no desde propuestas foráneas en la necesidad de cambiar una mentalidad encandilada por lo externo en desmedro de lo propio. Una sociedad que viene respondiendo en cada aplauso dese los balcones a los trabajadores y trabajadoras de la salud, en el acatamiento de la cuarentena. Un enorme esfuerzo orientado a fortalecer la autoestima de un pueblo golpeado a lo largo de distintos capítulos de nuestro pasado reciente, con gobiernos que retrocedieron por décadas al país.
En tanto que el individualismo transita su momento más difícil, a contrapelo, en la Argentina continua la consigna del presidente de la Nación, Alberto Fernández: “nadie se salva solo”. Que ese sea el punto de partida.
(*) Conductor de De Acá para Allá (sábados de 12 a 13hs)
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