Por Carlos Aira (*)
La derrota de River Plate ante un equipo de Emiratos Árabes duele. No sólo por la escasa envergadura del campeón de América ante Al Ain, sino también porque corona un 2018 lleno de problemas para el fútbol argentino.
Nos hacemos muchas preguntas. En éste año nuestro fútbol pasó por casi todos los estamentos negativos posibles. Desde una clasificación angustiosa a la Copa del Mundo que se logró luego de cambiar tres cuerpos técnicos con sistemas diversos de juego. Tal vez, a nuestro fútbol le hubiera servido un golpe como fue México 1970. Argentina desnudó en Rusia todas sus miserias: internas AFA, un cuerpo técnico comandado por Jorge Sampaoli que no daba la talla, jugadores de talante anárquico que fracasaron como entrenadores.
¿Dónde está parado el fútbol argentino, pues? Salvo aquel equipo de Estudiantes de La Plata, que estuvo a un minuto de derrotar al supuesto mejor equipo de la historia en el Mundial de Clubes 2009, nuestro fútbol hace agua cuando se mide en otras latitudes. Al Ain abrió el marcador en forma insólita: gol olímpico de caño al arquero titular de la Selección Argentina. El último título global a nivel clubes fue la Intercontinental 2003, cuando en Tokyo, Boca Juniors derrotó a Milan. El equipo xeneize tenía jugadores de tercer orden a nivel mundial, como el brasileño Pedro Iarley y Matías Donnet. No importó, fueron vitales. Como lo fue Omar Asad en la final que Vélez Sársfield derrotó al mismo equipo italiano. El día anterior a aquella final, los jugadores italianos se reían del Turco de Ciudad Evita. No podían creer que fuera un futbolista profesional. Por su gordura y aspecto. Lo cierto fue qué en la cancha, Asad fue imparable y coronó su noche soñada con un gol en el cual humilló a Franco Baresi.
¿Que decir de Boca campeón 2000 ante los primeros Galácticos de Real Madrid o Argentinos Juniors 1985 jugando una final que es una película de fútbol ante Juventus?
¿Tenemos una crisis casi existencial? ¿Nos cuesta salir al mundo como equipo? ¿El fútbol argentino se redujo a un puñado de cracks que juegan en clubes europeos?
El mundo nos está alcanzando. Este es el dato a tener en cuenta. El sábado pasado Historia AFA realizó su plenario 2018 en el Club Estudiantes de La Plata con la presencia de Miguel Ignomiriello. A sus casi 92 años, el viejo sabio de la formación de juveniles pegó en la tecla: Francia, campeón del mundo, forma sus juveniles a triple turno. Los profesionales, doble turno. Hoy, un plantel de Primera División de fútbol argentino no hace doble turno porque los futbolistas se acostumbraron a trabajar de 9,30 a 11. Los juveniles tampoco trabajan dos veces por día. Tenemos un grave problema de formación: el talento está, pero ese talento se debe reforzar con trabajo. En otros lugares del mundo así se hace. En Argentina, no.
Puede haber atenuantes en la derrota riverplatense. Un equipo que vivió durante un mes en estado de tensión permanente por una final que se catalogó de vida o muerte. Tal vez, si el partido se hubiera resuelto el 24 de noviembre, River hubiera concurrido al Mundial de Clubes con otra cabeza. Pero tampoco es excusa: River jugó un partido sin intensidad ante Al Ain. Como muestra, Enzo Pérez, dos mundiales, declaraciones previas pensando en Real Madrid, sobró su penal definitorio: débil, a la izquierda y a media altura.
¿Nos estamos creyendo el ombligo del mundo? ¿Queremos ser una nueva Inglaterra, donde sus equipos y selecciones fracasan, pero se consuelan con ser la cuna del fútbol? ¿Nos servirá en un futuro ser la cuna de fantásticos cracks, cuando el mundo ya no nos tenga en cuenta como equipo? Al mercado eso le sirve; remitir el fútbol argentino a valores de mercado como pueden ser Lionel Messi, Mauro Icardi o Paulo Dybala. A quienes pensamos en profundidad las necesidades reales, evidentemente, esta idea no debiera conformarnos.
Alguno podrá decir que lo de River fue un mal partido y nada más. Tal vez sea cierto. El fútbol es un juego donde podés perder. No estás obligado a ganar siempre; y eso es válido.
Por eso una derrota como disparador. El problema no es River, el problema es nuestro fútbol. Si no lo comprendemos así, obturamos el debate.
(*) Conductor de Abrí la Cancha
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