Cinco años pasaron desde aquel trágico miércoles 5 de febrero de 2014. El incendio de Iron Mountain sigue siendo una verguenza para la sociedad argentina. La tragedia de Barracas. Una causa que esconde un incendio intencional con clave en el lavado de dinero.
En Azara 1245, diez bomberos dejaron su vida en cumplimiento de su deber. Uno de ellos fue Juan Matías Monticelli, bombero del Cuartel I de Policía Federal. Radio Gráfica TV entrevistó a Rolando Monticelli, padre de Juan Matías, quién brindó su testimonio sobre lo vivido aquel día, las amenazas padecidas desde la tragedia y como pelea por quebrar la impunidad.
“Me enteré muy rápido de lo sucedido. En el momento que pongo la televisión y veo que la pared se cae, sentí que que mi hijo se había ido. Tenía una conexión muy grande con mi pibe como la tengo con todos mis hijos. Por eso digo que en ese momento sentí que no lo tenía más. Vi esa pared cayéndose y dije: no está más“.
“No hacía falta que lo confirme nadie. Me llamaron del Cuartel con urgencia. Cuando llegué, bajaban las miradas. Ya lo tenía claro. Vino un capellán y me dijo `su hijo falleció´. Esas fueron sus palabras. Fue el peor momento de mi vida. Un dolor que se prolonga en el tiempo. Porque ese instante se traduce en minutos, horas, días y meses. Uno lo acepta porque la resignación no existe, ya que la resignación cuando muere un hijo es indescriptible. Pero uno acepta que estaban cumpliendo con un deber peligroso. Eso no quiere decir que no le duela igual que cualquier otro accidente casero, pero duele mucho más cuando se entera que no fue un accidente“.
“Duele mucho más porque sabemos que no fue un accidente. Comencé a ir a Azara y Jovellanos cuando todavía había bomberos trabajando entre hierros, humo y escombros. Me preguntaban que hacía allí; cuando les decía quién era me decían que encontraban aceleradores de fuego, papeles que no se quemaron con pruebas de lavado de dinero premium. Me lo confirmó el mismo superintendente de Bomberos de Policía Federal de aquel entonces: este incendio fue intencional”.
“Iron Mountain era investigada por la UIF (Unidad de Investigación Fiscal). Se ve que no tuvieron tiempo para hacer desaparecer en forma prolija los papeles de lavado de dinero, coimas, evasión y lo que luego conoceríamos como Panama Papers. Esto cierra con la amistad del gobierno porteño con el mayor directivo de la empresa, el buitre Paul Singer. Al no tener tiempo para sacar todo, decidieron quemar”.
“Es dolor sobre dolor. Más cuando te dicen que fue planificado. Que pusieron aceleradores de fuego, que los aspersores no fuinaban, que tampoco había agua en las cisternas. El vigilador de Iron Mountain de aquella noche niega al operador de Bomberos de la Federal un incendio. Lo digo porque me hicieron escuchar la grabación. En la misma se escucha al vigilador diciendo que estaban presentes los bomberos de la Ciudad. Mintió. Tal vez tenía la orden de hacerlo. Si hubiera recapacitado – y a pesar del dinero que le dieron – no hubiera sido cómplice de la pérdida de tantas vidas“.
“La sociedad debe saber que sucedió. La muerte de mi hijo minó mi salud. Tengo cardiólogo y psiquiátra. Estoy bajo tratamiento de todo tipo. Encima, no paro de recibir amenazas. Juan José Gómez Centurión, mafioso con chapa, estaba a cargo de la Agencia Gubernamental de Control. Este señor me amenazó vía mensaje privado de Facebook. Imprimo la pantalla, la llevo al juzgado. Allí hacen la investigación correspondiente. Llegan a la dirección IP de la computadora de Gómez Centurión. Confirman que fue él quién escribió las amenazas. Pero nunca lo citaron a declarar“.
“No es todo. Recibo llamados a casa. Le decían a mi hija de doce años que yo debía callarme porque sino iba a desaparecer. Mensajes a mi celular exigiendo que no saliera más en los medios. Sé que estoy peleando contra molinos de viento. Sin pecar de altruista, no quiero que vuelva a suceder algo similar. Por eso pido que la sociedad apoye nuestro pedido“.
CA/GF/RG
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