En las últimas dos semanas, rebeliones populares irrumpen en Chile y Ecuador con la fuerza del pasado y del futuro anudado para introducir un navajazo en el presente de indignidad y hartazgo. El “paraíso” del orden, el progreso, de sociedades sin conflictos, se ha revelado como el infierno putrefacto de los privilegios de clase, raza y patriarcado construido por las oligarquías criollas en base al sufrimiento y la humillación de las mayorías oprimidas. Las multitudes dolientes desarman el miedo de siglos ante un poder que estampa las verdades a golpe de metralla y muerte. Alejandra González, filósofa, docente de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de Avellaneda, y activista política analizó en Radio Gráfica estos diez días que conmueven al Sur de Nuestra América.
Ariel Weinman: Estamos a cuatro días de una elección muy decisiva para la vida comunitaria de la Argentina, y en base también a lo que está sucediendo en el resto de Nuestraamérica con levantamientos populares muy importantes, ¿cómo estás siguiendo esta nueva situación?
Alejandra González: Sí Ariel, en este momento hay dos procesos que se están dando simultáneamente: por un lado, el que vos mencionaste, las próximas elecciones que ya están anunciadas en su definición, y que esperamos con verdadera ansiedad como el fin de un ciclo perverso en la Argentina. Eso es una sorpresa a partir del 11 de agosto, por lo menos para algunos sectores, en la cantidad de marcas del momento aluvional en relación a un proceso eleccionario. Es un tipo de organización y de estructura la que se está gestando en este momento, y de representación por parte de un partido político que es sumamente valioso.
El otro proceso que se está dando en América Latina es de otro contenido y de otra figura: es un movimiento insurreccional. Lo que se ha dado en Quito, Ecuador, y en Chile, tiene otro cariz: no se articula a través de organizaciones representativas ni en liderazgos definidos, sino que convoca a una “pura vida” contra el poder. Esos movimientos insurreccionales que se repiten sin premeditación, que rompen toda la estructura del poder constituido, que son destituyentes, me parece que son las formas más temidas por las estructuras de poder. Pero son aquellos en que lo que se produce es el pueblo sublevado, y esto es lo que se teme, incluso en el peronismo, pues nuestra marca es la del 17 de octubre, ¿no? Ese peronismo sublevado es el que temen, no al que negocia y que va a las elecciones. Esto es lo que tenemos que hacer, por supuesto, es la forma organizada en que nos institucionalizamos. Pero si el peronismo es un hecho maldito es porque tiene en su corazón ese momento de insurrección que ahora estamos viendo en Chile y que vimos hace poquito en Quito, que es como una oleada impredecible. ¿Quién hubiera dicho que un pueblo tan aplastado por la dictadura de Pinochet tuviera esta capacidad de reacción? Y de decir, “no queremos más este orden”, “no queremos a la policía, a ninguna de sus formas, ni a militares, ni carabineros”.
Me parece que son dos procesos diferentes, pero no se puede dar una organización política y un triunfo eleccionario si nosotros perdemos este contenido latente, que es el que verdaderamente se odia del peronismo, y que es nuestra capacidad insurreccional.
AW: ¿Cómo juegan las herencias? Que es la pregunta cómo en el proceso político de Chile, a pesar de la subordinación, el temor, el miedo en amplios sectores de la población, porque de algún modo el pinochetismo ha continuado sin Pinochet, incluso hasta las versiones más socialdemócratas, nunca dejaron de ser pinochetistas a su modo, se hace presente el pasado. El aumento de la tarifa del subte es la gota que rebalsa el vaso. Es como que dijeron “hasta aquí se podía, pero ahora ya no se puede más”, y es la que marca la entrada a una nueva fase. ¿Qué es lo que juega para que generaciones tan diversas puedan de alguna manera estar protagonizando esta rebelión en la calle?
AG: Ayer escuchaba en un programa periodístico chileno que entrevistaban a un militar; él mismo decía, “bueno sí, hay delincuentes, todo lo que se está mostrando en los medios de comunicación, ‘vándalos’ e incluso ‘terroristas’, pero también hay gente que es delincuente por un momento. Es gente que viene trabajando hace treinta años y que de golpe dice, ‘me llevo esto’, y es por un instante delincuente”. ¿Qué quiere decir todo esto? Que esta gente, por un momento rompe el orden, gente que está harta que su vida sea signada por una cronometría del trabajo, de la sumisión y llega al instante del hartazgo. Lo que se produce como efecto de este levantamiento es una marca en este pueblo chileno que es tan fuerte como lo fue el pinochetismo. Lo que se produce es el pueblo a partir de este levantamiento. No estaba previamente constituido, aparece acá en todas sus potencias vitales. Es gente que dice “puedo echar a los carabineros de este lugar”. Hemos visto mujeres diciéndoles en la cara a policías armados, a militares, “ustedes no nacieron en cuna de oro, ¿por qué no se vienen de nuestro lado?”. Esas actitudes eran impensables. Para decirlo en los términos que Cristina (Fernández de Kirchner) nos incorporó en nuestra lengua, un “empoderamiento”, en el cual ya no hay marcha atrás. Es decir, puede ser que todo esto se someta nuevamente, que entremos en el curso habitual de la organización, el trabajo y la rutina, pero esto deja una marca en el cuerpo de los pueblos.
Lo que pasó en Quito, ese triunfo (la derogación del Decreto presidencial que habilitaba el aumento del 125% en los combustibles), por más que el Fondo Monetario Internacional quiera renegociar por detrás con el presidente Lenin Moreno, hay una marca en el cuerpo y una certeza de que cuanto menos lo esperen, “nosotros podemos volver a surgir”. Y esto es lo que se llama una insurrección. Lo que sucedió no es una revolución administrada y organizada. Lo que hay que hacer es estar sumamente atentos porque esto está pasando en muchos lados. Hay que dejar que esto se geste y participar en el momento en que aparezca.
En nuestro país yo lo veo en nuestra comunidad: hay que mantener vivo ese fuego que es lo propio del peronismo. Luego se habilita y se despliega en nuestras organizaciones sindicales, políticas y en nuestros liderazgos, pero la potencia es nuestra. Hay que mantener vivo nuestro 17 de octubre a través de todos los procesos eleccionarios y de todas las organizaciones partidarias, porque eso es lo único que nos constituye, como te decía antes, en este “hecho maldito” que puede cambiar el orden de nuestras vidas destruidas por el capitalismo.
CO/AW/GF/RG
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