Por Norberto Galasso*
La interpretación tradicional de los sucesos de Mayo de 1810 resulta hoy insuficiente, dada la documentación conocida y por otra parte, no ayuda a la conformación de la identidad nacional-latinoamericana de la Argentina, hacia la cual se avanza en estos días.
Hoy coinciden algunos investigadores ajenos a la Universidad con algunos docentes de la misma en que resulta inconsistente sostener que ese día (25 de mayo de 1810) «nació la Patria», «separándose de España», «en aras del comercio libre» y por «la acción de los vecinos propietarios iniciada en el Cabildo Abierto del 22 de mayo». Sabemos que la Primera Junta juró obediencia al rey Fernando VII, que en ella había dos españoles y que la bandera española flameó en el fuerte hasta 1813 o 1814, que el comercio libre lo sancionó el virrey Cisneros antes de mayo de 1810 y que las actas del Cabildo Abierto revelan que la gente propietaria (Martínez de Hoz, Quintana, el grupo de Alzaga, etc.) votaron por la continuidad del virrey y no por la revolución. Entendemos también que la llamada «máscara de Fernando VII» resulta una fábula inconsistente pues los dirigentes de una revolución no pueden jurar en contra de aquellas banderas por las cuales el pueblo los elevó al poder, es decir, que no hubo inicialmente un propósito independentista y menos aun, antihispánico. También sabemos que en Chile, Nueva Granada, Méjico e inclusive España se juró lealtad a Fernando VII, por suponerlo «progresista» y no se agitó ninguna bandera separatista.
Todo indica que la otra interpretación de la Revolución de Mayo -contraria a la de Mitre- sustentada por Juan B. Alberdi, es la más correcta: «La revolución de Mayo es un momento o un detalle de la revolución hispanoamericana y ésta lo es, a su vez, de la revolución española (surgida el 2 de mayo de 1808, contra el invasor francés pero, al mismo tiempo, formando Juntas democráticas y levantando reivindicaciones populares) y esa revolución española es un momento de la revolución francesa del 89». Es decir, todos estos movimientos no son ni separatistas ni antihispánicos ni probritánicos sino Democráticos. Se produjeron a favor de lo que San Martín llamaba «el evangelio de los derechos del hombre» (En nuestro caso, las medidas sancionadas por la Asamblea del año XIII -que no declara separación alguna- resumen el ideario democrático de los revolucionarios). Esta interpretación explica que haya españoles en el segundo triunvirato (Álvarez Jonte), que un español componga la música del himno (Blas Parera) o que San Martín, después de 30 años de Servir como militar a España, haya regresado al Río de la Plata no a sumarse a una revolución antiespañola -él estaba notoriamente influido por la cultura española después de 27 años de residir allí- sino a proseguir la lucha por el gobierno popular y la revolución democrática, es decir, el fin del absolutismo (Inquisición, escudos nobiliarios, títulos de nobleza, tributos, esclavitud, etc.).
Alberdi permite explicar, entonces, por qué la independencia se declara 6 años después – cuando se produce la contrarrevolución en toda Europa y cuando Femando VII traiciona sus promesas (1814) y reimplanta el absolutismo, anula la constitución democrática de las Cortes de Cádiz de 1812 y recién entonces envía flotas para reprimir a los revolucionarios de América. Esto no lo había hecho la Junta Central de Sevilla que, al levantarse contra Napoleón, al mismo tiempo había iniciado la revolución democrática en España y había declarado que en América ya no había colonias sino que eran provincias e inclusive que las Juntas españolas sugirieran a los americanos concluir con los virreyes y hacer «Juntas como en España» (22/1/1809 y 28/2/1810, respectivamente).
La naturaleza democrática, popular -con el cartero French, el empleado estatal Beruti y el tipógrafo Donado activando en la plaza- como así también hispanoamericana, del movimiento (con Dorrego revolucionario en Chile en 1810 y luego, la campaña de San Martín) fue negada por quienes querían una Argentina para las elites, librecambista, antihispánica e implícitamente proinglesa. Hoy, que se revierte ese proceso, el protagonismo popular y la reunificación de América Latina están en el tapete de la historia. Por esta razón es preciso reconocer que Alberdi tuvo razón -al oponerse a la interpretación de Mitre- y hondar en el programa de Mayo. Asimismo, se reactualiza, entre los objetivos del 25 de mayo, el Plan de Operaciones de Moreno, ahora ya incuestionable desde la aparición del libro La epifanía de la libertad, de Enrique Ruiz Guiñazú, planteo fundamental, vigente todavía en muchos aspectos para esta América Latina que busca el camino de la libertad y la unificación.
*Extraído de “El Cronista del Bicentenario”, publicado durante 2010 y 2011.
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