Alejandra González, filósofa, ensayista y docente de la Universidad de Buenos Aires, la Universidad del Salvador y la Universidad Nacional de Avellaneda, en la que coordina la Maestría en Estéticas Contemporáneas Latinoamericanas, además de autora de numerosos trabajos, entre ellos, coutora de Globalización. La frontera de lo político (1997), coeditora de Meditaciones sobre el dolor (Autonomía en Red Editorial, 2019), el epílogo del libro Nota sobre la supresión general de los partidos políticos (Simone Weil, 90 Intervenciones, Red Editorial, 2018), dialogó con Ariel Weinman y Erika Eliana Cabezas en Radio Gráfica.
La pensadora reflexionó sobre la obra de Horacio González -“el conjurado” como lo definiera su amiga María Pía López-, y a dos meses del paso a la eternidad y en un trayecto común con el ex Director de la Biblioteca Nacional señaló que “el deber de los que trabajan con la lengua es recuperar las tramas del tiempo que se vuelven actuales para horadar la realidad ficcional, la de una palabra chata que circula por el sistema de medios de comunicación. Y que habilita a volver a pensar los acontecimientos que hicieron inscripciones en nuestro cuerpo político”. González recordó que “‘el hecho maldito del país burgués”, como lo caracterizara John William Cooke, pudo sobreponerse al Renunciamiento de Eva Perón, a la masacre de Trelew y a otros tantos reveses” porque “el peronismo tiene la capacidad para reinventar la lengua de los argentinos y las argentinas”.
AW: Buenos días, Alejandra, gracias por atendernos.
AG: Fecha singular por muchos de los temas que trajiste a Panorama Federal y que se conjugan en un montaje. Pensaba que hoy, me decías, “hablemos un poco sobre Trelew, pero también está el renunciamiento de Evita y hace dos meses que murió Horacio González”. Se me ocurría que Horacio es un buen punto de partida para pensar la trama de estas instancias del tiempo que se vuelven actuales por motivos de una fecha, por motivos de un acontecimiento. Y que es nuestro deber, para los que somos trabajadores de la lengua, horadar nuevamente esta realidad ficcional, esta cosa tan chata de una palabra que circula por los medios de comunicación masivos en cierta trivialización. Volver a pensar esto que hizo inscripciones en nuestro cuerpo político, y me parece que Horacio ha sido alguien que trabajó en esta línea. Pensá que él escribió un texto maravilloso sobre Evita, “Evita, la militante del camarín”. Esto lo hace cuando estuvo en el exilio en Brasil durante la última dictadura, un libro que él dice que fue escrito por encargo y donde termina inventando un personaje ficcional brasileño, Manuel Pereda Da Silva, que es una especie de escritor fantasma que escribe, “La razón de mi vida”. Y es una manera de intentar explicar al público brasileño, ¿qué es el peronismo? Ahí, hace hablar a John William Cooke y a Paco Jamandreu. Es un texto donde habla de la condición de Evita, cómo ella aporta el lenguaje y la dramaturgia del peronismo. Ese es el lugar donde parece que siempre pudiéramos abrevarnos nuevamente, para encontrar esa potencia de un decir que hace de las palabras un arma de combate. Ese texto tiene un Prólogo de un poeta nuestro, Néstor Perlongher, que dice “cómo se piensa lo político desde un plano fantasmagórico”. Perlongher dice que “lo que ha hecho Horacio es pensar desde Evita, traída como palabra en la voz de un personaje imaginario. Que vuelve al peronismo más real que nunca”.
Y también, pensaba en otro texto, haciendo unión con estas cuestiones que querías que charláramos. El texto es de Horacio, “El acorazado Potemkin en los mares argentinos”, de 2010, donde hay una ficción. El acorazado Potemkin nunca estuvo en nuestros mares, pero a partir de eso hace hablar a una serie de personajes y, entre ellos, escribe muy poéticamente la fuga de Trelew: ese momento que simboliza todos los intentos de huida frustrados, en muchos casos, en que nuestra patria ha sido fusilada otra vez. Escribe esta huida en la que se intenta borrar algo y, sin embargo, esto se inscribe como acontecimiento en nuestro cuerpo político. Entonces, me parece que el trabajo nuestro hoy, y que siempre nos estamos proponiendo, es volver a estos lugares. En esta línea, Horacio nos ayuda para que a través de las palabras podamos recuperar esa condición combativa e interventora, que nos hace salir de cualquier universalismo de pensamiento y nos lleva siempre a las condiciones particulares de nuestra singularidad. Que solo se puede indagar cuando vemos las heridas que nos han dejado en nuestra memoria.
EC: Te escuchaba en el relato que hacías sobre Horacio González y estos dos textos. ¿Qué reconstrucción se puede hacer, a través de la lectura de estas textualidades que mencionás, sobre los momentos históricos que atraviesa la fecha del 22 de agosto?
AG: Yo creo que ahí, sobre todo, él trata de construir una idea del tiempo político, que no tiene la misma densidad que el tiempo de la cronología. Es un tiempo que se vuelve actual, cuestiones que aparecerían como “inactuales”. Es decir, ¿por qué Evita retorna, nuevamente, en este Renunciamiento? Porque Evita encarna el instante de la militancia y donde ese renunciamiento, simplemente, es una estrategia para volver con más fuerza todavía, para volver de una manera renovada que permita otra relación con la capacidad de transformación que tenemos nosotros. Me parece que hay toda una perspectiva a partir de este resto: de “un renunciamiento”, de “una fuga”. Nosotros tenemos que pensar esos restos, los restos del “renunciamiento” y de “la fuga”, y hacer de eso, nuevamente vivo, ese peronismo militante. Que de algún modo dramatiza Evita y esa capacidad de recuperación a pesar de los encierros, de las prisiones que tiene siempre nuestra militancia. Y que nos ha marcado, por lo menos a los que somos grandes en nuestra adolescencia: la masacre de Trelew. Eso es lo que recupera Horacio, esta condición del tiempo histórico, retornar siempre en un presente y avivar, en el sentido de volver viva, nuestra capacidad de transformación de lo que es.
AW: Quería poner en relieve esto que decías, que se sintetiza, quizás, en el verbo “recuperar”. Porque en cada homenaje, en cada conmemoración de los golpes y de las tragedias vividas, esa capacidad de renacer frente a la adversidad, ¿Qué es lo que hay ahí para que esta capacidad se mantenga intacta?
AG: Yo creo que la invitación es encontrar en cada tragedia que marca nuestro cuerpo, la fiesta que también es el peronismo. Porque si seguimos siendo peronistas, es precisamente por esa condición festiva que nos permite, de tanto en tanto, modificar el orden del presente. Entonces, me parece que encontrar en “la fuga” y en “el renunciamiento” modos de decirse otra vez hoy. Es también invitarnos a “fugarnos” del neoliberalismo y a renunciar al país burgués, para que renazca ese “hecho maldito” del que somos los depositarios. Me parece que recordamos con pena y dolor por todo lo que significó, pero también recuperamos la esencia de esa militancia combativa. Y eso es lo que nos mantiene vivos. Ese es el sentido de ese recordatorio para que no se transforme en un homenaje trivial: nos tiene que volver a la vida, y eso es hacer una experiencia del lenguaje en la política de los cuerpos. Encontrar la fiesta donde hubo tragedia y saber que la fiesta, también, tiene un fin. Por ende, hay un elemento trágico donde debemos tramitar y elaborar. No caer en una especie de “regodeo de la palabra”, sino en una praxis del lenguaje, que nos lleve a una historia que siempre está por hacerse. En ese sentido, hay una urgencia del decir en estos días de palabras tan chatas. Hace que estemos hablando de un pensador como Horacio -que dio tanta densidad a la palabra y que recupera la densidad de la palabra de Evita-, que también escuchamos su voz. Y está viva para nosotros, nos ordena, “metimos la pata”, nos equivocamos en esto o en lo otro. Pero a ordenar y a seguir de nuevo, como dice Cristina. Hay que armar ese espacio común y recuperar la fuerza combativa e interventora del lenguaje sobre el cuerpo político. Esa es la función de un homenaje, de un recordatorio.
AW: Y eso no puede desprenderse de una disputa entre fuerzas en pugna. ¿Cómo está eso hoy, en un momento preciso como este donde transitamos una campaña electoral? ¿Cómo la estás evaluando?
AG: Me parece que como siempre, las batallas están dadas por el sentido y no hay que dejarse confundir por las banalidades cotidianas, por los errores cotidianos que nosotros mismos cometemos. Acá se juegan dos fuerzas en pugna: el neoliberalismo, que está triunfante en gran parte del mundo, y nuestra capacidad, ese rasgo que distingue la historia argentina, que está signado por el peronismo. Entonces, más allá de los actores políticos que en este momento los encarnen, esas son las dos fuerzas. No hay duda en relación a esto. Por eso hay que recuperar la Evita militante y esa capacidad de rehacerse en las peores condiciones de esta militancia. Que se sale de los encierros y que hace marca igual. Hay que recuperar esas instancias para ver con claridad el panorama, la lucha de un capitalismo feroz contra la Tierra, un capitalismo extractivista, patriarcal, que homogeneiza todas las posibilidades de subjetividad contra un peronismo que es fiesta y transformación. Si hay algo en este país que pueda acontecer, es en el campo popular y es peronista. No tiene otro signo. Más allá de ciertas debilidades y de críticas internas que se puedan hacer, este es el espacio en el que se puede producir algún cambio. Y creo que la palabra está dada para que podamos hacer lazo con otras experiencias populares en América Latina. Y decididamente, este espacio de Nuestraamérica Latina y de El Caribe es el mejor en el que se puede vivir para construir una palabra nueva.
- Entrevista realizada en Panorama Federal (lunes a viernes de 7 a 8)
- Redacción por Lucía Izaguirre
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