Por Úrsula Asta
En ocasión del Bicentenario de la Revolución de Mayo, en el año 2010, un artículo del historiador Norberto Galasso, que formó parte de la publicación “El Cronista del Bicentenario” tituló ¿Cuándo nació la Patria? ¿En 1810 o en 1816?
Allí plantea que es inconsistente sostener que el 25 de mayo de 1810 “nació la Patria”, “separándose de España”, “en aras del comercio libre” y por “la acción de los vecinos propietarios iniciada en el Cabildo Abierto del 22 de mayo”. En cambio, dice que, al contrario de lo planteado por Mitre, la idea sustentada por Juan Bautista Alberdi es más correcta: “La revolución de Mayo es un momento o un detalle de la revolución hispanoamericana y ésta lo es, a su vez, de la revolución española (surgida el 2 de mayo de 1808, contra el invasor francés pero, al mismo tiempo, formando Juntas democráticas y levantando reivindicaciones populares) y esa revolución española es un momento de la revolución francesa del 89”.
Es decir, todos estos movimientos no son ni separatistas ni antihispánicos ni probritánicos, son democráticos. Desde esta mirada, Alberdi permite explicar, entonces, por qué la Independencia se declara 6 años después: el 9 de julio de 1816.
Revolución de Mayo y las dos rutas abiertas
Luego de que el ejército francés invada España y tome como prisionero a Fernando VII, el pueblo español comienza una revolución nacional para hacer frente al invasor. Sin embargo, el objetivo también era alcanzar la libertad, igualdad y fraternidad (ideales de la Revolución Francesa). Es decir, no se buscaba restaurar la antigua monarquía. La revolución tomó así un carácter democrático y era el cautivo rey en quien se depositaba ese ideal de cambio. Como parte de esa lucha, en América (en las provincias, ya no denominadas colonias) se forman Juntas que desplazan a los virreyes y juran fidelidad a Fernando VII. En Buenos Aires, eso se logra el 25 de mayo de 1810. Después de 1814, luego del fracaso de la revolución democrática española, esas luchas en América se tornan independentistas.
Aquí, en ese camino contra el absolutismo, el frente democrático de los sucesos de mayo estará compuesto por distintos sectores. Por un lado, una burguesía revolucionaria integrada por Moreno, Castelli, Belgrano, Paso, Argerich, Artigas, también por French, Berutti, Donado y Saavedra. A nivel continental, se sumarán San Martín y Bolivar. Por otro lado, habrá una burguesía comercial probritánica y pro libre comercio integrada por un sector nativo y otro inglés. Estará liderada por Rivadavia, Manuel García y por Mitre.
En la construcción de la nación americana y de la independencia, la presencia de miles de mujeres muestra que esa no fue simplemente “una gesta de los grandes hombres”. La historiadora Espasande enumera algunos de sus nombres: Cesárea de la Corte de Romero González, mujer jujeña que combatió en el ejército de Güemes; Manuela Cañizares, nacida en Quito, organizó encuentros que impulsaron el proceso revolucionario en el actual Ecuador; Josefa Camejo, también realizaba reuniones clandestinas en Caracas, hoy Venezuela; la colombiana Polonia Salvatierra y Ríos, conocida con el nombre de “Policarpa”, trasladaba los mensajes anticoloniales camuflados en naranjas y al ser descubierta, fue fusilada; Juana Azurduy, nacida en Potosí, lideró la guerra de Republiquetas del Alto Perú luchando junto a los indígenas; la salteña María Magdalena “Macacha” Güemes, llevó adelante misiones de espionaje y participó en la vida política salteña.
Como dijimos, los sucesos de mayo estarán compuestos por distintos sectores. En un primer momento, se impondrá la línea de Moreno, pero más tarde se modificará el rumbo hacia la burguesía comercial. Estas dos rutas de mayo, denominadas así por Scalabrini Ortíz, surgidas a partir de la Revolución de 1810 pregonarán por intereses diferentes. Dos modelos que recorrerán la historia del país hasta nuestros días.
Dos proyectos sociales, políticos y económicos de país:
1. Burguesía comercial
Librecambista, probritánica y antihispánica. Hacia 1811 y con la creación del Primer Triunvirato, se impondrá este modelo. Se enfrentan a Artigas. Aplicarán rebajas a los aranceles de importación. Este frente estaba compuesto por criollos para quienes la plena libertad de comercio, sin aranceles a la aduana, eran fundamentales para sus negocios. Pero también había un sector inglés al que se le habían concedido permisos de radicación en 1909, cuando aún estaba el Virrey. Para ellos, se terminaba el negocio si el permiso temporario concluía.
En lo económico, propugnaban el aperturismo y la entrega del mercado interno a través de una estrecha relación con Gran Bretaña. Les habían sido otorgados empréstitos de la Baring Brothers, momento en el que se inaugura la deuda externa, en 1824. Buscaron controlar la aduana, lo que configuró uno de los principales enfrentamientos entre estos, unitarios, y los federales. Así se sometía a las provincias a una nueva forma de coloniaje, ahora con Buenos Aires a la cabeza. Se cerraron los ríos interiores para impedir la competencia de otros puertos al de Buenos Aires.
Antidemocráticos en lo político, aspecto que queda expresado durante los gobiernos de Rivadavia y de Mitre. Además, podría decirse que eran antipopulares, antinacionales y extranjerizantes. Querían una organización unitaria del país y tenían una cerrada política latinoamericana. Disgregadora y centrífuga. El resultado de aquello es la balcanización latinoamericana, se conformaron 20 países “independientes” convertidos en semicolonias, basados en la exportación de sus materias primas -como aspecto de la dependencia económica-, inmersos en la injusticia social y la elitización política a través del voto calificado.
2. Burguesía revolucionaria
Con ideales proteccionistas. Implementó el programa de la Revolución: el Plan de Operaciones de Mariano Moreno.
En lo social buscó apoyo popular, una base social de masas. En lo político, el objeto era resguardar la libertad a partir de la igualdad social. Era un movimiento democrático antiabsolutista y buscaba extender su influencia en América. En lo económico, el Estado debía asumir el papel de la burguesía nacional inexistente, debido al bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, y concebía que el Estado tenía que ser el motor del desarrollo económico: fábricas, artes, ingenios, agricultura, navegación. El Plan hacía referencia al peligro y la necesidad de apoyarse en Inglaterra transitoriamente para defenderse de los franceses y del absolutismo español.
Además, el Plan fijaba la prohibición a particulares de trabajar minas de plata y oro. Abonaba a la creación de una empresa nacional de seguros, la limitación a importaciones y se oponía al comercio libre sin aranceles aduaneros. A su vez, postulaba la sanción de un fondo para el impulso de la industria minera, la distribución de tierras de la pampa bonaerense fijando límites a su extensión, la promoción de un censo para conocer los recursos naturales y bienes disponibles y el impulso a la fabricación de fusiles y de pólvora.
Después de la caída de Moreno, este modelo vuelve a tomar fuerza recién con San Martín (luego del Segundo Triunvirato) en la lucha por la unificación de los territorios. Es una fuerza centrípeta e integradora. Las zonas interiores (federales) fomentarán la unidad latinoamericana y la formación de límites sobre los viejos virreinatos buscando un desarrollo autónomo. La resistencia popular se expresará mediante las montoneras federales en las Provincias Unidas.
Así como dos proyectos políticos, sociales y económicos configuran las disputas a lo largo de nuestra historia, el relato sobre lo acontecido se convierte también en trinchera. La revolución, desde el punto de vista de la nueva burguesía comercial, era probritánica (se necesitaba de Inglaterra para comerciar), por lo cual era antihispánica. Desde esta perspectiva fue redactada la Historia Oficial. Por eso la Revolución de Mayo, según el relato mitrista, había sido entonces independentista desde el primer momento.
Independencia y modelos en pugna
La independencia se declara 6 años después, en 1816, cuando se produce la contrarrevolución en toda Europa y cuando Fernando VII traiciona sus promesas (en el año 1814): reimplanta el absolutismo, anula la constitución democrática de las Cortes de Cádiz de 1812 y envía flotas para reprimir a las y los revolucionarios de América.
La declaración de 1816 decidió crear una nación libre e independiente del rey Fernando VII y la metrópoli. “La Independencia declarada en 1816, con todo su valor como pronunciamiento de las provincias más o menos desunidas del Río de la Plata, fue incompleta. Podemos indicar, arbitrariamente, que desde entonces esta región del planeta no logra desequilibrar la pugna. Es que el contraste resulta profundo. No es lo mismo tironear hacia fuera que hacia dentro”, reflexiona el periodista Gabriel Fernández al respecto.
Si volvemos a considerar las dos rutas de Mayo que recorren nuestra historia, y volvemos al apunte sobre la imposición discurso mitrista, podríamos atribuir ello a diversas causas. El siglo XIX fue favorable al librecambismo. Las potencias capitalistas necesitaban nuevos mercados para sus productos manufacturados y requerían de materias primas para seguir desarrollándose industrialmente. En este contexto, con América Latina inserta en la división internacional del trabajo, sometida así a los intereses extranjeros y de la oligarquía terrateniente local, se da la configuración de los Estados nación.
La consolidación de la clase dominante, incluso con una Historia Oficial relatada desde esta lente que buscaba imitar y valorizar lo europeo en detrimento de lo americano, se imprime en el ingreso del país en el mercado mundial como exportador de productos agrícola ganaderos (“ventaja comparativa” de la Argentina). Terratenientes que se benefician de la superutilidad de una tierra híper fértil, cuyo cultivo no requiere de altos costos. Esta renta agraria diferencial beneficiará no sólo a unos pocos terratenientes locales, sino también el imperialismo británico.
Para alcanzar esa situación hay un camino previo que implicó además neutralizar y generar una “estabilidad política” y mejorar el tránsito hacia y desde el puerto. Esto se logró con la llamada “pacificación nacional”: represión a las provincias, eliminación de los focos de las montoneras federales y los caudillos, lo que implicó la entrega de tierras a oligarquía, y a su vez se destruyó al país que, contra los intereses británicos, tenía una industria potente y orientada al mercado interno: la Guerra contra Paraguay. En la Patagonia se buscó la expansión de las fronteras para aumentar la tierra cultivada y se introdujeron ferrocarriles, todos ellos dirigidos hacia el puerto, realizados por capital inglés.
Hacia el año ´30 del siglo XX, la crisis mundial tiene repercusiones en los estados liberales. Comienza luego en nuestro país una incipiente industrialización por sustitución de importaciones. En cuanto a la representación política, la clase dominante irá referenciándose con distintos partidos con el objeto de preservar el poder. Van a aparecer nuevos sujetos sociales, trabajadoras y trabajadores de esas nuevas industrias; nuevos actores políticos; un contexto mundial de guerra nuevamente y, dentro del Ejército, una fracción que aboga por el nacionalismo y el industrialismo.
La independencia de 1947
En 1943, un grupo de militares con diferentes líneas políticas irrumpe en la escena. Allí aparece Juan Domingo Perón, quien ocupó la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, también el Ministerio de Guerra y la Vicepresidencia. Comenzará a atender el reclamo de las y los trabajadores en conflicto y conversará con delegados aportando en la mediación. También hará referencia a la necesidad de industrializar, desarrollar escuelas y una obra social en el país. Su postura irá en línea con la de otros Movimientos de Liberación Nacional surgidos en la región en el siglo XX.
Conquistas en materia social que mejoraron la calidad de vida de quienes estaban más desprotegidos, fueron el resultado de las mediaciones entre trabajadores y empleadores. No pasarían desapercibidos en la historia argentina las vacaciones pagas, aguinaldo, jornadas laborales de ocho horas, franco, jubilación, indemnización, estatuto del peón, entre otras. Las y los obreros habían accedido a espacios que hasta el momento estaban sólo signados a un sector dominante. La clase trabajadora se convierte en un actor decisivo en el escenario nacional.
La movilización del 17 de octubre del ´45 puso en evidencia la aparición de un nuevo sujeto político, económico y también cultural del país. Hay una manifestación de identidad de clase que se encuentra ligada, además, a un desarrollo de la conciencia nacional. El peronismo se constituye como un frente nacional que transforma la dependencia que caracterizó a la Argentina agroexportadora en tanto enarbola un proyecto, cuyo nacimiento podría situarse en aquel 17, que interpela a distintos actores. Entre ellos, a las trabajadoras y los trabajadores, a un sector que podría denominarse de burguesía nacional, interesada en la protección del Estado, y a parte del Ejército que busca asegurar la autonomía con el desarrollo de una industria pesada y de tecnología.
Esas transformaciones se institucionalizaron en la Constitución de 1949. Además de incluir los derechos laborales mencionados, una de sus principales diferencias con la Constitución de 1853 es su concepción sobre la propiedad. En la más antigua, se afirma que “la propiedad es inviolable” y en la peronista se le atribuye “función social”, por lo que “estará sometida a obligaciones que establezca la ley con fines del bien común”. Esta nueva reforma asigna al Estado un rol preponderante: “Incumbe al Estado fiscalizar la distribución y la utilización (…) con el objeto de desarrollar e incrementar su rendimiento…”. A su vez, le da al Estado las facultades para intervenir en salvaguarda de intereses generales, le compete la importación y exportación, así como también los recursos naturales que son de su propiedad, como lo son los servicios públicos.
Antes de esa carta magna, en 1947, se busca retomar y completar el espíritu de 1816 declarando la Independencia Económica de la Argentina, fundando su decisión en “los pueblos y gobiernos de las provincias y territorios argentinos, de romper vínculos dominadores del capitalismo foráneo enclavado en el país y recuperar los derechos al gobierno propio de las fuentes económicas nacionales”.
Sigue la declaración que “la Nación alcanza su libertad económica para quedar, en consecuencia, de hecho y de derecho, con el amplio y pleno poder para darse las formas que exijan la justicia y la economía universal, en defensa de la solidaridad humana. Así lo declaran y ratifican ante el pueblo y el gobierno de la Nación, el gobierno y pueblo aquí representados, comprometiéndose, uno y otro, al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas y honor”.
La etapa abierta a principios del siglo XXI
Con la licencia deliberada para los grandes saltos de tiempo atravesados en este recorrido, seguimos… porque la etapa que se abre años después, con el neoliberalismo, de la mano del gobierno de facto del ´76 y luego con democracias, con Estados Unidos como hegemón, extiende sus políticas de desarticulación social, económica y política. Pero hay un quiebre en el rumbo con la llegada de Néstor Kirchner a la Presidencia. En ese período previo de 30 años, las primeras recetas económicas significaron liquidar el aparato productivo nacional, endeudamiento externo y especulación financiera. Se eliminó el monopolio del comercio exterior, bajaron los aranceles a la importación y se eliminaron los precios máximos, entre otras medidas.
Durante la dictadura cívico-militar del ´76, se suspendieron las actividades de los partidos políticos, gremios y otras agrupaciones. Se prohibió el derecho a huelga -que por este tiempo, candidaturas mal llamadas palomas y halcones proclaman por igual sin sonrojarse-, y se lanzó una política de terrorismo y represión.
Este modelo de Estado, el neoliberal, profundamente individualista, además de liberalizar la economía y afectar así a las mayores porciones de nuestro pueblo, privatiza y desregula. La inflación es considerada producto del aumento de los salarios, por lo cual debe haber cierta tasa de desempleo. El retraso de salarios y el achicamiento del gasto público tienen razón de ser. Nada de lo ahora proclamado nuevo, es nuevo.
Como consecuencia de esa etapa, surgieron nuevas formas de organización. El movimiento obrero, sector más afectado por este proyecto político, atravesó procesos de lucha sindical y de huelgas, muchas veces reprimido y/o cesanteado, y aparecieron nuevas centrales o corrientes dentro de las ya existentes –por críticas internas- que dieron la pelea por condiciones laborales y un proyecto diferente de país. Surgieron también las organizaciones piqueteras integradas por aquellas trabajadoras y trabajadores desocupados, cuyo escenario de lucha cambió de las fábricas a las rutas.
En el 2001 irrumpe una nueva etapa de la Argentina. Sobre la figura del político que venía del Sur, una pregunta que se hace el trabajador metalúrgico Agustín “piraña” Colovos es: ¿Cuál es el rasgo más sobresaliente a rescatar de la acción política de Néstor Kirchner? Y encuentra, entre muchas respuestas, una primera reflexión: que no hubiera existido Néstor Kirchner sin diciembre de 2001 y sin 26 de junio de 2002, es decir, sin toda la resistencia al neoliberalismo que nuestro pueblo realizó durante la década del ´90. “Una resistencia por abajo, que Néstor leyó desde arriba (…) al asumir la presidencia, corrió el límite de lo posible, en ese contexto, en esa coyuntura que le tocó actuar”.
En el contexto que corre, en tiempos que hacen oda a lo posible y culto al mal menor, ¿queda lugar para pensar más allá del catálogo de dirigentes que serviremos a la mesa? ¿Algo más que el análisis de cálculo? ¿Algo diferente a los discursos paternales que dicen que hay que dar tiempo a digerir o que, por el contrario, no lo hay y se debe espabilar pronto? ¿Contener? ¿Pragmatismo?
Ese parece ser un debate en el que subyace la idea, no siempre malintencionada (y eso lo hace más curioso), de que el pueblo –o una porción de él- es zonzo: o se derechizó y no entiende, por eso vota así; o hay mucho progresismo, por eso vota tal y entonces corre riesgo una elección… la cuestión es que, de una u otra forma, el pueblo -relegado al espectáculo de una discusión a la que no fue invitado- no entiende.
Tomando como excusa este día de la Independencia, ¿será que es tiempo de iniciar otro debate?
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